Cuando nos gusta mucho un producto, pocas veces nos planteamos por cuántos procesos ha tenido que pasar hasta llegar a convertirse en tu comida o compra favorita. ¿A quién se le ocurrió? ¿Por qué este ingrediente y no otro? ¿Quién le habrá puesto este nombre? Son preguntas que no nos solemos hacer mientras degustamos las galletas que nos gustan, por ejemplo. Pero como buen emprendedor, Richard Morla nos ha creado una necesidad: saber más sobre el proceso de las ‘Rebuenas’ que vende el gigante Mercadona habiéndose inspirado en otro producto de una famosa marca de galletas rellenas de chocolate.
Richard fue una de las personas implicadas en ese proceso, y lo contaba él mismo hace unos días en su muro de LinkedIn, una historia que rápida e inesperadamente se convertía en viral con más de medio millón de visualizaciones: “Una de las galletas más vendidas en ese momento eran las famosas Príncipe. Mercadona nos encargó crear una mejor versión bajo su marca Hacendado. Trabajamos meses analizando todas las galletas rellenas de chocolate del mundo", cuenta a EL ESPAÑOL.
"Mi mesa estaba llena a rebosar. No solo las probábamos. Nuestro departamento de I+D las analizaba en el laboratorio para sacar sus datos nutricionales y dar con sus ingredientes. Después preparaba recetas que testábamos en los supermercados en catas ciegas contra la galleta líder. El objetivo era que al menos el 70% de los encuestados escogiera la nuestra sobre la original. Solo en ese caso podíamos sacar el producto, si no conseguíamos una mejor no podíamos seguir delante. Hicimos cientos de recetas y decenas de catas hasta que dimos con la buena, que arrasó en los test en sabor, olor y textura”.
Aquel supermercado les puso sobre la mesa todo un reto: querían que sus galletas fueran mucho más que una copia, que tuvieran mayor calidad y un mejor precio. Lo consiguieron. Nos cuenta el propio Morla que pasó meses y meses comiendo galletas de todos los países, de los que sus amigos traían provisiones. Estudiaba y analizaba los datos mundiales de los ingredientes que estaban en tendencia o los valores nutricionales que buscaba la audiencia, además de comer cientos de productos, tal y como relata a EL ESPAÑOL.
“No te lo imaginas a priori, pero la gente de I+D está en un laboratorio que es como una cocina de casa, abre una galleta, mira lo que hay dentro y lo analiza. A partir de ahí, van haciendo una receta como lo harías tú en tu casa. La amasan, la hornean y van haciendo pruebas hasta que llega la perfecta. Se la dan a probar a la gente y con las encuestas vas decidiendo”, explica.
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De aquello han pasado 17 años y, lo más curioso, como afirma Richard, es que ese producto sigue en el mercado en las mismas condiciones que lo crearon. “Me resulta curioso que haya durado tanto tiempo. Es raro que un producto dure más de 10 años igual, muchos de los que hicimos en ese momento han ido cambiando por los tipos de grasas, de harinas, el packaging…”.
Pero aunque haya pasado tanto tiempo, Richard no ha dejado ni un solo momento de crear. Por aquel entonces, este leonés de 45 años también hacía sus pinitos como actor, estuvo de gira teatral y salió en varias ocasiones en televisión. Al parecer, llamaba la atención en lo suyo y pasó a la fase final del casting donde buscaban presentadores para el canal 24 horas de la primera edición del talent musical ‘Operación Triunfo’.
Suena un poco loco, pero sí. El inventor de las Rebuenas hubiera podido formar parte del éxito de aquel programa musical. No hubo suerte finalmente, pero allí estrechó lazos con un redactor que se convertiría en un gran amigo. Este último trabajaba en una revista para adolescentes de la época, donde se publicaban los míticos consultorios personales con ‘La Doctora amor’ al frente, que pronto daría nombre al propio Richard. “Cuando iba a la redacción siempre veía un saquito con cartas, eran las típicas de la sección de preguntas para adolescentes donde preguntaban si te podías quedar embarazada si te dabas un beso. A mi me parecía graciosísimo y me sentaba a leerlas”, recuerda Morla.
