Mientras dura el año académico, las jornadas de Daniel Otero son interminables. Se levanta a las 8 de la mañana para ir a la universidad de 9 a 3 de la tarde. Luego, desde las 4 hasta las 8 trabaja para soportar sus gastos. Y, por último, está despierto hasta medianoche estudiando y profundizando en su carrera. Todo ello requiere un titánico esfuerzo cuya recompensa ya ha llegado. El joven, en su primer año de grado, ha cosechado ocho matrículas de honor y 11 sobresalientes en las 12 asignaturas que ha cursado en su universidad privada. Un curso que, por otra parte, no es nada barato y que el joven se ha costeado a sí mismo con el sudor de su frente.
Es por ello por lo que se puede calificar a Daniel Otero como un hombre hecho a sí mismo. Quizá el dicho está algo manido, pero en su caso es verdad. Nacido en 1997 de madre española y padre alemán en Hamburgo (Alemania), el joven cuenta a EL ESPAÑOL que “a los dos años” se mudó con su progenitora “por necesidad” a la aldea de Vilariño, perteneciente al municipio de Cangas del Morrazo (Pontevedra). “Yo, la verdad, procedo de una familia rota y ha sido mi madre la que me ha criado. Mi padre, hasta dónde sé, está muerto y ella ha sido quien me ha sacado adelante”, se sincera el joven.
Fue su madre quien le proporcionó a su hijo una infancia “normal y feliz”, pero a quien no le sobraba el dinero para poder financiar la carrera de Daniel. Ni cuando la empezó ni ahora, ya que la mujer tiene 55 años y se encuentra en situación de desempleo. Previamente había trabajado como agente de seguros. Por ello, a Daniel Otero le ha tocado sacarse las castañas del fuego desde muy joven para perseguir su sueño: estudiar el Grado en Diseño de Productos Interactivos en el Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital (U-tad) con miras a abrir su propio estudio de videojuegos independientes.
Y lo ha conseguido. Al menos el primer paso, el de estudiar la carrera en el citado centro privado. “Me cobran algo más de 10.000 euros por curso, pero, por ejemplo, el año que viene sólo tendré que pagar cuatro de las 12 asignaturas de segundo gracias a las ocho matrículas de honor que he obtenido este año”, dice, con orgullo, pero sin excesivas ilusiones. Confiesa no permitirse fiarse de que cada curso vaya a obtener el alivio económico de las matrículas de honor. “Ojalá que sí, pero yo tengo que presupuestar mi carrera como si no alcanzara las matrículas, porque nunca se sabe…”, dice el joven de 25 años con insólita madurez.
Nadie le ha regalado nada
Y es que a Daniel Otero nadie le ha regalado nada. Aunque su infancia fue siempre “feliz y tranquila”, dedicada a “jugar con amigos” y entretenerse en casa “con videojuegos”, el joven siempre acudió a centros públicos. Su primaria, en el CEIP do Hío; su secundaria y bachillerato, en el IES María Soliño, sin gastar un euro de más en su educación dada la apretada situación económica que había en su casa. “No tuve un currículo excelente, pero estaba bien”, dice el chico, que terminó estos estudios a los 19 años.
Ahí ya acompasaba sus estudios en la Formación Profesional de Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma en el IES de Teis de Vigo con su pasión por los videojuegos. No sólo seguía jugando los clásicos de Nintendo de su infancia (The Legend of Zelda, Pokemon o Mario), sino que ya había descubierto los videojuegos independientes como Omori o Gris. El gusanillo de dedicarse en cuerpo y alma a ellos ya le había picado. Pero aún no había dinero.
“Gracias al ciclo superior, durante el segundo año me contrataron en una empresa como becario. Ahí empecé a ahorrar algo de dinero, pero no mucho porque me mudé a vivir a Vigo, ya que tardaba mucho en viajar desde Vilariño hasta la ciudad”, recuerda Daniel. Eso sí, las becas que iba cosechando a nivel educativo aliviaban su bolsillo para, por ejemplo, pagarse el alquiler y la comida. Pero en ningún caso le proporcionaban el músculo financiero para pagarse una carrera universitaria privada.
