El siete de septiembre de 2019 Antonio Buza abrió la puerta de su casa con gestos somnolientos. Eran poco más de las siete de la mañana cuando unos golpes usurparon su tranquilidad. Buza se deshizo de sus sueños para vivir lo que sería su peor pesadilla. Caminó hasta la entrada confundido. Tales sonidos provenían de un par de guardias civiles que se encontraban frente a su casa: "¿Antonio Buza?", preguntaron los agentes. "Su hija ha muerto en extrañas circunstancias".
"Fue el día más triste y de mayor locura de mi vida", expresa Buza a este diario. Ana Buza tenía 19 años cuando apareció muerta detrás de unos quitamiedos de la autovía A-4, a la altura del kilómetro 511 sentido Córdoba-Sevilla, en un carril de deceleración de acceso a Carmona, municipio sevillano donde residía su familia. Ocurrió a las tres de la madrugada. El cuerpo de la joven fue hallado a unos 60 metros del vehículo donde viajaba junto a su pareja R.V., de 25 años. El plan era pasar el fin de semana en Lora del Río, donde la madre del joven, A.P., tenía su casa. La pareja llegaría al municipio andaluz a las once de la noche, pero a las tres de esa misma madrugada estaban ya de vuelta. Ana nunca volvió a casa.
Tres familias que pasaron por el escenario del suceso sobre esa hora auxiliaron a la pareja llamando al 112. Hasta el lugar de los hechos se desplazaron agentes de tráfico y la UVI móvil de Carmona, entre otros. Estos últimos realizaron un masaje cardíaco a la joven, pero no pudieron hacer nada. Ana murió en el acto. Según varias declaraciones, el joven, junto al coche —que no junto al cuerpo— y sin ningún rasguño, gritaba: "Mi niña, mi niña. No me hagas esto, mi niña".
"Aquella misma noche R.V. dio hasta cuatro versiones de lo que había sucedido. Y llegó a dar una quinta en mi casa", comenta Antonio Buza a EL ESPAÑOL, diario al que detalla punto por punto lo que ha sucedido desde aquel trágico día de verano hasta hoy. Antes, el andaluz pone en contexto: R.V. conducía —a 117km/h— y Ana se encontraba sentada detrás del asiento del copiloto, que "supuestamente" se encontraba vacío: "Tengo mis dudas de si iba alguien más o no", señala. "La primera versión fue la de que 'se le había cruzado un animal o algo'. La Guardia Civil no lo creyó. Inmediatamente, expresó que se había despistado del volante al escuchar un ruido en la parte de atrás, colisionando así contra el quitamiedos. Pero R.V. no tenía heridas".
En torno a las cuatro de la mañana apareció, repentinamente, la madre del joven, y este cambió la versión a que Ana se había tirado voluntariamente del coche porque había discutido con su padre —Antonio Buza— por sus malas notas. Pero Ana ni siquiera había comenzado el curso.
Pregunta.- ¿Cómo era Ana?
Respuesta.- Una alumna brillante. Se matriculó en Filosofía por la Universidad de Sevilla tras sacar un 13,675 sobre 14 en Selectividad. Sacaba matrículas de honor y escribió varios libros de narrativa para adolescentes. Tenía hasta el C1 de inglés y carnet de conducir. Le gustaban las películas en versión original en inglés y le fascinaba la literatura y el patinaje.
En Carmona todos conocían las buenas notas de Ana, lo que hizo que uno de los allí presentes increpase al joven y le arrojase su asombro, "aquello era imposible". Por cuarta vez, R.V. cambió su versión de los hechos: Ana se habría suicidado tras discutir aquel día con su padre por temas económicos.
P.- ¿Problemas en casa?
R.- Jamás. Nos mantenemos bien. Nunca en casa ha habido discusiones de este tipo.
Según Buza, tras aquella declaración, el médico de la UVI móvil se negó a certificar la muerte de Ana porque "aquello no había quien se lo creyera", y la Guardia Civil trasladó el caso a la Policía Judicial. Aun habiendo cambiado hasta cuatro veces la versión de los hechos, R.V. no fue detenido para un posterior interrogatorio. A las personas que auxiliaron no se les tomó declaración y sus datos no fueron anotados. Ni siquiera le tomaron declaración al mismo Buza, con quien supuestamente Ana había discutido y por lo que habría tomado aquella decisión. Tampoco pidieron el visionado de la cámara de videovigilancia que se encontraba a cien metros. "A los 17 días fui yo mismo a pedirlas, pero las borran cada 13 días. No hubo suerte", explica.
