Seguro que la vida es, sobre todo, una conversación, y seguro que la amistad consiste en encontrar al mejor interlocutor posible para echar el ratillo aquí abajo, en una terraza de Olavide (por ejemplo), y en un baretillo llamado La Oliva, y que pasen los años y dé tiempo a fumar y a dejar de fumar, mientras se suceden los alquileres abusivos, los traumas de la infancia, los policías, los exs, las modas, las frustraciones, las victorias, las taras nuevas y viejas.
Así fue entre Mariang y Carlos Peguer, dupla histórica, genial y verborreica, cómplices pizpiretísimos que hace no tanto inauguraron un podcast llamado La Pija y la Quinqui y ahora resulta ser el más escuchado por la generación Z, pero también uno de los más influyentes de todo el país. Su primera temporada clausuró con la visita de Rosalía y La Pili, su hermana. La segunda, nada más y nada menos que con una charlita coñera con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, pizza, memes y Taylor Swift mediante. Estelar.
Son dos joyas contemporáneas, seguramente las voces más mordaces, divertidas y brillantes de su generación, libérrimas hasta el sonrojo, genuinas, expectorantes. Se siente uno más liviano cuando les escucha. También más rápido, mejor jugador en el ping pong dialéctico.
"Si ahora estamos molando es porque hemos pasado toda la vida sin molar. Lo hemos asumido y tenemos el desparpajo y la poca vergüenza de contarlo", dice Mariang. "Haber sido feo en la infancia te hace desarrollar una personalidad. Y no haber tenido amigos, o haber sido el maricón de la clase, o la friki...", explica Carlos.
Cuentan que si a veces despiertan rabia es porque no tienen ningún talento. Ni caso. Su talento es la locuacidad, el ordenar el caos de la vida nombrándolo, y, además, haciendo que tenga gracia. Se nos quitan las ganas de morirnos. Nos vuelve el deseo de seguir tirando los dados, a ver qué pasa.
¿Que por qué funcionan, que por qué son tan magnéticos? Como diría Montaigne cuando le preguntaban por qué quería a de La Boétie: "Porque él era él, porque yo era yo".
P.- Hablemos de alguna vez que teníais que haberos mordido la lengua.
C:- En el podcast de Pedro Sánchez, por ejemplo, hablé de un chico del PSOE con el que estuve hablando y me enteré de que tenía novio. Claro, eso te lo contaba yo hace un año y no pasaba nada, sé que no iba a tener ningún desarrollo. Pero ahora, de repente, le ha llegado, o hay gente que me dice “ay, sé quién es…”. Creo que ahí me di cuenta de que me tengo que callar ya.
P.- Pero también se agradece la frescura esa. A ver si no vamos a poder hacernos dueños de nuestra historia.
M.- Me encanta que Carlos se haya dado cuenta de que se tiene que callar en el último episodio y justo después de entrevistar al presidente del Gobierno (ríe). Yo suelo hablar en más abstracto y más volcado sobre mí, y él más en concreto y sobre otras personas.
C.- A mí me falta sólo dar el DNI del chico y el número de teléfono.
P.- Es un debate antiguo en la literatura y en el cine biográfico. Yo estoy totalmente con Carlos, tu vida es tuya y de lo que pasa en ella puedes dar los detalles que quieras.
C.- Yo también estoy totalmente conmigo, la verdad.
M.- Hay una romantización en el cine y en la literatura que no existe en el podcast de dos borrachos. En el arte todo está legitimado por el contexto y las formas.
P.- ¿Os da un poco de miedo convertiros en personajes de prensa rosa?
C.- A mí me encantaría. ¡Vamos! Yo daría dinero ahora mismo.
P.- ¿Destino: Hola!?
C.- Ahora no, porque ahora estoy enamorado, pero liarme con un famoso es la siguiente cosa que querría hacer.
M.- No hay cosa que me apetezca menos que liarme con un famoso.
P.- Y ha podido pasar…
M.- Ha podido pasar.
C.- A mí no, ¿eh?
