Júlia Bacardit ha pasado de publicar un libro con una tirada modesta a estar en la diana mediática. Los dardos le han llegado después de una entrevista en un periódico autonómico. Esta autora, nacida en Barcelona en 1991, presenta estos días ‘Un dietari sentimental’ que, como adelanta el título, se compone de pasajes de vida, reseñas de lecturas o reflexiones en torno a asuntos emocionales con una extensión variable y encabezados por una fecha concreta entre 2018 y 2021. Lo ha editado con el sello Medusa en catalán, su lengua materna, y su intención es que se lea en ese idioma.
“He prohibido la traducción al castellano del libro. Por contrato. No quiero contribuir a la bilingüización de la literatura catalana”, expresaba en esa charla del diario digital ElNacional.cat. Esa afirmación estaba inmersa entre otros apuntes sobre compartir piso, escribir desde el privilegio o lo justo e injusto de reflejar el nombre y apellido de sus amantes. Y era una respuesta a una de las frases que recoge el libro: “La lengua y este deseo de preservarla y este miedo de perderla y miedo de quererlo demasiado, el miedo de tener tanto miedo de extinguirme, todo eso me preocupa”.
A partir de ahí, Bacardit defendía el componente sentimental de esta postura, indicaba cómo su libro anterior sí se había traducido al castellano –‘El precio de ser madre’ (Apostroph, 2020)- e incluso había vendido más en esa lengua, o confesaba el dolor de perder un idioma. “Esta decisión, esta negativa, es una cosita pequeña que los escritores podemos hacer por nuestra lengua”, remarcaba, “la única aportación que puedo hacer, la única pequeña victoria, es que mis amigas castellanohablantes me lean en catalán, en vez de leerme traducida”. No lo hace, sentencia, por “superioridad moral”, sino por la importancia que tiene para ella: “Es personal y me hace daño de verdad”.
Bacardit, que trabaja como periodista y editora, se quejaba del retroceso de la lengua catalana e incidía en no traducirlo, y mucho menos a la vez que la publicación original. Estas palabras se han replicado en un puñado de artículos y se han dispuesto como un reguero de pólvora para las llamas de redes sociales. En unas horas, a la barcelonesa le han bombardeado con críticas e insultos: de “tonta indepe” a “complejo cateto”, pasando por “oportunista” o “patética”. Ella, que no ha sido consultada por esas declaraciones, se ha limitado a contestar gráfica y sonoramente: ha expuesto varios titulares que le han dedicado y ha colgado la canción ‘Cowards’ (cobardes, en inglés) del grupo punk Perkele. “Nada de eso me importa. A los autores catalanes que me han escarnecido, en cambio, les dedico este tema”, anotaba.
Una discusión que no esperaba y que ha alterado sus últimas jornadas. Le ha pillado justo a punto de hacer la presentación en su ciudad natal y reconoce en conversación telefónica con EL ESPAÑOL que “tiene un poco de miedito”. “Creo que no va a pasar nada, que esto es algo que se queda en las redes y ya, pero he pensado, ¿y si se le ocurre a alguno venir?”, se plantea Bacardit, que se mantiene firme en su elección. “Por desgracia, es un ejercicio de activismo. Y me gustaría no tener que ser activista”, explica. Según sostiene, todo este embrollo de ser o no traducida al castellano tiene una razón afectiva, no política.
“Mi relación con el catalán es familiar. De hecho, aprendí a hablar el castellano bastante tarde, lo que no es tan común en Cataluña”, concede. Bacardit aclara que lo entendía, pero que no lo empezó a hablar “con fluidez” hasta que tuvo amigas que solo podían usar el español. Esa raíz tan sentimental es la que le ha llevado a hacer un “voluntariado por la lengua”. Consiste en enseñar el catalán para así conservarlo y propagarlo. “Mi ‘pareja’ de lengua es Juan, un físico maravilloso de Guadalajara, y eso es lo que hago para luchar contra mi depresión lingüística”, aduce. Además, Bacardit lo usa en sus diversos empleos. Aunque le apasiona la crítica literaria, estudió periodismo. Sus textos suelen tirar más hacia lo narrativo, tanto en los reportajes como en artículos que redacta para cabeceras nacionales o para la revista BRANCA, de la que es cofundadora.
Su faceta de reporterismo suele enfocarse en las minorías. Ha entrevistado a mujeres africanas en Barcelona, ha ilustrado los desafíos de un país como Líbano en la intrahistoria de personajes anónimos o ha analizado asuntos internacionales como el hiyab o el feminismo en distintas sociedades. Poco a poco ha ido relegando esta labor para enfrascarse en contenidos más literarios o llevar la comunicación de empresas como Edicions de 1984. También tiene el podcast mensual ‘Les golfes’, donde se dialoga (en catalán) sobre actualidad internacional, los problemas inmobiliarios de Barcelona, las novedades editoriales o el poder. No suele tratar la política, un ámbito del que prefiere alejarse.
“El partidismo ha hecho mucho daño a la causa catalana. Dan mucha pereza. Estamos muy hartas, o al menos yo, que nunca he militado en ninguno porque soy más bien anarquista”, remarca Bacardit, a la que le gusta más rodearse de películas, fancines o discos que de discursos encorbatados. “Solo defiendo el catalán porque es mi lengua materna, la de mi familia y porque es una lengua pequeña. Mi deseo sería no tener que ser una activista lingüística”, incide, dejando de lado otras esferas de la realidad catalana y centrándose en el episodio que la tiene alborotada.