Desde el día del suceso, el andaluz no se ha creído las versiones del que era la pareja de su hija. Y menos aún cuando encontraron una agenda entre las cosas de Ana que llevaba consigo esa misma noche. Había algo apuntado para el día siguiente, domingo: 'Cita con la psicóloga'.
P.- ¿Ana iba al psicólogo?
R.- Era la psicóloga de él.
P.- Interrogaron a la psicóloga, ¿verdad?
R.- Nadie lo hizo. Tampoco nadie nos preguntó si Ana tenía algún problema psicológico.
P.- ¿Cómo os enterásteis?
R.- [La psicóloga] me envió a la semana y media del suceso un correo electrónico que le había mandado Ana. Contactó con ella el 6 de marzo de 2019, seis meses después de empezar con R.V.. Ana la conocía porque había sido su orientadora escolar.
P.- ¿Qué decía en el mensaje?
R.- Pedía ayuda para su novio. Expresaba que no entendía sus celos, su manipulación. Decía que no le permitía ir con los compañeros de clase porque creía que le iba a ser infiel y que a él le gustaría tenerla en una jaula a la que sólo él tuviese acceso. En él exponía que ya no se sentía libre y que había tomado la decisión de ponerse en contacto con ella porque ese mismo día había sido violento. También le pedía confidencialidad, y que no le dijera nada a sus padres para evitar malinterpretaciones.
Según cuenta Buza, la especialista testificó que Ana era víctima de violencia de género y que la última sesión que tuvo con ella fue el 3 de septiembre, cuatro días antes de su muerte. "En esa sesión fueron los dos. Ana se sentía emocionalmente dependiente de él. Expresó que estaba cansada de la relación".
El sevillano cuenta que dos días después del entierro se presentó en Lora del Río para hablar con los padres del joven. Allí se encontró con el padre: "Estaba bebiendo cerveza. Cuando le pregunté por lo sucedido evitaba responderme. Lo intenté una y otra vez y seguía evitando responderme. Aquello me impactó. Esto es un pensamiento subjetivo mío, pero creo que no podía con la idea de que su hijo había matado a mi hija". El día 10, al día siguiente del encuentro con el padre, Buza se citó con R.V. "Necesitaba conocer el escenario exacto de los hechos. Le hacía preguntas, pero se contradecía una y otra vez".
P.- ¿De qué hablaron?
R.- Le pregunté por las relaciones sexuales con mi hija.
P.- ¿En serio?
R.- Me ha gustado siempre leer libros del psicoanalista Freud y la importancia que este daba a la sexualidad. Se conoce mucho a las personas con este tema. De hecho, ahí observé que era un joven sin empatía alguna.
P.- ¿Qué le dijo?
R.- Me dijo: "Ana era un poco ninfómana".
P.- ¿No le cruzó la cara?
R.- Mantuve el tipo.
P.- ¿Qué pasó después?
R.- Estuvimos juntos muchas horas. Me contó que conocía el patrón para desbloquear el teléfono móvil de Ana y que se sabía todas sus contraseñas. Estaba muy interesado en el dispositivo y en su ordenador. Decía que había cosas que podían herir mi sensibilidad. Le pregunté por qué tenía todas sus contraseñas y me contó que un día pilló a Ana con un vídeo porno, y me hizo gestos obscenos. Me dijo: "Ana tenía problemas para activarse sexualmente".
P.- ¿Pero supuestamente no era un poco ninfómana?
R.- Una ninfómana que le costaba activarse sexualmente. Nada tenía sentido. Él se contradecía.
El matemático recuerda que últimamente Ana gastaba más dinero de lo normal y que incluso les insistió en que quería ponerse a trabajar. La joven pagaba todo: gasolina, dos cuotas de gimnasio, dos bicicletas, hoteles y vacaciones. "Tú tienes una familia, no necesitas trabajar", le decía Antonio. Pero varios árboles y paredes de Sevilla estaban empapelados con el número de Ana y mensajes de chica responsable a la que le gustan los niños, los animales y que, además, sabe dar clases de inglés.
La tarde antes de morir Ana le mandó un mensaje a R.V. en el que decía 'mi padre nos ha puesto verde a ti y a mí'. "A eso se refería R.V. con la discusión acerca del dinero. Pero yo sólo le dije que no necesitaba trabajar y que él también podía poner de su parte".
19 días después de la muerte de Ana, Buza encuentra su teléfono móvil —que hasta entonces no se sabía dónde estaba— sin funda y a 72 metros donde supuestamente estuvo el cadáver de la joven. El vehículo, el cuerpo de Ana y el dispositivo creaban un triángulo. Sin embargo, no ha sido hasta el pasado siete de septiembre cuando se ha presentado el análisis de este dispositivo en nueve folios. El resto eran anexos. Cuatro años han pasado hasta que lo han revisado.
