Juan Dávila (Madrid, 1978) lleva chupa de cuero. Llega en moto el día que Ciarán arrasa la capital de España. Antes de empezar la entrevista, el camarero le pide una foto. Cuando entra en el edificio, el conserje le da la enhorabuena por su show, 'La Capital del Pecado'. Si no es una estrella de rock, al menos lo parece.
—Vaya fama—, le espeta el reportero fuera de la entrevista.
—Hay gente que ya me ha enviado mensajes a Instagram diciendo que estaba debajo de su curro, que si podía bajar a hacerse una foto conmigo.
Dávila es el cómico de moda. Su falta de filtros sobre el escenario llama poderosamente la atención. Allí, es el rey. Lo mismo le pide a Sergio Ramos que mire al primer anfiteatro —"donde tiras los penaltis", le bromeó—, que le pregunta a un enfermo de leucemia "¿y cuánto te queda?". Fuera es de otra manera.
La fama le llegó hace poco más de un año. "Varios vídeos del espectáculo se hicieron virales y el boca a boca de la gente. Porque la viralidad debe ser acorde a lo que ofreces", apunta como clave en una pequeña píldora de la entrevista. No le agobia, lo pasaba peor cuando no vendía entradas y lo iban a echar. "De estar mirando los puntos rojos, de decir: dos más, cuatro más...; A ver cómo empiezan como hormigas, llenando las funciones. Fue como cuando ves acercarse a una plaga".
Son pocos los que quedan por subir ya a La Pecaneta, la furgoneta en la que Dávila viaja por toda España para hacer sus shows. Oviedo, León y Burgos son sus próximos destinos. La semana siguiente estará en Mallorca y Albacete. Si en estos momentos se ha visto tentado de abrir una nueva pestaña en su navegador para buscar las entradas, desista: las entradas para ver a Juan Dávila están agotadas.
Hasta 2024 no se abrirán nuevas fechas. De momento, tendrá que conformarse con leerle en EL ESPAÑOL. No desespere, de momento Dávila seguirá con el mismo espectáculo. "Cuando un cómico cambia de show es porque el texto ya se lo sabe la gente, pero es que este show tiene la vida que tenga mi energía o hasta que yo me canse. Hay mucha gente que me escribe para decirme: no te canses hasta que consiga entradas".
—¿No es harto difícil ir sin filtros en una época en la que se cancela con facilidad?
—De hecho, me han cancelado en Instagram, en TikTok, entonces… Sí que es cierto que es complicado poder ser tan libre en comedia, pero la gente lo necesitaba. De ahí, la viralidad. Hay alguien que prima el instinto y el presente en base a lo que puedo hacer. Por eso también la frescura. Eso la gente lo compra como parte del show que es todo esto.
—¿Se arrepiente de alguna broma? ¿Ha pensado que la ha pifiado en alguna ocasión?
—Más que pifiarla, a veces pienso: madre mía, cómo se me ha podido ocurrir esto. Pero como estamos en un juego donde los que están son partícipes… Es un código entre todos. Esa broma, si la gasto en el bar, pues evidentemente puedes decir que no se puede hacer. Pero al entrar en ese código, todo el mundo se lo permite.
—¿Qué nos pasa con el humor? ¿Le tenemos miedo?
—El humor debe ir al límite; el miedo es a pasarte. Con el personaje que yo he creado, porque yo vengo del mundo de la interpretación, está siempre tan en la línea que no hay límites. Navegas siempre en el límite y a veces se pasa, pero es un personaje al que se le puede permitir.
—¿Dónde está el límite?
—Para mí está en que la persona a la que dirijo el chiste, o el zasca, o el giro lo esté disfrutando. Al espectáculo viene gente enferma, con problemas de discapacidad, de audición… Todos entran al juego, porque lo están disfrutando ellos. Si yo hiciese un chiste que les sentase mal, no lo harían. Ahí está el límite.
Críticos y comedia
Los críticos —también los tiene— dicen que Dávila está aquí por sacar a la gente al escenario. En palabras de Juan del Val en El Hormiguero: "Los monologuistas que utilizan al público. Yo he venido aquí a ver a alguien para que me haga reir. ¿Qué haces bajando aquí a incomodarme a mí? [...] Chico que eso no es humor, eso es bullying".
