El mago experto en trucos de cartas Juan Tamariz lleva triunfando desde los años 70 con sus shows en teatros y televisión. Su hija abrió La Gran Escuela de Magia Ana Tamariz por la que han pasado ilusionistas tan conocidos como Jandro o Luis Piedrahita.
Pero la saga de la familia Tamariz en el mundo del espectáculo continúa con Daniel, el hijo de Ana y nieto de Juan. El pasado agosto, el joven madrileño ganó el premio de creatividad, el de entretenimiento y el grand-prix (el equivalente a Campeón del Mundo) en el Mundial de Yoyó celebrado en la ciudad japonesa de Osaka.
Uno de los secretos de su éxito es que mezcla su habilidad con el yoyó con un aro de malabares, inventándose una modalidad que ha llamado Cíclico, con un poco de magia, que le viene de familia. Eso sí, su yoyó no se parece al clásico redondo que solíamos utilizar de pequeños, sino uno más parecido al diábolo que se maneja con una cuerda atada al dedo.
EL ESPAÑOL ha contactado con Daniel cuando estaba de camino a su casa en la localidad francesa de Toulouse, en la que reside desde hace siete años y donde prepara sus trucos. Allí da rienda suelta a sus otras aficiones como pilotar drones, hacer alfombras, hacer malabares o trabajar la madera, entre otras.
Formado en circo
El mundo de la magia corre por sus venas, pero no ha sido nunca un impedimento para que Daniel Tamariz haya probado multitud de disciplinas deportivas y actividades físicas hasta dar con la que más le gusta y más éxito le ha dado, el yoyó mezclado con malabares.
“De pequeño me gustaban los deportes alternativos. Por ejemplo, más que el fútbol, me gustaba hacer malabares con el balón, por eso era fan de Ronaldinho. También hice natación, escalada, esgrima, golf… cosas muy diferentes, pero la que más me gustaba eran los malabares”, recuerda el madrileño.
Por eso decidió dar clases de circo en la escuela Carampa que hay en la madrileña Casa de Campo con tan solo 4 años. Prosiguió sus estudios en el Liceo Francés donde aprendió el idiomas: “Eso me ha permitido después, en mi vida adulta en la que estoy viajando mucho, relacionarme mucho con franceses, con el circo francés...”.
Pregunta: ¿Por qué no siguió la tradición familiar de la magia?
Respuesta: También estudié magia y la suelo utilizar en mis trucos con el yoyó. Doy como ‘soplidos mágicos’ y se desenlaza la cuerda creando varios efectos.
P: ¿Cómo le ha ayudado su experiencia en el circo y malabares a la hora de triunfar en el mundo del yoyó?
R: Mi madre tiene La Gran Escuela de Magia Ana Tamariz, que la abrió hace más de 30 años, y con ella fui a la asociación de malabaristas en Madrid (AM) donde estaba un amigo suyo que se llamaba Donald. Él montaba una carpa en verano donde daban clases de malabares, posteriormente consiguió hacerla fija montando Carampa y yo iba de pequeñito con mi madre. Al acabar el colegio hice un grado superior de cine, estuve viajando un año por Europa viviendo en París, Budapest o Praga, donde estuve 7 meses entrenando y yendo a campeonatos. Ahí fue donde decidí que quería hacer circo.
Para eso tenía que aprender bien la base y tener un cuerpo disponible para el circo. Volví a Carampa, pero a la escuela superior donde, durante dos años, di clases de acrobacias, haciendo verticales (el pino), equilibrios… Tras dos años allí me fui a Toulouse, a Le Lido, donde ya me especialicé en malabares.
P: Viviendo en Francia: ¿Cómo lleva la distancia con la familia?
R: Bien, hablamos bastante por teléfono. Llevo ya varios años viviendo fuera de casa y estoy acostumbrado, pero nos vamos llamando. Es que los Tamariz tenemos unos horarios raros que vivimos de noche dormimos por el día (risas).
P: ¿Cómo ha sido su relación con su abuelo, Juan Tamariz?
R: Fantástica, la verdad. Nos vemos de tanto en cuanto, quedamos para cenar y hablamos de magia o de comida, le cuento mis aventuras, mis viajes y mis experiencias. La típica relación entre nieto y abuelo. Me gusta mucho lo que hace, la filosofía que ha aportado a este arte y me siento muy orgulloso de él.
P: ¿Recuerda alguna anécdota vivida con él?
R: Nos pasa siempre que la gente se le acerca porque le reconoce. Todo el mundo le habla con mucho cariño, le hacen bromas, le piden fotos o algún juego de magia. Y sí, como eso siempre ha formado parte de mi vida, es algo que veo normal. Cuando voy con él siempre está muy solicitado, pero está tan acostumbrado que vive su vida.
P: Por La Gran Escuela de Magia Ana Tamariz han pasado grandes magos como Jandro o Luis Piedrahita.
R: Sí, claro, son buenos amigos también y nos hemos visto un montón de veces, de hecho el año pasado actuamos juntos en la fiesta del 80 cumpleaños de mi abuelo y fue divertido. Aproveché para presentar un número de artes diversas que estaba trabajando con un amigo que se llama Samu. Él es bailarín y yo, que vengo del mundo de la magia y el circo, hemos creado un universo mixto, algo loco, de tecnología, drones, cámaras… todo a la vez mezclado con cuerdas, manipulaciones y danzas. Es un mundo curioso y esperamos presentarlo en 2025.
