En torno a 2010. Una niña mira resignada desde el tendido la suelta de becerras. Carente de referentes en el mundo del toro, piensa en ser una buena aficionada y poco más. ¿Qué otra cosa podría ser?, cabría preguntarse. Día tras día, centra sus esfuerzos en la gimnasia, donde expresa sus sentimientos a través de su cuerpo. No se le da mal, es campeona de Andalucía y bronce nacional. Pero, en realidad, su sueño es vestirse de luces: ella quiere ser torero. Si pudiera, me cambiaba por el maestro, piensa cada vez que va a ver los toros con su padre.
Rocío —así se llama la protagonista de esta historia— atisba desde su sitio la suelta de una becerra muy pequeña. Su mente da un vuelco y no se lo piensa. La plaza está llena y ella nunca ha cogido una muleta. Sin embargo, nada la para. Coge el trapo y comienza a dar muletazos. Hasta cinco contabilizan los asistentes impresionados. Para finalizar, un pase de pecho. Ole. Esto es fácil, piensa ella. La próxima vez que lo intenté sabrá que no, solo el trabajo le permitirá repetirlo.
La niña ahora es adulta. Rocío Romero (Córdoba, 1998) trabaja de cuando en cuando de enfermera, pero no le ilusiona. Le gustan las ciencias de la salud, no se malentienda, pero ella para vivir necesita de la pasión y eso solo se lo da una cosa: el toro. El estudio solo fue un mero conductor más para llegar a su objetivo, que estar 24 horas al día pensando en lo mismo no es sano y menos en los momentos malos. Pero ella no quiere dedicarse a esto.
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La escena ahora la muestra vestida de luces. La acompañan Roca Rey y Manzanares en la plaza de Pozoblanco. No es un sueño, es el día de su alternativa. Aún no lo sabe, pero va a salir a hombros de este coso emblemático.
Ya no necesita cambiarse por nadie. Romero es matadora de toros. "Torero", apostilla. Es el reflejo en el que se pueden mirar las niñas de las escuelas de salón. "Con trabajo, se cumplen los sueños".
La Maestranza y Córdoba
"Ya estoy más relajada", apunta Rocío a EL ESPAÑOL una semana después de haber tomado la alternativa. "Ha sido una temporada intensa, tanto en el ruedo como mentalmente. Al final, como se anunció el cartel de la alternativa en febrero, ha sido un cúmulo de sensaciones hasta septiembre".
De todas formas, un año así "se vive con motivación. Cuando hay momentos de dificultad te acuerdas de que está la alternativa y te pega un empujón a la hora de comprometerte con otro animal. Das el paso porque son los previos al día y hay que llegar en forma y saber que está todo en orden".
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Empezó como becerrista hace diez años. Fue novillera sin caballos durante tres. La misma etapa con picadores duró cinco largos años, entre los que hubo una pandemia y una fractura peroné en la pierna derecha que dilataron el proceso. "Y luego que es muy difícil hacer novilladas picadas de calidad. Al final, fue como hacer tres temporadas", reconoce.
Ha cumplido su sueño de pequeña: ya es "torero". Es un sentimiento y una pasión que lleva en la sangre. Romero reconoce que es "una vocación muy pura y muy real que tengo desde que tengo uso de razón". Y no le viene de familia, porque en ella "no hay nadie que se dedique a esto".
Ella prefiere el término torero, aunque en su carnet ponga matadora de toros, una reivindicación de otra compañera. "Me gusta más porque es más genérico, pero soy matadora de toros".
Su ilusión es volver a torear en Córdoba y Sevilla, la Maestranza. Allí ya estuvo dos tardes como novillera y salió por la puerta grande. Sin embargo, no volvió con picadores. "Ese es un pellizco grande que tengo", incide. "Todos los novilleros sin caballos que triunfan vuelven con caballos. Y hasta los que no… Y no será porque no lo he intentado", se resigna Romero. "Pero para la empresa de Sevilla nunca ha habido un hueco para mí. No fue casualidad de una tarde, fueron dos —las que triunfó—".
De todas maneras, espera con fe su vuelta. "Me apena, porque va más allá de un festejo, es sentimental. Pero yo soy creyente y, bueno, estaba de Dios que fuera así. Todo pasa por algo. Ojalá sea como matadora de toros, nunca se sabe… Aspiro a llegar a lo máximo. Siento que tengo muchas cosas que decir en el toreo aún".
Igualmente, le "encantaría" volver a Córdoba. "Para mí el momento hubiera sido antes, pero cada empresario estudia su situación, hace los carteles que cree que son mejores y espero volver en mayo".
Un camino de hombres...
Romero se ha convertido en ahora en faro para futuras toreras. "Creo que soy la única matadora de toros. También la primera cordobesa de la historia. Pero no presto atención a eso. Son datos que saborearé cuando me retire. Ahora es un dato más. Mi mente está en prepararme y afrontar compromisos importantes como Córdoba", afirma durante la conversación.