El cómico se defiende explicando el proceso de creación de este nuevo espectáculo, que no es un stand up, ni es un monólogo. "Es otra cosa", apunta.
Podría decirse que el propio Dávila no es un cómico al uso. Estudio fisioterapia y allí entró en contacto con el teatro. Luego, hizo las oposiciones a Policía Local en Alcobendas con el objetivo de comprarse una casa. No abandonó entonces los escenarios y acabó por hacer humor en Paramount Comedy y otros lugares. Al final, dejó la seguridad para dedicarse en cuerpo y alma a la interpretación, que es donde se reconoce.
"He estado diez años haciendo shows de improvisación dos días a la semana", dice. Eso se consigue "entrenando". "Haces ejercicios de agilidad mental, memoria... No puedes ensayar lo que va a pasar, pero sí el estar rápido", afirma Dávila.
Reconoce que esto le dificulta quedarse en blanco en alguna función. "Porque lo que trabajas es estar tranquilo sabiendo que no tienes nada", apunta. "Estar relajado sin la presión de tengo que hacer chistes y confiar en que algo pasará", incide.
La improvisación se mezcla con su falta de filtros. Sobre el escenario esto no le ha jugado ninguna mala pasada, pero en la televisión sí que ha ocurrido. "Tú que te has operado las tetas... Ahora, con el calor que hace, ¿no te huele como a goma quemada?", le dijo a una mujer en La Última Noche, llevándose la reprobación de la presentadora.
—En la televisión tuvo problemas.
—Han sido chistes que yo hago en mi show en otro lugar como era la tele. A mí en ese programa me contrataron para eso. No me contrataron para debatir, me contrataron para ser un poco el incendiario dentro del programa. Que la gente no estaba preparada o que la televisión no está prepara para esto porque no hay ningún programa que tenga este tipo de humor… No hay nadie que se la haya jugado a poner a un tío para que haga un programa sin filtros. Fíjate, son las redes, que va más avanzadas, y me han cortado.
Pero te das cuenta de que la gente lo compra. En Estados Unidos hay muchos programas de humor negro muy bestia y la gente los ve, los comparte. Aquí no hay nada aún, pero por redes ves que la gente lo ve y lo comparte. Lo que pasa es que los haters hacen más ruido que los que le gusta. Al final, al que le gusta, da un megusta y ya está. El otro se pone a escribir, dicen esto tal y cual. Cuatro valen a 1000 de los otros.
—¿Nos da miedo reirnos en público?
—Sí, de hecho, cuando pasó esto en la tele, la mujer se rió. De primeras, todo el mundo se rió. Lo bueno de la risa es que espontánea. Es lo que hay, no puedes cortarla ni manipularla. Pero lo primero fue la risa, porque le hizo gracia. La risa nos quita importancia. Yo siempre digo que no somos tan importantes. Cada uno tiene sus problemas y a uno le puede afectar una cosa y a otros otra. Es restar importancia a través del humor.
—¿Hablamos de libertad de expresión? ¿Qué piensa?
—Yo creo que si estás siendo fiel a lo que opinas y no estás insultando a alguien que pueda crear violencia, que pueda crear un conflicto que pueda ir más allá de la palabra, cada uno puede decir lo que le salga de los huevos (risas). Básicamente. Siempre y cuando tengas el lugar y que no sea ‘oye, tú, gilipollas’.
—Juan del Val le dijo que hacía bullying.
—Ahora mismo, la gente piensa que este tío lo peta hablando con el público. Como si fuese eso. Cuando decía Juan del Val: "A mí como no tiene texto... ¡Cúrratelo!". Yo no digo que estoy haciendo un monólogo de stand up. Yo no he vendido eso en la vida. Para hacer lo que yo hago hay preparación, hay clases de interpretación, hay clases de improvisación, hay mucho salto al vacío… No es que el público te haga el show. Si lo haces así, sin recursos, te aseguro que la gente se ha ido a los 10 minutos.