P.- Hombre, pues muchos amigos míos están contigo como Mateo con la guitarra…
C.- (Ríe). Pero famoso de verdad, famoso de que yo pueda vivir de ello. Si tienen los mismos seguidores que yo en Instagram, no me vale. Yo estoy pensando en un futbolista, en que sea noticia (ríe).
M.- A mí no me apetece nada.
C.- Son todos subnormales.
M.- No todos los famosos son subnormales, pero todos tienen una gran facilidad para serlo. Es la cualidad de la fama. Cuanto más tiempo seas famoso, más imbécil te vuelves. Y ya los famosos de cuna… esos son para pegarles una patada en la boca y quedarte muy a gusto.
"Los famosos quieren acostarse contigo, no salir contigo: tienen una gran facilidad para ser subnormales"
P.- Pero es un clásico aspiracional. Podría ser que te apeteciera.
M.- Apetecerme me puede apetecer. Así un día, de pronto…
P.- Quizá lo ideal es acostarse con ellos y no salir con ellos.
M.- Eso es justo lo que quieren ellos (ríe). Quieren follar contigo, no quieren que tú salgas con él. Es siempre lo mismo. Por eso no me apetece entrar en eso. Yo quiero ser de ‘one and only’.
C.- Yo sí quiero vivir del cuento. He nacido para ser señora, no para trabajar. Estos días estoy de vacaciones y me levanto, hago cuatro chorradas, me voy a desayunar, a entrenar… como mucho hago alguna publi de Instagram y digo “ay”.
P.- “Estoy agotado”.
C.- Sí. Ese es el mayor agotamiento que quiero en mi vida. De eso a la cama.
P.- ¿Creéis que las cervezas entre amigos en una plaza son el psiquiatra de los pobres? ¿Vais a alguna terapia?
M.- Ayuda profesional por mi parte ahora al menos no hay, me gustaría que en un futuro hubiese.
C.- Yo tampoco… sólo voy al gimnasio (ríe).
M.- La conversación como arma psiquiátrica es verdad, ¿eh?
C.- Eso sí que atrae a los pobres: un psiquiatra sin carrera aconsejando a otros psiquiatras sin carrera… nuestra pasión. En el país de los ciegos, el tuerto es el rey y guía al resto. Yo doy consejos nefastos y recibo consejos nefastos y me gusta. A veces le cuento cosas a mis amigos sabiendo que me van a dar la razón, y lo hago precisamente por eso. Hago algo de loca celosa y lo que quiero es que me avalen, por eso se lo cuento a amigas que son igual de locas celosas que yo y acabamos diciendo “¡claro que sí!”. Estamos todos igual de mal.
M.- La amistad también es eso. Buscar a la persona que te va a decir “yo hubiese hecho lo mismo, y lo hubiese hecho peor, de hecho”, no a alguien que no va a estar de acuerdo, así te quedas más tranquila (ríe). Nunca es terapia, siempre acabamos peor después de hablar. Pero ayuda mucho poner en palabras lo que estás pensando, porque el cerebro es una amalgama. La cosa es quedar con alguien que quieres e intentar confeccionarlo. Necesitamos poner las cosas en compartimentos para entenderlo.
C.- Yo tengo la sensación de que verbalizo mucho y soluciono poco. “Quiero que todos sepáis lo que me pasa”, y ahí acaba.
P.- ¿Qué hay del pudor? Esto de “quiero contar lo que me pasa, lo que me atraviesa, pero a la vez no quiero que mis padres o mis abuelos sepan que tengo sexo, o que bebo, o que he probado ciertas drogas”. Esto que tenemos de infantilizarnos hasta los 40 años y querer ser siempre buenos chicos a ojos de los nuestros.
C.- Yo omito todo lo ilegal, que tampoco hago mucho ilegal, pero… (ríe).
M.- Yo conforme lo estoy contando pienso “esto no lo escucha nadie”.
C.- Eso ayuda. Nosotros tenemos una teoría: por mucho que lo contemos en el podcast, si no lo sacamos en Instagram, nadie se entera. Pero es mentira, porque luego mi padre me hace una reseña.
M.- Mis padres sí que no lo escuchan y me lo dicen a mí, estoy segura de que es así, pero mis tías sí.
