Ana María era una mujer alegre y presumida que bebía los vientos por sus cinco nietos. Lo habitual era ver feliz a esta limpiadora a domicilio, pero desde el 22 de julio de 2022 se le borró la sonrisa de su rostro porque por más que acudía al Hospital Virgen de las Nieves de Granada y a su centro de salud, no hallaba respuesta a los dolores abdominales que sufría ni a su sangrado vaginal. Ana María López Bosch 'peregrinó' durante un año al centro hospitalario y a Atención Primaria, hasta que un 28 de agosto de 2023 le hicieron un TAC, pero ya era demasiado tarde: el origen de su malestar diario era un cáncer de cuello uterino que estaba en metástasis.
El tumor fulminó a esta pobre mujer en solo once días. "Cogí informe por informe y a mi madre la vieron 14 médicos y fue 12 veces al servicio de urgencias, pero nadie le hizo un TAC", resume indignada su hija, Ana María. Ni ella ni sus tres hermanos -David, Ismael e Iván- son capaces de encajar la pérdida de su madre. "Ella no quería morirse: solo tenía 53 años", tal y como recalca Ana María a EL ESPAÑOL. "Yo siento que a mi madre le han robado la oportunidad de haberse sometido a un tratamiento para pelear contra el cáncer: una doctora me explicó que su tumor se debió desarrollar lentamente porque aguantó un año entero sin medicación".
Este diario se ha puesto en contacto con el Servicio Andaluz de Salud para recabar su versión sobre la muerte de esta paciente, pero han declinado pronunciarse. "Cuando la ingresaron en una habitación del Virgen de las Nieves, mi madre me contó muchas veces que tenía grabada la cara de una doctora que le exploró la barriga y le llegó a decir: 'Usted, lo que tiene aquí es un peo, dos peos y tres peos'". Sin embargo, Ana María aclara que el estómago de su madre no estaba inflamado por un episodio de gases: "Tenía la barriga hinchada como una embarazada por el tumor. Le decían que le iban a hacer una lavativa porque creían que tenía las tripas paradas".
Esta limpiadora de la Universidad de Granada, de 32 años, no se puede quitar de la cabeza la impotencia que sentía su madre cuando la hospitalizaron para recibir cuidados paliativos porque su muerte era inevitable: "A mi madre se le quedó grabado cuando le dijeron que tenía 'un peo, dos peos y tres peos' en la barriga, me lo repetía todos los días desde que la ingresaron. Ella decía que había que denunciarlo". Ana María López Bosch ya no podrá ejercer acciones legales, pero sí lo harán sus cuatro hijos en su nombre, tras contratar al abogado Joaquín Perales, para presentar una reclamación patrimonial contra el Servicio Andaluz de Salud, por una supuesta pérdida de oportunidad derivada del retraso del diagnóstico, al haber tardado más de un año en someter a esta paciente a una tomografía axial computarizada (TAC).
"Me gustaría recalcar lo mal que lo ha pasado mi madre, no ha podido tener un final peor y nosotros ahora también lo estamos pasando fatal. Lo de mi madre ya no tiene solución, pero solo pido que las cosas cambien porque un TAC le puede solucionar la vida a una persona", tal y como reflexiona Ana María en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. "Ella decía que sabía que esto le iba a pasar porque no le habían hecho caso".
Y todo ello, a pesar de que acudió por primera vez al servicio de urgencias del Hospital Virgen de las Nieves, un 22 de julio de 2022, aquejada de dolor abdominal y sangrado vaginal. Tal sintomatología fue la misma que Ana María supuestamente verbalizó el 27 de febrero de 2023, el 16 de marzo, el 15, el 17 y el 21 de junio, el 27 de julio, el 3 de agosto... "Le decían que los dolores de barriga eran de no ir al baño y los de la vagina por la menopausia". De hecho, en su historial clínico figuran diagnósticos por un cuadro de obstrucción intestinal y que fue sometida a distintas exploraciones y pruebas, pero siempre regresaba a casa sin un TAC.
"Los primeros meses no sabíamos lo que pasaba porque los médicos no le decían nada a mi madre y ella no nos contaba nada". Ana María era una mujer de la vieja escuela, de esas que al mal tiempo le ponen buena cara, que no dejan de cumplir con su trabajo ni con sus obligaciones y que no le dicen nada a la familia para que no se preocupen en balde. De modo que esta vecina del pueblo granadino de Atarfe seguía de limpiadora de hogar y cuidando a su anciana madre. "Se me ha quedado cargo de conciencia por no haberla podido ayudar, somos cuatro hijos y hubiésemos hecho todo lo posible por cuidarla durante el tratamiento".
Tanto para Ana María como para sus tres hermanos -David, Ismael e Iván- la muerte de su madre es un mazazo para sus corazones, por haberla perdido con solo 53 años, pero también se ha convertido en una losa para sus conciencias porque ya habían pasado muchos meses cuando supieron que su salud estaba tocada. "La primera vez que nos dijo algo fue en mayo". Durante los tres meses posteriores, el estado de su madre entró en barrena: los dolores de estómago cada vez eran más fuertes, los coágulos vaginales eran mayores, sufría vómitos, episodios de fiebre...