El caso es que todas se basaban en lo mismo: a chica le gusta chico que no el hace ni caso, así que aquello era más difícil de contestar de lo que parecía, porque tenían que inventarse nuevas preguntas continuamente, aunque para Richard fue todo un reto.
“Eran cuatro cartas al mes, así que pro la mañana trabajaba en la fábrica de galletas y por la tarde era la doctora amor. Tenía un Excel donde organizaba que si ya había puesto que a un chico le gustaba una chica, entonces tenía que escribir otra situación, como que a un chico le gustaba su profesor o que a una chica le gustaba el amigo de su hermano. SI de sexo había publicado cómo usar un preservativo, pues inventar una pregunta sobre otros métodos anticonceptivos. Llegué a comprar libros de sexualidad, de psicología para jóvenes… para poder dar respuesta a todas las preguntas que me inventaba yo mismo”.
Director de revista
Aquella revista tuvo que cerrar, pero con el éxito que había tenido Morla con esta sección, decidió ponerse al frente de toda la publicación él mismo junto a su socio y otra redactora. ‘Star 2’ se convertía en un éxito y dio paso a otras dos publicaciones más. Pero aquí no acababa la incursión de Richard en el mundo editorial con tan solo 28 años.
“Un día vimos en la prensa que cerraba la revista ‘Ragazza’ porque no les iba bien con el tema papel. Nosotros, que estábamos en la redacción, cogimos una revista que teníamos allí, llamamos y pedimos que nos pusieran con el director editorial. Nos lo pasaron y le dijimos que queríamos coger la revista nosotros, comprarle la licencia o la marca. Nos reunimos y lo hicimos durante dos años”. A pesar de llegar a ser 25 trabajadores, ni siquiera tenían oficina y usaban sus propios ordenadores. Pero pronto llegaría la crisis del 2008.
Para entonces, el papel ya perdía fuerza y aquellas adolescentes que compraban revistas para saciar su curiosidad personal ya tenían a su disposición internet, Tuenti y otras redes sociales. Así que Richard le vendió su parte de la empresa a su socio y se fue a hacer un master al extranjero. “Nunca había tenido dinero hasta ese momento y lo aproveché”, apunta a EL ESPAÑOL.
Cuando volvió, no encontraba trabajo, su perfil no era el más común: un creativo publicitario que había dirigido revistas. Así que volvió a lanzarse con otro socio de nuevo al emprendimiento, esta vez con una franquicia de ropa. “Nosotros no teníamos ni idea de moda, no sabíamos lo que estábamos haciendo y nos salió mal. Había vendido mi anterior empresa, venía de hacer un máster y aprender inglés, me había ido bien y como venía un poco subidito pensé en montar la tienda durante dos meses, y luego ponerme a otra cosa. Pero no conseguíamos vender casi nada”, nos relata entre risas.
Aquello se convirtió en un infierno de dos años donde él y su socio trabajaban de lunes a domingo de nueve de la mañana a diez de la noche en tienda, más las horas de gestión como dueños. Finalmente consiguieron salvarlo y como emprendedor nato, su mente empezó a buscar otra idea, en este caso, orientada a la creación de una startup tecnológica.
“Pensaba en Facebook o en ese tipo de empresas y pensaba que quería ganar ese mismo dinero y que era fácil de conseguirlo. Pero ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Estuve un año sin ganar nada, trabajando en esa idea todos los días mientras estaba a media jornada en la tienda”. El objetivo era crear una app para móviles, pero él y su socio consiguieron 20.000 euros de financiación “que se gastaron rápido”, y decidieron que era el momento de descartar aquel proyecto. Pero en ese tiempo de descuento, dieron un cambio de sentido: ¿por qué no vender apps para empresas? Encontraron un cliente al que le hicieron un buen trabajo y el boca a boca hizo el resto: la idea reflotaba.
