Tienen a nuestros hijos en sus manos. Desde que nacen hasta los tres años, los niños son inmensamente vulnerables, claro, pero también están en la edad crítica de su desarrollo: las educadoras de guardería (un 98% son mujeres, y por eso de aquí en adelante emplearemos el femenino) que están con ellos tienen un papel fundamental a la hora de detectar cualquier trastorno o posible retraso madurativo. Y no se sienten en absoluto bien pagadas por ello. De hecho, la inmensa mayoría declara que no llega a fin de mes. Por eso se han puesto en pie de guerra. Ya llevan dos jornadas de huelga (la última, el pasado 25 de octubre, secundada por el 80% de las profesionales) y, de no prosperar las negociaciones, acometerán dos más los próximos 8 y 15 de noviembre.
Cristina Badorrey es maestra en la Escuela Infantil La del Soto del Parral, en Madrid capital. Ella explica a EL ESPAÑOL que en Madrid existen tres tipos de escuelas infantiles: las gestionadas por el ayuntamiento de Madrid (como la suya), las gestionadas por la Comunidad de Madrid y las privadas. En el caso de las dos primeras, una inmensa mayoría están explotadas por empresas privadas, pues ambas administraciones externalizan este servicio mediante concursos públicos. La situación, afirma, es muy similar en todo el país.
"Yo trabajo aquí desde 2010 y puedo decir que, con respecto al resto de escuelas (las de la Comunidad de Madrid y las privadas) somos las reinas del mambo, entre un millón de comillas", desarrolla la educadora. ¿El porqué? En las escuelas de titularidad municipal hay dos ventajas diferenciales que introdujo el gobierno de Manuela Carmena y que se han mantenido con la presente administración: existe la pareja educativa (son dos profesionales por aula) y las ratios son menores.
"En la nuestra somos dos educadoras para ocho bebés, dos para trece niños de uno a dos años y dos también para 16 niños de dos a tres años. En la Comunidad, en cambio, hay una educadora para ocho, una para 14 y una para 20. Por eso uno de los puntos de nuestra lucha es unificar: un niño no tiene por qué tener una educación y una atención diferente si va a una escuela u otra", razona.
Además, y pese a que expresa que en las escuelas como la suya sienten un "cierto alivio" al repartir la tarea, "el de 0 a 3 años es un trabajo muy físico, emocional y con mucha carga mental". Y añade: "Todo el que tiene niños pequeños entiende lo que supone estar con ellos, imagínate multiplicarlo por 15". Y todo por un sueldo que en su caso y el del resto de educadoras de escuelas infantiles municipales es de 1.134 euros brutos: "A mí se me queda en unos 1.030 euros, pero la retención de IRPF varía según la situación de cada quien, y algunas compañeras cobran por debajo del Salario Mínimo Interprofesional. Yo gracias a mi marido puedo vivir, y podemos mantener a mi hija, pero imagínate las familias monoparentales, las que tienen cargas familiares…".
Bajas que no se cubren
En la privada las cosas no están mejor. De hecho, en cuanto al salario refiere, están peor. Anabel Madera trabaja en una de esas escuelas infantiles que algunas grandes empresas ponen a disposición de sus empleados para que estos puedan llevar a sus hijos durante la jornada laboral: "Su función supuestamente es facilitar la conciliación a los empleados, y por eso abren con un horario ampliado, de 7:30 a 19:30. Al final lo que sucede es que hay niños que vienen de 9:30 a 18:30 de la tarde", declara.
Ella trabaja sola en un aula con niños de uno a dos años. En la privada no existe el concepto de pareja educativa. Tiene 13 a su cuidado, y cobra por convenio 1.028 euros brutos de base, a los que se suma un complemento "estilo trienio" y un pequeño plus de subida por el IPC: "A mí se me queda en total en neto en 1.197 euros, con las pagas extra incluidas, que están prorrateadas. Todas dependemos de nuestras familias, o de nuestras parejas. Yo vivo con mi pareja, y, por ponerte un ejemplo, el año pasado me compré un abrigo de 50 euros, y eso me lo tuvieron que pagar mis padres".
Cada plaza en su escuela vale unos 450 euros por niño (aunque los padres pueden solicitar la beca de la Comunidad de Madrid), y están matriculados "entre 100 y 110": por eso Anabel no entiende por qué los sueldos son tan bajos para los 20 trabajadores de la escuela. Dice que en el día a día van "sobreviviendo, porque ésa es la palabra", pero lo peor llega cuando hay bajas, y las hay muy frecuentemente: "Si estamos todas, al final te vas organizando porque ya son muchos años. El problema llega con las bajas de uno, dos, tres días, que nunca se cubren".
También se escatima en personal de cocina y limpieza, porque Madera afirma que "puede haber una persona de cocina tanto para 200 niños como para 500", ya que no hay nada prefijado en el convenio al respecto. Y las aulas, en muchos casos, terminan por limpiarlas las propias educadoras: "Una de nuestras funciones es lógicamente tener los juguetes higienizados, o en la comida tenemos que limpiar las mesas, el suelo… Pero si hay sólo una persona de limpieza para limpiar todas las aulas, al final las chicas de apoyo son las que las limpian, y cómo lo haces estando con los niños en el aula", protesta.
Para Anabel es fundamental recordar que dentro de sus reivindicaciones está, por supuesto, el tema económico, pero éstas van mucho más allá: "Somos personal cualificado en una etapa muy importante en el desarrollo del ser humano, pero todas estas condiciones repercuten también en los niños y en las familias. Queremos que las familias piensen no tanto con quién están dejando a su hijo, porque al final todas nos hemos formado para ello, sino qué condiciones tienen las escuelas que deben favorecer el desarrollo de su hijo en una etapa tan crucial".
