Maria Grazia Chiuri, diseñadora de Dior, se plantó un día en la tienda de Abanicos Carbonell de Valencia. La familia grabó un vídeo de aquella visita. La creativa de la firma francesa se exhibe encantada con las creaciones de la empresa bicentenaria, a la que encargó los abanicos para un desfile de la marca en Sevilla. Allí acudió Paula Carbonell, la quinta generación de la familia fundadora.
Ella es quien pinta sobre la seda de cada pieza. No trabajan ningún otro tipo de tela. Se pinta, se fija y se plancha con la máxima delicadeza antes de montar el abanico.
La de Dior fue la última de las conquistas en la alta costura, tras haber producido antes abanicos para otras grandes de la moda como Loewe, Armani, Hugo Boss o Loro Piana. Han sido muchas otras sus colaboraciones en sus veinte décadas de historia. Desde Galerías Preciados hasta El Corte Inglés, pasando por el Museo del Prado.
Pero su tienda, al margen de los diseños selectos para marcas, también vende directamente al público, tanto a precios asequibles como prohibitivos. Disponen unidades desde los 2 hasta los 12.000 euros, un amplio abanico de precios.
Repasa para El Español la historia de la empresa Asunción Elorza, la madre de Paula. Lo hace en su primer día de vacaciones, que serán las últimas porque este año se jubila. "Yo soy solo una abaniquera consorte, todo lo hace mi hija", expone humilde. Pero se trata del cerebro financiero de la compañía en su última etapa, de una gran expansión internacional.
Asunción es quien guarda bajo llave los secretos contables de la empresa. "No decimos nuestra facturación ni ningún otro dato de ingresos", espeta. Le advertimos de que husmearemos en el Registro Mercantil, pero no hay ni rastro de las cuentas en los principales buscadores oficiales. Nos quedamos sin saber cuán beneficioso es producir abanicos para Armani, Loewe o Dior.
"También lo hemos pasado mal", apunta sobre la pandemia. Como no podía ser de otra manera, los abanicos no fueron incluidos entre los artículos de primera necesidad. Las ventas se detuvieron por completo. "Pero salimos adelante", subraya. Este año recibió el premio Mejor Trayectoria Artesanal que brinda el Círculo Fortuny.
Arturo Carbonell fue el fundador de Abanicos Carbonell CB. Compró en 1864 una antigua fábrica de abanicos que había iniciado su andadura en 1810. "La supo dirigir y convertir en todo un referente de éxito", explica la empresa. Le relevó su hijo Arturo Carbonell Requena, y después lo haría su nieto José Carbonell Peydró.
Guillermo Carbonell (el marido de Asunción) fue el representante de la cuarta generación que se puso al frente, y quien recientemente ha dejado paso a Paula Carbonell, la quinta.
Las piezas de Abanicos Carbonell son 100% artesanales, fabricadas por completo en el taller de Valencia. "Todo, menos algunos tipos de maderas que no tenemos aquí, como el ébano o el palo santo, es de origen nacional. Son abanicos 100% españoles. Nosotros no importamos el varillaje hecho, como hacen algunas marcas", subraya.
Se trata de un producto de alta calidad "que ha hecho que los abanicos hayan salido de España a países tan lejanos como Japón o Filipinas". "Son piezas únicas que han llegado a ser expuestas en museos de España o Francia", remarca.
A lo largo de los años, la sede de Abanicos Carbonell ha cambiado de ubicación, pero siempre en la ciudad de Valencia. Estuvo en la calle Guillem de Castro, en la Gran Vía Marqués del Turia, la calle Martí y en la de San Vicente. En la actualidad se encuentra en la calle Castellón en pleno centro de la capital valenciana.