P.- ¿Cómo fue a parar el móvil hasta allí?
R.- A día de hoy nadie se lo explica. Ni siquiera los reconstructores de la Guardia Civil. A finales de agosto de este año la madre del investigado testificó que a ella la Guardia Civil le permitió acercarse al vehículo —en un escenario que debería haber quedado acordonado—, que ahí encontró el teléfono móvil de Ana sin funda y que se lo entregó a un agente.
P.- ¿Y la funda?
R.- No sabe nada. ¿Quién tiró el móvil? ¿La Guardia Civil? ¿La Guardia Civil de Tráfico? ¿La Policía Judicial? ¿El joven? ¿La madre?
P.- ¿Cuáles son las últimas novedades?
R.- Han encontrado dos búsquedas en internet. '¿Qué pastillas tomar para suicidarse?' era una de ellas. Duró 24 segundos. La segunda es un artículo de Juan José Millás de El País sobre la eutanasia, y dura un segundo. La madre del investigado testificó que horas antes del suceso, ella [la madre de R.V.] había tomado muchas pastillas. No podemos descartar que esa búsqueda en internet la hiciera R.V. porque, como hemos dicho, el joven tenía acceso al teléfono móvil de Ana. Los análisis toxicológicos exponen que Ana no había tomado ni alcohol ni drogas ni opiáceos. En todo caso, Ana debería haber buscado cómo tirarse de un coche en marcha.
Cuando once días después del suceso Buza se presentó en el juzgado para dar un poder a una procuradora y un abogado fue de todo menos bien recibido. "¿Eres el padre de la fallecida?", le preguntaron. "Venga conmigo". Buza se desplazó hacia una habitación. "Su hija se ha suicidado, está clarísimo. ¿Se entera o no se entera? En caso de que fuese violencia de género le correspondería a mi compañero de arriba y no a mí. Ahora me voy a la sala de vistas, que tengo cosas importantes que hacer". El andaluz se quedó petrificado. Con asombro, le preguntó a la secretaria judicial, que allí se encontraba, quién era aquella mujer de "tan poca empatía y educación y que le había tratado con tanta desvergüenza". "Su señoría", le contestó.
En ese momento, Antonio contactó con su abogado para reabrir el caso. Negativa de la jueza y del fiscal que alegan que "ya se ha investigado lo suficiente". "El fiscal, además, se permitió escribir: 'Es comprensible que un padre no acepte el suicidio de su hija y busque culpable en terceras personas'.
Tras estas negativas, Buza apeló a la Audiencia Provincial presentando el correo electrónico en el que Ana hablaba de manipulación, violencia, celos y aislamiento a la psicóloga. También mostró las calificaciones sobresalientes de Ana y los movimientos bancarios en los que se observan ingresos de hasta 500 euros de Antonio hacia su hija con conceptos como "qué buenas notas". En noviembre de 2019 el caso se reabre, puesto que "había indicios claros de criminalidad que no habían sido investigados". Desde entonces no ha vuelto a archivarse.
[Una voz tras la violencia de género: “La noche antes de denunciar nos amenazó con matarnos”]
A principios de diciembre de 2019, Buza consigue sentar en el banquillo como testigo a R.V. La relación entre R.V. y Antonio es rocambolesca. Después de morir Ana, el joven visitaba a los padres de ella todos los días y no dejaba de alabarlos. "Tengo todo guardado, tanto las amenazas que nos han hecho durante años él y su familia como este tipo de alabanzas".
P.- Pero supuestamente usted había sido el responsable de la muerte de su pareja, según él contó a la Guardia Civil.
R.- No tenía sentido. Ante la Guardia Civil había testificado que yo era el responsable de la muerte de su pareja. Debería odiarme, ¿no? Me estaba manipulando hasta el punto de sacarme dinero para comprar el coche que actualmente utiliza, un Seat Ibiza blanco. Este tipo de personas te manipulan y te anulan por completo. Da igual lo listo que seas.
Una vez sentado R.V. en el banquillo en calidad de testigo, la jueza pide al joven si tiene algún inconveniente en dejar su teléfono móvil en el juzgado. Este le dice que no tiene batería suficiente, a lo que ella contesta "que no hay problema, que lo recargue y que lo traiga en dos o tres días". Antonio Buza no sabe si R.V. borró datos en esos días.
P.- Hablamos de una negligencia tras otra.
R.- La verdad es que en este caso ha habido muchos incompetentes, sin ganas de investigar. Además, la soberbia es el peor de los pecados, el único que no te permite aprender.