C.- Yo al principio, cuando hablaba de mi ex, cada vez le ponía un nombre distinto para que no se sintiera tan atacado, hasta que mi padre me dijo: “Carlos, eres un poco promiscuo, ¿no? Cada vez te lías con uno nuevo”.
M.- Lo que pasa con el podcast es que no lo puedes adornar, como el cine o la literatura. En el podcast es: sí, me pegué con un tío a las tres de la mañana en Malasaña. No hay alegorías ni canciones.
C.- Luego la haces siempre y dices que eres Mario Bros y que el tío era Luigi.
M.- Claro, y luego digo “y me comí una seta” (ríe).
"Ser moderno es una enfermedad de transmisión sexual: es estar vacío de contenido y rechazar tus raíces"
P.- ¿Qué es ser moderno?
M.- Una enfermedad de transmisión sexual. Yo diría que es algo básicamente cosmopolita. No creo que haya modernas en Talavera de la Reina. Todas se han venido para acá.
P.- En los ochenta era algo liberador y expectorante, hoy tiene una connotación negativa. ¿Por qué?
C.- Para mí es negativo, porque odio a los modernos (ríe). Pero no tiene que serlo en general.
M.- Es negativa porque está gastada, un poco como “hipster”. Ser moderno ahora es pasarte siete horas hablando y estar vacío de contenido. No decir nada. Habrá gente que piense que somos modernos por vivir en Madrid y dedicarnos a los medios, pero no es así.
P.- Estáis entre dos aguas, como Paco de Lucía.
M.- Sí. Realmente creo que él es Paco y yo Lucía. Ni los modernos nos aceptan, ni los pijos nos aceptan. Yo creo que un moderno al final es alguien que rechaza profundamente su raíz, de donde viene. Un moderno tú no sabes de dónde coño ha salido, es como si no tuviera pasado. Se pasa seis meses en Madrid y ya está a la última de todo. Es como si llevara en Chachá toda su vida. Lo que están es súper puestos… y también puestos en las últimas tendencias (ríe).
C.- Yo por eso valoro mucho la autenticidad de las pijas. Mis amigas pijas al menos van de frente. Las del Escorial son como son.
M.- Sí, total. Un moderno, por ejemplo, no te saluda hasta que se entera de quién eres, y sólo te va a lamer el culo si cree que puedes darle ketamina gratis en un after.
C.- Las pijas para eso es que son lo mejor. Quieren quedar bien contigo seas quien seas. Son tan educadas y disfrutonas, tan amables. Siempre es “hola amor, me encanta tu blusa”.
"Un moderno no te saluda hasta que no se entera de quien eres y sólo te va a lamer el culo si cree que puedes invitarle a keta en un after"
P.- Me gusta también de vosotros que no os subís a ciertas olas de la posmodernidad. Por ejemplo, ahí tenemos vuestra defensa a ultranza de la monogamia.
C.- Mi círculo todo es “monogamia o bala”. Siento que está súper de moda la monogamia, aunque a lo mejor no.
M.- Bueno, es que yo lo tengo muy claro, y sé que no es porque esté en el subsuelo de la cueva de Platón. Es que he estado en relaciones abiertas sin yo saberlo. ¡Ese detallito! Yo quiero saber lo que está pasando, quiero una relación cerrada. Quiero hablar con mi pareja, ver qué pasa y plantear soluciones o dejarlo, o lo que haga falta.
P.- No sé quién decía que si el amor no es romántico, ¿qué es? Y mientras, estamos intentando echar abajo los viejos imperios a toda costa…
C.- Yo no quiero un amor racional.
P.- ¿Cómo sabéis que estáis enamorados?
M.- Yo sé que estoy enamorada porque estoy deseando pelearme con mi novio a la hora de decorar nuestra casa. O sea, estoy deseando que llegue una pelea en un Ikea. Quiero pelearme en un salón prefabricado de Ikea y decir “ese sofá no queda bien”, y que él me diga “no tienes ningún tipo de gusto”, y yo decirle “tú eres un puto friki”. Quiero pelearme con mi novio en San Sebastián de los Reyes.
