Antonio López, el abuelo de Pablo, se dedicaba al mundo de la sastrería en Córdoba. Había heredado el oficio de su padre, quien a su vez procedía de una saga de modistos desde hacía décadas. Fue el propio Antonio quien, en los años 80, cogió una aguja, un metro y unas tijeras para confeccionar “a medida” el traje de la comunión de su nieto. Quería que fuese el más guapo de la iglesia. Y sin quererlo, también inoculó a su nieto Pablo López una afición por la moda que tardaría un poco en despertar. Hoy, con ella más ferviente que nunca, el CEO de Silbon dirige una de las empresas españolas de moda masculina más importantes del país.
Tanto que el pasado 2022 Silbon cerró con una facturación de 30 millones de euros. Un récord que Pablo y los suyos persiguen batir este 2023 con la intención de “alcanzar los 50 millones de euros facturados”, explica a EL ESPAÑOL Pablo López (Córdoba, 1980), CEO de Silbon, la marca cordobesa de moda reconocido a día de hoy por su ropa adornada por las dos raquetas entrelazadas. Ahora, el sueño de Pablo López es seguir consolidando Silbon y recortar terreno con Scalpers o El Ganso, otras dos marcas españolas de moda con un trasfondo y un target muy similar.
Pero Pablo López, junto a su “mano derecha”, el canario Juan Jurado, está logrando consolidar su imperio de la moda. No en vano por sus venas corre la sangre de los López, que desde tiempos inmemoriales se han dedicado a la sastrería. De hecho, fue en 2009 cuando el cordobés se lanzó a cumplir su sueño junto a su amigo de la infancia, Rafael Díaz. Y no lo hizo en cualquier sitio, sino que empezó confeccionando 20 americanas en el piso de Córdoba donde había vivido su abuelo sastre. Como si fuera una profecía autocumplida.
Catorce años después, Silbon no sólo es una marca especializada en moda masculina, sino que desde 2018 también vende moda para niños y desde 2021 moda para mujer. También han abierto una sección de hogar. “Pero hoy en día, el 85% de facturación sigue siendo de moda masculina, mientras que la moda femenina supone el 10% y la de niño un 5%”, explica Pablo López en conversación con este diario.
El origen de Silbon
Pese al éxito cosechado por Pablo López en estos últimos años con Silbon, lo cierto es que a la marca le costó arrancar. Para empezar, ni siquiera el CEO de la empresa se había imaginado nunca como uno de los grandes del sector textil andaluz. “Cuando era niño, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor siempre les decía profesor titular de bioquímica y biología molecular. Lo decía porque mi padre se dedicaba a ello en la Universidad de Córdoba. De hecho, fue la única generación de la familia López que se saltó la tradición de la moda. Yo le admiraba mucho y quería ser como él”, sonríe Pablo.
Pero luego fue creciendo y se dio cuenta de que ése no era su camino porque la física, por ejemplo, no le gustaba. La incertidumbre sobre su futuro duraría hasta la universidad. Entretanto, con 15 años Pablo se había hecho muy amigo de un vecino de urbanización, un tal Rafael Díaz, que por entonces sólo acumulaba 19 años. “Nos conocimos desde muy niños de vista, pero no fue hasta la adolescencia cuando empezamos a ser amigos”, recuerda Pablo. Esa amistad sería el germen de la marca Silbon. Sin ella, quizá nunca habría existido.
Pablo, consciente de que el mundo de las ciencias no era lo suyo, pensó al acabar dedicarse al arte. Quería estudiar la carrera de Historia del Arte, pero su madre, entonces administrativa de la ETEA –actual Universidad de Loyola– le aconsejó probar una carrera de económicas al menos un año, “ya que para ella era gratuita al ser empleada”. Pablo López probó y en Administración y Dirección de Empresas al final se licenció. Lo siguiente: trabajar para Deloitte en Madrid y volver a Córdoba “por motivos personales” ligados al fallecimiento de su padre para trabajar en un grupo industrial cordobés.
Estaba bien, sí, pero Pablo seguía con el gusanillo de dedicarse a la moda, a algo artístico. “Desarrollé mucho gusto por la moda, al igual que mis amigos, cuando empezamos a salir. Entonces yo iba al armario de mi padre porque tenía buena ropa al ser hijo de sastre. Yo se la robaba para salir y fue un mundo que siempre me llamó la atención”, cuenta el empresario. Su amigo Rafael, sin embargo, siempre estuvo vinculado a la moda trabajando en tiendas como El Ganso. Por ello, cuando iniciaron el proyecto, se dedicaría más a la parte de “tendencias”.
En el piso del abuelo
Era 2009. Eran cuatro los amigos que querían iniciar el proyecto de la marca de ropa, pero sólo Pablo y Rafael se lanzaron a la piscina. “Sólo teníamos 1.500 euros cada uno y con ello decidimos hacer 20 americanas. El precio medio de una americana buena oscilaba entonces entre los 250 y los 300 euros, mientras que nosotros las pusimos a la venta por 150 euros. Nos las quitaron de las manos y nos dimos cuenta de que había negocio”, recuerda Pablo.
