Los españoles somos conocidos ante el mundo porque nos encanta el buen comer y el buen beber. Somos expertos en buscar la mejor excusa para tener un motivo por el que festejar. España cuenta con celebraciones reconocidas a nivel mundial que son seña de identidad del país donde Hemingway encontró la inspiración y escribió su Fiesta.
A lo largo y ancho del territorio nacional se encuentran tradiciones que los siglos han preservado y que aún se siguen celebrando. El Carnaval, los Sanfermines, la Tomatina o la Semana Santa son algunas de las más populares. Sin embargo, existe un pueblo que acumula el mayor número de fiestas por año. Celebran unas 80, lo que supone que cuentan con una cada cuatro días.
Se trata de Los Realejos (Tenerife), una localidad donde vecinos y familia son la misma cosa, donde el amor por la tradición ha logrado que cada cuatro días tengan algo que celebrar. Nos hemos adentrado en sus calles, casi todas empinadas; hemos vivido junto a los protagonistas de esta historia algunas de las celebraciones de mayor relieve y hemos podido constatar el fervor y la pasión con la que los habitantes de este pueblo viven todas sus fiestas.
Lo hemos hecho a través de los ojos del alcalde del municipio, del cura y de algunos de los vecinos más implicados. Así, hemos podido comprender cómo es vivir en un pueblo en el que las fiestas se suceden casi de forma ininterrumpida y donde el amor de los habitantes por sus tradiciones ha logrado que lleguen hasta nuestros días de forma prácticamente intacta.
Sumergirse en Los Realejos
Nos ubicamos en el municipio de Los Realejos, al norte de la isla de Tenerife. Según los últimos datos del INE, cuenta con una población de 37.076 vecinos, que se distribuyen por los numerosos barrios de la localidad. Es esta división territorial la que ha fomentado que cada uno de sus núcleos poblacionales haya desarrollado fiestas y tradiciones, creando su propia seña de identidad.
"Debido a la dispersión de los barrios del municipio, esas celebraciones antiguas se remontan a las fundaciones de ermitas que generaron pagos y barrios que fueron creando la parte festiva", explica Manuel Jesús Hernández, historiador y gestor cultural natural del pueblo.
Adolfo González, su alcalde, explica a EL ESPAÑOL que, efectivamente, "Los Realejos es el municipio con más fiestas de España, aproximadamente 80, aunque hemos llegado a celebrar 85 [...] La mayoría están sufragadas directamente por los vecinos. El ayuntamiento colabora en la organización, la tramitación de autorizaciones y algún festival".
Según cuenta el político a este diario, las festividades más famosas son las Fiestas de Mayo, en honor a la Cruz, las fiestas en honor a la Virgen del Carmen, las que honran a San Vicente y las de la Romería de San Isidro Labrador. Casi todas las festividades están vinculadas a acontecimientos religiosos, lo que ha contribuido a que se mantengan a lo largo del tiempo.
[La proeza de Eduardo Salanova: estrella Michelin en un pueblo de 75 vecinos con un menú desde 80 €]
"Muchas de esas fiestas se celebran en honor de la Cruz, que se festeja en todos los barrios de Los Realejos", asegura González. Son tantas que uno de sus predecesores, no especifica cuál, dijo que había que "recortar en fiestas", y eso que, según explica el historiador Manuel Jesús, existen celebraciones que se han perdido.
De la pugna a la fiesta
Esta fiesta, la de las cruces, es considerada bien de interés turístico nacional y, según el alcalde, están tramitando el expediente para solicitar el reconocimiento internacional. Los días de mayo en los que transcurren las festividades el pueblo de llena de flores, cruces y fuegos.
El punto neurálgico de esta celebración se encuentra en la zona de la calle de la Pila. Allí, los vecinos de las calles más famosas del municipio compiten para ver cuál de ellos tiene la cruz más bonita. Según explica a este diario Asterio Hernández, vecino de la zona y técnico del área de fiestas. "El origen es la rivalidad entre dos sectores de población muy definidos: la gente que tenía más medios, los ricos, vivían en la calle de El Medio; y lo más pobres, los trabajadores y jornaleros, vivían en la calle El Sol".
La fiesta fue evolucionando y con la llegada los fuegos de artificio se empezó a llevar a cabo el mayor espectáculo pirotécnico de la isla, donde ambas calles vuelven a enfrentarse. Asterio también comenta que nunca se comunica el coste de las fiestas, pero que "la exhibición te puede dar una idea del dinero que ha costado. Es un misterio que nunca se sabe, pero tiene que ser bastante. Las asociaciones de ambas calles están todo el año trabajando, vendiendo rifas, lotería y la gente colabora".