El peso del apellido
Los hijos o familiares de personajes muy conocidos siempre tienen que lidiar con el peso del apellido de sus padres o abuelos si han conseguido grandes éxitos. Unas veces les ayudan en su profesión y, otras veces, prefieren omitirlo para evitar beneficios que no merecen o dificultades por ser hijo o nieto de…
“Supongo que mi apellido, en algunos ámbitos, me habrá ayudado. Cuando era más pequeño y estaba en el mundo de la magia haciendo algunas cosillas, creo que sí me ayudó porque la gente tenía curiosidad de ver qué hacía el nieto del mago famoso, qué me había enseñado. Y teniendo mi madre con una escuela así, tan reputada en España, también me pasaba. Pero luego tuve una fase que sí que quería ganarme las cosas por méritos propios. Al final, si no lo has hecho bien, no te van a dar un premio que no te mereces".
P: ¿Cuál fue el primer truco que le enseñó su abuelo?
R: Tengo fotos de pequeño haciendo trucos con cartas que son mucho más grandes que yo (rias). He pasado toda mi infancia rodeado de barajas de cartas, yendo a congresos de magia, escuchándole hablar... Recuerdo una época de pequeño escuchando en casa a los magos reunidos con mi abuelo, que era el que llevaba la reunión.
Campeón de Yoyó
El pasado agosto, Daniel participó en el Mundial de Yoyó celebrado en la ciudad japonesa de Osaka donde ganó el premio de creatividad, el de entretenimiento y el grand-prix, que es el equivalente a Campeón del Mundo.
“Ahora tengo la suerte de estar patrocinado por la marca japonesa de yoyós Mowl, creada por Eiji Okuyama, campeón del mundo en la modalidad offstring o 4A en el 2003 y 2007, que hacen yoyos, los diseñan, los graban con logotipos… todo muy profesional”, comenta el madrileño.
“Ellos me pagaron el viaje a Japón, el alojamiento, la inscripción... fueron los que me facilitaron todo para ir allí, entrenar mi número durante un mes y, por suerte, vencer”, señala el campeón español.
P: ¿Cómo terminó participando en el Mundial y siendo patrocinado?
R: Ya había ido a varios Campeonatos del Mundo en la modalidad 1 de yoyó, que es el que no sube a la mano sino que lo manejas tú con la cuerda. Mi primer Mundial fue en 2011 en Florida, donde quedé el 16º. Luego he acudido a muchos nacionales y europeos viajando por Europa. El segundo Mundial fue en 2014 en Praga, luego China en 2018… Para preparar el de este año, y gracias al patrocinio de Mowl, primero estuve unos meses en Praga creando el número; luego volví a Madrid, donde estuve ensayando un mes; y otro mes en Japón para el Mundial que, como les gustó lo que presenté, gané.
P: ¿Qué le dijo su familia de su victoria en el Mundial de Osaka?
R: Se pusieron muy contentos, a mi madre le hizo hecho mucha ilusión que ganara el premio de la creatividad.
P: Ha inventado una disciplina nueva, Cíclico: ¿en qué consiste?
R: Es la mezcla que he hecho con el yoyó y un aro de plástico de malabares. Los he entremezclado para crear esta nueva disciplina o técnica, un nuevo estilo porque en el mundo del yoyo nunca se había hecho. La presenté en la categoría Artistic Performance, que es una categoría que hay en el Mundial de yoyos, y gané.
P: ¿Qué nos puede explicar del desconocido mundo del yoyó?
R: Tiene muchas modalidades, pero las cinco más conocidas van del 1A a 5A. Luego estarían las performance en la categoría artística, la división femenina que se creó hace poquitos años y la de mayores de 40, Over Forty, que es para que también se animen a subir al escenario las viejas leyendas para verles, porque ya tienen miedo de los jóvenes.
P: Pero el yoyó que usa se parece más a un diábolo que al clásico redondo…
R: El mío es un yoyó que está suelto en la cuerda, que la llevo atada al dedo, por eso es más parecido a un diábolo. Luego está la modalidad de contrapeso, donde juegas con el yoyo y el contrapeso haciendo trucos. He viajado un montón por todo el mundo, he conocido amigos de todos los países, he tenido la suerte de relacionarme con mucha gente, aprender idiomas, practicar mucho inglés... Mi vida es divertida porque hago lo que me gusta y juego, que es lo que me divierte hacer también.
P: ¿Cuántas horas de entrenamiento necesita?
R: Es muy relativo, depende de la fase en la que esté. Hay días que me apetece jugar más y otros menos, aunque tampoco tengo un jefe que me diga las horas de entrenamiento, mi jefe soy yo y como me encanta jugar, lo hago durante horas. Cuando tengo campeonatos sí que me lo intento tomar un poco más en serio y por lo menos dos o tres horas al día, mínimo, intento jugar, pero he llegado a estar más de ocho, acabando con los dedos llenos de sangre por la fricción de la cuerda. En próximo campeonato es el nacional en Albacete el 11 y 12 de noviembre, en una feria de juguetes que se llama Albatoy.
P: ¿Es un deporte caro?
R: Creo que no, un yoyó bueno puede valer en torno a los 100 euros, pero se pueden comprar por 20 euros para empezar. Creo que el más caro de los más de cien que puedo tener en casa será uno de titanio que vale 650 euros de mi marca, Mowl.