Vivir en un pueblo sin niños es saber que ese pueblo está condenado a desaparecer. Es habitar espacios sin futuro, y con un presente menguante: al pueblo le queda el tiempo que los vecinos tarden en irse de allí o en fallecer. Así, mirando por la ventana a unas calles sin promesas amanecen cada día miles de españoles. No tienen una vida cómoda, pero muchos tampoco quieren salir de las costuras de su pueblo para que no se deshilache del todo. Otros no pueden.

Según datos del Padrón Municipal, en el año 2022 hasta 1075 pueblos de nuestra geografía (un 13’2% del total) no tenían un solo niño por debajo de los 5 años. Y, según la Secretaría General para el Reto Demográfico, 454 no tenían menores en edad escolar, quedándose por tanto sin el necesario relevo generacional. La cifra es dura: uno de cada 18. Los nombres de todos ellos nos traen ecos de vacaciones de infancia, imágenes de calles en cuesta y exuberantes macetas tras las rejas voladizas de las casas.

Estos son sólo algunos de ellos: Masegoso (Albacete), Aveinte (Ávila), Arandilla del Arroyo (Cuenca), Illán de Vacas (Toledo), Castillonuevo (Navarra), Gimialcón (Ávila), Hoyos de Miguel Muñoz (Ávila), Villarroya (La Rioja) o Villar de Corneja (Ávila). Con la alcaldesa de este último, Carmen Hernández Rollán, ha hablado EL ESPAÑOL, y esto es lo que respondía cuando le preguntábamos desde cuándo no habitan niños su pueblo:

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—Los niños nuestros son todos mayores (dice con humor). Se han bautizado niños aquí, pero hace aproximadamente 60 años que no nace un niño.

P.- ¿Y no hay visos de que vaya a haber algún nacimiento?

R.- Uy, qué va. Si son todas (las mujeres) de 80 para arriba. A menos que venga gente de fuera, que es lo que nos gustaría. Y que viera lo bonitos que son estos pueblos.

Carmen, además de la alcaldesa, es oriunda del pueblo, donde hay censados 32 vecinos, pero viven "unos 15 o 16" durante los largos meses de invierno. "Yo nací aquí, y también mis hermanos, mis padres y mis abuelos. Todos somos del Villar. Hemos procurado quedarnos con alguna finca de los padres para hacernos nuestra casita, pero el pueblo va a desaparecer no tardando mucho. Este pueblo en tres o cuatro años desaparece".

Un pueblo abandonado de España.

Es la eterna paradoja que arrastra el manoseado binomio de la España vaciada: los pueblos pequeños se quedan solos y sus habitantes huyen a otros más grandes en pos de servicios, hasta que estos también se saturan. Lo lamenta así Leticia Martín González, alcaldesa de San Juan del Olmo, también de la provincia de Ávila: "Te voy a ser sincerísima. Yo soy vecina de aquí, mis padres tienen un negocio de hostelería en el pueblo y yo vengo al pueblo y me muevo en San Juan del Olmo. Pero creo que es muy difícil que alguien se quede aquí a hacer vida diaria, porque estos municipios carecen de todo tipo de servicios".

Por ejemplo, mientras mantenemos la conversación con Leticia, la cobertura falla de continuo: "Ahora mismo me dice usted todo el tiempo que se entrecorta, y a mí también me pasa; la gente no puede venir a trabajar ni a teletrabajar por esto mismo. Tenemos problemas con el agua también, no hay médico, ni botiquín... Nos pasa de todo para no venir".

Hace un tiempo, nos cuenta, una familia llegó al pueblo: era un matrimonio con su hijo, y al poco tiempo nació su segundo. Pero se fueron. El colegio más cercano les quedaba a quince kilómetros por difíciles carreteras, y el pueblo carece de servicio de autobús escolar: "La España vaciada suena muy bonito cuando dan un mitín en la tele, pero cuando lo vives desde dentro la realidad es que nadie hace nada por estos municipios pequeñitos", protesta la intendente.

El presupuesto del otro pueblo al que hemos llamado, Villar de Corneja, es, sin ir más lejos, de 12000 euros: "Tú dime, ¿con 12 mil euros al año qué se hace? Al ser un pueblo pequeño el problema que tenemos es que no se nos ayuda por parte de los organismos oficiales; tanto tienes, tanto te damos. Nos gustaría ofrecer más cosas, pero no podemos hacer milagros: lo que tenemos son unas rutas turísticas preciosas, una tranquilidad enorme y un paisaje precioso. Y la gente es súper acogedora, pero no es suficiente", señala Carmen.

Por último, Leticia añade: "Nosotros en cuatro años hemos perdido 30 personas. De 105 que éramos en 2019 ahora somos 82, y eso que algunos se han empadronado nuevos. Uno de los motivos por los que me he puesto en el ayuntamiento es porque no se puede dejar que vayan desapareciendo estos pueblitos pequeños".

La peligrosa deriva demográfica

Los pueblos tienen una casuística aún más singular, como describían las alcaldesas, pero se ven igualmente afectados por la deriva demográfica actual: la natalidad registra nuevos mínimos cada año, y actualmente la media de nacimientos por mujer es de 1’3, un punto por debajo de la media mundial.

