Todo comenzó en la Comisaría de A Coruña donde había servido. Acudió allí para realizar el último trámite administrativo que le faltaba para pasar a segunda actividad, una especie de retiro anticipado, debido a los problemas psiquiátricos que padecía. Sin embargo, en lugar de firmar el papel, entró en los vestuarios, forzó una taquilla, robó un arma y emprendió una huída sin destino. El compañero sin pistola que llevarse al cinto pronto ató cabos e informó de los sucedido. Habida cuenta de su historial, nadie dudó del responsable.
Poco después, el Centro Operativo de Servicios (COS) de la Guardia Civil de Burgos recibió un aviso procedente de la Policía Nacional en el que se comunicaba que una persona armada se dirigía a Burgos por la carretera A-231. Le dieron el alto, pero hizo caso omiso y abrió fuego contra sus compañeros. Una vez en la carretera BU-30, entró en la gasolinera situada a la altura de Villagonzalo Pedernales y la Benemérita le alcanzó.
Hacía años que Óscar Piñón Casal, ferrolano de 48 años, empezó a escribir su funesto destino, pero fue este martes cuando se todo precipitó en una espiral salvaje, convertida una inhóspita gasolinera de Burgos en el escenario de un wéstern. Ya en la madrugada del miércoles, con los agentes parapetados tras los surtidores, según cuentan a EL ESPAÑOL testigos de lo ocurrido, estalló una balacera que se saldó con el policía abatido, con tres tiros en el cuerpo.
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Había recorrido casi 500 kilómetros, eran alrededor de las 3.30 horas. Piñón Casal supo pronto que su suerte estaba escrita, que era hombre muerto, sin valla que saltar en un callejón sin salida. "Salió como Rambo, a cuerpo descubierto" de su coche, relatan los testigos.
Tras un tiroteo que se prolongó varios minutos, ya sin barreras, a campo abierto, convertido en un blanco facilísimo, los agentes lo alcanzaron. Antes, las balas del fallecido también habían impactado en los vehículos de los agentes. "Cuando llegué aquí, de madrugada, todavía estaba el cuerpo en el suelo y seis o siete patrullas rodeándolo", relata un empleado de la gasolinera.
La única nota positiva, quizás, sea la foto que ilustra este reportaje: una bala perdida que impactó en la ventana del dormitorio de una vecina sin herir a nadie. La mujer, esa noche, durmió en la planta baja. De lo ocurrido, se enteró por los periódicos a la mañana siguiente.
En 2014, los primeros indicios
La vida de Óscar Piñón Casal transcurría feliz hace aproximadamente una década. En 2014 el agente de Policía Nacional fue condecorado incluso con la Cruz al Mérito Policial con distintivo blancos mientras servía en su destino de Maspalomas, Gran Canaria. "Hasta hace tres años, fue un buen policía", sostiene a EL ESPAÑOL uno de sus compañeros en Galicia.
Ya había comenzado a hacer gestiones para regresar a Galicia, donde llevaba ocho años. Pero en 2019 todo se fue al traste. Según EL ESPAÑOL de Castilla y León, el policía fallecido fue el mismo que en 2019 fue víctima de un intento de asesinato en los calabozos del cuartel de la Policía Nacional de Lonzas, en A Coruña. El individuo le intentó estrangular, aunque consiguió zafarse. El hombre que intentó matarle había sido detenido por atracar varias entidades bancarias. Al parecer, este suceso y la muerte de su madre durante la pandemia le provocaron unos daños psicológicos letales. Fue el incio del derrumbe.
"Era una persona amable, un buen compañero, pero hace tiempo que necesitaba un ingreso por sus problemas psiquiátricos, la terapia no le llegó a tiempo", cuenta a La Voz de Galicia una de las últimas personas en hablar con él antes de dar rienda suelta a su locura.
Había empezado a beber, medicarse con benzodiazpinas y consumir drogas. Todo a la vez. Desde hacía nueve meses, sus superiores estaban dando parte de sus conductas, cuando se percataron de que había dado un chivatazo a un clan local de narcotraficantes. De hecho, en un registro llegó a avisar a los investigados.
Este es el motivo por el que fue Asuntos Internos quien le siguió desde el primer momento. Dos de sus parejas, además, la última vinculada al grupo en compañía del que le detuvieron, lo denunciaron por violencia de género, aunque después no se personaron en el proceso y ambas denuncias quedaron archivadas.
Cocaína, éxtasis y tusi
Hace menos de un mes, el pasado 23 de marzo, Óscar Piñón estaba en una casa del municipio coruñés de Valdoviño con cuatro amigos cuando fue identificado por la Policía Nacional. Sobre la mesa, una importante provisión de drogas: farlopa, éxtasis y tusi, la conocida como cocaína rosa. La fiesta acabó pronto: los cinco acabaron en el calabozo, según relata el medio gallego referido.
Quedó en libertad unas horas después, ya que, tras el registro de su casa, en un barrio de Ferrol, no se encontraron estupefacientes. Salió a la calle con cargos y bajo una investigación promovida por Asuntos Internos del Cuerpo Nacional de Policía que hasta la fecha no ha encontrado vínculos entre este agente y las redes de narcotráfico. De hecho, ninguno de los cuatro detenidos ha declarado nada que lo implique, a pesar de que se encuentran en prisión desde ese momento.
Hace menos de una semana Óscar Piñón Casal hizo los últimos trámites para afrontar este proceso judicial. "Estaba relativamente tranquilo, porque tras la investigación no le encontraron nada", explican a La Voz de Galicia fuentes de un caso que está bajo secreto de sumario. Antes siquiera de declarar, la cabeza de Óscar le jugó otra mala pasada que provocó su muerte a manos de sus propios compañeros.