Hay algo que comparten los buenos fotógrafos y los superhéroes: la invisibilidad. Emilio Morenatti (1969) sabe mejor que (casi) nadie lo cierto de la frase. Su objetivo ha retratado, entre otras batallas, los conflictos de Gaza, Afganistán y Ucrania. De hecho, su segundo Pulitzer lo ha recibido este mismo año por la cobertura de este último conflicto junto a sus compañeros de Associated Press. El primero lo logró en solitario, en 2021, por la cobertura de la crisis de la Covid-19 en España.
El jerezano visitó este viernes la Universidad Camilo José Cela para impartir una Masterclass en el Máster de EL ESPAÑOL, creado y dirigido por el periodista Miguel Ángel Mellado, dentro del capítulo 'Toda una Vida'. Sacó su arsenal de anécdotas y entregó parte de sus secretos a los alumnos.
La importancia de estar bien posicionado fue uno de los consejos que ofreció: intuición y hacer una apuesta antes que nadie. Como aquella vez que se compró un objetivo con un 300 en para hacer fotos en los toros (nada que ver con el 135 milímetros máximo que usa ahora). La muerte apareció y el detalle lo captó su objetivo, que le costó caro, pero acabó por amortizar.
[Pedro J. Ramírez, en la inauguración del Máster de El Español: "Buscad la verdad con ahínco"]
El reportero de guerra aconsejó a los futuros periodistas lanzarse por aquello que quieren: "En esta profesión hay que ser muy pirata, hay que saber saltarse las vallas y las barreras". Ese punto lo aplica a la perfección Morenatti, aún sabiendo que esa no es la única regla. Por eso, advirtió a los futuros periodistas, para que no lo tomaran como titular.
Además de esa picardía bien implantada, Morenatti instruyó a los jóvenes en el rigor y el respeto a lo que está ocurriendo como lo más importante. Si no, la picaresca carece de sentido. "No se mueve ni una botella de agua en una rueda de prensa, eso que lo haga otro", expuso en su MasterClass.
Ser el reportero español más laureado le ha costado caro a este jerezano nacido en Zaragoza (su padre era policía destinado en Aragón, pero a los pocos días se fueron a Jerez de la Frontera, donde se crió). Fue secuestrado durante unas horas en Gaza en 2006. Perdió la pierna por culpa de una bomba en Afganistán, en 2009. Pasó el trauma al lado de los marines americanos, que le decían paper cut, porque otros tenían problemas mayores, y salió adelante.
El pasado año estuvo en Ucrania y un fallo humano le hizo ser acribillado a balazos junto a otros compañeros. Afortunadamente, salió airoso y ahora lo cuenta en su entrevista con EL ESPAÑOL.
—La primera arenga que recibieron estos jóvenes fue de Pedro J. Ramírez. Les dijo: "El mejor lugar de la Tierra sigue siendo la redacción de un periódico". ¿Qué opina de eso un reportero de guerra?
—Yo no le voy a quitar razón al gran Pedro J. Ramírez, pero el fotógrafo tiene que estar en el sitio para hacer la foto. Yo creo que el periodismo se hace desde el terreno. Manuel Chaves Nogales o tantos otros hicieron el periodismo desde el terreno. Y el pisar, el sufrir también, el terreno es percibir eso bueno y eso malo que hay que vivir en primera persona. La redacción es un lugar importante, pero es un lugar para salir y para volver. Lo tomaría para salir y para volver.
—Entonces, ¿cuál es el mejor lugar del mundo para usted que ha viajado tanto?
—La casa de uno. Yo tengo mucha suerte porque vivo en un ambiente familiar muy agradable, que me da estabilidad emocional, y tengo un santuario que es Jerez, mi raíz, que es lo que realmente me posiciona y me hace saber y conocer cuáles son mis raíces, con las que a medida que te vas haciendo mayor te identificas más. Porque cuando eres joven quieres escapar. Cuando vas madurando quieres conocer esas raíces y a mí me gusta conocerlas.
—Hablemos de raíces. ¿Cómo se inicia en el extinto Periódico del Guadalete? ¿Tenía ya vocación?
