Benita Navacerrada siempre ha reivindicado la historia de su padre, "asesinado" el 24 de mayo de 1939, después de la Guerra Civil. "A mi padre lo asesinaron, porque no lo mataron de un tiro". Entre lágrimas y con gran esfuerzo, la hija de esta víctima del franquismo narra: "Lo ataron a un camión con una soga para que no pudiera huir. Le rociaron de gasolina y le prendieron. Esa es la muerte que le tenían guardada a mi padre, porque fundó UGT".
Entre el 15 de abril y el 29 de noviembre de 1939 fueron fusiladas y enterradas 108 víctimas en el cementerio parroquial de Colmenar Viejo. Entre los represaliados se encuentran 107 hombres y una mujer. Uno de los represaliados fue el padre de Benita Navacerrada, al que mataron cuando ella tenía solo 7 años.
Esta vecina de San Sebastián de los Reyes (Madrid) lleva toda su vida soñando con el momento en que pueda dar una sepultura digna a su progenitor, Facundo Navacerrada, pero sabe que, aun estando en marcha los trabajos de exhumación, esto podría no llegar a pasar. "Aún tengo dudas de poderlo encontrar, debido a la muerte que le dieron, no sé dónde tiraron lo que quedara de él".
La Sociedad de Ciencias Aranzadi se ocupa de los trabajos de excavación de la fosa de Colmenar Viejo. El 22 de agosto se consiguió la licitación para el inicio de los trabajos de excavación.
Esta organización vasca, fundada en 1947, cuenta con gran recorrido en memoria histórica. También han trabajado en la fosa Pico Reja, en Sevilla, la mayor fosa común de Europa tras Srebrenica, en Bosnia-Herzegovina.
Los trabajos documentados por EL ESPAÑOL son un hito, pues es la primera fosa civil exhumada en la Comunidad de Madrid y la más grande documentada en el territorio, después de Cuelgamuros.
La esperanza en la dignidad
Almudena García-Rubio, arqueóloga funeraria y antropóloga forense a cargo de la coordinación de los trabajos, da algunos detalles sobre esta exhumación. El primero que destaca es que la fosa está dividida en dos partes dentro del mismo cementerio: "El antiguo cementerio civil y el pasillo donde acababan las sepulturas en 1939".
Aunque las evidencias están basadas en testimonios de familiares, la antropóloga asegura que esta división de los represaliados se debía a que "los que confesaban se enterraban dentro del cementerio parroquial". El resto no tuvo la misma suerte y acabaron en la fosa común, junto a neonatos o mendigos.
En 2022 comenzaron las excavaciones en el cementerio civil, dando lugar al hallazgo de tan solo 12 de los 108 esqueletos. En El Paseo, como llaman los familiares a la fosa actualmente abierta (por sus 26 metros de largo), esperan encontrar al menos 70 cuerpos.
Los resultados, según la organización, están siendo buenos. Aunque por el paso tiempo el estado de los restos es "deficiente", pueden documentar género, edad y otros aspectos, como los signos de lesiones perimortem, que prueban que muchos de ellos sufrieron "muerte violenta". Por último, la antropóloga concluye en que "hay restos dentales de todos ellos, confiamos en que se puedan hacer las pruebas genéticas".
A sus 91 años, asegura que había vivido desesperanzada desde pequeña: "Uno aprende a callar". Hace poco, sin embargo, conoció que aún había lugar para el optimismo. "Me decían: van a empezar las exhumaciones", relata. La mujer no se lo creía, hasta que vio los primeros restos: "Ahora tengo esperanza".
Navacerrada recuerda la infancia junto a sus cinco hermanos. La situación de la familia, con su madre también presa en una cárcel franquista, hizo que desde una pronta edad solo tuvieran a su abuela. “Cuando le dijeron 'Facundo ha muerto' se cayó al suelo, se quedó allí muerta”, sostiene la propia Benita con lágrimas en sus ojos.
El antropólogo Roberto Fernández Suárez da algunas claves de la situación por la que pasaron las víctimas. Él, junto con otros compañeros, destapó y reunió testimonios que permiten entender la historia de los 108 represaliados en Colmenar Viejo.
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Los militares del régimen juzgaban a los denunciados y estos, muchas veces, se tenían que defender a sí mismos, lo cual era generalmente en vano. “Los consejos de guerra fueron sumarísimos; muy rápidos, no eran como los juicios de un estado democrático. No duraban ni cinco minutos, era terrible: mentira, culpable, muerte”, sostiene el antropólogo.
Ahonda en los motivos que solían justificar la condena: "Haber sido presidente de un sindicato, miembro de una colectividad, etc. Esos eran, más o menos, los motivos por los que se podría sufrir un Consejo de Guerra y acabar en fusilamiento".
La cruda realidad
Unos 25 kilómetros separan lo que antes eran dos pequeños pueblos, el de San Sebastián de los Reyes y el de Colmenar Viejo, una jornada entera de caminata que muchos familiares recorrían para ver a sus seres queridos antes de que se les ajusticiaba. Ella jamás llegó a hacer el tramo que separa ambos pueblos, "porque había que venir andando".
Navacerrada cree que encontrará algo de Facundo en esta fosa. Asegura que su hermana iba a ver a su padre "cuando estaba aquí preso", refiriéndose a Colmenar Viejo.
La mujer, de 91 años, sigue luchando con el conocimiento en primera persona de lo que sucedió durante la dictadura. Además, con la libertad de poder hablar sobre lo que durante muchos años tuvo que callar. "Me gustaría que estuvieran vivos todos ellos. ¡Cuánto me gustaría que estuvieran vivos!", reprocha a los victimarios.
Si los tuviera delante, tampoco se callaría. "Les preguntaría, ¿estáis contentos con lo que hicisteis? ¿Descansáis por la noche?". A su vez, asume que los asesinos de su padre ya no viven.
"En una guerra se matan unos a otros, pero luego no es de recibo decir '¡Tú, ponte ahí que yo te voy a matar!' O, como a mi padre, atarle a un camión y quemarle vivo. ¿En qué conciencia cabe eso?".
Entre lágrimas y tomando aire, finaliza:"Eso lo tenían que saber todos los niños, todos los jóvenes, todo el mundo. Para que sepan lo que hicieron”.
Memoria histórica
España sepulta en sus tierras el relato de un bando perdedor que, tras finalizar el enfrentamiento bélico en 1939, quedó con más de 114.000 víctimas en paradero desconocido. Esta cifra pertenece al Gobierno de España, aunque Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, considera que "se queda corta".
España aún tiene más de 4.000 fosas civiles en su territorio, entre ellas, según los expertos, puede haber repartidos hasta 150.000 cadáveres. Las víctimas, activistas y familiares llevan décadas pidiendo justicia y, como dijo en un homenaje a las víctimas el abogado Eduardo Ranz, quien ha conseguido la primera sentencia que autoriza la exhumación de Cuelgamuros, “gota a gota se llena la pila de la dignidad”.