Las palabras son las de Yolanda Díaz el pasado sábado, 23 de septiembre, en un mitin matinal de Sumar. "Estaba leyendo reflexiones —y en el grupo de coordinadores lo hablábamos— en torno a las élites tecnológicas. Es curioso cómo nos señalan que son conscientes, esas personas inmensamente ricas, y cito palabras literales, 'que nos vamos al carajo'. Y como nos vamos al carajo, ellos y ellas lo que están haciendo es diseñar un Plan B...
...y el plan B tiene que ser, para ellos y para ellas, muy restringido, muy pequeño, pero fundamentalmente basado en huir del mundo para protegerse ellos y ellas solas. Es el mundo de los cohetes para escapar de la Tierra, es el mundo del Metaverso —hablábamos ahora con los coordinadores y coordinadoras del Metaverso—, o es el mundo de las mansiones/fortaleza en, por ejemplo, Nueva Zelanda. Es el mundo que no queremos".
Cabe destacar que el "que nos vamos al carajo" no aparece escrito en el libro de Douglas Rushkoff, una obra que no citó en su intervención, pero a la que se da por sentado que apela Díaz. No en vano, esta misma semana, la vicepresidenta acudió con el libro al debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo en el Congreso de los Diputados.
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La historia que origina la reflexión de Díaz, y por extensión, el libro, arranca un día cualquiera de 2017, cuando Douglas Rushkoff, periodista de The New York Times, recibió una llamada para impartir una conferencia. La oferta era irrechazable: un tercio de su salario anual como profesor en la Universidad de Nueva York por hablar, según le dijeron, del "futuro de la tecnología". La daría en un complejo de lujo y esperaba como público a un centenar de yuppies como los descritos por Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades o Bret Easton Ellis en American Psycho, un fenotipo más que detestado por el autor pero con el que lidia habitualmente.
Las sospechas de Rushkoff —según cuenta en La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos (Capitán Swing, 2023), el libro que inspiró las declaraciones de la vicepresidenta segunda del Gobierno en funciones Yolanda Díaz contra las "élites tecnológicas" que piensan en "cohetes para escapar de la Tierra"— pronto comenzaron a aflorar. Concretamente, desde que le calentaron los frutos secos en el avión. "Sí, ha leído bien: [los millonarios] calientan los frutos secos", se sorprende el autor en los primeros compases del libro.
Los superricos
Una limusina lo recogió en el aeropuerto y lo trasladó hasta el complejo turístico, pintado como el escenario perfecto de un final en alto de una película cualquiera de James Bond. A la mañana siguiente, dos hombres "vestidos a juego con prendas de vellón de la marca Patagonia" fueron a buscarlo en boogie y lo llevaron hasta una sala de reuniones. "Cinco tíos superricos de las altas esferan del mundo de la inversión tecnológica y los fondos de cobertura" se presentaron ante él y lo empezaron a coserlo a preguntas.
Rushkoff asegura en su libro que eran cinco milmillonarios: según Forbes, sólo hay 2582 personas con tanto dinero en todo el mundo, y sólo 28 de ellos serían españoles.
Lo que empezó con preguntas genéricas —"¿Bitcoin o Ethereun? ¿Realidad virtual o aumentada? ¿Quién dispondrá primero de computación cuántica, China o Google?— pronto derivó en una constante sobre "el evento", el concepto acuñado entre los magnates más lunáticos sobre el colapso medioambiental o revuelta social o guerra nuclear o tormenta solar o virus letal o apocalipsis informático que pondrá fin al mundo tal y como lo conocemos.
Lógicamente, la reunión obsesionó a Rushkoff, uno de los investigadores más populares sobre cultura digital a nivel mundial, quien acuñó en 2010 el lema programa o sé programado y uno de los 10 intelectuales más influyentes del mundo según el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), si bien considerado por algunos como un pseudocrítico especialmente obsesionado con las élites.