Son los vecinos los que sufragan los gastos de una fiesta sin igual, donde el orgullo de cada una de estas calles se mide en flores y fuegos. Asterio dice que él, al ser técnico del ayuntamiento, tiene que apoyar a ambas, pero no se esconde. "Yo soy de El Sol a muerte", bromea. Sin embargo, aunque esta fiesta tenga como origen una rivalidad, ha sido fundamental para unir a la comunidad.
La Virgen del Carmen
Otra de las fiestas grandes es la celebrada en honor a la Virgen del Carmen, nombrada alcaldesa honoraria y perpetua del municipio. Los festejos duran aproximadamente un mes y, en ellos, los realejeros muestran su devoción hacia la patrona de los marineros.
El cura del Realejo Bajo, Marcos Antonio García, cuenta que esta festividad se lleva celebrando desde el año 1700. "La gente se reúne por las calles por donde pasa la procesión y no sólo celebran los actos litúrgicos, sino también los festivales infantiles, las fiestas de elección de la reina o las exposiciones culturales".
En la fiesta, la gente lanza flores a la Virgen desde sus casas. "Yo lo vivo con mucho entusiasmo, porque puedo participar de la vida la gente", asegura. El sacerdote lleva 11 años en esta parroquia y, ahora que ha llegado el momento de marcharse a otro destino, valora más que nunca los momentos con los habitantes del municipio, las fiestas compartidas, las comidas y los actos que le han hecho formar parte del día a día de Los Realejos y lo han convertido en un vecino más.
"Me siento muy agraciado porque, como párroco, no sólo cumples con tu trabajo; también he sido acogido como persona y como amigo y me siento parte de muchas familias realejeras", cuenta el padre García, que afirma que "un pueblo que no tiene fiestas es un pueblo que se está muriendo".
Una de las pesonas más implicadas con las celebraciones del Carmen es Carmen González. Desde niña ha estado unida a la tradición y en su casa se guardaban los decorados, banderas y luces que servirían para engalanar las calles en honor de la Virgen. Su tío fue presidente de la Comisión de fiestas en la que ella también participó durante muchos años y, en la actualidad, forma parte de la Asociación Cultural, Recreativa y Festiva: Fiestas del Carmen.
Ahora tiene 68 años, pero su veneración por la Virgen viene de lejos. Recuerda con cariño cuando lograron llevar al pueblo a grandes de la música, como Paloma San Basilio, José Luis Perales o Joaquín Sabina.
"Trajimos a Raphael y nos costó 3 millones de pesetas", gastos que podían pagar porque "se trabajaba mucho, se hacían cartones mensuales y había sorteos diarios, lotería de Navidad, del niño, cenas…" Ahora estas fiestas las paga el ayuntamiento, pero la colaboración y participación de los vecinos sigue siendo fundamental para lograr el éxito en las celebraciones.
Impacto económico
El gran número de fiestas con las que cuenta el municipio suponen un enorme impacto económico. Carmen González cuenta que cuando vivieron "los años de pandemia se notó mucho", pero la normalidad ha regresado y, con ella, las celebraciones interminables.
"Las fiestas son un motor en la economía de Los Realejos a lo largo de todo el año, porque mueve el comercio, la restauración, el mundo del espectáculo y las productoras. También tenemos la Pirotecnia Hermanos Toste, que es la industria más antigua del municipio y es un revulsivo económico", explica el alcalde.
Los Realejos cuenta con una guía donde se relatan todas las festividades que se llevan a cabo a lo largo del año y promociona su título de vencedor en fiestas en ferias como Fitur. En este pueblo, "las fiestas están unidas al patrimonio, son una muestra de las tradiciones y de la cultura popular", comenta Adolfo González.
Al alcalde y a los miembros de la corporación municipal a veces les resulta complicado estar presentes en cada una de las celebraciones, pues pueden llegar a coincidir varias en el mismo día y en distintos puntos del municipio. Como afirma el regidor municipal: "A un representante público de Los Realejos le tiene que gustar las fiesta, porque si no le gusta, difícilmente podrá disfrutar de ellas".
"Por mi carácter, me gusta ir a las fiestas y disfrutarlas", cuenta Adolfo. Con un alcalde así, ¿a quién no le van a gustar? Ya lo dijo el cura "un pueblo que no tiene fiestas es un pueblo que se está muriendo". Por eso, podemos constatar la buena salud de Los Realejos, que es el ejemplo perfecto de que, cuando un pueblo está unido, es capaz de hacer lo que sea y contar con el esfuerzo, la dedicación y la contribución de unos vecinos que quieren mantener vivas sus tradiciones.