Todo lo hacían en el antiguo piso de su abuelo, en Córdoba, un piso que la abuela de Pablo le cedió para cumplir su sueño. “Hicimos un showroom privado y había que ir con cita previa, pero lo cierto es que no era tanto por la exclusividad, sino porque yo no tenía tiempo porque seguía trabajando como financiero y Rafa tenía mucho lío trabajando con los fabricantes, etc.”, dice Pablo. Era una ilusión destinada en un futuro a triunfar. Fueron sus propios clientes quienes les dijeron que la ropa que hacían, de estilo british, merecía un local.
Lo abrieron en 2010, también en Córdoba, y ya lo dejaron todo por apostarlo todo por la marca. “Cuando abrimos, nos visitó un amigo con su primo. El primo era canario y cuando nos conoció dijo 'yo quiero replicar esto en Canarias'”, según Pablo. Así fue como llegó a la vida de los fundadores de Silbon Juan Jurado, convertido hoy en el tercer accionista de la marca de moda y actual director de Operaciones y Recursos Humanos. “Aunque él no sea fundador como tal, para mí Juan es coimpulsor. Estuvo desde el principio y aún sigue”, dice Pablo con cariño.
Los múltiples vaivenes y también los errores han consolidado lo que es Silbon a día de hoy. Como errores reseñables, Pablo destaca “la colección errónea de 2012”, por la que llegaron a estar sin cobrar ocho meses y al borde de perderlo todo; el crecimiento desmedido; y otras circunstancias como la pandemia que, lejos de estar bajo su control, también les afectó y les obligó a cerrar algunas tiendas. Además de esto, las diferencias entre Pablo y Rafael provocaron el retiro de Rafael de la primera línea de Silbon, la de la gestión, pese a que aún conserva el 45% de las acciones de la empresa, al igual que Pablo. El 10% restante le pertenece a Juan Jurado.
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Presente y futuro
Acumulando fallos, pero también aciertos, Pablo López ha logrado consolidar la marca de ropa. “También cometiendo errores, hemos aprendido a crecer”, cuenta el CEO. Lo dice porque hubo un momento en el que, por ejemplo, abrieron a todo trapo tiendas físicas en ciudades del norte como Bilbao, San Sebastián o en el mismísimo París. Pecaron de grandeza. “Como la gente no nos conocía, no entraba. Eran tiendas que no tenían rentabilidad”, asume el empresario. Ocurría lo contrario que en el sur de España, donde ya tenían una imagen de marca consolidada.
“A día de hoy seguimos creciendo y abriendo tiendas, pero ahora lo hacemos a dos velocidades. En los sitios donde la marca es conocida y tiene renombre como Andalucía y Madrid, abrimos en grandes locales, en sitios buenos e invertimos un dinero importante porque sabemos que irá bien. En cambio, en otros territorios donde no se conoce, como Santander, Bilbao o Salamanca, abrimos en locales pequeños, gastando como mucho 1.500 o 2.500 euros en el alquiler para hacerlo rentable. Son las tiendas que denominamos de tipo C y D y abrimos muchas. Su función, aparte de vender, es dar a conocer la marca en estos sitios. Una vez sea conocida se puede pensar en ampliar y abrir algo más grande”, explica Pablo.
Y así, tienda a tienda y partido a partido, como diría el Cholo, Pablo López ya tiene abiertas 67 tiendas en España y Francia. “En una semana abrirá la primera en Portugal, en El Corte Inglés de Oporto con la aspiración de cerrar el año con 75 u 80 tiendas. El objetivo, de hecho, es alcanzar las 100 tiendas en 2024 y llegar a facturar 75 millones de euros”, cuenta. A día de hoy, Silbon emplea a 350 trabajadores y fue de las primeras marcas de moda, allá por 2015, en incluir la responsabilidad social como una de las patas de la empresa.
Pregunta.– Pablo, ¿por qué eligieron dos raquetas cruzadas como logo de Silbon?
Respuesta.– En un principio, el logo de Silbon era una especie de pato, pero tenía mucha similitud con El Ganso, así que decidimos no seguir con ello. Luego lo cambiamos por una S y una B, pero no era nada original porque además no somos Carolina Herrera o Pedro del Hierro. Así que el logo final llegó un poco por casualidad. Hicimos la primera sesión fotográfica en un frontón antiguo de Córdoba y a mí se me ocurrió poner unas raquetas cruzadas en la pared como decoración.
Esas mismas las lleve a la tienda y las puse en mi despacho y la gente que venía me decía siempre “qué bonitas las raquetas de la pared” y de tanto oírlo al final lo pusimos como logo. Además, España ha vivido dos décadas de gran tenis con Rafael Nadal, y ahora con Carlos Alcaraz, y el tenis es un deporte siempre ligado a la elegancia. Eso también nos ha ayudado en el marketing.
P.– ¿Tiene hijos? ¿Le gustaría que algún día heredaran Silbon y continuaran con el legado del modismo de los López?
R.– Tengo tres y es una cosa que me encantaría. Pero ellos ya se han repartido hasta el trabajo (risas). La mayor, de 12 años, me riñe porque en Silbon aún no tenemos colección para niña. Es la que falta y dice que la hará ella. El mediano, de 10, dice que quiere estar conmigo haciendo números y el pequeño, de seis, dice que quiere ser modelo.