—Yo no tengo vocación. Ahora, de mayor, la vocación que tengo es de pura inercia de haber hecho esto muchos años. Yo no creo en la vocación. No me considero un Messi de la fotografía, ni mucho menos, para eso tienes que nacer. No tengo ninguna cualidad de nacimiento, la he ido desarrollando con el tiempo y la he trabajado. Soy un currante de la fotografía.
La vocación llega por querer hacer de este trabajo un estilo de vida. Por darte cuenta de que la acción es parte de este trabajo y dices: yo voy a hacer lo que sea para mejorar y hacer de esto mi vida. Es una necesidad y yo me agarro a la fotografía como una tabla de náufrago. Lo que estudio no me gusta. A lo que me voy a convertir no lo veo, no entiendo qué es, no me agrada y digo: esto que acabo de descubrir, que lo hago a través de mi hermano, que se dedica a la fotografía periodística antes que yo, esto es lo que a mí me mola: coger un vespino y perseguir policías y bomberos.
Esa adrenalina de llegar a los sitios, resolver y tal, es la que me hace aprender y rápido, porque lo que necesito es demostrarme a mí mismo que no soy un negado para eso. No que sea bueno, sino que no soy un negao. Que podría buscarme la vida así. Soy un buscavidas de esa fórmula. Ahí hay mucha cosa también: hay un mundo de descubrir, de privilegios, de tal, que me beneficio de todo eso para ser feliz como ser humano.
—Tras muchos años en la profesión, tras haber sido reportero, se fue a hacer un máster a Londres. ¿El periodista debe tener un título?
Aquí sí. El hispanohablante, sobre todo España, es un mundo o un mercado de titulitis. En el mundo anglosajón no hace falta, basta con la experiencia.
A mí, curiosamente ahora, me decían: podrías tener la VISA solo por tener el Pulitzer. O te facilita el trabajo, el poder trabajar en una universidad, por ejemplo. Te lo facilita demostrar que llevas 20 años en el terreno y te lo facilita decir que te has ganado la vida exclusivamente como periodista. Cuando te avalan una serie de títulos y de premios, eso te afianza como un docente.
Aquí no. Si no tienes un doctorado, aunque sea en lentes… Con eso puedes ser profesor en fotoperiodismo, presentes lo que presentes. Yo no podría, porque no tengo el título de doctor.
Hice el máster porque, primero, necesitaba teorizar sobre lo aprendido en la práctica. Y, luego, necesitaba darle una serie de palabras académicas y teóricas a una cosa que se llama fotografía. Cuando lees a Susan Sontag, aprendes que no solamente es el concepto que tenemos bajo el fotoperiodismo, sino que hay muchas cosas más detrás. Decidí hacerlo en Londres porque, obviamente, no podía hacerlo aquí. Al final, tienes que recurrir a esas oportunidades externas del mundo anglosajón.
—Ese joven Emilio Morenatti que comienza en Jerez de la Frontera, ¿de quién aprende?
Mi hermano Miguel y yo aprendemos juntos. Hay un pique entre hermanos que nos hace mejorar día a día. Pero maestros, Esteban Pérez, fotógrafo de Jerez, que aún sigue en La Voz del Sur, luego Eduardo Abad, de la agencia Efe, que fue mi gran maestro a todos los niveles, y en la AP tengo grandes mentores como Santiago Lyon, Enric Martí… Son gente importante que ha influido en mi carrera.
Pero yo creo que los mejores maestros que me han ayudado son gente de mi propia generación. Hemos ido descubriendo cosas aún por descubrir. Es decir, nuevas tendencias, nuevas maneras de darle la vuelta a las cosas… Somos gente que ha ido aprendiendo y lo hemos hecho en común.
Para esto, Oriente Medio fue la escuela. Concretamente, trabajar en Gaza, en los territorios palestinos, por donde ha pasado lo que hoy está consagrado en el mundo del fotoperiodismo y se ha curtido en estos lugares. Porque tengamos en cuenta una cosa: hace 20 años teníamos solamente una guerra, la de Oriente Medio, que era una guerra permanente. Y, ahí, hemos aprendido todos los que luego nos hemos dedicado posteriormente al conflicto.