Niños hasta las 9 de la noche
Cristina Bachiller lleva 20 años trabajando como educadora infantil y, desde hace tiempo, en una escuela privada que un gran banco pone a disposición de sus trabajadores. En su caso, el horario es aún más amplio: desde las 7:30 horas de la mañana hasta las 21:00 de la noche: "Con el horario que se abarca, muchas veces te cambian el turno de un día para otro, porque estamos tan justitos de personal siempre que a nada que alguien falta te lo modifican y te avisan a lo mejor a las 10 de la noche para el día siguiente".
Y, aunque parezca increíble, la educadora asegura a EL ESPAÑOL que "hay niños que están hasta las 9 de la noche" y que las instalaciones nunca se quedan vacías: "Esta escuela es la más grande de Europa, tiene capacidad para 500 niños y siempre hay críos, desde primerísima hora a la última. No sé en qué momento hacen vida familiar". Y añade, con resignación: "Para esos niños somos su familia. Pasan muchísimas horas allí, a veces más que en casa. De hecho hay algunos que cuando vienen a buscarlos prefieren quedarse porque aquello lo sienten su hogar. Les cuesta irse".
Jornadas maratonianas
La otra gran protesta de las educadoras, además de sus reducidos salarios, son sus condiciones laborales: sus jornadas muy largas. Así lo cuenta Cristina Badorrey, la educadora de La del Soto del Parral: "Hacemos 38 horas a la semana. Y nuestro horario laboral es de dedicación exclusiva a los niños, de acompañamiento de las criaturas. El resto de las cosas las tenemos que hacer fuera de nuestro horario".
Explica, por ejemplo, que deben rellenar tres informes por niño cada año en los que detallan su desarrollo cognitivo, emocional y motor, además de los hábitos de higiene, comida, sueño y los hitos que han conseguido durante el trimestre: "Y para hacerlos sólo nos dan cuatro horas por trimestre, pero es imposible hacer 16 informes de seis caras en ese tiempo. Y aparte tenemos las tutorías por familia, más las conjuntas, más la Escuela de Padres... Es una carga de trabajo brutal".
Otra reivindicación está presente en el discurso de todas las educadoras: quieren ser llamadas así. "Nos siguen llamando cuidadoras cuando somos todas personal educativo. El 60% de las personas que trabajan en escuelas infantiles tienen el título de Magisterio, y el resto somos educadores infantiles, que tenemos el módulo 3 de Formación Profesional, un técnico superior". Además, muchas de esas maestras que trabajan en escuelas infantiles deberían cobrar más por convenio (1.489 euros en la privada), pero las trabajadoras consultadas aseguran que es frecuente que tengan el mismo sueldo que las educadoras.
Además, continúa, en España se sienten en especial agravio comparativo respecto a Europa: "En cualquier país europeo el 0-3 está sostenido con respeto y cariño, y aquí no sucede. Y es precisamente en el 0-3 donde se determina cómo va a ser el ser humano. Nosotros detectamos muchísimos problemas a esta edad: de espectros autistas, retrasos madurativos, retrasos del lenguaje… Y los equipos de atención temprana tampoco no llegan. El equipo que viene a nuestra escuela, por ejemplo, va a otras 7".
Las educadoras compran el material
Simón de la Riva es uno de los pocos educadores masculinos que conforman ese 2% del total. En su escuela, no obstante, son tres este año, pues afirma que la cosa está cambiando poco a poco: "Yo creo que es así principalmente porque todos los trabajos que han sido relacionados con los cuidados (y al final la educación infantil, aunque tenga una parte importante educativa, también está muy relacionada con los cuidados), siempre se han delegado en las mujeres".
Él forma parte de la Plataforma Personal Laboral de Escuelas Infantiles, un grupo muy activo que está reclamando mejoras estructurales para los educadores. Y trabaja en La Bola de cristal, una escuela de titularidad municipal en Madrid: "Yo ahora mismo estoy en el nivel 0-1, los más pequeñitos. Y aunque nosotros tenemos pareja educativa, si tienes un momento en el cual hay tres o cuatro criaturas que necesitan tomarse un biberón o que necesitan dormir, te sientes un poco desbordado".
Su salario base son 1.134 euros y tiene dos hijos, uno de 15 años y otra de cinco: "Al final, entre mi pareja y yo, que también es educadora, vamos saliendo adelante, pero siempre estamos contando centimillos a fin de mes y ajustando mucho nuestro presupuesto. Por ejemplo, aprovechamos esos días de la fiesta del cine para poder ir aunque sea una vez con nuestros hijos a ver una película. Y salimos a comer en momentos muy especiales tipo cumpleaños o día de la madre o del padre, pero de normal siempre estamos buscando ocio gratuito".
Por último, Simón nos revela otra realidad: en muchos casos, son las propias educadoras las que compran el material escolar del aula. "Hay muchas escuelas que llevan en construcción muchos años y, aunque se ofrezca dinero para material, nunca se acaba de suplir toda la necesidad, porque al final los materiales se estropean, se rompen... Y somos las propias compañeras las que nos dedicamos a reponerlo porque vemos necesario que los niños y niñas tengan también cosas con las que explorar, experimentar, etc.". En su caso, hace años que no compra de su bolsillo material como medida reivindicativa, pero igualmente lleva útiles caseros para ayudar a las dinámicas del aula.
A pesar de todas las dificultades que arrastran en el día a día, hay algo que ninguna de las educadoras pierde, y que la educadora Cristina Badorrey expresa en boca de todas: "Este es un trabajo 100% vocacional: una vez que entramos en la clase no hay problemas. Ahí estamos dedicadas a lo que nos gusta, que son los niños. Y ellos hacen que no pensemos en nada más, pero nuestro día a día es muy complicado y la voación no paga nuestras facturas".