Pregunta.– ¿Por qué quería estudiar el Grado en Diseño de Productos Interactivos en la U-tad y no otra carrera en otro lugar?
Respuesta.– Porque siempre me han gustado los videojuegos no sólo como entretenimiento, sino desde el punto de vista técnico. De hecho, siempre me habían dicho que tengo mucha creatividad y quería y quiero estudiar algo que me permita demostrarlo y que lo pueda apreciar todo el mundo. Así que hice lo típico: busqué cuál es la mejor universidad española para estudiar algo así y me salió que era la U-tad. Lo que pasa es que no tenía el dinero, pero era mi objetivo llegar a ella desde que acabé bachillerato. Era un sueño.
Un sueño que hubo de esperar desde los 19 años hasta los 24. Daniel, en este sentido, no sólo concluyó la FP antes mencionada, sino que continuó estudiando otra de Desarrollo de Aplicaciones Web. La estudió desde los 21 años hasta los 24 y la hizo porque seguía ahorrando. Más de 10.000 euros anuales de universidad no son accesibles para todo el mundo. “Gracias a estos ciclos y a que el teletrabajo se popularizó con la pandemia, accedí a un trabajo en Zaragoza en la empresa Nettrim Technology. Desde entonces teletrabajo ahí. Me dedico a desarrollar el diseño de las páginas web de nuestros clientes y a programar la parte en la que interactúa el usuario”, explica Daniel.
El salto a la universidad
El pasado verano llegó el salto que había proyectado desde que era mayor de edad: estudiar lo que quería donde quería. “Lo pude haber hecho un año antes, pero yo quería acceder a la carrera cuando hubiese 100 % de asistencia, algo que no estaba ocurriendo por las consecuencias de la pandemia”, explica Daniel Otero. Pero este curso 2022/2023 la presencialidad estaba asegurada, así que el joven puso rumbo a Madrid.
Empezaba la machada. Empezaban esas jornadas maratonianas en las que Daniel Otero iba a la universidad por las mañanas; trabajaba por las tardes a media jornada y estudiaba por las noches. “Eso sí, hay muchos días en los que tenía poco que hacer y descansaba al acabar de trabajar; hablaba con mis amigos y jugaba a videojuegos. Los fines de semana igual. Eso sí, en épocas de exámenes estudiaba todo el tiempo”, puntualiza el joven.
Ahora, Daniel reconoce que ha tenido que pedir un préstamo bancario que empezará a pagar “dentro de dos años”. No sólo la carrera es costosa, sino que su alojamiento en Las Rozas de Madrid o la comida son gastos que no puede soportar con sus ahorros. “Me da un poco de miedo no haber acabado la carrera cuando tenga que empezar a devolver el préstamo”, dice. Entonces, el joven deberá ver qué ocurrirá si, por circunstancias del grado, no obtiene más matrículas de honor. “Lucharé por ellas, pero no me puedo permitir contar con ellas”, esgrime. Por ello, el joven sigue trabajando a media jornada y ahora, en verano, lo hace a jornada completa porque tiene tiempo. “La verdad que agradezco mucho la flexibilidad que me ha proporcionado mi empresa”, añade.
De momento, el joven Daniel Otero está siendo brillante y ha obtenido ocho matrículas de honor y 11 sobresalientes en las 12 asignaturas que ha cursado este año. “En la restante saqué un notable, pero fue la nota más alta. Era la asignatura más complicada”, valora. Y lo está consiguiendo en el Grado en Diseño de Productos Interactivos de la U-tad. Una carrera que “forma y especializa tanto en los conocimientos creativos como en narrativa de videojuegos y en las herramientas digitales de vanguardia que permiten diseñar y crear productos de primer nivel”, explica la propia institución.
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P.– Daniel, ¿cuál es su sueño a largo plazo?
R.– Como comentaba antes, empecé a jugar juegos independientes en el PC y me parece que es el futuro de los videojuegos. Me encanta la parte más artística y no ir tanto a por el dinero, sino que busco transmitir un mensaje. Por ello, algún día querría abrir mi propio estudio de diseño de videojuegos independientes.