—¿Qué aprendió en Gaza?
—De los conflictos se aprende lo peor del ser humano. Lo peor, lo peor. La miseria, la desesperación y, sobre todo, la desesperanza. Yo veo ahora en Gaza la misma desesperanza que vi cuando estuve trabajando allí. Lo que pasa que ahora ha pasado a ser foco internacional y yo no te diría por fin, pero esto es un antes y un después.
Puede ser que acabe Gaza o que el conflicto se estabilice. Veo Gaza como un lugar que durante años ha estado ahí y ahora ha reventado. Lo llevo viendo siempre, porque son 17 años desde que puse mi pie en Gaza y yo seguí en contacto con gente allá que trabaja para nosotros, vinculados de alguna manera al conflicto, y es duro ver un bloqueo de ese calibre.
—¿En qué se piensa cuando se está en una guerra?
—No pienso en nada, porque me concentro mucho en mi trabajo. Me concentro en lo que debo e intento hacer un paréntesis en todo lo demás. Hay una cuestión que es muy importante: pensar en lo visual. Tú tienes un background, obviamente histórico y cultural, para ir a los sitios, pero luego tienes que tener una serie de mecanismos de improvisación, producto de la experiencia, y que normalmente funcionan en los momentos de estrés máximo. En ese momento, si pierdes la concentración te puede costar la vida. En ese momento en lo que piensas es en medir cada paso.
Se trata un poco de ir acompañado de gente que te puedan ayudar en caso de que ocurra algo. Si necesitan ayuda de tu parte, saber que tú se la puedes proveer y saber qué tipo de gente te rodea.
Soy una persona muy autónoma cuando trabajo en conflicto y, cuando me asignan un reportero o un cámara de televisión, me gusta saber que mi intuición no se deja llevar por intuiciones extrañas o diferentes que me van a modificar mis conductas y que luego lo voy a pagar.
Me gusta ir solo, pero al mismo tiempo me gusta saber con qué tipo de personas trabajo. Yo creo que en los momentos en los que me toca compartir trincheras, coches y demás, me gusta saber que todos estamos de acuerdo. Me gusta saber que todos sabemos que vamos a ir por ahí. ¿Todos de acuerdo? ¿Todo bien? Adelante… Y no tener que correr ni pagar con la vida de nadie, cosas que pueden suceder en un momento complicado.
Esa experiencia te la da el haber recorrido situaciones de riesgo y de estrés. En esas situaciones, los movimientos erróneos se pagan con tu vida o la vida de alguien, cosa mucho peor. Recuerdo que cuando me secuestraron que mi conductor estuvo encañonado. No sé qué pasó con aquel hombre. Eso fue lo que me torturó. Me torturó la vida de aquel palestino que la mía propia porque se supone que estaba allí para ayudarme. El correr en tu conciencia con la vida de alguien debe ser duro.
—Hace un año vivió un momento complicado en Ucrania. Usted ha contado en otras ocasiones que le dispararon con metralla. ¿Cómo recuerda aquel momento?
—Es la típica situación en la que uno se convierte o es parte de eso que ocurre en las guerras, que no debería existir, en el que periodista es el blanco. Fueron muchas horas de emboscada. Ahí te despides y dices: de esta no salgo. Al final, sales y dices: o has gastado una vida de las que te quedan o te queda una vida más. Hoy cumplo un año. Uno consigue olvidar esto y reponerse, pero hay daño de por medio.
—Ha dicho en su clase que España es un sitio difícil para trabajar. ¿Por qué?
—Intuyo, y resalto el intuyo porque es una percepción mía, que es por de dónde venimos. En realidad, venimos de una represión donde no se podía hacer periodismo y quedan coletazos de aquello inevitablemente. Esas instituciones en las que el periodista tiene que estar controlado, no puede ir a su libre albedrío.
No se le saca partido al periodismo en su libre esencia, sino que el periodismo es un medio de manipulación para el antojo del poder. Y el poder tiene que ser supervisado por el periodismo, porque el sentido del periodismo es controlar al poder. Y el poder solo se controla si él quiere que se le controle.