Lo que pasa es que hay gente que está empezando a hacer comedia que sale a hablar con el público, y eso está haciendo mucho daño. Porque primero hay que hacer reír. Yo tengo mucho texto que no hago, pero he elegido hacer esto. Ahora salen solo a hablar y eso es un diálogo. Eso no es comedia ni es nada, no va hacia nada, hacia ningún lado.
Yo, cuando habla el público, lo llevo a algún lado. Eso está haciendo flaco favor, porque cuando yo llego a este resultado llevo 10 años de proceso.
—¿Qué es para usted la comedia?
Para mí la comedia siempre ha sido una forma de vida para quitar importancia a los problemas y sobrevivir. En los momentos más duros que he tenido, he escrito comedia o he sacado comedia de aquello. Luego, también hay una cosa, una norma que creo que tiene que ver con el espectáculo. Siempre se dice: tragedia + tiempo = comedia. Es lo típico.
Lo que yo hago es que la tragedia, en el momento, sea comedia. Eso es algo que está pegando muy fuerte. El vídeo de la leucemia no tiene tiempo. Es tragedia en el momento. Yo le meto un giro a la historia de la comedia. Es decir, este tío no ha esperado que pase el tiempo. El tío está jodido.
—¿Cree que eso le sirve para conectar también con los famosos?
—Sí, sí. Hay una parte en la que yo siempre he tratado igual cuando era policía a un camarero que al concejal de seguridad. Siempre lo he tratado igual. Yo hacía bromas como si fuesen lo que son, personas y punto. Eso, al haberlo trasladado al show, nos hace ponernos al mismo nivel. Yo digo: aquí vamos a sacarnos todos las miserias y todos las tenemos. Puedes tener 100 millones en el banco como Sergio Ramos o puedes haber venido porque te he dejado la entrada porque no llegas final de mes. La tragedia une. Yo creo que los famosos vienen y saben que van a ser tratados igual, eso lo valoran.
—La capital del Pecado. ¿Por qué todos le preguntamos por sexo en este punto?
—En realidad, porque parece que el pecado es la lujuria, pero también están la pereza, la envidia… A veces hay shows que son más de lujuria, pero hay otros en los que prima la envidia. No siempre se lleva así, aunque sí está muy unido, porque parece que es el más conocido, o es lo que más ha llevado a la gente a pecar. El resto no cuentan tanto (risas).
—¿El sexo une?
—Es lo que digo en el show. La sociedad nos separa por muchas clases: políticos, por dinero, por barrios, por creencias… Y este show es lo más humano y saca la mierda que hay. Porque todos vamos reirnos de lo que hay. Que le toca al de la silla de ruedas, al de la silla de ruedas, que le toca a Ramos, a Ramos… Evidentemente, no es lo mismo un tío en silla de ruedas que reirte de que falló un penalti. Pero son sus problemas también. Ahí nos reímos de todos.
—Todos tenemos algo que nos duele. ¿Qué le hace vulnerable?
—Sabes lo que pasa…
—Que por hacer bromas debe aceptarlo todo.
—Hay un punto de decir: es que yo soy cómico, pero a mí que no me hagan bromitas. Si el lugar desde el que me hacen las bromas es desde un lugar sano, no desde la maldad, se pueden reír de lo que quieran. Otra cosa es que haya gente que me insulta y tal. La gente que te insulta o que dice: no, es que ahora se lleva este tipo de comedia, que es una puta mierda. Si me metes un chiste, me reiré, pero si solo me insulta… Pierde el sentido de que se estén riendo.
—¿Se siente impune?
—Sí, sobre el escenario me siento impune. De hecho, en el show pasan muchas cosas que yo no saco. Ni en redes ni en ningún sitio porque son muy fuertes.
—¿Porque le cancelarían?
—Claro. Ya me cancelan cosas y saco lo más light, pues imagina. Pero en mi show no hay censura porque es el teatro y la gente ha pagado por eso. No se cuela nadie que diga no sabía a lo que venía. La peña lleva con una entrada 8 meses. Sabe a lo que viene.
—¿A quién le gustaría sacar al escenario?
