Existe un Jorge Valdano que habla un español nada sobón con el idioma, perfectamente castellano, cuyas fotos con Maradona no son compartiendo la camiseta albiceleste sino en brazos, aún el Diego fuera de la ratonera. Un Valdano para quien el fútbol no fue una tabla de salvación —como los cuernos en los muslos de los que hacen la luna—, sino un contexto permanente en el que criarse. Que escuchaba hastiado las más tradicionales canciones argentinas de Mercedes Sosa o Jorge Cafrune camino del colegio, sentado en la parte de atrás del coche. Un Valdano que nació en Zaragoza y no en Santa Fe. Un Valdano que, cuando accedió a su primer trabajo, en la serie Los Serrano, se encontró a un personaje apodado como él porque era una parodia populera de su padre.

Se trata de Jorge Valdano Sáenz de Ugarte (Zaragoza, 1979) y escribe guiones. ¿El último? Una serie sobre la trastienda del fútbol, ese "zoológico humano que rodea el fútbol", una divertídisima caricatura que distorsiona los comportamientos más niñatos de esos ídolos que forran los cuartos y adoban las ilusiones de los críos. Se llama Pollos sin cabeza, la protagoniza Hugo Silva y se estrenó hace tres semanas en HBO Max. Y no, esta comedia encargada por Álex de la Iglesia y Carolina Bang sobre un "representante de fútbol", no es para críos: sus personajes no pasarían un control antidopaje

Se crio entre libros este Valdano, en el seno de una familia encabezada por un futbolista del technicolor que nada tiene que ver con el Nardinho de la serie. Una casa llena de libros en la que, sin embargo, no había ni discos ni películas. "Cuando coges un libro y te enamoras de lo que te ofrece, el salto al cine es bastante natural", cuenta Valdano Sáenz de Ugarte a EL ESPAÑOL. 

Jorge Valdano, padre e hijo, durante el rodaje de 'Pollos sin cabeza'. Manolo Pavón

Pero si esquivó la herencia umbilical del fútbol, también lo hizo en lo académico: el primogénito de Valdano se licenció en Derecho poco después de decidir que se dedicaría al cine. Hay veces que la publicidad sirve: "Se me ocurrió leyendo un anuncio de un máster en guiones de televisión que vi en El País y que impartía Globomedia. Me acuerdo que veía 7 vidas y me hacía gracia y de repente fue como: 'hostia y esto'", rememora alguien que vio El Padrino con 19 años, para quien descubrir a Hitchcock y Billy Wilder fue una epifanía.

Que la primera clase consistiera en una tertulia sobre un capítulo de Los Soprano confirmó sus sospechas. Las prácticas en Los Serrano fueron sus primeros pinitos. Después vinieron proyectos como Herederos, Tierra de Lobos, Estoy vivo, La Sala o La Valla. Con el biopic sobre Messi en 2014, en el que también participó su padre, despixeló una pista enterrada hasta entonces por el apellido materno. "Me sentía más a gusto en el anonimato", concede. Pollos sin cabeza es la espita que abre una prometedora etapa de madurez.

Lo que se ve en Pollos sin cabeza es la vertiente más negativa de ese glamour que arrastran los futbolistas y muy poco del esfuerzo de un deporte, ahora, súper profesionalizado. La vida privada de los futbolistas parecen menos fascinantes y más planas que antes, cuando los jugadores tenían una biografía con más poso.



Sí, como los actores, como los cantantes, antes todos se aprovechan del misterio que los rodeaba. Internet y las redes han venido a desmitificar mucho. Ahora todos tienen su comunidad de fans, los ves desayunar por las mañanas con sus hijos, pero eso también hace que cada jugador ahora sea una especie de empresa de sí mismo. Son empresas que tienen millones de seguidores y ganan una fama y pasta espectacular, de tal manera que cuando dejan el fútbol no tienen, como antes, que preocuparse de qué hacer con su vida. Pueden vivir lo que quieran: hacer ropa, ser actores si tienen un poquillo de gracia y de caradura, pueden dedicarse a gestionar su dinero invirtiendo aquí y allá... Ganan tal cantidad de dinero que tienen la vida resuelta.

En la época de mi padre hasta Butragueño o Hugo Sánchez, los grandes jugadores que había en este país, se tuvieron que reinventar. Ganaban dinero, pero no tanto como para desconectarse de la realidad. Tenían que buscarse luego la vida.

No sé si te quitó el sueño en algún momento ser futbolista. La importancia cultural y social, incluso, de tu padre en el fútbol español es notoria. No sólo para los madridistas ha trascendido su carrera. ¿Has volcado en el guion experiencias vividas?



Realmente, no hay nada concreto en lo que esté basado la serie, ni ningún personaje ni anécdota que yo haya visto o mi padre me haya contado. Se refleja el conocimiento que he ido adquiriendo a lo largo de los años como resultado de haber estado muy cerquita de ese mundo y de haber tenido el privilegio de haberlo visto cambiar mucho. El fútbol de la época de mi padre, cuando yo era pequeño, y el de ahora han cambiado una barbaridad. Cuando mi padre jugaba, no podría haber hecho una serie como esta, porque los jugadores de fútbol todavía no tenían este rango de rockstars, de iconos sociales que tienen ahora.

