Huir de espacios públicos, sobreanalizar cualquier situación, no poder ver el telediario por el sufrimiento que sienten al tener una empatía tan desarrollada, tener problemas a la hora de conocer a otras personas, terminar en el hospital por somatizar cualquier disgusto: estos son sólo algunos de los efectos a los que se enfrentan las llamadas Personas con Alta Sensibilidad (PAS), un rasgo de la personalidad algo desconocido para el gran público pero que, según apuntan los estudios, afecta a uno de cada cinco individuos.
Encarna Rodríguez, pedagoga, tiene 52 años y hace unos seis llegó a la determinación de que era PAS. "Poco después me puse a estudiar a los niños que tenían este rasgo, y ahí fue cuando me identifiqué totalmente con ello", asegura a EL ESPAÑOL. Poco a poco, se fue dando cuenta de que cumplía las cuatro características que suelen definir a este tipo de personas.
Por un lado, aseguran procesar la información de manera más intensa, lo que se traduce en estar dando vueltas a cualquier tema durante mucho tiempo. "Somos muy reflexivas", resume Rodríguez. Una alta empatía y emocionalidad también impactan de forma más exacerbada que en cualquier persona no PAS.
Según esta murciana, "aquí es donde tenemos más dificultades porque nos cuesta mucho más gestionar las emociones, tanto las agradables como las desagradables". Por eso, las PAS deben esforzarse por no quedarse anquilosadas en un enfado o en el temor que algo les produce. Intentan evitar el bloqueo que les conlleva.
La percepción de los gestos más sutiles también acompaña a este rasgo de personalidad que está presente, como mínimo, en el 20% de la población, tal y como apuntan diversos estudios. "La manera en que procesamos la información nos hace que los cinco sentidos estén más desarrollados, como los olores de las texturas, el tacto de los tejidos o el disfrute con la música", explica la propia Rodríguez.
[La 'difícil' vida de la familia con niños con altas capacidades: "No es fácil educarlos en España"]
La consecuencia de estos tres aspectos conduce, ineludiblemente, a un cuarto: la sobresaturación. Por eso, muchas PAS sufren un estrés que tan solo son capaces de apaciguar cuando encuentran la respuesta a su por qué, y aun así deben trabajarlo en el largo plazo para que no les paralice.
Una respuesta a por qué ser diferente
"Nuestra empatía y emocionalidad nos hace que muchas veces no podamos ni ver el telediario porque vivimos lo que le sucede a otras personas como si nos sucediera a nosotras o a alguien cercano”, desarrolla Rodríguez. Ella, por ejemplo, ha encontrado en la meditación un escape, pero también en el contacto con la naturaleza.
Este rasgo de la personalidad también puede llegar a pasar factura a nivel social. "Yo no voy diciendo por ahí que soy PAS. Si alguien me dice que soy exagerada o que me tomo las cosas a la tremenda, ahora que conozco por qué soy así, lo explico", determina esta pedagoga de Murcia.
Tamara Montero tiene 26 años, vive en Valencia y trabaja de informática. En su caso, siempre ha tenido la percepción de ser algo diferente a los demás, salirse de lo común. "Yo me enteré que el rasgo existía cuando fui a una consulta psicológica por otros motivos y, ligeramente, me mencionaron el término, pero tampoco sin hacer mucho hincapié", introduce.
Así fue el inicio de esta joven que, poco a poco, fue encontrando más y más información sobre las PAS. "Me empezaron a encajar muchas piezas que hasta entonces no comprendía, y de pronto encontré la asociación de aquí, a la que pertenezco desde hace casi dos años", añade Montero. Se refiere a la Asociación de Personas con Alta Sensibilidad de Valencia, homóloga de la de Murcia, a la que pertenece Rodríguez.
Pero a Montero, el hecho de ser PAS le ha granjeado algunas malas experiencias. "A mí me molestan ciertos ruidos y algunos tipos de luz, por ejemplo. Se dan situaciones en las que me agobio o estoy incómoda", ilustra. Sí encontró un alivio al cerciorarse de que esto que le ocurre también está presente en muchas otras personas. "No es que tenga ningún problema ni nada, no es cosa mía. Cuando lo supe, me empecé a reconciliar un poco conmigo misma", dice al respecto.