Yolanda Díaz ha elevado a anécdota la obsesión de unos pocos. Tanto que, seguramente, no haya ningún español entre ese All Star de ricachones paranoicos. Obsesionados por el fin del mundo como los "preparacionistas" o los "survavilistas" pero con mucho, muchísimo dinero.
Tampoco había ninguna mujer en aquella reunión a la que asistió el periodista del The New York Times. Además, el Metaverso no es ningún lugar físico del que huir de un meteorito y las mansiones/fortaleza construidas en Nueva Zelanda se pueden contar con los dedos de una mano.
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"Antes, estas personas inundaban el mundo con planes de negocio descabelladamente optimistas basados en cómo la tecnología podría beneficiar a la sociedad humana", asegura el autor sobre los ricos en el libro. "Ahora han reducido el progreso tecnológico a un videojuego que uno de ellos gana cuando encuentra la escotilla de salida. ¿Lo hará Bezos emigrando al espacio, Thiel retirándose a su complejo de Nueva Zelanda, o Zuckerberg refugiándose en su Metaverso virtual?", se pregunta, apuntando a un club de milmillonarios más que conocidos.
El concepto de "élites tecnológicas" está vinculado al de las "élites extractivas" que los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson acuñaron hace pocos años en su celebrado libro Por qué fracasan los países. A lo largo de la Historia y sin excepción, a juicio de los citados economistas, las élites están integradas por aquellos grupos que se apartan de la consecución del bien general y encaminan toda su estrategia al propio bienestar y al del grupo al que pertenecen.
Rushkoff aborda en el libro las estrategias bunkerianas de los milmillonarios, las tecnoburbujas y cómo tratan de aprovecharlas para enriquecerse rápidamente, la deshumanización que puede provocar la tecnología, el futuro del Metaverso o el Gran Reinicio, una campaña creada por el fundador del Fondo Monetario Internacional, Klaus Schwab, para avanzar hacia "una forma mejor de capitalismo".
De búnkeres y cohetes
¿Quiere hacerse un búnker? Hay varias empresas a las que puede consultar. Rushkoff habla de la empresa tejana Rising S Company, especializada en la construcción de búnkeres y refugios contra tornados que, como mucho, serviría a un vecino de Moratalaz para protegerse de la DANA. Los precios oscilan desde los 40.000 dólares que cuesta un escondite de emergencia de 2,5x3,5 metros a la lujosa serie Aristocrat. Por tan sólo 8,3 millones puede contar con piscina y bolera. Aunque tal es la fiebre por el fin del mundo entre los más ricos que la empresa todavía no ha construido ninguna.
También hay otra empresa, Vivos, que vende "lujosos apartamentos subterráneos construidos sobre antiguas instalaciones de los tiempos de la Guerra Fría, ahora reconvertidas, como almacenes de municiones, silos de misiles y otros recintos fortificados repartidos por todo el mundo", asegura Rushkoff en La supervivencia de los más ricos. Además, hay una empresa checa llamada Oppidum que no se tapa y directamente apela a la "clase milmillonaria" y tiene —lógicamente, aunque la empresa y Rushkoff hagan hincapié— un carácter "ultraelitista".
Por el contrario, la palabra cohete —la que más llamó la atención en la alocución de Díaz y copó casi todos los titulares— sólo se escribe como tal en dos ocasiones en el libro. "Mientras escribo estas palabras", dice Rushkkoff, "Jeff Bezos está haciendo su primer viaje al espacio en su cohete de financiación privada, Blue Origin. Ha alcanzado la altitud de la gravedad cero una semana después de que lo hiciera su colega milmillonario Richard Branson de una forma algo menos explosivamente priápica: su nave fue izada a los cielos por unos aviones antes de partir hacia altitudes mayores".
A continuación, el autor se indigna con que esto suceda mientras "poblaciones alemanes que llevaban en pie desde la época medieval eran arrasadas por lluvias torrenciales sin precedentes" o los incendios forestales de California sean ahora un "fenómeno crónico" que hace "irrespirable" Nueva York.
Es el Plan B de quienes saben "que nos vamos al carajo".