C.- ¿Sabes una cosa en la que pienso mucho últimamente? En esta gente que habla mucho de la diferenciación de las amistades y la pareja, como si fueran dos cosas separadas. La gente está diciendo “no tienes que llevarte a tu novio a todo”. Perdona, yo sí quiero llevarme a mi novio a todo. Siento ser esa persona, pero quiero que siempre esté conmigo, porque es la persona a la que quiero y de la que estoy enamorado. Nunca me va a molestar ni me va a hacer de menos.
P.- A lo mejor a la gente que te rodea sí le molesta, ¿no? Es territorial y quiere su amigo para sí.
C.- Pues que se vayan a tomar por culo (risas). Obviamente, si mi amiga me llama llorando en plan “necesito hablar contigo”, pues no, pero si te molesta que mi novio se venga a tomar un café… adiós. Yo sé que estoy enamorado porque siempre me apetece estar con mi novio.
P.- ¿Parecemos más interesantes cuando no tenemos pareja, resultamos más aventureros y chispeantes?
M.- Yo creo que sí. Yo creo que yo era mucho más guay cuando estaba soltera.
C.- Yo cuando estoy soltero soy un coñazo, porque estoy todo el rato “quiero novio, quiero novio”.
P.- Ahora dices “quiero a mi novio, quiero a mi novio”.
M.- Eso es. Es lo mismo pero con una preposición delante.
C.- Sí. “Quiero a mi novio, qué guapo es mi novio, qué bueno está mi novio” y “me gustaría que me dejara para poder hablar de él”. Qué ganas de que me haga alguna putada. A ver, si no hubiéramos tenido novio ella y yo… con todo lo que nos ha pasado… habríamos recopilado grandes anécdotas. Hay mucha anécdota que se ha perdido por el camino por tener novio. Pero a mí me dicen mucho “qué guapo estás ahora”, y eso es porque estoy feliz.
M.- Y porque te has dejado de hacer el degradado.
"Los hombres más peligrosos son los que te hablan de libertad y te venden sus ganas de follar con otras personas como un derecho"
P.- ¿Cuáles son, según vuestra experiencia (y esto lo tenemos en común) los hombres más peligrosos?
C.- Los que parecen buenos, los que parecen el chico perfecto. Bien vestido, buenos estudios… el que querrías presentarle a tu madre. Ese es el peor.
M.- Cualquiera que defienda tanto su libertad como la tuya… de esos no te fíes.
P.- ¿Ayuso?
M.- (Ríe). Exacto. En el sentido de “no, no hay que pensar en el futuro, tenemos que hacer lo que nos apetezca en el momento”. Lo de las “etiquetas” se ha quedado tan ‘red flag’ que ya no se dice, pero ha mutado en “yo no soy capaz de decirte a ti lo que tienes que hacer…”. A ver, y yo tampoco. No te he dicho que te pongas un cinturón en el pito, te estoy diciendo que necesito saber en qué punto estamos, lo que somos y si de verdad te intereso.
C.- Los hombres más peligrosos son los que te hablan de libertad y te venden su derecho a follar como algo bueno hacia ti. Bueno, no es su derecho, son sus ganas de follar. Te venden sus ganas como un derecho.
M.- Sí, te engañan con la de “creo en tu libertad”, pero eso sólo oculta su “tengo ganas de follar con otras”. Y está bien, ¿eh? Si nadie ha cerrado la relación, aquí todo el mundo puede hacer lo que quiera. Pero a mí lo que me jode mucho son los tíos que quieren la prueba gratis de coño. Esto es el “a ver cuántas veces puedo follar con esta tía antes de tener la conversación”. Y la conversación no es que sea para tanto. Con una simple pregunta ya lo acojonas. A mí me ha pasado. Una pregunta de: “¿Nos vemos la próxima semana? ¿Tienes planes la próxima semana?”. Se mueren de miedo.
P.- Fíjate qué débiles. Si fueran más listos, serían mejores actores.
M.- Es que a veces son actores profesionales. Pero malos. Los actores en ese momento también son malos actores. No son estudiantes de guion.
P.- “La música está cambiando, las drogas están cambiando… dentro de veinte años no habrá hombres ni mujeres, sólo gilipollas”, decían en Trainspotting.
