Hace muchísimo calor y solo estamos en mayo. Tal vez sea una de las afirmaciones más repetidas en estas últimas semanas en las que se han alcanzado temperaturas notablemente mucho más altas comparado con otros años en esta misma época. ¿Y qué apetece? Pues el clásico de todas las calores: un helado. Pues bien, una de las mejores de Madrid es la heladería Mamá Elba. Eso sí, normalmente tienen cola -hasta kilómetrica-.
Elba, que según en sus propias palabras a EL ESPAÑOL no es dueña de la heladería “sino apagafuegos” de la misma, abrió su primera heladería en 2016 en la calle Cea de Bermúdez. Un año después, lo hacía en calle Ruda, desde donde nos atiende comiéndose un cucurucho de su sabor favorito, tutifruti. “Soy una clásica”, añade mientras lo disfruta. Pero que no nos engañe, puesto que en el interior del local podemos encontrar más de 40 sabores diferentes, entre ellos, el de Nutella, kínder, Donuts, Ferrero, pistacho, tarta de zanahoria o kéfir con higos. Uno de los que más se vende es el que lleva el mismo nombre que la heladería, elaborado a partir de ron, whisky y chocolate. “El cachondeo es que yo he sido siempre muy fiestera y al ver que llevaba ron y whisky, se lo pedí al proveedor. Me dijo que no tenía nombre y yo tenía claro que se tenía que llamar Mamá Elba”.
Y es que a pesar de la mano que reconoce tener en la cocina esta gallega, todo lo que encontramos en su local es de otros productores. “Yo no produzco, yo vendo, pero vendo lo mejor de cada sitio”, reconoce orgullosa. Y es que su día a día consiste, además de en apagar esos fuegos propios de cualquier negocio, en probar lo mejor de otras y cada una de las casas. Pero comencemos por los helados.
Cuando ella y su exsocio se decidieron a abrir la primera heladería, se recorrió una gran cantidad de obradores artesanales: “Quería helados especiales para los clientes pero sobre todo para mí”. Nos relata que, a pesar de que en su casa eran muy golosos, ella decidió reducir su ingesta de azúcar hace unos años, así que esto también tenía que estar presente en lo que ofreciera.
“Hay muchas marcas, pero yo quería que tuvieran la cantidad justa de azúcar, para que sepan un poco porque sé que o si no, no saben a nada, y también que llevaran mucha menos leche de lo que suelen llevar”, explica a EL ESPAÑOL. Y los encontró: los elabora un argentino criado entre heladeros italianos que ahora tiene su propio obrador en Fuenlabrada. No falló con el tiro: aproximadamente vende 10.000 helados por temporada.
Aun así, Elba no se quería quedar ahí. “Me di cuenta al abrir de que muchas personas, sobre todo niños, eran intolerantes y no podían tomar este dulce, así que me dije que tenía que buscar algo para ellos y los encontré en A Coruña de pura chiripa. Son dos socios que llevan 10 años haciendo helados bio y ahora están creciendo, pero al principio eran ellos junto a sus mujeres los que pelaban las manzanas”. También son veganos -es decir, sin lactosa- y sin gluten, un espectro que triunfa en ventas.
Y por si nadie se había dado cuenta leyendo hasta aquí, este el gran secreto del éxito de Mamá Elba: el producto. “El buen producto y la sonrisa. Y esta se consigue teniendo un buen equipo que esté cómodo trabajando y poco más. La calidad del producto que vendes no se puede bajar, y también tienes que cuidar hasta la música que pones”.
La calidad y el abrazo del barrio
En pleno barrio de La Latina esta filosofía es un must, tan repoblado de nuevos locales que quieren ser lo más modernos posibles pero sin perder el concepto de ser accesible para los consumidores. Aquí todo el mundo conoce a Elba que, mientras nos concede esta entrevista, saluda y nos presenta a los vecinos que vienen a tomar café y que incluso la animan a posar para las fotos de este reportaje. "¿Te puedo hacer reír para la foto?" – le grita el dueño de ‘Brote’. -"¡Pero si yo siempre me estoy riendo!"-, le contesta ella mirando a cámara.
Y esto es una de las cosas que consigue una producción reducida pero de calidad procedente de otras familias: la vida de barrio. “Yo sé que a veces tenemos un hándicap a la hora de trabajar con productores pequeños porque no siempre nos traen todos los sabores, pero es que es parte de mi filosofía. Si te quieres comer todos los días un helado de algo concreto, puedes ir a cualquier supermercado y lo encontrarás, pero sabes que no tendrá la misma calidad”.
Lo mismo pasa con sus tartas, la de queso, una de las mejores que se pueden encontrar en Madrid, procedentes de Sevilla, 'La tarta de la madre de Cris'. “Es un espectáculo”, nos reconoce ella misma. Y para los más chocolateros, ‘La mejor tarta de chocolate del mundo’. Sin olvidar sus gofres y crepes hechos en el momento o su horchata de Alboraya. “Es que las tartas sin gluten nos las hace una chica a la que ayuda su novio, la que nos elabora las de zanahoria también está sola y le echa una mano su marido cuando tiene tiempo libre… Entonces cuando la gente te dice que el de hoy es un trozo es más pequeño que el del día anterior, tienen que entender que no es nada perfecto, que no tenemos una máquina que lo hace todo igual”.
Estas delicatessen varían desde los 4 a los 5,50€ y sus famosos helados los podemos encontrar a un precio muy asequible: desde los 2,60€ (una bola) a los 5,60€ (cono de tres bolas). Los bio, veganos, sin gluten, sin azúcar o de temporada, desde los 3,30€ a los 6,30€.
Los hijos de Mamá Elba
La energía que transmite Elba es la misma que se respira en su local. Acogedor y decorado con mucho mimo por ella misma tras recorrerse todas las tiendas de interiorismo de la ciudad posibles, conserva la fachada inicial del local, que hace años albergaba dos negocios diferentes: una perfumería y una fontanería. De aquella época, además de la entrada, también se pueden observar las vigas de madera, a partir de las cuales continuó con la estética de la heladería.
Un negocio que nunca tuvo una inspiración tradicional. Se trataba del sueño de su ex socio y ex pareja, puesto que Elba es periodista de profesión. “Me quedé sin trabajo y me puse a hacer esto. Al principio dices que no, luego dices pues a lo mejor… y al final te convences del todo”. Terminó comprándole su parte años más tarde y reconoce que al principio todo fue duro. Pero a pesar de que aun hoy se queja de “los números, las facturas y las gestiones que no me gustan nada”, a Elba le queda batería para rato.
La misma que tenía cuando sus hijos eran pequeños y luego adolescentes, y que hizo que estos bautizaran a su madre como ‘Mamá Elba’, tal y como nos relata ella misma: “Tengo tres hijos y siempre fui una madre atípica, yo prefería que estuvieran en casa que por ahí, así que cuando vivíamos en Santiago, la del tercero le preguntaba a la de la comunidad si yo tenía un hostal o una casa de huéspedes porque los amigos de mis hijos venían por la mañana y comían, cenaban y se quedaban a dormir, así que ellos me decían ‘Mamá Elba’. Incluso ahora esos amigos me siguen llamando así”.
Esta alma de anfitriona le hace pensar en un futuro obrador propio, pero por ahora “mejor comprar el buen producto a otros para que todos podamos seguir comiendo y creciendo”. Por muchos años más, como reconoce ella misma, y es que algo nos dice que Elba no podría estar quieta ni para cuando le llegue la jubilación.