Una mujer camina sola por las calles de un pueblo de Castilla y León Miriam Chacón ICAL

Por eso, la conversación con Alejandro Macarrón, el coordinador del Observartorio Demográfico del CEU, comienza con esta coplilla que recita y que leyó en Fontibre, el pueblo donde nace el Ebro: "'Ya no hay niños en los pueblos que alegren la primavera, sólo quedan los abuelos contemplando su vejera’. Es verdaderamente triste".

El experto demógrafo analiza para este periódico el imparable descenso de la natalidad en nuestro país: "Esto es una tendencia que viene de lejos, pero desde hace unos 40 años ha empezado el problema real al haber menos menos nacimientos que los necesarios para el reemplazo generacional. ¿Por qué pasa esto? Es una suma de causas".

Entre ellas, subraya, se encuentran "el estilo de vida moderno, los valores, la incorporación de la mujer al mundo laboral y la falta de incentivos para la natalidad". En cuanto a la primera, Macarrón señala que los españoles "queremos tener hijos, pero los tenemos muy mayores" al prolongarse la juventud hoy día más tiempo: "Hay un elemento que antes no existía y es que ahora todo el mundo tiene educación superior. La gente antes a los 15 o 16 años ya eran adultos de facto, trabajaban y podían casarse más pronto".

En su opinión, la educación universitaria es lógicamente positiva, pero nos retrasa: "A lo mejor había que intentar acortar un poco el ciclo educativo, porque desde que nacemos hasta que dejamos de estudiar pasan 24, 25 o 26 años".

Las tasas de divorcio y el decrecimiento de los matrimonios también son un factor a tener en cuenta: "La mitad de la gente ya no se casa nunca. Y de los que lo hacen, aproximadamente la mitad se divorcian. Eso tiene una incidencia en la natalidad muy grande, porque muchos se divorcian antes de tener un niño. Y si tienen uno solo, ya no tienen más".

Además, indica que España es un país "débilmente creyente" y que otras sociedades mayoritariamente religiosas, como la estadounidense, tienen entre sus prioridades la de "formar familias cristianas con hijos" y, por tanto, ostentan una tasa de natalidad mayor.

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A este cóctel hay que añadirle las dificultades económicas, la falta de recursos y la difícil emancipación de muchos jóvenes. Y, por supuesto, todo el camino que queda por recorrer en materia de conciliación: "La compatibilización de trabajo fuera del hogar y la maternidad es una asignatura pendiente de todo occidente".

Pero, en resumen, opina el experto, "tenemos menos niños porque queremos tener menos niños". A lo que añade: "Antes tener niños era un deseo prioritario para las mujeres y también para los hombres y ahora tener descendencia ya es muy secundario. O suele ser secundario hasta que ya no eres tan joven. Mucha gente quiere tener niños cuando ya no es tan joven y entonces le cuesta tenerlos".

Además, en el caso de los pueblos de nuestra España vaciada, tal y como señala el coordinador del Observatorio Demográfico del CEU, "es más difícil encontrar pareja por el hecho de vivir más aislado".

Consecuencias de la despoblación

La consecuencia más grave que acarrea la caída de la natalidad y la progresiva despoblación de nuestras aldeas es la inversión de la pirámide de población. El demógrafo advierte de que "al dejar de haber niños y jóvenes y gente en edad de trabajar, la sociedad se llena de mayores", lo que nos plantea "un dilema terrible: o la sociedad se empobrece a lo bestia para cubrir bien a los ancianos o los ancianos están desatendidos".

Por eso, urge ponerse manos a la obra y, bajo su punto de vista, la concienciación aquí es clave, al igual que sucede con el cambio climático: "En las encuestas del CIS se pregunta a los españoles desde hace décadas cuáles son los problemas de España y nunca ha salido éste. Y yo tampoco recuerdo ningún discurso, por irnos al otro extremo de la pirámide social, que es el Rey, en el que hable de este asunto. Claro, si no se habla de esto tenemos un problema".

Junto a la concienciación, la resolución del resto de problemas tienen que venir de la mano: los incentivos a la natalidad y las políticas reales de conciliación están al comienzo de la lista de pendientes.

Cabanillas del Campo, el pueblo que tiene más empleos que habitantes.

Volver al pueblo

Más allá de las necesarias políticas públicas, organizaciones como la Confederación de Centros de Desarrollo Rural y su iniciativa volveralpueblo.org luchan diariamente por favorecer la vuelta a los pueblos y el resurgir de la vida en ellos. Durante todo el año 2022 hasta 295 personas (181 adultos y 114 menores) se fueron a vivir al medio rural con su asesoramiento y gracias a la red de recursos que despliegan: terrenos, ofertas de empleo y de negocios y búsqueda de vivienda.

Desde que lanzaron su plataforma han recibido casi 27 mil consultas y van multiplicando los asentamientos, como llaman a estas migraciones. Y dentro de los interesados en mudar la vida a un entorno rural, un 77’5% son españoles, lo que demuestra que existe un interés por volver a nuestros pueblos, siempre que la vida en ellos sea posible. Quienes lo hacen, encuentran en ellos tres tiempos: el presente, el futuro, y también un pasado que explica quiénes somos. Y así lo expresaba Leticia Martín, la alcaldesa de San Juan del Olmo: "No nos damos cuenta pero nuestras raíces están aquí".