M.- Efectivamente. Existe la igualdad en que hombres y mujeres somos más gilipollas cada vez.
C.- Sí. Eso es lo que quiere Irene Montero. Que todos tengamos derecho a ser gilipollas.
M.- Pues sí, ¿eh? Nosotras no tenemos tanto derecho a ser gilipollas como ellos, ni mediocres. Ni las chicas ni los gays podemos ser mediocres. La igualdad sería que pudiésemos por fin ser igual de gilipollas que los hombres hetero.
"Existe la igualdad en que los hombres y las mujeres somos más gilipollas cada vez"
P.- ¿Qué les pasa a los hombres heterosexuales?
M.- Tenemos que reconciliarnos con los hombres heterosexuales, en mi opinión.
C.- Yo todos los que conozco últimamente son muy buenos, y hasta a mí me sorprende, porque antes tenía una imagen nefasta. También porque conozco a modernillos, pero esos no son heterosexuales de verdad (risas).
P.- ¿Tú eres de los gays que han intentado transformar a hombres presuntamente hetero intuyendo que secretamente tenían pulsiones homosexuales?
C.- Esto es muy tóxico pero es verdad. Cuando conozco a un hombre heterosexual medio decente, digo “algo de maricón tienes”.
M.- Todos los tíos heterosexuales que escuchan La pija y la quinqui, Carlos cree que es porque se lo quieren tirar.
C.- No digo eso, no, pero cuando es medio decente digo “yo creo que me ha mirado un poco, ¿no?”.
M.- Hay que reconciliarse ya, en serio, estoy un poco harta de invitar a un chaval a La pija y la quinqui y que nos pongan comentarios en plan “dejad de llevar a hombres”. Que no nos metan en el saco ese del odio sistemático a cualquier persona que sea cisheterosexual y hombre, qué pereza. Mira, mi novio es un tío heterosexual, evidentemente, y le amo. Siempre que hemos mostrado odio a hombres heterosexuales ha sido plenamente justificado por las circunstancias.
P.- Otra cosa que me interesa de vosotros: no sois activistas y no queréis serlo, no dais sermones de ningún tipo. ¿Qué hay de la pesadez del activismo, el comeorejas tan premiado…?
M.- Es que esto es un poco frívolo. Ya cualquiera parece activista. ¿Cómo va a ser alguien actiista sin un previo conocimiento de sociología, sin dedicarse a eso, sin volcarse del todo, sin la priorización que requiere el verdadero activismo? Esto es una frivolización del activismo en sí.
C.- Y es únicamente porque somos una mujer y un maricón. “Es lo que os toca por lo que sois”. A mí me jode. Me invitan a dar una charla en una asociación LGTB y yo pienso… yo, ¿de qué? Soy un maricón privilegiado que vive rodeado de maricones, y sé que la homofobia existe, pero yo no tengo ningún problema y hasta me lucro de ello, ¿quién soy yo para dar una charla? Me ponen ahí porque soy un maricón pseudofamoso.
P.- La sensación de la cuota.
C.- Total, es que no se han parado a escuchar lo que hago ni de lo que hablo. Es casi ofensivo.
M.- A mí me jode mucho que me traten como a una minoría. Soy mujer. Las mujeres no somos un colectivo. Hay posiciones en las que tienen que estar mujeres sexólogas o expertas en género, no yo. No puedo ni quiero dar lecciones. Yo sólo puedo hablar de mi experiencia como mujer.
P.- Siempre estamos con la broma y la autoironía, pero, ¿qué hay que os dé miedo de verdad? ¿Qué os preocupa?
M.- Yo el pasado 23-J tuve miedo de verdad. Estuve bastante acojonada. Nosotros hemos crecido en un país encaminado a lo progresista más que a lo añejo, y de repente nos vemos en ésta… vimos que podía ser al revés y me agobié bastante.
C.- Eso también me preocupa como maricón.
"Tenemos mentalidad de pobres: consiste en no estar tranquilo nunca y en no creerte lo que hay en la cuenta bancaria"
P.- También puede ser algo personal, ¿eh?
M.- A mí últimamente me dan miedo los ascensores.