“Yo, lejos de negarme, siempre pensaba que estaba mejor ser traducida”, argumenta Bacardit, conocedora del mundo editorial, “hay un deseo de estar en más idiomas, claro, pero en este caso es algo que tiene que ver con que cada vez se habla menos catalán, es una pequeña lucha”. La autora tiene claro que ella no va a ser salvadora de nada, pero lamenta que los jóvenes ya no lo hablen y se pierda. Por eso quiere que, en el caso de su libro, se anteponga el catalán. “En castellano ya nos entendemos todos, y hay casos en los que estando en estos dos idiomas, se lee más en español. Es lo que no quiero”, señala.
Para Júlia Bacardit, que también realiza proyectos audiovisuales o sonoros, como el podcast ‘Les golfes’, mantener el libro en catalán es darle una oportunidad a esta lengua y engrosar de cierta manera la “literatura catalana”. Porque así es como se cimenta el acervo de un lugar. “Y con lo que ha ocurrido se demuestra que hay una herida. En cuanto se ha mencionado, han salido las opiniones en contra. Y si vinieran de fuera, del grupo de siempre, no importaría, pero es que el interés se ha generado cuando lo han criticado los propios catalanes”, arguye.
Tildarla de “supremacista” es una de las reacciones que más ha suscitado. Bacardit niega ese calificativo, aunque defiende que “igual no tener un ejército propio te hace ser supremacista cultural”. La periodista, de hecho, no se cierra a una eventual traducción. Y vuelve al ejemplo con su libro anterior, que trataba los métodos de gestación y tenía una línea mucho más periodística. “Lo que no quiero es que salgan a la vez las dos ediciones y la del catalán se quede atrás”, añade. No descarta que, más adelante y si hay oportunidad, salga en castellano. Así ampliaría la difusión y la obra -que en su círculo más íntimo describen como “buenísima”- podría llegar a más público. “De hecho, con ‘El precio de ser madre’ sí que tuve quien me escribió de otros lugares porque lo había leído y quería contarme su experiencia”, recuerda.
La autora cita casos parecidos. Menciona a Irene Solà y su ‘Canto yo y la montaña baila’. Este relato, inspirado por leyendas narradas en los Pirineos, ganó el premio Anagrama de Novela en catalán de 2019 y esta editorial lo sacó en ambos idiomas simultáneamente, con notable éxito de ventas y crítica y con, alega Bacardit, perjuicio para la lengua original. En el lado opuesto está Juan Marsé. El creador de personajes como El Pijoaparte de ‘Últimas tardes con Teresa’, un charnego pícaro que recorría en moto las calles del barrio de El Carmelo, escribió toda su obra en español, a pesar de que usaba habitualmente el catalán. Ahora, desliza la autora, hay alguna que quiere traducirle al catalán, hacer su camino inverso.
En último lugar está el fenómeno de ‘Noruega’, de Rafa Lahuerta. Esta ficción enmarcada en las calles de Valencia y narrada en valenciano fue publicada en 2020 por Drassana. El boca a oreja hizo que sumara cada vez más lectores y consiguió no solo el premio Lletraferit (galardones a obra en esta lengua) de aquel año, sino que vendió 15.000 ejemplares. Su popularidad propició que se haya traducido al español. Una opción que Bacardit valoraría para ‘Un dietari sentimental’: ve positivo que tenga una trayectoria su idioma y luego ya se expanda al castellano.
Viene a colación la controversia parecida de Amanda Gorman. Esta poetisa tuvo una fama global cuando recitó uno de sus versos en la ceremonia de investidura de Joe Biden. Al lado de Barack Obama y con el pelo recogido en trenzas, la joven afroamericana entonó ‘La colina que ascendemos’ ante la multitud y multiplicó sus seguidores. Cayeron ofertas desde decenas de países para comprar derechos y publicarla. El problema llegó cuando ‘Mi nombre es nosotros’, el poemario que contenía aquellas estrofas, iba a ser traducido al neerlandés. El elegido para esta labor, Marieke Lukas Rijneveld, era un hombre blanco y rubio. Entonces, la escritora protestó en redes, enfatizando que esta función debería hacerla una mujer negra, y el encargado se retiró del proyecto. ¿Se podría comparar? “No sé”, dice Bacardit, “el debate es muy duro y emocional”.
Lo que más le preocupa a esta barcelonesa es que nadie de su entorno se vea afectado. No quiere ni que sus compañeras de oficio lo pasen mal por ella, ni que se ceben con Medusa, la editorial. Por correo electrónico, los responsables del sello lo atajan rápido: “No tenemos nada que añadir a sus declaraciones. Nosotros simplemente firmamos un contrato para sus derechos en catalán”. Esta reacción, de hecho, puede beneficiarles. Algunos incluso lo han tachado de estrategia publicitaria. “¿Márquetin?”, se pregunta Bacardit, “pero si hemos sacado 500 unidades y ahora se imprimirán otras 800”. “A ver, la conclusión es que yo nunca voy a vivir de esto ni pienso que se va a leer mucho, como me han dicho algunos, acusándose de presuntuosa. Simplemente es una forma pequeña de pelear por la cultura catalana. Además, ya hay muchos libros en español: nadie se va a perder nada porque no esté el mío”, concluye.