Así que era el momento de hacer su sueño realidad: viajar por el mundo mientras trabajaba en uno de sus proyectos. Antes de pandemia, aquello no estaba muy instaurado en las mentes de los ciudadanos españoles, por lo que llamó la atención de muchos de ellos: “Escribía en LinkedIn lo que me pasaba en Tailandia, cómo llevaba la empresa desde allí, los problemas que me surgían.. Claro, tú estás leyéndome desde tu trabajo normal y ves a un tio en una playa espectacular con el portátil y te llama la atención. Así que me empezó a llamar mucha gente para contratarme apps y llegué a vender más que cuando vivía en Valencia”.
Al volver, la empresa era ya un éxito y recibieron una oferta de compra que terminaron aceptando. Ahora, él y su socio trabajan para Rudo: “A veces se me olvida que ya no es mía porque sigo dirigiendo muchos de los procesos”, nos relata Richard. La historia culminaba con la publicación este mismo año de ‘Empréndete’, su primer libro donde cuenta con detalle todas estas experiencias.
¿El emprendedor nace?
Durante la conversación con EL ESPAÑOL, Morla llega a la conclusión de que aquella persona que se atreve a emprender y por lo tanto, a arriesgase, no es que no tenga miedo, sino que a pesar de tenerlo, se lanza. “Creo que lo que define a un emprendedor es un sentimiento que me dijeron que se llama ‘estar descontento constructivo’. Ves cosas y las arreglarías o harías de otra manera. Ves lo que no te gusta pero en lugar de quejarte, piensas en cómo cambiarlo, y eso te lo puedes llevar a tu día a día. Y yo siempre he sido así, muy de estar en mi pueblo cuando era joven y pensar en querer salir de allí.
— Entonces, ¿faltan buenas ideas que nos diferencien o se trata más de una falta de talento?
— Es muy difícil responder a esto. Creo que hay sectores con falta de talento, a veces ponemos anuncios de empleo a los que no responde nadie. Cuando sobran personas en otros sectores, no hay diferenciación, y la diferenciación tiene que llegar cuando estás en un mercado con mucha competencia. Pero es que hay que ir probando muchas cosas. Te he contado dos que me salieron bien y dos que me salieron mal, pero es que en mi día a día, a lo mejor hago cinco y me salen mal cuatro. Pues a otra. Veo a mucha gente con ideas, pero no es lo mismo tenerlas que acabar haciéndolas, si esperas, a lo mejor no lo haces nunca.
Aun así, reitera en varias ocasiones que “no hay que idealizar el emprendimiento, porque no todo el mundo puede trabajar con la incertidumbre”. Como cualquier riesgo, puede salir bien o mal, y de eso hay que ser totalmente consciente: “A mi económicamente me va especialmente bien ahora, pero hace 10 años me iban tan tan mal que los padres de mi socio me dejaron vivir en una casa de un pueblo que llevaba sin usarse un tiempo y estuve viviendo sin pagar luz y agua porque nos iba fatal, vivíamos con 100 euros al mes. Para mi fue especialmente duro porque venia de trabajar en Marketing, que hay sueldos buenos, luego de vender mi empresa e irme a Estados Unidos, gastarme todo mi dinero en la tienda y pasar de tener mi coche y mi casa a no tener nada”.
Y en esto, el contexto también influye, los que te rodean sufren e incluso no terminan de entender por qué sigues arriesgándote. La madre de Richard, a sus 90 años, sigue diciéndole eso de “a ver si encuentras trabajo ya, hijo”, aunque al verlo ahora contento su familia, se alegran por él, tal y como nos confirma.
Pero fuera como fuese, algo nos dice que él seguiría en esta línea. Sobre su futuro, no tiene ni idea y es lo que más le gusta. “Me gusta saber que dentro de 10 años no voy a hacer lo mismo. Estoy seguro de que estaré emprendiendo, pero no tengo ni idea de qué.
— ¿Y eso te pone?
Me encanta. No se lo que estaré haciendo, todo lo que ha ido viniendo ha sido por estar abierto, pero a lo mejor dentro de 10 años estoy en Nueva York o he vuelto a mi pueblo. No lo sé porque mi imaginación no llega. Mi imaginación no hubiera dicho que yo estaría dirigiendo una consultora tecnológica sin idea de programar, es que ni siquiera me parece algo guay cuando lo pienso. Entonces ni idea, pero me encanta no saberlo.