Aquí, a diferencia del mundo anglosajón, el periodismo no corre al margen de ese poder político y es menos independiente. Hay más independencia allí. Ahora que vengo de recoger el Pulitzer, en esta ceremonia no había ni un político y es una de las ceremonias más importante del mundo. Hay sitios donde los políticos no se atreven a meter la mano, en instituciones anglosajonas. Aquí, en cambio, el político casi siempre representa todo.
Los medios están lamentablemente posicionados y eso es un error. Es normal que tengan sus tendencias de derechas o de izquierdas, pero no que representen a ciertos políticos. Aquí se le da mucha bola al político en sí.
Esto es algo que sorprende mucho cuando viajas al extranjero y cuando hablas con periodistas. Ojo, esto es una percepción que tengo cuando salgo fuera y hablo con colegas que hacen periodismo. Se sorprenden mucho con cómo nosotros hacemos el periodismo aquí. Esto es una pena, porque el periodismo tiene que correr al margen de ese poder, de esa publicidad adjunta a los medios y que hacen que de alguna manera haya una dependencia más que una independencia.
—Suficiente trabajo, por hoy. ¿Qué hay fuera de la vida de reportero? ¿Con qué disfruta Morenatti?
—Yo me lo paso muy bien con mis hijos y con mi mujer. Además, me gusta hacer deporte y caminar por el campo. Yo soy un disfrutón. Me gusta hacer lo que hace todo el mundo también, lo que pasa que me cuesta quitarme el rol de observador. Mi trauma viene porque uno ve la banalidad de la que le gustaría formar parte, pero no lo consigue. Es esa banalidad de la que algunas veces ves en las reuniones normales, en las que hablamos a veces y piensas: ¿de verdad esto importa? Pues debe importar, porque están hablando de ello. Y ahí me ofusco de alguna manera. Digo: se está poniendo demasiada atención, demasiado interés, en cosas que son realmente muy banales. Creo que habría que tener más consideración y conocer más qué está pasando fuera. Ahora llega Gaza, pero los que hemos ido allí sabíamos que era una cuestión de tiempo. Y ahora salen los expertos. Ayer fueron expertos de Ucrania, ahora de Gaza, mañana vete tú a saber de qué crisis. Pero nunca lo han sufrido en sus carnes. Vamos de conflicto en conflicto, de pasada, y pasas de puntilla por las cosas.
Toda una vida, gran éxito del Máster de El Español
"Toda una vida" es el título de una de las secciones más novedosas del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y de la Universidad Camilo José Cela. El curso comenzó su andadura el pasado 16 de octubre.
Como ha explicado Miguel Ángel Mellado, director del Máster, a los alumnos de la primera promoción, el objetivo de Toda una Vida es que por este espacio pasen los periodistas más destacados del momento.
"Es verdad que el nombre de la sección suena a bolero. Y si se escucha la letra de la canción, más todavía. En cierto modo, recuerda al ejercicio de nuestra profesión: te atrapa, se convierte en tu vida y casi a diario te causa 'ansiedad, angustia y desesperación', como escribió el compositor", dice Mellado.
Esa pasión por hacer el mejor periodismo posible, "siempre con ética, pero sin perder la estética, o sea, con calidad e interés", es el gran objetivo del este Máster. Nadie mejor que grandes profesionales para insuflar ilusión a los nuevos periodistas.
Emilio Morenatti, segundo invitado en Toda una vida, fotoperiodista español premiado con dos Pulitzer, se sintió muy identificado con el nombre y el propósito de Toda una vida. Fernando Garea, cronista político de EL ESPAÑOL, con una larga y brillante trayectoria profesional en diferentes medios de comunicación, abrió la serie el pasado 20 de octubre. El tercer invitado será David Jiménez, corresponsal en Asía durante más de tres lustros, reportero de guerra en varios conflictos bélicos y narrador 'in situ' de catástrofes como el accidente nuclear de Fukushima, en 2011. El ex director de El Mundo, seguramente el periodista más seguido en las facultades de Periodismo, estará en el Máster de EL ESPAÑOL este viernes, 3 de noviembre.