A Juan le solían decir con cierta guasa que acabaría en la NASA y aquel chascarrillo se ha convertido en realidad. El próximo 3 de septiembre, este veinteañero con altas capacidades se subirá en un avión para 'cruzar el charco' para empezar a trabajar en el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena: un centro especializado en robótica espacial que está financiado por la NASA (National Aeronautics and Space Administration).
"En el instituto me llamaban 'Baby' y en casa siempre me han dicho 'Juanito', pero creo que ahora ya me he graduado como Juan", tal y como bromea este joven, tratando de quitarle hierro a su fichaje por el 'Tío Sam' con 22 años.
El sempiterno rostro imberbe de Juan García Bonilla (Linares, 2000) le valió ese mote cariñoso entre sus compañeros de clase en el instituto Cástulo, donde sus profesores y el psicólogo del centro se dieron cuenta de que 'Baby' tenía una inteligencia más propia de un científico veterano que de un adolescente que se afana en buscar su identidad y forjar su personalidad.
"Se me daban bien las Matemáticas y la Física", resume con humildad este estudiante, que es tan sobresaliente, que con solo 16 años ya estaba cursando una Ingeniería Aeroespacial en la Universidad Carlos III de Madrid.
- ¿Por qué decidió estudiar Ingeniería Aeroespacial?
- Juan: Estaba buscando una carrera entretenida y que fuese algo difícil.
Esa búsqueda comenzó con 14 años cuando sus padres se lo llevaron de excursión a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. "Había una exposición sobre satélites y me pareció que era algo tan complicado que yo quería formar parte de algo así", según explica este ingeniero aeroespacial, mostrando la misma ilusión que un niño que mira por primera vez un cielo plagado de estrellas. "Todo el Sistema Solar es un tesoro". Y a partir de ahora, Juan podrá ayudar a la NASA a explorarlo, poniendo su intelecto al servicio del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena.
- ¿Cómo se dieron cuenta de sus altas capacidades?
- Juan: El psicólogo del instituto Cástulo estaba haciendo una investigación sobre personas con altas capacidades y parte de su trabajo era desarrollar un programa para estos estudiantes. Fueron cogiendo a los cinco o seis mejores alumnos de cada clase y nos hicieron pruebas de inteligencia.
Por aquel entonces, Juan terminaba "en cinco minutos" todas las tareas de una asignatura 'coco' como las Matemáticas. "Cuando acababa, me quedaba mirando a la pared, o peor, distrayendo a mis compañeros", recuerda entre risas este vecino de Linares: la ciudad jienense que antaño fabricaba el mítico Land Rover Santana y que ahora vive un duro ocaso industrial.
Los resultados de sus pruebas fueron tan buenos que le pasaron de una tacada de segundo a cuarto de la ESO. "El adelantarme un curso me vino bien porque me enseñó a estudiar. Hasta entonces no sabía hacerlo porque no me costaba: era como ir al gimnasio y levantar poco peso".
El programa de aceleración para alumnos con altas capacidades del IES Cástulo, le cambió la vida a 'Juanito': el hijo de Juan Carlos García, director de recursos humanos de Gestamp, y de Alicia Bonilla, responsable de la asesoría Surpyme. De 'Juanito', como le llamaban sus familiares, siempre habían sospechado que tenía una inteligencia inusual desde que solo era un niño que correteaba por el patio del Colegio Europa y por la ermita de la Virgen de Linarejos. "Mis padres siempre me han apoyado: empecé la universidad con 16 años", subraya agradecido.
- ¿Se sintió como un 'bicho raro' en el instituto por sus altas capacidades o en la universidad por ser el más pequeño de clase?
- Juan: Encajé bastante bien con el primer grupo de gente con el que estuve en clase y encajé mejor todavía con los amigos que hice cuando me pasaron a cuarto de la ESO. Aunque la verdad es que me sentía diferente porque era al que habían adelantado de curso, tenía cara de muy niño, y luego salí del armario que eso no ayuda mucho. Pero siempre me sentí muy a gusto en el instituto Cástulo y querido y apoyado por todo el claustro de profesores.
En la Universidad Carlos III, al principio, yo no decía cuál era mi edad, dejaba que la gente me conociese y descubriese los años que tenía y mis altas capacidades. Yo quería que me juzgasen y que fuesen mis amigos por mi personalidad más que por cualquier otra cosa. En Madrid tampoco tuve problemas porque empecé en una residencia con unos 300 alumnos y allí hice un grupo bueno de amigos.
El talento de Juan le llevó a formar parte del equipo STAR [Student Team for Aerospace and Rocketry]: un proyecto de estudiantes de distintos grados de ingeniería de la Universidad Carlos III de Madrid que construye y lanza cohetes a escala. La carrera espacial conquistó los sueños de aquel estudiante de instituto al que le "frustraba" que no existiera "una forma exacta" de analizar un poema en la asignatura de Literatura, pero que disfrutaba pasando las horas para resolver con exactitud un enrevesado problema de Matemáticas "hasta encajar todas las piezas del puzle".
Tan bueno es el currículum académico de este linarense que tras acabar la carrera de Ingeniería Aeroespacial, la Fundación la Caixa le dio una beca para marcharse a la Universidad Tecnológica de Delft (Países Bajos) a realizar un Máster en Exploración Espacial: "Es un posgrado único en Europa sobre astrodinámica, para estudiar el movimiento de los planetas, y ciencias planetarias, para entender el sistema solar".