C.- Es verdad. El otro día subimos a un séptimo y ella fue andando.
M.- Sí, estoy desarrollando fobias. Estoy genial.
C.- Yo tengo la sensación de que toda mi vida es tan frívola últimamente… y me encanta. Mi preocupación es: “¿Tengo hora para el entrenador esta semana?”. Es todo ridículo. Me hace feliz.
P.- Me gusta la frivolidad y la fiesta para parar la rueda y contradecir al turbocapitalismo.
C.- Bueno, pero hay trampa, porque en mi frivolidad también hay capitalismo: ahora entreno, ahora brunch, ahora bronceado, ahora cena en Luzi Bombon… (ríe). Yo soy un hedonista muy capitalista. Pero mi frase es “para algo trabajo”.
P.- ¿Tenéis esa idea de sacrificio aún heredada de nuestros padres y abuelos?
C.- Total, mis padres me han inculcado el coger todo el trabajo que pueda, el decir que sí a todo, por muy cargado que esté...
P.- ¿Tenéis mentalidad de pobres?
C.- Súper, súper.
M.- Claro. Y no se me quita, es una enfermedad crónica. Consiste en no estar tranquilo nunca y en no dar nada por supuesto, ni lo que tienes en la cuenta bancaria. Para mí la cuenta bancaria es como si sacase la calculadora ahora y escribiese un número. Tengo eso de “no puedo gastar lo que tengo porque a lo mejor es lo último que gano”. También tenemos un trabajo muy volátil.
P.- La gente crea ídolos y los derriba. La gente es muy hija de puta.
M.- Eso también. Dependemos demasiado de la gente.
P.- ¿A qué colaboraciones diríais que “no”?
C.- A bancos. A juguetes sexuales. Bueno, si te ponen 100.000 euros… (ríe).
M.- Ningún banco nos va a dar 100.000 euros, Carlos. Yo también diría que no a bancos, a eléctricas… y a juguetes sexuales.
"Diríamos que ‘no’ a colaboraciones con bancos, eléctricas y juguetes sexuales"
P.- ¿Hay un rechazo de la izquierda excesivamente purista hacia el concepto “pija”?
C.- Sí. Pero además es curioso, es todo performance, porque yo sigo siendo un muerto de hambre y trabajando como un hijo de puta. Y partamos de la base de que cualquier político es pijo, teniendo en cuenta los sueldos que cobran. Performan una ‘obreridad’ que no tienen.
M.- Total.
C.- Si yo ahora mismo, con los privilegios que tengo, el dinero que cobro y todo eso, siento que ya no estoy en la posición de reclamar ni de llevar por bandera el ser súper de clase obrera… ¿qué hacen ellos? ¿Por qué ellos llevan por bandera una realidad que ni siquiera viven o que llevan sin vivir diez o veinte años?
M.- Yo creo que tú y yo seguimos siendo de clase obrera porque estamos en un limbo constante, pero tampoco vamos a hacer que estamos picando piedra en las minas de la Unión, porque es mentira. Que la gente piense que sólo existe una realidad obrera es lo que me jode.
P.- ¿Qué tal Pedro Sánchez?
M.- Guapísimo.
C.- 1,94.
P.- Habladme del backstage.
M.- Cuando se fue Pedro Sánchez, fue cuando se fue Rosalía. Esto de: “¿Qué acaba de pasar?”. Nos tomamos tres cervezas.
C.- Mientras los de seguridad vigilaban. Pero no pasó nada raro, no hay cortes en la entrevista.
M.- Yo en el momento no me di cuenta, pero le llamé “tío”. Luego me contaron que tras las cámaras, su equipo dijo “le ha llamado tío, le ha llamado tío”… (ríe). ¡Y él le llamó maricón deprimido!
P.- ¿Consiguió vuestro voto?
M.- Yo voté a la izquierda. No voy a hacer más declaraciones (ríe).
C.- Yo igual.
M.- Ten en cuenta que mi voto va para Murcia y el de él para Badajoz. No nos hemos matriculado en Madrid todavía.