[Los hijos de Jorge Valdano y Alberto Ruiz-Gallardón, unidos por una serie en el Festival de Málaga]



Me ha hecho gracia la pregunta de si alguna vez había pensado dedicarme al fútbol. De pequeñito, todo el mundo, como imaginarás, me preguntaba: "¿Tú también juegas? ¿Tú también le das? ¿Tú también quieres ser futbolista?". Pero, por alguna razón –a mí me encantaba el fútbol, me sigue gustando, sigo jugando, me gusta también verlo, o sea, soy muy futbolero– desde muy pequeñito intuía que mi vida iba a ir por otro lugar. No sé si tenía que ver con el hecho de que, al tener un padre muy conocido y que se dedicaba a esto, me iban a perseguir las comparaciones. Pero también con el hecho de que yo mismo no tenía el deseo ferviente de ser futbolista.

Es dificilísimo.

Para ser futbolista lo tienes que tener muy claro, tienes que pelearlo mucho, es muy difícil. Y a mí me gustaban más otras cosas: el cine, leer, escribir. A pesar de que no quería dedicarme al fútbol, lo viví de cerca, lo disfruté y aprendí desde muy pequeñito que esta especie de jugadores, como de gladiadores, que siempre de cara al público dan una imagen hípermasculinizada, detrás —si les miras entre bambalinas— te das cuenta de que la mayoría de ellos son chavales bastante superados, sometidos a una presión y a unas expectativas descomunales, que muchas veces tienen que viajar a la otra punta del mundo con una cultura y diferente y se disfrazan de esos gladiadores para poder sobrevivir en un mundo muy árido, como es el del fútbol.

¿Todo eso has tratado de plasmar en la serie? Da la sensación de que son unos personajes un tanto vacíos.

No quería reflejar una realidad. Lo que cuenta la serie es una parodia basada en la parte más ridícula de esta industria. Evidentemente, no todos los jugadores son como Lardinho, como Willy o como el Toro. Hay chavales con la cabeza muy bien amueblada, hay tipos que se acuestan a las 10 de la noche, que llevan unas dietas rigurosísimas, unas planificaciones físicas tremendas, es como si fuesen máquinas. Ahora tienen un mundo totalmente personalizado para ellos: comida, ejercicio físico, fisioterapia, medicina. Todo está personalizado.

Eres muy conocedor de la biografía de Messi. Trabajaste con Álex de la Iglesia, precisamente, en el biopic. Soy muy fan de Maradona y, leyendo no hace mucho su autobiografía aquella de Yo soy el Diego de la gente muy diferente a la de Leo que escribió Guillem Balagué le pregunté a Andrés Calamaro que si la diferencia entre Messi y Maradona era la misma que entre el siglo XX y el XXI.

¿Y qué te contestó?

Que entonces Argentina sería el primer país hispanoamericano de la Unión Europea.

[Risas]. Sí, estoy un poco de acuerdo con él. Escuché una vez una cosa que me hizo mucha gracia: "Maradona es el argentino que somos y Messi es el argentino que aspiramos a ser". Maradona es la representación de toda esa hipérbole emocional y sentimental que es Argentina y Messi, en cambio, es un tipo al que se le ha acusado de pecho frío porque es poco expansivo, introvertido, vive el fútbol diferente. Termina el partido y se va a casa con su familia y no sale hasta el siguiente partido. La vida de Maradona era un show 24 horas al día.

Parte del elenco de 'Pollos sin cabeza', serie protagonizada por Hugo Silva. Manolo Pavón

(...) Yo he hecho una comedia y he cogido del fútbol, de la industria, aquellos estereotipos más exagerados, más deformes para poder reírme a gusto y hacer la serie.

Según he leído por ahí, el cameo de tu padre está basado en una anécdota real. Aquella frase en la que cita a Hitler, a Napoleón y a Maradona en la misma frase, en el primer capítulo.

Ahora que lo dices, quizás esa sea la única referencia a algo real. La idea era que mi padre no hablara. Le dije que si se animaba y me dijo que le daba mucha vergüenza. Le dije que no tenía que hablar, sólo quería que apareciera por ahí y la gente pensara: "Hostia, Valdano". Pero que fuera casi como un chiste interno. Lo único que tienes que hacer es reírte de lo que está diciendo Miguel Ángel Solá, lo que necesito es que termine una conversación para que Beto entre y los interrumpa. Pero de repente se pusieron a hablar –se conocían de antes Miguel Ángel y él– y Diego y tal, y el Flaco Menotti por allá, y en un momento dado contó mi padre esta anécdota y era graciosa, muy escuota, y perfecta para lo que pretendíamos que era eso: terminar una conversación y que pasara algo así. Su estreno como actor, que la verdad lo hace bien, se lo pasó fenomenal el tío.