—Hombre, a mí me gustaría por ejemplo que viniesen gente especialmente sensible. Los que critican que no lo han visto, que lo viesen desde dentro. Las mayores críticas son de gente que no han venido y les parece mal que haga chistes de un ciego o una chica con discapacidad. Para que vean lo que pasa ahí.
La entrevista continúa y Dávila volverá a hablar de sus críticos. Su espectáculo de hacer partícipe a los espectadores comenzó en el Arlequín. "Cuando a la gente que llegaba tarde la subía al escenario", comenta.
Eso ha provocado que en su show existan localidades junto a él. "Luego como no había venta de entradas, los subía al escenario. Ahora, los que van al escenario son gente con problemas. No ha sido pensado porque iba a generar más, pero se ha creado una nueva forma de comedia".
—Hay algunos cómicos nuevos que critican esa forma de hacer comedia. ¿Por qué cree que ocurre?
—Uno por el purismo del stand up. Porque si tú eres, por ejemplo, de música clásica y en la música clásica tienes que salir con un traje y tal. Si ahora llega uno que toca el violín por el suelo, pues uno le dice que no es clásica, porque parece que tiras por tierra una forma de expresión que tiene que ser así, si no no tiene po rqué funcionar. Y luego, dándole más vueltas, que que alguien que no hace comedia pura lo pete, pues ya no puede ser. Si yo siempre lo digo: no hago stand up, olvídate de mí, tú haz lo que quieras, yo no hago lo que tú crees que tengo que hacer o lo que debería hacerse. Que lo pete algo que no se sabe lo que es, porque no tiene un nombre… Yo me he encontrado gente que me pregunta que ha buscado lo que haces y dices: no es nada… Es como la Rosalía de la Comedia. Digo, pues a lo mejor es algo así.
—¿Se siente la Rosalía de la comedia?
—Bueno, es un género indefinido, compuesto por muchos tipos de arte y lo ha petado así. No sé, podría ser. No hay un género. Cuando intentan poner un nombre o decir que parece que lo que se lleva es esto en la comedia. No, no, lo único que funciona es esto. Hay gente que lo hace y no vende una entrada. Hay gente hablando con el público que no vende entradas. Parece que hablar con el público te asegura vender entradas y no.
Su perfil
Juan Dávila creció en Móstoles y luego se mudó a Moratalaz. Él mismo hace su propia autobiografía en unas líneas: "Hice Fisioterapia en Alcalá de Henares. Jugué en Tercera con Santa Ana, en Alcobendas cuatro años, en Coslada dos, en Las Rozas otras dos temporadas. Ahí no pensaba en ser monologuista. En la universidad, me apunté a teatro. En la escuela de Coraza empecé a centrarme en ser actor, no cómico. La gente dice que soy mejor actor que cómico, pero se ha disparado por aquí. No es lo típico del Stand Up. Esto es un personaje muy loco, que suelta las burradas que le da la gana y desde ahí conecta y hace los chistes".
Esto último "tiene que ver con cuatro años de Coraza, tiene que ver con improvisación, que estuve 10 años, con pantomima y gramática personal, que estuve 10 años con Piris, tiene que ver con el estudio del ser humano… Porque yo empatizo mucho con el público y eso tiene que ver con el trabajo personal también", resume el cómico.
Asegura que no es la persona que está sobre el escenario, aunque podría pegarse el día haciendo chistes. "Lo que está en el escenario es una parte de mí llevado al límite", aduce.
Tan al límite que termina fulminado los espectáculos, sobre todo cuando hace doblete. "La gente me dice que haga tres... Tío, necesito frescura, no es ir allí y tirar el texto. Así podría hacer siete, pero para este tengo que estar fresco, rápido, muy abierto, con mucha escucha", apunta.
Dávila no tiene un referente en el mundo de la comedia. Sus estelas fueron actores, pero no gente de la comedia. Lo argumenta explicando que "esto es un género nuevo, digamos, y lo he creado de una mezcla de trabajo personal, que hay mucho".
