Francisco Paesa ha muerto, pero esta vez de verdad. El que fue colaborador del Ministerio del Interior en los años de Felipe González, espía, testaferro y pieza clave en la operación simulada para la detención del prófugo Luis Roldán falleció en las afueras de París el pasado 3 de mayo, a los 87 años. Contrariamente a su anterior muerte, publicitada siendo falsa, su deceso real se produjo en el más absoluto de los secretos.
En 1995, una esquela publicada en la prensa por su hermana, tras la que se celebraron varias misas por el eterno descanso de su alma, fingió el óbito para tratar de cerrar la historia del Hombre de las mil caras. La película de ese nombre trataría más tarde (en 2016) de llevar a las pantallas las peripecias de un personaje cuya vida había superado de largo a la ficción desde que su rostro apareció por primera vez en las revistas del colorín como presunto novio de Dewi Sukarno, la ex mujer del dictador indonesio.
Ahora podemos decir, certificado oficialmente, que falleció hace tres meses en el suburbio parisino de Bois-Colombes, una ciudad dormitorio al norte de la capital de Francia de algo menos de 30.000 habitantes. Así lo desveló este lunes eldiario.es y, finalmente, lo ha confirmado la agencia Efe.
[Carta del director - Paesa/Belloch: historia de dos caras]
El desconocimiento hasta ahora de la muerte de este agente secreto culmina una vida llena de secretos, disfraces, trampas y operaciones encubiertas: desde su presunta implicación en el terrorismo de Estado hasta su empeño en tapar las conexiones del felipismo con los GAL, presionando a las novias de José Amedo y Michel Domínguez.
Pero sobre todas ellas, la rocambolesca huida y posterior entrega de Roldán, el corrupto director de la Guardia Civil que se enriqueció con mordidas de las obras en las casas cuartel y metiéndole mano a los fondos reservados...
...un cajón de sastre del que también salieron, después, los 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros, al cambio actual) que Paesa se embolsó por un teatrillo ridículo. El que, con la aquiescencia del entonces biministro Juan Alberto Belloch -titular de Justicia e Interior-, escenificó una falsa entrega de Roldán en Bangkok, por parte del Gobierno de Laos, a las autoridades españoles: toda una performance que, de tan cutre, hizo famoso al agente secreto al irse desvelando en la prensa cada detalle.
Para empezar, un supuesto Capitán Khan que (en realidad) era un amiguete de Paesa, camarero en un restaurante asiático de París. Como pruebas en el pasaporte del huido, unos sellos de caucho robados en la oficina de Turismo laosiana en la capital gala. El escenario exótico, un viaje encubierto a Tailandia negociado entre el abogado Manuel Cobo del Rosal y el jefe de la Brigada Judicial de la Policía Nacional en Madrid, Juan Antonio González. De remate, un prófugo vestido de piloto.
Y finalmente, todo el dinero, escondido en una cuenta secreta, abierta por Beatriz, una sobrina del espía, en un banco de Singapur.
[Las mil caras de Paesa: ahora, agente secreto de cine]
Su anterior deceso se había publicado en una esquela en El País, contratada por su hermana. Ella también encargó y pagó la celebración de 30 misas en su memoria en el monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña (Burgos). Nadie acudió a ellas. Por entonces, ya se sospechaba que su muerte era mentira. Pero no fue hasta el año 2004 cuando el diario El Mundo lo localizó con vida.
Protagonista del 'tardofelipismo'
Paesa nació en Madrid el 11 de abril de 1936. Fue un estrecho colaborador de los servicios secretos españoles, presente en varios escenarios internacionales.
Su integración en el Ministerio del Interior fue descubierta por el periodista de Diario 16 Melchor Miralles y el fotógrafo Daniel Gluckmann, que lograron captarlo coaccionando a las parejas de los expolicías Amedo y Domínguez y, poco después, entrando con su coche deportivo en la sede de Interior.
El empeño del agente era lograr que las novias de los implicados en los GAL cambiaran su declaración ante el juez Baltasar Garzón, que comprometían a los primeros Ejecutivos del PSOE en el terrorismo de Estado contra ETA financiado con fondos reservados.
Aquéllos eran los tiempos del tardofelipismo, cuando la acumulación de escándalos económicos y políticos corroía el Estado de derecho. Y estas labores del espía se mezclaron con la huida y entrega de Luis Roldán. En ambas colaboró: primero, con el corrupto para esconderlo en París; luego, con Belloch y María Teresa Fernández de la Vega (secretaria de Estado) para aparentar una gloriosa operación de persecución, localización y entrega internacional del exdirector de la Guardia Civil.
Roldán había escapado, tras estallar su escándalo múltiple: su currículum de estudios estaba tan maquillado como luego se desvelaron las cuentas del instituto armado, bajo su dirección. El alto cargo había usado su poder para amasar una generosa fortuna quedándose con comisiones sobre las licitaciones de obras en las casas cuartel y beneficiándose de parte de los fondos reservados a su disposición.
El agente secreto Paesa vio la oportunidad de negocio turbio, le apoyó en su escapada y ocultó su fortuna en diversos paraísos fiscales...
Posteriormente, tras negociar y pactar con el Gobierno, convenció a Roldán para entregarse a cambio de otra suma de dinero que, evidentemente, el prófugo nunca recibió. Luego, ya reo, procesado y condenado, acusó pública y repetidamente al espía de haberle engañado en todo, y de haber 'robado al ladrón', quedándose también con el dinero público previamente malversado y escondido.
Pero antes, Paesa aún había amagado con una apuesta más alta: sondeó "acabar con el felipismo" entregando a Roldán al entonces líder de la oposición, José María Aznar, y no al Ejecutivo.
Lo hizo, como reveló Pedro J. Ramírez, en un órdago para, incluso, entrar en política: "Yo sé que tú tienes buenas relaciones con el del bigote", le espetó al entonces director de El Mundo en su despacho. "Yo podría convencer a Luis de que se entregara y contara todo lo que sabe. Sería el golpe definitivo para que el PP ganara las elecciones..." A cambio, sólo pedía ser secretario de Estado en Interior "para limpiar la corrupción".
El espía Paesa aún tenía causas pendientes con la Justicia, y no estaba inscrito en el Consulado español en Francia en el momento de su muerte.