Una búsqueda por la palabra “Japón” en el portal del INE donde se muestra la distribución territorial de los apellidos en España arroja un total de 1.924 resultados entre el primero y el segundo. La mayoría de estos Japón se encuentran en la provincia de Sevilla. Y de estos, 711 se concentran en el pequeño municipio de Coria del Río (30.657 habitantes), según el último censo del Ayuntamiento.
Los Japón de Coria no tienen los ojos achinados. Ni siquiera hablan japonés, ni –para su decepción– en su ADN se han encontrado trazas genéticas del Extremo Oriente. Pero son los vestigios vivos de un hecho acaecido hace más de cinco siglos que pasó desapercibido en los libros de historia durante cientos de años: en 1614, el samurái Hasekura Tsunenaga junto a otros 21 compatriotas y el franciscano español fray Luis Sotelo pusieron pie en Coria del Río procedentes de Japón para ser recibidos en audiencia por el rey Felipe III y el papa Paulo V en Roma.
Su objetivo era negociar la participación de Japón en la ruta comercial del Galeón de Manila, la línea que unía por el Pacífico las Filipinas españolas con el virreinato de Nueva España, actual México. Además, los nipones, impulsados por el fraile Sotelo, pretendían que el pontífice bendijese y promoviese la evangelización de Japón. La misión fracasó cuando, mientras se desarrollaba el viaje, se desató una brutal persecución contra los cristianos en el país.
Hasekura volvió a Japón en 1620 y murió en el olvido dos años después. Por su parte, los últimos samuráis que compusieron aquella expedición abandonaron Coria del Río 30 años después de su llegada, en 1644. Pero algunos dejaron descendencia, al menos simbólica, consolidando el insólito apellido Japón en este rincón a orillas del Guadalquivir, además de una apasionante historia genealógica que une la isla del sol naciente con este pueblo sevillano.
Más de 400 años después de aquellos hechos, en Coria del Río late con más fuerza que nunca el sentimiento de amistad con Japón. Es, de hecho, donde vive la comunidad más japonófila de España, y posiblemente, una de las más respetadas por los japoneses en todo el mundo.
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Los 711 Japón de Coria celebran las fiestas tradicionales del país nipón, editan libros que relatan su particular historia y sus vínculos con los samuráis de la Edad Moderna, esgrimen con orgullo sus raíces orientales e incluso destilan su propio sake. En los márgenes del río, se levanta hasta un torii (la puerta vacía en forma de doble T, típica de la cultura nipona), una estatua de Hasekura, se pueden ver inscripciones en japonés y también azulejos que no retratan a vírgenes, sino a samuráis.
“Un Japón de Coria no va a Japón, en todo caso, vuelve”, dice con orgullo Sebastián Cordero Salas-Japón, que junto a varios corienses que comparten su apellido, se reúnen en una cafetería del embarcadero del pueblo para recibir a EL ESPAÑOL bajo el sol sevillano de agosto.
Tanto Sebastián como Juan Manuel Suárez Japón, Ángeles Palma Japón o Gabriel Japón, forman parte de la Asociación Hasekura, fundada en 1997. Recibe su nombre por el samurái que encabezó aquella primera embajada, llamada Keicho. La asociación es el principal canal de todas las actividades que recuerdan el legado japonés de Coria del Río, y se ha constituido como la organización privada más activa en España en la promoción de la amistad hispano-japonesa.
Es a través de ella por la que se han puesto en marcha iniciativas como la del Toro Nagashi, una ceremonia por el día japonés de los difuntos que se celebró el pasado 15 de agosto: el Guadalquivir se llenó de cerca de 3.500 farolillos flotantes que reunieron a gente venida de toda España y algunos turistas extranjeros para formar parte de esta tradición japonesa.
Bautizados como Japón
Mucho antes de la existencia de la asociación, los Japón de Coria del Río convivieron con su apellido como una rareza que nadie había sabido explicar. Durante siglos, a medida que una generación sustituía a otra, la historia del origen del nombre se fue difuminando. Para ellos, ser Japón siempre estuvo ligado a Coria, pero nunca supieron por qué.
“En la Guerra Civil, cuando los periódicos publicaban el parte de muertos y aparecía un Japón, mi abuela decía: ‘¡Este seguro que es de Coria!’”, recuerda en este sentido Sebastián. “Todo el mundo decía que algo tenía que haber, pero nadie sabía qué, ni nadie se puso a investigarlo”, prosigue.
En 1980, el escritor japonés Shūsaku Endō publicó la novela histórica El Samurái, en la que relató con una escrupulosa documentación la embajada japonesa a España y su relación con Coria del Río. El entonces agregado cultural español en Naciones Unidas se hizo con una copia del libro en inglés, y dio a conocer la historia en el pueblo por primera vez, después de siglos en que los registros de aquel viaje habían permanecido enterrados en polvo y extraviados en algún archivo de indias.
El Samurái relataba con todo lujo de detalles cómo, alentados por fray Luis Sotelo, entonces encargado de la evangelización en el shōgun (señorío feudal) de Tokio. Junto al religioso, Hasekura y sus 21 samuráis partieron primero a Nueva España por la ruta del Pacífico, desembarcaron en Acapulco y, tras establecer contactos en el virreinato español, cruzaron el Atlántico hasta Coria del Río.
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De forma paralela, el embajador japonés en España entre 1981 y 1984, Eikichi Hayashiya, viajó a Coria del Río, descubrió la comunidad de los Japón y, animado por encontrar descendientes de Hasekura y sus compañeros samuráis, envió a investigadores nipones para que se pusieran sobre la pista.