"Mucha gente que dice que es terapéutico, porque sale liberado, esperanzado, y eso tiene que ver con el trabajo personal mío, con la mezcla de improvisación. Que yo he hecho monólogos, he estado en Paramount Comedy y demás, pero no ha habido un referente claro. Nadie sacaba gente al escenario. Ese movimiento no estaba".
—¿De qué fuentes bebe?
—No veo humor ni lo leo. Me gusta mucho el teatro antiguo. Leo todo lo que tiene que ver con el eneagrama, numerología, el conocimiento del ser humano y autobiografías. Me gustan mucho, porque aprendo mucho de cosas por las que han pasado todos. Pero de comedia… Leer comedia como tal no he leído. Ni libros de reglas, que hay eruditos del stand up que se las saben todas, no. En realidad, me he forjado haciendo.
—¿Qué piensa del mundo en el que vive?
—No veo las noticias. Hay una locura general, que la gente… Por eso digo en mi espectáculo: saca aquí tu mierda, porque si no la vas a sacar en otro sitio que va a ser más dañino. Estamos en un mundo de mucha incosciencia, de muy poco trabajo personal a nivel consciente y, por ende, se hacen cosas inconsciente.
La gente no quiere hacer daño de verdad, pero al no tener conciencia de uno mismo pues dan tiros al aire y va cayendo gente. Pero estamos en una sociedad muy inconsciente.
—¿No está al tanto de lo que ocurre?
—Claro que veo las guerras, pero muchas veces digo: qué puedo hacer yo. Intento ayudar a lo que tengo cerca, que ya es. Ahora vamos a hacer una cosa con la Mucca, que el 10% que me tendría que llevar (risas), lo vamos a donar a la leucemia. No es voy a parar la guerra, los bombardeos. Podemos hacer cosas cercanas, por ahí se puede empezar a ayudar bastante. A ese nivel tengo más conciencia social, porque es lo que más cerca tengo.
—Está alejado de la política entonces.
—Sí, eso es que nunca me ha interesado. Estoy más cercano al ser humano que la política. La política separa mucho. Por la política ha habido una guerra civil por la que se mataban primos y hermanos. Yo apuesto más por confiar en lo que une que en lo que nos separa. Cuando me han preguntado, tengo que estar al día. Para poder estar bien informado tienes que estar muy informado. No vale con decir yo soy de esto, pero luego ha cambiado y tienes que ver qué hace bien y qué hace mal… Yo prefiero leerme una autobiografía o estudiar el comportamiento del ser humano.
La gente dice: no, es que como no te posicionas políticamente te ve más gente. Digo: bueno, hay gente que se posicione o no políticamente no lo van a ver en la puta vida.
Lo que pasa es que doy prioridad a otros temas. Si sale un partido me meto con uno o con otro, igual que me meto con las discapacidades. Eso resta importancia a lo que creemos. Al de un partido y al del otro. Y la gente se ríe, cuando a lo mejor ese tío se daría de hostias con el de al lado.
—¿Cuál es la burrada más grande que ha dicho?
—Ha habido tantas… Lo de la leucemia pareció muy fuerte, lo del cuánto te queda, pero el tío lo disfruta y todo el mundo lo ha compartido como enhorabuena. Me han escrito cómicos diciendo que hubieran reculado, se hubiesen ido para otro lado en cuanto dicen leucemia… También mi valentía nace de la honestidad. Eso es una burrada preguntarle a alguien cuánto te queda, pero siempre siendo buena persona. Ven que soy buena gente.
—¿Se ve cambiando de show?
—Cuando un cómico cambia de show es porque el texto ya se lo sabe la gente, pero es que este show tiene la vida que tenga mi energía o que yo me canse. Hay mucha gente que me escribe para decirme: no te canses hasta que consiga entradas. Me escriben esos mensajes. Yo creo que depende hasta que me canse.
—¿Cuida su salud mental?
Hombre, yo hago terapia, leo mucho, hago trabajo personal… Por eso te hablo de los niveles de consciencia. Cuanta más conciencia hay en el mundo, más respetas, más cuidas y, de hecho, el que se hagan cierto tipo de cosas en el siglo en el que estamos es porque hay mucha inconsciencia. Es imposible hacer eso si conectas con el otro.