La meditada retirada de El Juli: el 'niño prodigio' de las 1.851 corridas que ya era rey a los 15 años
Una de las máximas figuras del toreo en los últimos 25 años deja los ruedos. EL ESPAÑOL consulta a su entorno para abordar los motivos y repasar la trayectoria de un hombre siempre en la cima.
28 julio, 2023 01:48Eran las doce y media de la mañana de este jueves en la finca donde Rafael Buendía cría a sus toros, los de Rehuelga, cuando una figura del toreo anunció su retirada. Fue el mismo que acababa de torear unas vacas bajo el sol salado y gaditano de Benalup. Torear, ponerse delante de un animal con cuernos, que se seque la boca. Quizás la frecuencia más sintonizada en la vida de El Juli durante los últimos 35 años, como figura del toreo los últimos 25, casi desde aquel 18 de septiembre de 1998 en que tomó la alternativa en Nimes, Francia, y las chicuelinas bajas de José María Manzanares le enseñaron que en la rivalidad reside el cogollo del toreo. Tenía 15 años.
Torear, ponerse delante de un animal con cuernos, que se seque la boca, poner armonía en su embestida, limpiarse las manos, triunfar. Nadie ha mezclado brillantez y expectación con regularidad como El Juli durante los últimos 25 años en una cosa que se supone tan simple.
"Felicidad y plenitud definen mi estado de ánimo en esta decisión que es siempre difícil", escribe Julián López Escobar, 'El Juli' en los carteles, en una carta de despedida que dedica a su familia, al público, al toro, a los compañeros y a los médicos taurinos; esos "ángeles" que le salvaron la vida en 18 ocasiones. La geografía física de su rostro enseña rápido la muesca de Melonero, el torrealta que le abrió el labio superior como un libro en Bilbao, en agosto de 2001.
El miércoles comunicó a su cuadrilla y a sus partidarios más cercanos que las corridas de toros firmadas y ya. El niño al que nada había que corregir con 10 años —capaz de imitar a los Joselito, Ponce, Rincón, a las figuras más importantes de la época, y preguntar que quién era— deja los toros, ahondando en el proceso de catarsis que vive un escalafón cuya máxima certeza es el matador de toros peruano Andrés Roca Rey. Muchos puestos que ocupar y sólo unos pocos elegidos. Juan Ortega, Pablo Aguado, Ginés Marín, Daniel Luque, Tomás Rufo o Emilio de Justo llaman a la puerta.
¿Y por qué ahora? El torero había dejado entrever a su entorno que la decisión era meditada e irrevocable durante el último año. El Juli quería que pasaran las grandes ferias para evitar la condescendencia propia de quien se corta la coleta. Se trata del colofón perfecto a sus bodas de plata como matador de toros. Y, como le preguntó el crítico taurino de El Mundo Zabala de la Serna menos de una hora después del anuncio, sin "pasar la gorra" ni girar lastimosamente de plaza en plaza. Siempre en la cima.
"Fue un caso insólito"
Lo subraya su hermano Ignacio y su apoderado durante los últimos nueve años, Luisma Lozano. También el tío de este último, el empresario taurino y magnífico conversador José Luis Lozano; su ganadero de cabecera, Justo Hernández, y el matador de toros Curro Vázquez, el hombre que recomendó a su padre congelarlo con 14 años y descongelarlo a los 16 para que no aprendiera más. Y Ana, la hija del ganadero fallecido Pablo Mayoral, su primer mecenas. El lugar común en el que caen todos en conversación con EL ESPAÑOL es en la inmensa regularidad de El Juli durante toda su carrera, iniciada tan precozmente.
"La idea de Julián era dejar de torear estando bien, no cuando se viera en inferioridad", argumenta el hermano del torero. "Está en un momento importantísimo en su carrera y se retira tras 25 años siendo máxima figura", añade. "No quería que condicionara nada lo que sucediera en estas ferias, sino dejar pasar estos meses, hasta que hubo que contarlo de una vez porque ya empezaba a haber runrún", reconoce. Ignacio es uno de los confidentes más cercanos de Julián. Toda una vida asistiendo al desarrollo de un torero "intuitivo", su hermano, "que ha sabido avanzar con el paso del tiempo y adaptarse a las nuevas embestidas".