Tras la reaparición de la historia original, la parte española también se puso manos a la obra. El historiador José de Contreras Rodríguez y su hijo José de Contreras Saro elaboraron un informe genealógico a partir de 16.000 documentos conocido como “Memoria de Keicho”. El estudio reveló que el apellido Japón procedía de Bartolomé Rodríguez Japón, quien comenzó a usar este apodo después de viajar a América para comerciar, años antes de la llegada de los samuráis a Coria del Río.
Las investigaciones también dieron con que la primera persona registrada con este apellido en las partidas de bautismo de Coria del Río fue Catalina Japón, una coriana nacida a mediados del siglo XVII, años después del regreso de los samuráis.
“Lo que concluyen los estudios es que el apellido se impuso como un topónimo, influido sin duda por la presencia de los samuráis en Coria. Los curas bautizaron como Japón a todos aquellos que hubieran tenido algún vínculo genealógico o de otra naturaleza con los japoneses que estuvieron aquí”, afirma el catedrático y expolítico Juan Manuel Suárez Japón, autor, entre otros, de los libros Japones y Japoneses a orillas del Guadalquivir, De Sendai a Coria del Río: historias de japoneses y Japones o de la novela La katana perdida.
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Sobre corianos apellidados Japón que fuesen contemporáneos de la embajada Keicho no hay registros: “Los libros de partidas de bautismo de la primera mitad del siglo XVII no están, han desaparecido”, explica al respecto Antonio Bizcocho Pacheco, delegado especial de Turismo y Relaciones con Japón del Ayuntamiento, que exhibe con orgullo su tarjeta de visita en español y japonés.
Sin embargo, la incógnita que más urgía resolver era si los Japón de Coria del Río eran realmente japoneses. El bioquímico y profesor de la Universidad de Nagoya Toshimichi Yamamoto, en colaboración con colegas de la Universidad de Santiago de Compostela, analizó muestras de ADN de 100 ‘Japones’ del municipio sevillano para establecer si había alguna conexión genética con los nipones de Sendai que les visitaron hace 400 años. El resultado, anunciado entre lágrimas en un acto celebrado en el pueblo en 2014, no encontró ninguna coincidencia.
“Ya nos anunciaron que, de haber alguna coincidencia con los japoneses de Sendai, ésta sería mínima”, explica Suárez Japón. “Coria del Río fue el antepuerto del arenal de Sevilla durante la época del comercio de Indias y por aquí pasaron miles de personas de muchas nacionalidades. La mezcla fue muy grande, con lo que es posible que los lazos genéticos acabaran desapareciendo”, prosigue.
“Sin embargo, es incuestionable el nexo cultural entre Coria y Japón, el cual fue refrendado por el actual emperador Naruhito, que visitó Coria del Río en 2013, cuando aún era príncipe”, asegura Suárez.
El emperador en Coria
Pese a los resultados de las pruebas de ADN, los Japón de Coria siguen convencidos que ellos son los herederos de aquellos samuráis del siglo XVII. “Cuanto más mayores se hacen los Japón, más japoneses parecen”, dice Sebastián, en alusión a los rasgos orientales que dice –mostrando fotos– que desarrollaron sus antepasados una vez entrados en años, y también al carácter.
“Los niños Japón de Coria incluso nacen con la ‘mancha mongólica’ en la espalda”, continúa Sebastián. Esta mancha de nacimiento es una especie de cardenal en la espalda que aparece en los recién nacidos de varias razas asiáticas.
Antes de que se conocieran los resultados del estudio genético, los corianos que por fin tenían una respuesta al origen de su inusual apellido, no escatimaron en promover los lazos hispano-nipones.
El pionero, cuando ni siquiera existía la Asociación Hasekura y el apoyo institucional no era el actual, fue Virginio Carvajal Japón. Convirtió su tienda de bicicletas de Coria en una casa-museo —“toda una embajada de Japón”, apunta Suárez Japón— y comenzó a recibir a nipones que venían atraídos por la historia de la embajada Keicho. La prensa japonesa se había hecho eco de la historia en numerosas ocasiones.
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La identidad japonesa de Coria del Río quedó apuntalada con la visita de Naruhito en 2013: “La presencia del emperador fue maravillosa. Todavía nos emociona recordarlo. Rompió el protocolo para saludarnos personalmente y fotografiarse con muchos de los que estamos hoy aquí”, recuerda Suárez Japón.
Aquella visita, y múltiples iniciativas lanzadas desde la Asociación Hasekura y el Ayuntamiento, pero también desde la Embajada de Japón y de otras instituciones del país, ha convertido Coria del Río en una parada obligatoria para muchos turistas japoneses que visitan España.
“Han venido artistas, escritores de renombre… Cada vez que viene una delegación japonesa quiere conocer a los Japón de Coria, se abrazan, se toman fotos con nosotros... La emoción que se vive es muy especial. Yo lo llamo un abrazo intergeneracional”, dice, por su parte, Bizcocho Pacheco, el delegado especial del Ayuntamiento.
Mientras, los Japón corianos siguen haciendo gala a su apellido: algunos de ellos han contraído matrimonio según el rito tradicional japonés, la gran mayoría de ellos han viajado a la isla del sol naciente para conocer los orígenes a los que sienten que pertenecen, celebran fiestas señaladas del calendario japonés como el reciente Toro Nagashi y destilan sake de Coria, uno de los pocos producidos en la península ibérica.
Antonio Bizcocho, que trabajó también en el área de Turismo del Ayuntamiento, se lanzó a la producción de la bebida japonesa por excelencia con la ayuda de amigos. Tras fracasar su apuesta por el destilado de arroz tradicional, transparente y fuerte al gusto, incorporó crema al licor y, en la actualidad, comercializa hasta 15.000 botellas al año. “El que se llama Japón lo lleva por derecho”, concluye el empresario.