De la angustia indecible al dolor absoluto y a la mayor entereza posible. Así pasaron las casi 100 horas de auténtica agonía los amigos y familias allegadas a Álvaro Prieto desde que despareció el 12 de octubre hasta este lunes, cuando su cuerpo fue hallado casualmente entre dos vagones de un tren averiado en la inmediaciones de la estación de Santa Justa.
Según ha podido saber EL ESPAÑOL por fuentes muy cercanas a su entorno, los cuatro días de intensa búsqueda y espera tuvieron a la pandilla de amigos de Álvaro Prieto unidos como una piña. Primero en la esperanza. Luego, en el dolor.
Pasaron juntos en casa de uno de ellos la mayor parte de esas lentas horas en las que nadie sabía el paradero de Álvaro, su 'bro', como se llamaban entre ellos cariñosamente. Los acogió a todos la madre del amigo, también llamado Álvaro, con quien el joven pasó sus últimas horas en una discoteca sevillana aquella madrugada del 12 de octubre.
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La mujer lo contó, destrozada, en una carta que le dedicó aquel mismo día de la aparición del chico. Lo hizo en sus redes sociales. "España entera te llora, España ha sido tu madre, tu padre, tu amiga. Y ahora España entera reza a tu familia, reza a tus amigos", figura en la misiva, consultada por este periódico.
El sábado muchos de ellos, junto a otras 300 personas, acudieron al rezo colectivo convocado en la iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón de Córdoba, su antiguo colegio, para pedir que Álvaro apareciera sano y salvo. No pudo ser.
Los cuatro días de búsqueda
La estampa, durante las horas previas al fatal desenlace, es la siguiente: a la angustia de la incertidumbre se le suman los teléfonos, las redes sociales y los grupos de whatssap, que son un hervidero. Lo que leen duele. "En ningún momento dieron credibilidad a los bulos que comenzaron a circular por las redes sociales" que insinuaban una posible muerte violenta a raíz de algún episodio vivido en la discoteca. Lo sabían porque conocían al joven, y además porque uno de ellos estuvo allí.
En estos cuatro días han llorado, han rezado y hasta han reído recordando sus andanzas de niños vividas junto a Álvaro. También han sabido estar a la altura para darse una palmada en la espalda cuando otro lo necesitaba y "han llorado en silencio para no contagiar al que acaba de secarse las lágrimas".
Muchos de ellos han dormido juntos, acurrucados, intentando buscar consuelo a la situación tan adversa que estaban viviendo. "Han arrimando un hombro roto para poner el otro al servicio de sus amigos", asegura esta madre.
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"Parecía un campamento entero de chavales en casa". Sobre todo también para arropar al otro Álvaro, el amigo, el último que lo vio con vida, y a quien Álvaro Prieto despidió con un 'te quiero, bro' a las puertas de la discoteca. El clan de los 23 no lo ha soltado ni un minuto. "Han sido horas impagables de amistad de la buena y amor entre jóvenes que nunca perdieron la esperanza de ver de nuevo a Álvaro aparecer por la puerta".
Pero el mazazo, lo que nunca quisieron escuchar y lo que nunca quisieron creer, les llegó a media mañana de este lunes. Quedaron totalmente hundidos, con las miradas perdidas y la esperanza destrozada. Y como cáliz fatal, las imágenes que quizá no debieron ver, pero vieron, y los grupos de whatsapp.
La comida
Fue entonces cuando sus familias se armaron de valor, fueron conscientes de que en esos instantes a esos niños no se los podía separar y decidieron llevárselos a todos a comer a un restaurante de Córdoba. Un almuerzo tristísimo. "En ese momento, todos lloraron unidos alrededor de una mesa".
Y fue en esa sobremesa donde surgió esta foto de sus 24 amigos, lo que se quedan para recordarlo. Un homenaje a su 'bro' para intentar que esa unión y ese dolor compartido empezase a traducirse en un duelo necesario fuera de los domicilios. Son 24, pero siguen siendo 25.
Algunos salen sonriendo, como si intentaran disimular su tristeza para que el propio Álvaro no la notara porque ellos sentían que él estaba allí. Y también, por la alegría triste de haberlo conocido y haberse unido de esa manera tan fuerte en torno a él. De aquel momento es la imagen que ilustra este reportaje, que a modo de homenaje se le ha dado permiso a EL ESPAÑOL, sin pixelar cara alguna, para su publicación.
En definitiva, explica esta madre, la imagen es necesaria para "sostener a los que no entendemos de qué va esto, lo absurdo, lo innecesario e inexplicable… lo injusto de este partido que nos ha tocado jugar", prosigue en la misiva.
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Precisamente, su hijo también se manifestó el pasado martes en sus redes sociales a modo de desahogo. "Ya pasadas 24 horas te escribo esto, aunque nunca podré expresar con palabras lo que significas para mí. Te quiero dar las gracias por estar todos los días desde muy chicos pegado a mí, de mi mano (...) Ya te echo de menos". Han sido varios amigos los que han utilizado las redes sociales para mostrarle su afecto.
A modo de reflexión, la mujer reconoce sin ambages "la lección de humanidad, de amor y de amistad eterna" que han dado estos chavales a los adultos, sin darse cuenta que los mayores, las familias, también necesitaban "esa casa llena de ruido y desorden" para poder asimilar la magnitud de lo que estaban viviendo. Para entender "de qué iba todo esto".
"Estos son tus amigos Álvaro, ¡qué bien elegiste chaval!", culmina la carta la mujer, dirigiéndose directamente al propio joven cordobés, a quien conocía desde que era un niño al llegar a Córdoba tras ser adoptado en Ucrania por Rafael y Julia.
Pero la vida sigue. Este lunes estos 24 amigos volverán a retomar sus estudios, sus clases, sus actividades deportivas, sus quehaceres diarios, sus salidas nocturnas y sus flirteos amorosos para sentirse vivos y queridos.
Son conscientes, eso sí, de que tendrán que vivir con este episodio el resto de sus vidas y que solo el tiempo podrá ir macerando. Y es ahí donde perdurará esa foto en la que falta su 'bro' y en la que todos fueron conscientes de que nadie muere mientras su recuerdo permanezca en la memoria de alguien. Y a Álvaro, lo saben los 24, lo recordarán ellos. Saben también que no lo olvidarán tampoco muchas personas más.