¿Habría que escribir más de fútbol? Antes, creo, había mucha más literatura, ahora estamos más nostálgicos. En Argentina el fútbol, más que un deporte, es un género literario.

Es una religión, una cuestión de Estado.

Los cuentos de Augusto Monterroso.

Sí, sí, y muchísima gente. Escritores de muchísimo nivel que escribían de fútbol con muchísima naturalidad cuando aquí, en Europa, todavía no se mezclaba, cuando todavía era raro ver a un tipo prestigioso escribiendo de fútbol, que era un tema muy vulgar. Quiero decir, que no se consideraba como parte de la cultura. Eso ya se ha superado. Los escritores, los cineastas, llevan orgullosos su afición y escriben con naturalidad sobre ello. Yo lo que sí noto es que, en el mundo audiovisual, la sensación es que se está empezando ahora a abrir un poquito.

Hará como 10 años me pasó que intenté mover un par de proyectos sobre fútbol y no salieron porque había una desconfianza enorme en los productores. Les daba miedo meter la mano en un mundo que era materia muy sensible y que también es una especie de ficción el mundo en sí mismo. Es como las series que te explican cómo hacer una serie: a los productores no les gusta.

El metacine.

El metacine y la metaficción, además el fútbol es un asunto muy serio en este país. Se están viendo ya cosas que funcionan muy bien, como por ejemplo Ted Lasso, que nos ha venido fenomenal yo creo su éxito. Me preguntan mucho si la hemos tenido como referente, pero cuando empezamos a escribir Pollos no sé si no se había estrenado o yo todavía no la había conocido. (...). Mi sensación, ya te digo, es que acaba de comenzar esto, que queda muchísimo que contar de esto y de que en el fútbol están todas las historias del mundo: están los dramas, está el terror, comedias, musicales, lo que quieras. Están todas las emociones, y además multiplicadas por 10, porque el fútbol es tremendamente emocional.

Discúlpame que te pregunte tanto por tu padre, pero es un personaje al que quiero mucho en mi condición de madridista. Le habrás escuchado un montón de historias, ¿qué biografía te parece más fascinante?

Maradona es inigualable desde el punto de vista dramático. En Maradona está representado lo mejor y lo peor del fútbol; lo mejor y lo peor del ser humano. Maradona concentra él sólo, en su biografía y en su carácter, lo más excelso y lo más abyecto. Ahí cabe todo. Por buscar otro nombre que no esté tan manido... No sé [risas]. Primero tendría que plantearme qué querría hacer, comedia o drama, porque en función de una cosa u otra elegiría a uno u otro personaje. Yo creo que me iría a la argentina pre-maradona. A todos esos personajes que mi padre admiraba y de los que él me ha hablado durante toda su vida, cuando el fútbol en Argentina era como el salvaje Oeste. Ahí prosperaban unos personajes que eran fascinantes.

Dime nombres.

El Mono Verti, por ejemplo, me acuerdo de las anécdotas pero no de los nombres. El equipo de Estudiantes de la Plata de esa época era una colección de personajes a cada cual más delirante. Mi padre, justo antes de hacerse profesional, compartía pensión con compañeros de su edad que venían de otras provincias y que jugaban en las categorías inferiores de Newells. Y de esa pensión recuerdo dos, tres, cuatro personajes, que luego se profesionalizaron, que dices, si no es por el fútbol, este tío hubiera acabado con un tiro en la cabeza. De hecho uno de ellos acabó con un tiro en la cabeza, porque era un tío que –me decía mi padre– que necesitaba la adrenalina. Un día le di por robar un banco sólo por vivir la experiencia y se llevó un tiro en la cabeza de un policía. Ahí hay una mina de historias y anécdotas tremenda, porque encima Argentina en esa época ya era un contexto ideal para que prosperaran ese tipo de personajes.

La serie, lo hemos hablado antes, abarca esa trastienda del fútbol. Esa idolatría que tiene la masa hacia el personaje y cómo se desvanece eso cuando los conoces, se disipa el misterio.

O tan normales o tan gilipollas. A mí me ha pasado de tener la oportunidad de conocer a algunos y decir: "Me hubiera ahorrado perfectamente este encuentro porque lo que me interesa de este tío es lo que escribe, lo que compone, lo que firma, o cómo juega". Pero no me interesa nada en las distancias cortas. Me ha pasado una barbaridad de veces. Me pasa con Messi. Hace poco mi padre entrevistó a Messi para su programa Universo Valdano y me lo confirmó: lo que te llama más poderosamente la atención de Messi es que se nota que es un tipo que está en medio de un huracán. Rodeado constantemente. Es como estar con Michael Jackson. Sin embargo, no separa los pies del suelo, lo vive todo con una normalidad que resulta fascinante. Lo difícil que tiene que ser estar centrado y no volverte un imbécil. Tiene muchísimo mérito. Yo me volvería un imbécil, lo tengo clarísimo, es muy difícil relacionarse de una manera natural con tus hijos, ir a buscarlos al colegio, mantener a tus amigos de toda la vida, el núcleo familiar intacto. Tiene muchísimo mérito. Llama la atención porque es una excepción.