"Cualquier político es pijo, teniendo en cuenta los sueldos que ganan: performan un obrerismo que no tienen"
P.- Hombre, pero la estrategia (muy inteligente) de su equipo de prensa haciendo que fuese a vuestro podcast fue rascar voto joven. ¿Os imagináis que fue La pija y la quinqui lo que movió la balanza de las elecciones?
M.- Pues ha salido una encuesta diciendo que el del PSOE es el voto joven más alto. Pero no creo de verdad que nadie vote a Pedro Sánchez porque haya dicho que es ‘swiftie’.
C.- Pero sí creo que Pedro Sánchez es ‘swiftie’ porque le han votado (ríe). Cuando acabó el recuento, dijo “ahora”.
P.- ¿Llevaríais a Feijóo, a Yolanda, o a Abascal… al podcast?
C.- Diríamos que no a todos. No repetiríamos con ninguno.
M.- A mí Yolanda no me importaría...
C.- A mí me da pereza... no ella, aunque bueno, sí me da pereza su vídeo planchando, que obviamente no estaba planchando. Yo plancho mucho y esa persona no estaba planchando.
M.- No fue tan grave como el vídeo de las infantas comiendo lentejas para ganarse el voto joven (ríe).
C.- Yo me refiero a que el presidente era una excepción porque es el presidente, pero nosotros no somos un espacio político y no tenemos intención de jugar a eso más. Somos políticos sin querer.
P.- ¿Os impresionó más Pedro Sánchez o Rosalía?
C.- Rosalía.
M.- Rosalía. Era la primera vez que hacíamos algo así. Antes éramos Carlos y yo con dos micrófonos. Ahora tenemos un estudio y una productora… hay más colchón y más preparación y estamos muy entrenados en hablar con gente que no conocemos tanto.
P.- ¿Qué pregunta le haríais a la reina Letizia?
M.- Yo le preguntaría que cuándo dejó de fumar.
C.- Yo quiero saber qué operaciones estéticas se ha hecho. ¡Que me las admitiera! Está increíble, está guapísima. También quiero saber su Spotify, su rutina… mira, yo sé, por personas que conozco que han trabajado con ella, que le aconsejaron que apretara brazo cada vez que le hacen una foto, y ella lo hace. Ella aprieta. Sé que tiene cuenta B en Twitter destrangis. Lo hace para cotillear. Me encanta. Me da mucha curiosidad su persona.
"A la reina Letizia le preguntaríamos que cuándo dejó de fumar y qué operaciones estéticas se ha hecho, está guapísima"
P.- ¿Y ahora, qué le preguntaríais a Rosalía?
C.- “¿Qué tal, tía?”.
M.- “¿Quieres beber vino o cerveza?”.
P.- ¿A quién nunca invitaríais al podcast?
M.- Pues mira, a David Bisbal, porque somos team Chenoa y porque le veo ciertamente rancio. Se subió al carro de su propia broma. Podía haberlo hecho bien y no.
C.- Yo no quiero que venga C. Tangana. No me cae bien. Esa actitud de “hombre”…creo que le hemos permitido muchísimas gilipolleces. Siento ser activista pero estoy cansado de permitirle gilipolleces a los hombres.
M.- Pero, ¿qué se le ha permitido a C. Tangana?
C.- Se le ha permitido ser un gilipollas. Ha hecho mil cosas por las que a ti y a mí nos habrían metido en la cárcel de Twitter. “Soy transexual”, “el rey es mi padre”, la foto con las putas en el barco…
M.- Pero que eran Ester Expósito y Miranda Makaroff (ríe).
P.- ¡Barcos y putas, como Jesús Gil!
C.- Bueno, ya sabes a lo que me refiero. A la estética.
M.- Sí, la estética cañí. Que luego nos flipa Javier Bardem pero si lo hace C. Tangana, malo.
C.- Javier Bardem es un señor.
M.- Una persona que quiero que venga al podcast: Javier Bardem. Pero no me contestó al correo.
P.- ¿Y Pablo Motos?
M.- No, no está invitado.
C.- No lo está. Pero a mí sólo me gustaría que viniera para vacilarle. “Pablo Motos, ¿sabes lo que es ‘yasss queen’?”.