Son las 9:50 horas de la mañana en las oficinas de Correos de la calle Maudes, en el madrileño barrio de Chamberí, y todavía se puede votar. La Junta Electoral Central acordó este viernes ampliar el plazo hasta las 14:00 horas de este mismo viernes, a tan sólo dos días de las elecciones generales. Una situación de proximidad inédita para la emisión del voto postal, a menos de 48 horas para que España acuda físicamente a las urnas. Los carteros han sido los otros grandes protagonistas de una campaña celebrada en pleno verano.
Un bulldog francés tumbado en el interior de la oficina, en busca del frescor que proporciona un suelo sacudido por el aire acondicionado, permanece impasible a la fiesta de la democracia, ya un after con el confeti barrido en los despachos de Correos. Son muy pocos los españoles que han votado esta mañana y muchos los que lo hicieron ayer. Más de 2,46 millones de ciudadanos ya habían enviado a las 24.00 horas de este jueves su voto por correo, lo que representa el 93,8% de las solicitudes emitidas. Lo ha pedido un 7% del censo. Un récord absoluto: más de un millón de solicitudes más que en abril de 2019 (1.346.995) o junio de 2016 (1.453.446).
El perro también es indolente al día mundial de su especie, celebrado por el candidato socialista y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a través de sus redes sociales. "Más sabe el Perro Sanxe por perro que por Sanxe", tuiteará la cuenta oficial del PSOE un par de horas después. El plazo para mostrar empatía electoral termina a la medianoche.
"Ayer sí hubo colas, pero hoy parece que la gente no se ha enterado de que se puede votar, o es que ya han hecho los deberes: sólo nos quedan unos 200", asegura una de las trabajadoras. El dueño del perro, un toledano llamado Marco, encara la urna en diferido desorientado. No ha leído las instrucciones. "¿Ya no se puede votar no?", pregunta. "Sí, claro", le responde con diligencia la mujer tras el mostrador. "¡Já! De pura coña, vamos", celebra.
El hombre se casa en Toledo mañana. Las consecuencias de la barra libre se prevén desastrosas. "El domingo no sé si seré capaz de ir a votar", sopesa sobre una decisión que tendría que haber tomado antes. Pese a que ha entregado el DNI a la trabajadora, no solicitó el voto por correo antes del pasado 13 de julio. No puede votar. "La culpa es de quién es [se refiere a Sánchez], que ha puesto las elecciones en mitad del verano para que la gente no vote", se queja. El disgusto, brevísimo, le hace buscar alternativas. Quizás se acerque a Sonseca, el pueblo toledano de 11.000 habitantes del que es oriundo, y vote el domingo pese a la resaca y el anillo.
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Marta y María, dos veinteañeras onubenses, sí pudieron votar en la misma oficina la tarde anterior. Comparten piso y un trabajo similar en esas torres repletas de jóvenes provincianos que vienen a Madrid partiendo monte. "Sabíamos que este finde estaríamos en la playa. Teníamos plan en Denia desde hace mil, así que pedimos el voto por correo creo que el primer día", cuentan las dos jóvenes ponzanistas. "Me parece muy mal la fecha para votar", sigue Marta, "porque como nosotras hay mucha gente que, a lo mejor, no pidió el voto por correo y ahora no podrá votar".
A las 10:12, EL ESPAÑOL confirma que la oficina de Correos de la Plaza San Juan de la Cruz, puerta de entrada a Ríos Rosas y bulevar contiguo al megalítico entramado burocrático de los Nuevos Ministerios, ya no existe. Sí consta la existencia próxima de otra oficina en AZCA, ese proyecto del franquismo inspirado en el Rockefeller Center de Nueva York. Las diferencias son palpables.
Se encuentra en las tripas de El Corte Inglés de la Castellana. Madrid es una ciudad donde se puede votar hasta en un centro comercial. "Ayer sí había colas", dice su encargado, "pero hoy todavía no ha venido a votar nadie". Son las 10:30 horas. Quedan tres horas y media.
"Yo pedí el voto por correo por vía web, con el certificado digital", sigue Gonzalo, un joven lucentino de 28 años también afincado en Madrid, trabajador de una empresa textil de Barcelona. "Tardó bastante en llegarme, 10 o 12 días, y estaba un poco rallado. Siempre viene la misma cartera. Al final cogimos hasta amistad. Me dijo lo mucho que estaba trabajando. Cuando fui a votar, había una cola específica para los que tenían puesto el remite bien en la parte trasera del sobre. Fue rápido", cuenta el joven, que votó en esta última oficina.
"Pido un esfuerzo a los carteros, con independencia de que sus jefes no faciliten su trabajo, que repartan todos los votos antes de que venza el plazo, para que los españoles podamos votar", afirmó Alberto Núñez Feijóo, candidato del PP y favorito en la mayoría de las encuestas, un día antes del límite para pedir el sufragio por correo. Correos ha contratado a 19.400 trabajadores como refuerzo a su plantilla estos días.
A las 11:02, la oficina de la calle Julián Besteiro, ese socialista desencantado, al final de la comercial Orense, también permanece tranquila. Un joven sale de votar con un casco en la mano. "Es de los pocos que ha venido esta mañana", confirma uno de los trabajadores. "Esto está muy triste ya". El fiestón de la democracia, ese guateque electoral enclavado en plena epidemia de festivales, de camisas hawainas y de piñas, seguirá el domingo a las nueve de la mañana. Los colegios electorales toman ahora el testigo de las oficinas de Correos. Y el 93% de los españoles a ese 7% que tenía mejores planes.