Ella comenzó en el mundo del toro sin tener guía alguna. En España ha habido algunas toreras, pero en ningún caso han sido grandes exponentes. A principios del siglo XX, algunas mujeres trataron de torear y las empresas pusieron empeño en que así fuera. Sin embargo, algunos toreros como Guerrita se negaron a realizar faena alguna junto a ellas. Entre todas, destacó María Salomé, La Reverte, que a la postre se hizo pasar por hombre para poder seguir en los ruedos.
Actualmente, se puede decir que en España es Romero la única torera. Al menos, es la única que ha toreado algún festejo este año en nuestro país.
Cuenta que, al principio, "es verdad que tienes que demostrar mucho más para que se te tome en serio y vean que luchas por un sueño, igual que los demás". Los inicios "no son fáciles, pero a mí siempre me ha dado igual la gente. No he querido que nadie marcara mi vida".
Su corazón le puso en vereda. "Como el sentimiento era tan puro, recurría ahí y sabía que era el camino que quería tomar. Quizás por eso he sorteado muchas dificultades. La mayor igualdad que hay es el toro y lo que cada uno sea capaz de hacer. El toro es el más justo y te pone en tu sitio".
—¿Ha vivido algún episodio de machismo?
—Sí. Al final, el mundo del toro es un reflejo de la sociedad y en ella sigue habiendo machismo. Hay cosas que hacemos de forma inconsciente y que tenemos que cambiar. Yo siempre he luchado por una igualdad, pero una igualdad real.
Siempre he defendido el sorteo, por ejemplo, nunca he querido beneficiarme de ser mujer. Al final, veía que en ese momento podía ser un alivio y lo podía pagar. Hasta en la alternativa, que se suele dejar elegir el toro, preferí que se sorteara. Defiendo la igualdad y no quiero beneficios ni zancadillas, aunque sí me las he encontrado.
Cuando un empresario no quiere poner a un chaval le dice que tiene muchos compromisos. A mí me han dicho, por ser mujer, que la novillada es muy fuerte, a ver si te va a coger y te va a pasar algo… Eso es verdad que sí duele. Novilladas fuertes he matado muchas y he demostrado que sé hacer las cosas, aunque alguna vez no hayan salido las cosas, como a todo el mundo.
Rocío Romero es una torera de sentimiento. "Despacio, haciendo las cosas bonitas, con profundidad y con sentido. Pero tienes que desarrollarte en todo, porque no todos los astados te permiten ese toreo que sientes. Por eso he lidiado mucha variedad y he tentado en distintas ganaderías con todo tipo de encastes. Eso te hace crecer y abrir tus registros", apunta. Sin embargo, "yo me siento más en ese toreo despacio o de sentimiento. Ahí trato de buscarme".
Cuando se le pregunta por referentes, Romero enlaza nombres: "Son muchos, la verdad. De los actuales, Morante, mi padrino Manzanares, Pablo Aguado... Pero bebo de otras fuentes, como los de antes: Paco Camino, por ejemplo. Intento no tener limitaciones. Cuanto más abierta tengas la mente, más toreros te caben, más tauromaquia te entra y eso enriquece la mente".
La joven torero no habla de referentes femeninos. No es su culpa: es que no tuvo. Cristina Sánchez tuvo una carrera muy corta, hasta el 2000 y yo soy del 98. Yo no veía ninguna mujer toreando. Cuando vas creciendo y vas mirando, pues una matadora de toros a la que admiro es Mari Paz Vega. Su carrera no está exenta de dificultades y sigue en activo, aunque en España no".
Nunca vio a una mujer coger una muleta. "Cuando era pequeña no salían en la tele, cuando ves las ferias grandes, no ves ninguna mujer", reconoce. Ahora, ella se ha convertido en la nueva referencia de las niñas toreras. "Sí, recibo mensajes de muchas muchachas de escuelas taurinas y me llena de orgullo sentir que te toman como espejo. Es una responsabilidad porque quiero ser un buen ejemplo". Le manda un mensaje a las futuras generaciones: "Hay que lucharlo y, con trabajo, los sueños se cumplen, nadie regala nada".
-Eres una referente del feminismo actual. ¿Te ves reflejada en la Selección Española de Fútbol?
-Todas las deportistas tienen cada vez más importancia. Hace poco vi un reportaje de Almudena Cid y decía que en sus tiempos no estaban tan valoradas las mujeres en el deporte. Entre todas, la sociedad va cambiando. Entre todas y entre todos, porque los hombres también tienen su responsabilidad y todos formamos parte del cambio. Hay mucho que avanzar. En el toreo, cada vez hay más mujeres que quieren. Luego te encuentras con el toro y todo el mundo no puede llegar, pero en las escuelas cada vez hay más. Yo de pequeña no las veía y me tuve que autoconvencer de que iba a ser una buena aficionada. Ahora ves que hay, pues puedes empezar.