El Juli lleva 1851 corridas de toros y 3895 toros lidiados, ha cortado 2863 orejas, 97 rabos, ha indultado 31 toros —incluyendo a Orgullito, de Garcigrande, en la Feria de Abril de Sevilla de 2018— y ha salido a hombros 955 veces. El Juli ha abierto la puerta grande la Monumental de Barcelona en 19 ocasiones, dos menos que en la Plaza México, por las 18 de Valencia, las 12 de Pamplona y las cuatro de Bilbao. El Juli, con siete, es el torero con más Puertas del Príncipe de la historia de Sevilla. En Madrid, a menudo maltratado por los chuflas del Tendido 7 que intoxican la plaza, sólo lo ha conseguido en una ocasión.
A las 45.000 personas que abarrotan la México, la plaza de toros más grande del mundo y a donde se exilió a torear con 15 años porque en España no podía, se las metió en el bolsillo desde el minuto uno. "El padre me preguntó que qué hacía con el niño, porque no podía torear aquí por edad", cuenta el maestro Curro Vázquez, el que dijo de congelarlo. Que un niño se fuera a México para torear le parecía "muy duro". "Pero fue y formó un lío gordísimo", sigue, "salió de allí con un ambiente del carajo". "Ahí están todos los vídeos que conocemos de sus líos y triunfos en México... Menos mal que no me hizo caso el padre".
Sin palabras. pic.twitter.com/lDJ8BsMFjy
— carrusel taurino (@carruseltaurino) March 2, 2017
Curro Vázquez lo siguió desde que era un crío, miembro de una caravana en la que destacaba Ángel Luis Bienvenida como Bermejo en Pamplona. Recuerda la tarde en Chinchón, "aquella en la que estuvo espectacular", su primer clásico de YouTube. Una becerrada televisada de un chaval de 11 años que causó sensación. "Era una gozada ver a ese niño con esa inteligencia que tenía delante de los becerros", dice Curro Vázquez sobre un torero de "mucha raza, mucha entrega y una afición desmedida".
"Fue un caso insólito", sigue el hermano de El Juli sobre sus inicios, "escuchaba palabras de gente muy importante que hubieran asustado a cualquiera". "Lo suyo trascendía todo lo conocido, era un matador de toros en miniatura... Los recuerdos de niñez que tenemos de él es que avanzaba a la velocidad de la luz, muchísimo más rápido de lo que cualquier chico de su edad podía soñar, se le hacía corto lo que había hecho el día de antes", rememora.
"Con 15 años toma la alternativa, la edad a la que muchos chicos comienzan el sueño de querer ser torero. Y con 16 ya es figura del toreo, ya ha tenido un montón de cornadas, ha recorrido el mundo. Ha sido una trayectoria muy rápida, pero el tiempo le ha ido dando su velocidad y su ritmo", sigue Ignacio López. "¿25 años en cima del toreo como máxima figura y dando la cara en todas las ferias?", se pregunta Curro Vázquez. "Eso lo han hecho muy pocos en la historia del toreo", se contesta.
El toro Cantapájaros
Ha habido muchos julis pero todos buenos. Poderío es la característica más repetida por los aficionados al hablar de Julián López. Y Cantapájaros, el toro de Victoriano del Río por que desorejó 23 de mayo de 2007 en Las Ventas, su única puerta grande en Madrid, el casi unánime antes y después de su carrera. "Pero Cantapájaros y muchísimos más", replica Vázquez. "Yo recuerdo mucho, por lo emotivo que fue para mí, el día de mi despedida en Vistalegre", en octubre de 2002, otra de sus actuaciones más importantes. Decidió entonces abandonar la suerte de banderillas y reducir el número de festejos. "Yo creo que en esa etapa es cuando empieza a darle una vuelta de tuerca más a su carrera", anticipa cinco años el apoderado de Ginés Marín.
"Él habla mucho de Cantápajaros", reconoce su apoderado, Luisma Lozano, sobre "el toro que, de alguna manera, le dio un punto más a su dimensión como torero". Lozano recuerda también el toro de Vistalegre y Orgullito, o la tarde de La Quinta en el San Isidro del año pasado, o aquella tarde memorable de Domingo de Resurrección de 2013 en Sevilla. Se lo explicó a Morante y a Manzanares aquella tarde. José Luis Lozano dice que ninguna figura se parece a otra porque todas son "irrepetibles". "Estoy de acuerdo con mi tío", acuerda Luisma.
Emoción en el ruedo.
— Toros (@toros) November 2, 2018
23/05/2007. Las Ventas, Madrid.
El Juli y el toro Cantapájaros.