"Mi madre fue a urgencias 11 o 12 veces, pero no le decían nada. Una persona que va tantas veces a urgencias: ¿Para qué es? ¿Para darse un paseo?", se pregunta Ana María, con las mismas dosis de rabia que de ironía. Cada vez que su madre se desplazaba al Virgen de las Nieves, debía coger un autobús de Atarfe a Granada, hacer 40 minutos de viaje de ida, y tras pasar varias horas en el hospital, otros 40 de vuelta. "Una vez iba con tanto dolor que el chófer del autobús tuvo que ayudarla a bajar".
El cáncer de cuello uterino -también conocido como cáncer de cérvix- se desencadena por el virus del papiloma humano y según el Hospital Clínic de Barcelona, la tasa de supervivencia a 5 años es del 90-95% cuando se diagnostica en etapas iniciales y se inicia un tratamiento. Pero en el caso de Ana María las células cancerosas se propagaron -supuestamente- durante más de un año, sin tratamiento, mientras peregrinaba al servicio de urgencias. "Cada vez la veía un médico diferente. Estaba cansada de ir. Mi madre estaba fatal psicológicamente porque no le hacían caso".
El tumor consumió la vitalidad de esa mujer a la que le encantaba maquillarse para salir de compras y comenzó a perder peso de forma drástica. "Le comprábamos potitos y también los vomitaba porque no los toleraba", ejemplifica su hija. El 28 de agosto por fin sometieron a un TAC a Ana María, pero ahí no acabó la agonía de esta limpiadora de hogar porque el 1 de septiembre acudió a las urgencias de su centro de salud, sobrepasada por el dolor, pero no le dieron el resultado de esa prueba y la emplazaron a desplazarse -otra vez- al Hospital Virgen de las Nieves.
De forma que Ana María López Bosch (Granada, 1969) regresó a casa, sin saber todavía que un tumor era la causa de sus terribles dolores, y el 2 de septiembre se volvió a plantar en el centro hospitalario. Aquel día, le dijeron que tenía cáncer, comenzó a recibir cuidados paliativos y el 13 de septiembre falleció. "A mi madre no la ingresaron hasta once días antes de su muerte. Estando ingresada, mi madre ya sabía lo que había. En una situación así: ¿Qué le dices? Que se va a morir siendo consciente de todo. Su nieto pequeño cumplió un mes de vida, el mismo día que ella nos dejó".
Joaquín Perales, abogado que representa a los cuatro hijos de la fallecida, avanza que presentará una reclamación patrimonial contra el Servicio Andaluz de Salud, por una supuesta pérdida de oportunidad derivada del retraso del diagnóstico. "El fallecimiento de Ana María se produce tras acudir en numerosas ocasiones al servicio de urgencias, tengo documentadas como 12 veces de forma continuada hasta que a los cinco meses en los que continuamente solicitaba asistencia en urgencias, a un médico se le ocurrió hacerle un TAC", tal y como sostiene el letrado.
De hecho, Joaquín Perales advierte de que las doce visitas de Ana María a urgencias "fueron más", ya que está a la espera de recibir su historial clínico en Atención Primaria. "Todavía no tengo los informes de su centro de salud, pero también acudió en numerosas ocasiones al margen de los desplazamientos realizados al hospital".
- ¿Cuál fue el diagnóstico de Ana María cuando le hicieron el TAC?
- Joaquín Perales: Tenía un tumor y se había extendido a la zona del peritoneo con metástasis. Le dolía tanto la zona abdominal y vaginal porque tenía un cáncer de útero bestial y nadie le había dicho nada. Como el cáncer se fue extendiendo, cuando la ingresaron fue directamente a cuidados paliativos porque ya tenía una obstrucción del intestino delgado y carcinomatosis peritoneal.
- ¿Qué argumentará en su reclamación contra el SAS?
Era una mujer muy joven, no llegó a cumplir 54 años. La reclamación patrimonial la presentaré incluyendo las visitas que realizó a su médico de cabecera porque también la derivaba al centro hospitalario. Ahora mismo solo tengo documentadas las visitas del hospital, pero seguro que sumando ambos centros acudió más de 12 veces a los servicios de urgencias.
En todo este proceso de mala praxis, Ana María siempre iba con la misma sintomatología: dolor abdominal y sangrado vaginal, por lo que existe una pérdida de oportunidad para la paciente porque iba a urgencias, la echaban fuera, y el diagnóstico fue tardío porque el cáncer de útero no tiene un índice de mortalidad tan alto como otros tumores si es tratado convenientemente. Pero cuando se lo diagnosticaron: Ana María murió a los once días.
La hija de la fallecida lamenta que Ana María no pudo cumplir su último deseo, a diferencia de otros pacientes con enfermedades terminales a los que se les informa de que su vida tiene fecha de caducidad y se les brinda la oportunidad de planear su corto horizonte: "En el hospital, solo decía que quería ir a la playa a pasar el día junto a sus cuatro hijos".