Este máster se ha convertido en la antesala de su fichaje por la NASA con solo 22 años. "Tuve mucha suerte para estudiar mi posgrado en Holanda porque pude hablar con el equipo de la Caixa, les expliqué que quería hacer una visita de unos meses al Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, para que formase parte de mis estudios, y ellos me ayudaron porque necesitaba financiación externa", resalta agradecido Juan.
Después de enviar "treinta correos" a este centro especializado en robótica espacial de Los Ángeles donde fue diseñado el Rover Perseverance, el robot encargado del primer estudio científico de Marte, a Juan le concedieron unas prácticas durante un semestre y su trabajo gustó tanto que lo han contratado. "En cuanto acabe mi máster me incorporo como miembro estable del Jet Propulsion Laboratory". Su incorporación a la plantilla se producirá el próximo 11 de septiembre, después de pasar una criba de once entrevistas.
- ¿En qué consistirá su labor en este laboratorio que está financiado por la NASA?
- Juan: Trabajaré en el Darts Laboratory con un grupo de investigadores que desarrollan una pieza de software para simular las misiones que la NASA quiere desarrollar en el espacio. Por ejemplo, si vas a lanzar un helicóptero en Marte como se hizo con el último Rover, con ese software modelamos cómo el helicóptero interactúa con el Rover [Perseverance], cómo giran las hélices, la aerodinámica para volar… Yo entraré en el equipo de desarrolladores. Mi rol será de ingeniero de simulación para programar este software.
- ¿Qué sueño le gustaría hacer realidad dentro de la NASA?
- Mi objetivo principal es no aburrirme en mi trabajo. Me gustaría que mi trabajo siempre me pareciese igual de nuevo y excitante como ahora, para ayudar a una misión que haga ciencia por el universo. Se me ponen los pelos de punta, solo de pensarlo. Todo el Sistema Solar me parece interesante.
- ¿Qué le dicen sus padres de su fichaje por la NASA?
- Mis padres no pueden estar más orgullosos de mí, aunque les da mucha pena que me vaya a la otra punta del mundo. La gente que me conocía siempre gastaba la broma de que yo acabaría en la NASA porque estaba con los cohetes en la universidad y la broma se ha convertido en realidad.
- ¿Qué va a echar en la maleta?
- Toda mi vida; no tengo más remedio. Un paquete de jamón, a ver si me lo dejan pasar, y muchas fotos (risas).
Antes de emprender esta misión profesional que le supondrá dejar atrás a su familia, a sus amigos, y cambiar de país, Juan se está cargando de energía positiva. Para ello se ha desplazado a la localidad natal de su madre a disfrutar de las fiestas patronales de Ledanca (Guadalajara). "Es uno de esos pueblos que te marcan en los veranos porque mis padres me dejaban dos meses con los abuelos y eso sacó mi rama más extrovertida: de 'echado para adelante', para que el mundo me diese menos miedo".
También está exprimiendo el tiempo por Linares: la ciudad jienense por la que siendo un niño ha paseado de la mano de su abuela, Juana, de camino a la mítica tienda de 'Juanito de los Caramelos' a comprarse unas chucherías, o donde ha crecido disfrutando del afamado tapeo de bares como El Dédalo, El Jamón, La Taberna Lagartijo...
"Para mucha gente ha sido un orgullo que el sistema público educativo haya llevando a un linarense a la NASA", reflexiona Juan, consciente de la grave crisis laboral que sufre Linares, convertida en la tercera ciudad con más paro de España (25,9%), según los Indicadores Urbanos del INE, y con una pérdida del 7,5% de su población.
- ¿Cómo ve un veinteañero con un futuro tan prometedor la situación que está atravesando su ciudad natal?
- Juan: Creo que todas estas dificultades que estamos pasando han sacado en la gente una defensa de su ciudad, unas ganas de montar cosas nuevas para que Linares no se vaya por el retrete y creo que esas ganas se van a ir materializando de alguna manera en un cambio. Linares se ha llevado muchos palos y siempre se ha ido reinventando: de una ciudad minera a una industrial, a una de servicios...
Ahora se están abriendo empresas muy chulas de ingeniería, no van a dar trabajo a todo el mundo, pero quizás, Linares se está reinventando como un hub tecnológico en mitad de la provincia de Jaén. Hay gente moviéndose, haciendo cosas y con ganas de defender Linares y confío en que Linares siempre sea mi casa y siempre pueda volver.
De hecho, cuando adquiera experiencia en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, este ingeniero aeroespacial asegura que espera tener la oportunidad de regresar para que su formación revierta en su país: "Quiero trabajar en el sector público de la ciencia, no quiero llevar mis habilidades a un sector privado que trabaje por beneficios, sino trabajar en una agencia espacial que trabaje para descubrir qué hay en Marte o en la Luna. Creo que eso es algo que me ayudaría a dormir por las noches".
Posiblemente, cuando Juan regrese seguirá luciendo ese mismo rostro de chiquillo que en el instituto Cástulo le valió el apodo de 'Baby': "Por mucho que tenga 22 años, sigo teniendo cara de niño, pero lo llevo como bandera para que nadie lo pueda usar contra mí".