En Fuenlabrada, uno de los mayores feudos socialistas de Madrid, el debate electoral importaba poco o nada. Probablemente lo mismo que en otros muchos lugares alejados de los despachos de los asesores de los partidos, las encuestas y los trackings en tiempo real. Con la primera decena de personas que pasan no hay suerte, ninguno lo vio. Es posible que alguno mienta y asomara la cabeza aunque sea un poquito, pero reconocer interés por ello ya es casi un placer culpable, como antes lo eran los debates a gritos de por las tardes. “Es que no veo la tele”, repiten la mayoría, que en algunos casos es como el antiguo “yo sólo veo documentales de La 2”.
El caso es que a la undécima pregunta conseguimos una respuesta positiva. “Sí, sí, lo vi un rato, pero no me gustó nada. El ‘narco’ era muy mentiroso y Pedro Sánchez se ha equivocado en algunas cosas, pero tampoco dejaba hablar”, confiesa, al fin, Dolores. “Sí, sí, claro, 'Perro Sanche' es mejor, venga, no me digas”. Quien le interrumpe a ella es su hijo, de 15 años, que aún no puede votar. “No, pero cuando pueda, el PP ya sabe que tiene un votante, hay que echar a Perro Sanche”, repite. “Leña, hay que darle leña”, insiste una mujer con tatuajes y cara de hacer fuerza. También ella se mete en la conversación, pero no “puso la tele” porque “no estaba Vox”.
La mayoría de grupos de la edad del chico miran con asombro cuando se les pregunta si les suena algo de un debate. Más o menos como si se les cuestionara si estaban viendo un lunes por la noche un documental sobre cetáceos por la tele. Lo mismo pasa con sus mayores. Muchos entran o salen de la estación de la estación de Cercanías de Fuenlabrada Central y no tienen tiempo que perder con un periodista. “Yo lo puse un rato y cuando vi el espectáculo lo quité”, asegura un jubilado con sombrero, de esos que tienen todo el tiempo del mundo pero a quien le parece que ya lo perdió lo suficiente.
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No es posible, aquí votó casi un 70% del censo hace poco más de un mes, y un 54% lo hizo por el PSOE. Alguien debe haber convencido. “Sí, yo estoy convencida. Estoy convencida de que el debate fue una mierda y de que no aportaron ninguna idea, nada de sus programas, sólo enfrentamiento. Me pareció una vergüenza, me decepcionó muchísimo. También estaba convencida de que iba a votar a Yolanda Díaz, pero después de lo visto me reafirmo”, asegura Mari, también jubilada. Hay veces que en un cara a cara ganan los que no están.
Lo del principio no era mala suerte, casualidad, ni una exageración para empezar la crónica con una hipérbole. Sigue pasando gente y a la mayoría “le importa un comino, le importa un rábano o le importa un pepino”, como le dijo Pablo Iglesias a Rajoy en el Congreso. “A mí me ha dicho hoy un compañero que ayer hubo un debate entre políticos, pero es que ni me he enterado”, asegura un hombre que va de nuevo al trabajo. Eso del FOMO, el miedo a perderse algo, pasó a la historia. O debe estar más bien a otros temas.
El debate menos visto
Un 46% de los individuos que estaban viendo la tele entre las 10 de la noche del lunes y la medianoche tenían sintonizados a Sánchez y Feijóo. Vaya, que son muchos, pero es que en realidad la media de espectadores no llegó a 6 millones, fue el debate menos visto de la historia. Hace cuatro años la cuota de pantalla fue más baja, pero la audiencia alcanzó 8,6 millones, y en 2015 casi llegaron a 10 millones. Es decir, que antes no teníamos tantas plataformas ni tampoco tanta desafección.
“A mí me dio mucha vergüenza lo que vi. Salieron los dos con el único objetivo de la confrontación, es que no puedo decir nada que me pareciera interesante. Yo soy votante socialista, pero Sánchez iba con ganas de pelea y no salió muy bien parado que digamos”, asegura Borja, un joven que luce la camiseta de baloncesto del Fuenlabrada. “Esto no va a cambiar mi voto, qué remedio”, asegura resignado. También su equipo ha descendido este año de la ACB y no lo va abandonar.
Como ocurría con los analistas de cabecera del PSOE también en el bastión socialista de la periferia madrileña insistían en “las mentiras de Feijóo” y en lo “bronco” del debate, pero pocos podían decir que Sánchez les había llegado a gustar y ni mucho menos que había ganado el debate. La única diferencia entre los opinadores profesionales y los simples vecinos -y votantes- es que estos últimos se podían permitir el gustazo de quitar la televisión o estar a otras cosas.
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En busca del espectador motivado
En esta encuesta nada científica, una inmensa mayoría ignora el debate, un pequeño porcentaje ha visto una parte y otros tantos expresan su escepticismo por la profesión de quien insiste en preguntarles. “Es que los periodistas luego decís unas cosas…”, asegura un taxista. Alguien debe haber que siguiera el debate con atención, alguien, uno solo. Es sólo cuestión de insistir, pasa con todos los temas, siempre caen por simple probabilidad.
“Yo sí lo vi entero”. Al fin. “Me pareció sanguinario, rastrero, indecente. ¿Sabe una cosa? Yo vengo de Venezuela y allí tenemos muchísimos problemas: una inflación rampante, una clase política desastrosa y un país que se cae a trozos. Los políticos que vi ayer parecían que estaban a la altura de mi país y no, aquí tienen unos recursos muy superiores para hacerlo mucho mejor. Le voy a citar una frase de Fernando Savater, que decía en 'Ética para Amador' que nadie que quiera vivir bien puede desentenderse de la política, porque sería como empeñarse en estar cómodo en una casa pero sin querer saber nada de las goteras. Se lo digo de verdad, eleven el nivel porque no saben lo que tienen”.
Juro por lo más sagrado que todo esto me lo soltó de una Paulina, una chica venezolana que decía ir con prisa.
- Vaya, me ha impresionado. ¿Y usted vota aquí?
- No, podía haber pedido la nacionalidad española, pero no lo he hecho.
La única que había visto el debate con interés.