A nivel social, esta joven veía cómo tenía una forma diferente a la hora de comportarse, actitudes diferentes como que no le produjera gracia todo lo que a los demás sí. "Tampoco tengo especial interés en seguir las tendencias de la gente normal, yo voy a la mía, aunque eso implique salirse del círculo. Ahora estoy segura de que no es que sea asocial, es que tengo otra forma de socializar", afirma Montero. En este sentido, la falta de empatía es una cualidad que esta conquense afincada en Valencia se suele encontrar en otras personas.
Un escudo para reservar la vida personal
Luis Molina-Niñirola también es de Murcia y acepta haber sabido que no era como los demás desde siempre, aunque no fue capaz de ponerle nombre hasta hace cuatro años. A sus 71 años, a pesar de considerarse una persona extrovertida, caía en la cuenta de que, en ocasiones, podía ser raro y difícil de llevar. "A pesar de eso, tú sigues viviendo con tu forma de ser. Quizá, como hacemos todos, pones un escudo, de manera que tu vida personal la reservas y preservas, y así va pasando el tiempo", dice.
El constante sobreanálisis que las PAS realizan hace que no puedan disfrutar de momentos en los que otras personas sí encuentran distensión. "Si estoy sentado en un bar con alguien, al mismo tiempo de escuchar la conversación, yo me estoy dando cuenta de cómo el jefe trata al camarero, qué hace un perro que hay al lado o si un coche quiere aparcar en esa calle", ejemplifica Molina-Niñirola.
Es decir, la recepción de tanta información y su procesamiento tan intenso hace que, con frecuencia, las PAS lleguen a saturarse. "Esto te hace sentir mal porque todo el mundo lo aguanta y disfruta, pero a mí me sobrepasa", añade.
De esta forma, Molina-Niñirola rehúye acudir a espacios con mucho público, conciertos, partidos de fútbol y manifestaciones, entre tantas otras actividades. "Si a eso le unes que otro pilar de las PAS es que somos emocionales y empatizamos con las cosas mucho más que los demás, te ves envuelto en una serie de sentimiento y emociones que a veces no son deseadas", completa.
En el caso de Molina-Niñirola, su mujer también es una PAS, por lo que viven en una burbuja de afecto. "Esto nos ha hecho vivir de forma gozosa, casi parapetándonos de los demás, teniendo amigos que confluyen muy bien con nosotros, y hemos conseguido una cosa muy agradable", apostilla el murciano.
Incredulidad por parte de los allegados
Mila Casanova pertenece a la misma Asociación de PAS que Montero. Ahora tiene 53 años y hace unos ocho que es consciente de que también tiene Alta Sensibilidad. "Desde pequeñita no toleraba los ruidos ni los gritos. Me afectaban muchísimo las broncas, la música alta, las aglomeraciones y, si alguien me reñía, me pillaba unos disgustos y lloros que no eran normales. Siempre he sido muy emocional", incide esta abogada de profesión.
La necesidad de tranquilidad constante ha hecho que, a lo largo de su vida, no tuviera demasiados amigos. "En cambio, me gusta mucho el arte y la música, aficiones algo más reposadas que salir a comer fuera o tomar algo en un bar", explica en sus propios términos. En cuanto pudo, le contó a sus allegados su condición: "Mi círculo más cercano no se lo creyó, no me hicieron caso. Pensaban que era una cosa más que me había inventado y tampoco se interesaron por estudiar el rasgo o saber si era verdad o no".
En cambio, esa reacción fue la que ya esperaba Casanova, quien ha llegado a acudir al hospital de la emoción que le embargaba tras pillar cualquier disgusto. "Somos mucho de somatizar las emociones porque son tan intensas que el cuerpo lo acusa. Los psicólogos de la Asociación nos ayudan a anticiparnos a ello para evitar que llegue a esos extremos", incide esta letrada.
[El cerebro necesita emocionarse para votar: así 'jugarán' los candidatos con nuestros sentimientos]
Por el momento, muchas de estas PAS han encontrado en sus asociaciones regionales un espacio en el que poder mostrarse tal y como son, dejando apartada esa coraza que tienen de puertas para fuera, al menos durante unos minutos. A pesar de que algunas voces autorizadas desde la psicología critiquen realmente la existencia de este rasgo de personalidad, Casanova considera que solo es cuestión de tiempo su total aceptación:
"En todas las profesiones hay reticencias a este tipo de avances. Cuando éramos jóvenes, a los zurdos nos ataban la mano para escribir con la derecha, algo impensable hoy en día. Yo creo que con las PAS pasará lo mismo. Hasta dentro de dos décadas no se normalizará", concluye.