Esta noche a las 22.00h. pic.twitter.com/FES0iCSfOB
Las Ventas y La Maestranza, Madrid y Sevilla, siempre como balizas. "La tarde de La Quinta el año pasado en Madrid fue de una intensidad brutal... Escuchar a esa plaza rugir es tremendo", sigue su hermano, "pero en Sevilla se han vivido cosas que son inimaginables por emocionantes". "Sensaciones muy extremas, muy duras, pero también muy intensar para bien, y vivir en esos extremos no es fácil", expone Ignacio, dejando asomar el femoralazo de 2013 en Sevilla por el que le tuvieron que intervenir tres veces y casi lo deja en el sitio. El extraordinario mirua para él reservado pocos días después tuvo que desorejarlo Manuel Escribano.
Su apoderado, "al contrario de lo que mucha gente pueda decir", ha visto en él "una evolución artística tremenda" en la última década. "No tiene nada que ver como torea ahora, con mucha más despaciosidad y relajo que antes, con el poso que dan los años y el conocimiento técnico", argumenta. "Juli se expresa de la manera que quiere, y la mayoría no puede hacer lo que quiere porque no tiene capacidad", asegura.
Justo Hernández y Garcigrande
Garcigrande ha sido el laboratorio de El Juli. Ganadería y torero son inexplicables el uno sin el otro. Ambos han evolucionado hacia un mismo concepto del toreo de la mano, alcanzando algunas de las más brillantes cotas, de las más memorables faenas, de los últimos años. La ganadería salmantina, sin duda, ha marcado su carrera. En conversación con este periódico, el ganadero Justo Hernández —hijo de Domingo, fallecido en 2018— lo corrobora.
"Él fue quien apostó de verdad por esta ganadería y el sitio que ocupamos hoy día se lo debemos a El Juli, sin ninguna duda", cuenta. Hernández sabía que el momento de su retirada estaba cerca porque 25 años de alternativa al máximo nivel pesan mucho, pero reconoce que le ha pillado por sorpresa. No obstante, cree que esa tomar esa decisión habrá sido "la más dura y difícil" de su vida. Es más, está seguro de que el comunicado "lo ha escrito y roto mil veces".
De hecho, Justo Hernández no cree que haya corte de coleta como tal en su última tarde, prevista para el 1 de octubre en la Real Maestranza de Sevilla con una corrida suya. Todo ello al dejar el torero su vuelta en el aire tras asegurar que su marcha no es una retirada, sino el fin de una etapa. Justo justifica esa incertidumbre: "El que ha nacido torero y solo ha sido torero no se siente capacitado para hacer otra cosa en la vida". Y atornilla: "Para nosotros ha sido lo más importante de nuestra historia como ganaderos".
Otro hombre clave en la trayectoria del torero madrileño fue el matador de toros entonces ya retirado Gregorio Sánchez, su profesor en la Escuela Taurina de Madrid. A sus diez años ya vaticinó su futuro. "No tengo nada que enseñarle", aseguró sobre aquel niño prodigio en una de sus clases. Muy cariñosas fueron sus palabras cuando el veterano torero falleció hace cinco años, con 90 de edad: "Hoy se ha ido mi maestro, la persona que se desvivió por mí y que siempre creyó que podía ser lo que soñaba".
"En estos momentos me acuerdo de dos personas que ya no están con nosotros que para mí fueron vitales en mis inicios: el maestro Gregorio Sánchez y Pablo Mayoral. Ellos fueron pilares fundamentales, y sin ellos no estaría hoy aquí", cuenta este viernes en El Mundo El Juli. "No me imaginaba que lo iba a nombrar, pero sí, mi padre se volvió loco con aquel niño", cuenta Ana Mayoral, hija del ganadero fallecido Pablo Mayoral.
"Mi padre siempre estuvo muy ligado a la Escuela de Madrid. Le hablaron de aquel niño y lo trajo a la finca La Laguna [en Toledo]. Le decía su niño, hablaban del niño todo el tiempo. Pasó la temporada en casa y tentaba absolutamente todo. Compartió muchos días de tentadero con Esplá y todos flipaban con la afición que tenía", narra. Aquel hombre enfermó y la relación entre torero y familia, ahora excelente, se enfrió.
El día de la corrida de La Quinta, la del año pasado en Madrid, El Juli le recordó a Ana Mayoral a aquel niño. El Juli le confesó que había sentido lo mismo.