La pequeña Victoria, de siete años, ahora es feliz, pero ha sufrido muchos episodios de “estrés” y “ansiedad” debido a sus altas capacidades intelectuales y a las hipersensibilidades con las que ha crecido. “Aunque han mejorado, también condicionan su día a día y el de toda su familia”, explica a EL ESPAÑOL su madre, Ezequiela Rodríguez (Oviedo, 1973). Y es que no es fácil educar a los menores con altas capacidades, porque, como explica su progenitora, “la incomprensión” abunda a su alrededor.
Tanto ella como su marido, el irlandés Colin O'Reilly (1974), han tenido que luchar mucho por la felicidad de su hija y por su salud emocional. “Es nuestra prioridad”, resume Ezequiela. Han luchado tanto que estos padres han sido capaces de dejar grandes puestos de trabajo en la City de Londres en busca de un lugar en el que Victoria pudiera alcanzar un bienestar que le permita progresar. Y de momento lo han encontrado en España. Concretamente, en la Asturias natal de la madre de la niña.
Esta comunidad autónoma, en este sentido, se ha vuelto una suerte de paraíso para los niños con altas capacidades intelectuales de este país. Al menos en términos de identificación. Porque ha sido allí donde este curso 2022/2023 se han detectado más niños con altas capacidades en España. 280 para ser exactos, superando ampliamente la media nacional que ronda el 0,2 % del alumnado matriculado de Primaria. En el Principado han llegado al 4,2 %. Una circunstancia que no ha sido azar, sino voluntad política.
“Aunque hay que dejar claro que no es la primera vez que se lleva a cabo una campaña de identificación de niños con altas capacidades en Asturias, es verdad que la consejera de Educación, Lydia Espina (PSOE), ha estado muy sensibilizada con el tema y ha optado por la línea de intervención. Es decir, se ha promulgado la identificación de estos menores. Esto es algo fabuloso, porque primero hay que poner de manifiesto la población que hay con altas capacidades para luego estudiar cómo podemos ayudarle”, explica a este medio Pepe Pérez, psicólogo a cargo del Centro Ayalga, una consulta gijonesa especializada en altas capacidades intelectuales.
Eso sí, Ezequiela, la madre de Victoria, lanza un aviso a navegantes a este respecto porque del “dicho al hecho, hay un trecho”. “Que Asturias tenga un programa de identificación es un lujo, pero ahora falta ver qué hará el sistema educativo para ayudar a los niños identificados. Está bien identificar, ¿pero luego qué?”, se pregunta de manera crítica. Por tanto, el paraíso asturiano para los niños con altas capacidades no estará completo hasta que se apliquen políticas que ayuden a los menores. Ella, como madre, lo sabe. Ha vivido muchas circunstancias y hasta hace relativamente poco su hija ha vivido un “auténtico calvario a nivel escolar”. “Un calvario al que no es ajeno la mayoría de familias con niños de altas capacidades”, añade.
Las “dificultades” de la niña
Todo comenzó en 2015, cuando la pequeña Victoria O'Reilly nació en Kent (Reino Unido). “Era una niña muy buscada y deseada, pero su crianza durante los primeros años de vida es una época que recordamos con mucho estrés”, valora su madre. La guardería y los colegios en los que estuvo la niña en las islas británicas no ayudaron mucho a gestionar la situación. Una niña que, por cierto, destacaba desde su más tierna infancia en muchos aspectos.
“Por ejemplo, mi hija aprendió a caminar con sólo 10 meses e incluso se subía y se bajaba del sofá. El amplio desarrollo de la psicomotricidad de un niño puede ser una pista de que tiene altas capacidades, pero no teníamos ni idea. Luego fue creciendo y aprendió a leer en inglés por sí misma con poco más de tres años. Yo nunca le enseñé, pero le leía. Eso le sirvió a ella para asociar y cuando íbamos por la calle con el carricoche incluso leía los nombres de las calles”, cuenta su madre en conversación telefónica con este diario.