-¿Sufre usted el problema de la equiparación salarial?
En el mundo del toro no tenemos ese problema. Hay unos mínimos para todos igual. Ya cada uno tiene el caché que quiera y pueda cobrar. En ese sentido para nada -ha sentido discriminación-. Como siempre he intentado hacer las cosas bien e ir a sitios donde se respete la profesión, pues… No es un privilegio, porque nadie me regala nada, pero nadie me llama para ofrecerme cosas que no son dignas. Al final, es la profesión que más amo. Es algo muy grande y respeto la profesión por todos los que se han dedicado a esto.
...Y de sacrificio
Solo la fe y el amor mueven montañas. Romero es una apasionada del toreo y solo hace falta leer sus palabras —o escucharla— para comprobarlo. "Me gusta la historia del toreo. Me gusta mucho también hablar con matadores de antes. He tenido la suerte de entrenar y ya es amigo el maestro Rafael Torres, me gusta hablar con Montilla, Tortosa… Son matadores que te cuentan el toreo. Si los tenemos aquí hay que aprovecharlos. Hablan con ese poso que te da el tiempo… Qué maravilla. Me alimenta y me enriquece muchísimo estar con ellos".
La fiesta no vive su mejor momento, no es un secreto. Llegar a ser torero "ha sido difícil, pero todo un reto". Ella ha contado con el apoyo de su familia y sus amigos. "Eso ayuda mucho, soy muy familiar. A nivel social llevo una vida tranquila".
Los únicos problemas que ha vivido la joven en este tiempo "han venido del toro". Estos diez años se han hecho "largos e intensos. Es el camino". Tal y como ella misma recoge, "todas las historias de los toreros tienen esos momentos y es un orgullo dedicarme a la profesión que más amo. Aceptas las buenas y las malas, porque es parte del toreo".
—Eso le habrá costado perder experiencias de gente de su edad.
—Sí, pero no es un sacrificio, porque no lo hago a la contra, sino gustosamente. Yo soy feliz entrenando y yendo al campo. No he hecho muchísimas cosas que han hecho la gente de mi edad. Vives otro tipo de vida más ordenada. Mis estudios eran el momento de descanso del toro, que es necesario, porque no es sano 24 horas, sobre todo cuando toreas poco, te hace mucho daño. El estudiar era una vía de escape. Dos horas que no piensas en el toro, y te formas y te enriqueces. Más abierta tienes la mente… Vives otras cosas que ellos no viven y eso me lo llevo yo para mí.
Cierto es eso último. No todos los jóvenes de 25 años han tomado la alternativa como matadores ni han salido a hombros por la Puerta Grande, por ejemplo. De todas formas, ella no se ve como enfermera. "Alguna vez he trabajado de enfermera y no me disgusta, pero es a corto. Me gusta, pero no me apasiona. Eso me pasa con el toreo, que es mi vida, lo que me hace feliz y plena. Siempre estaré ligada al toro, aunque no esté en activo".
Lo tiene claro, en realidad, desde que es muy pequeña. A los 5 años empezó con la gimnasia. "Era la vía de escape a mis sentimientos. Podía transmitir lo que yo sentía con mi cuerpo". En aquella época aprendía "disciplina, trabajo y constancia. Hasta que al final las cosas se consiguen". Porque por mucho que le permitiera escapar, "donde realmente me siento plena es en el toro".
De ahí que cuando dio el salto al toreo se llevara "todos los conocimientos. La disciplina, la constancia... Y a nivel técnico: la elegancia, el componer, la expresividad... Me ha ayudado mucho".
Una vez metida en faena, su vida se centró la lidia. Su día a día ahora se resume fácilmente: "Por las mañanas toreo de salón, luego físico, por la tarde salón… Voy viendo vídeos… Y respetando tiempo para mi familia. Vivo para el toro".
—¿Y nunca le dio miedo?
—El primer contacto con un animal bravo fue en el pueblo de mis abuelos, cuando era muy pequeña. Siempre le tuve mucho respeto, porque yo veo a mis primos y son valientes de inconsciencia. A mí, cuando veía al animal, no me era indiferente. Me transmitía mucha fuerza. El sentimiento cuando yo iba a los toros... Me daba envidia. Yo estaba en el tendido y decía: me cambiaba. La primera vez fue más de corazón que de pensamiento. Dije: esta es mi oportunidad. Nunca se echaron becerras tan chicas. Fui para adelante y ahora lo pienso y fue porque estaba de Dios. Nunca había cogido una muleta, la plaza estaba llena… Y pegué cinco muletazos, un pase de pecho… Ahí dije: esto es muy fácil. La siguiente vez no fui capaz de dar ni uno. Solo hacía dar volteretas. Ahí descubrí que había que trabajar para empezar a crecer.