De hecho, fue en uno de los viajes que hizo Ezequiela junto a su familia a Asturias, cuando un pediatra que atendió a Victoria planteó por primera vez la posibilidad de que la niña tenía altas capacidades. “Victoria era un bebé de altísima demanda, siempre insatisfecho, hasta el punto que al principio llegamos a pensar que tenía algún problema médico serio. Sus emociones eran extraordinariamente intensas, y todavía a veces lo son”, cuenta su madre.
Esa alta demanda fue el “detonante” que llegó a preocupar mucho a Colin y Ezequiela. “Tenía hasta crisis de dependencia y de separación. Hasta tuve que empezar a trabajar a media jornada para estar con ella”, recuerda la madre de la niña de siete años. A eso se le sumó la terrible etapa de Victoria en la guardería.
“Tuvimos que cambiar a la peque de guardería dos veces, así como de Pre-School, porque no encajaba en ninguno. Sólo recibíamos indiferencia, incomprensión y quejas sobre su comportamiento. Algo muy común con los niños de altas capacidades. Pero el detonante de nuestras batallas contra la administración en el Reino Unido fue el hecho de que sus profesores de Pre-School, sin nuestra autorización (en Reino Unido se puede hacer), realizaron un informe sesgado y derivaron a nuestra pequeña a una unidad de autismo, una unidad que podría emitir informes vinculantes a nivel escolar”, recuerda Ezequiela.
Por ello, antes de que cumpliera cuatro años, Colin y Ezequiela llevaron a la pequeña a un especialista. Lo hicieron en España, en Asturias. “Después de mucho esfuerzo y perseverancia por nuestra parte, fue finalmente identificada a los tres años como una niña de alta sensibilidad y como nosotros decimos, de rebote, también de altas capacidades por el Gabinete Ayalga y todo cobró sentido. Entendimos y recibimos las pautas adecuadas para que la calidad de vida de nuestra hija y nuestra familia mejorara”, explica la madre de la menor.
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Asentarse en Asturias
Fue en ese contexto, y a raíz de la pandemia de la Covid-19, cuando Colin y Ezequiela decidieron trasladarse a Asturias “transitoriamente”, ya que contaban aquí con familiares. Además, a su juicio, era “una buena idea para que Victoria cambiara de aires y afianzara su español”, dice su madre. Pero lo que iba a ser transitorio, se volvió definitivo porque conocieron el colegio asturiano que cambió la vida de su hija. No lo conocieron al azar.
“Como en España no se puede elegir el centro escolar al que podemos enviar a nuestros hijos, investigamos a conciencia cuáles eran los centros que mejor podían satisfacer las necesidades educativas de nuestra hija. Nos mudamos a una zona que nos garantizara antes o después el poder optar a una plaza en el Colegio Corazón de María (Gijón), como afortunadamente al final ha podido ser”, explica. Y es que este colegio está empezando a destacar por cuidar y mimar a sus alumnos, en especial, atiende de manera “personalizada” a los que tienen altas capacidades intelectuales.
Su buen desempeño, en este sentido, ha hecho que Victoria este año haya empezado segundo de Primaria y haya terminado en tercero, provocando que en septiembre empiece cuarto. “Han sido súper rápidos y profesionales viendo qué necesidades tiene Victoria por sus altas capacidades. Por ello, se ha producido la flexibilización –avanzarla de curso– con el beneplácito de la Consejería de Educación de Asturias”, cuenta la madre de la niña.
Eso ha permitido que Victoria haya encontrado su sitio, con alumnos de hasta dos años mayores que ella, con lo que pueden compartir a nivel social y estudiar los contenidos gracias a su grado de madurez. “Estar en un colegio en el que se identifica y se comprende el comportamiento y las necesidades de nuestros hijos cambia el futuro de estos pequeños y de la sociedad, cambia su vida y la de su familia, y siempre para bien”, opina su madre.
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Eso, sumado a las actividades deportivas que la niña realiza por las tardes, y a las actividades con otros niños con altas capacidades a las que acude los fines de semanas, ha provocado el bienestar de la niña. Un bienestar en el que Asturias ha jugado un papel fundamental al permitir su flexibilización sin mayores problemas. Una circunstancia que no es común en España. Por ello, y por la política de identificar a los niños con altas capacidades como primer paso, el Principado se está convirtiendo en la comunidad vanguardia para este colectivo.