P.- Hablas con mucha claridad.
R.- ¿Quién va a silenciar a un padre que lleva más de cuatro años buscando justicia para su hija fallecida en extrañas circunstancias?
Miles de euros de su bolsillo
Buza asegura que se ha gastado miles y miles de euros en hacer las cosas bien. Para ello ha contactado con criminólogos, ingenieros, reconstructores de accidentes, detectives, forenses expertos en lesiones corporales y médicos, entre otros. "Esto es un problema de ciencia en el que quiero sacar un 10. No me basta sacar un 9’99", expresa.
R.V. pasa a imputado
Antonio consigue sentar a R.V. como imputado por la muerte de Ana el 3 de julio de 2020, diez meses después de su muerte. Sin embargo, no ha sido hasta junio de este mismo año cuando el caso ha sido trasladado al Juzgado de Violencia de Género. Actualmente, la jueza, los fiscales, la secretaria judicial y el comandante jefe de policía judicial han pedido otros destinos.
La jueza se marchó a finales de septiembre de 2022. En ese momento apareció una juez sustituta y, seguidamente, un joven juez titular que empezó a admitir las pruebas solicitadas y a llevarse las manos a la cabeza porque el caso Buza no estuviera en violencia de género. Cuando una persona es investigada por la muerte de su pareja, explica Antonio, la ley expresa que "la jueza de instrucción debería haberse inhibido en favor de un juzgado de violencia de género. Por tanto, eso debería haber ocurrido en julio de 2020, y no tres años después.
En este momento, la Fiscalía pidió una reconstrucción del accidente y una ampliación de la autopsia. Sin embargo, estos forenses se negaron a hacer dicha ampliación hasta que no estuviese el informe de reconstrucción de la Guardia Civil, con el cual lo cuadraron totalmente, según afirma Buza.
Los investigadores de Buza contradicen radicalmente los informes encargados por la Fiscalía. El matemático no deja de repetir que todo lo que rodea al caso es ciencia. "Quiero una trayectoria de mi hija espacio-tiempo y ver si cumple las leyes de la física", expresa. Ana tenía fracturas en los dos fémures a la altura de las nalgas: "Era como una muñeca de trapo". También tenía las cervicales fracturadas y la médula totalmente seccionada.
El coche iba a 117 km/h. "cuando la atropella según yo o cuando se tira ella según ellos". "Eso son 32 metros y medio por segundo. Ahora tiene que abrir la puerta venciendo la oposición del viento. Una puerta que se abre 69 grados y una joven que pesa 51 kilos. Además, Ana tendría que lanzarse y ella sólo tenía señales del quitamiedos en la parte trasera de sus muslos, algo que sólo puede suceder si la persona está en bipedestación, es decir, de pie", explica.
Buza habla sobre ley de acción y reacción, ley de inercia, movimiento de traslación y dinámica de rotación de un vehículo y un cuerpo. Expresa que los forenses contratados por él aseguran que, con la hipótesis del atropello, se explican todas las lesiones corporales que sufrió Ana Buza. Sin embargo, con la hipótesis del suicidio lanzándose del coche a 117 km/h, no se explican muchas de esas lesiones. "El caso de Ana, desde el primer momento, tendría que haber sido estudiado por físicos, ingenieros y buenos forenses", concluye.
El andaluz denuncia la actuación de los agentes de la Policía Judicial por su inexistente investigación. Denuncia la actitud que llevó a cabo la Fiscalía, quien "se ha opuesto a numerosas e importante pruebas" y denuncia todas y cada una de las negligencias cometidas por aquellas personas en cuyas manos ha estado la investigación y el deber de averiguar la verdad de lo que pasó. Asimismo, Antonio Buza pide que se tengan en cuenta todas las periciales y pruebas científicas y objetivas aportadas a la causa para que se imparta por fin justicia.
Antonio Buza se despide de este diario no sin antes agradecer a todos los periodistas y medios de comunicación que están dando visibilidad al tema, además de a todas aquellas personas que se manifestaron por el caso Ana Buza. El andaluz muestra la necesidad de arrojar por fin luz al caso de su hija y pide el tiempo suficiente para aportar los informes necesarios que permitan llevar a cabo una acusación formal de asesinato.
"Quiero un juicio con todas las garantías tanto para nosotros como para el investigado. No queremos imputar nada a nadie que no haya cometido. Este caso es un problema de violencia de género, pero también es un caso de ciencia, de física, de matemáticas y de interpretación de daños corporales sobre el cadáver de una persona fallecida. Queda mucho todavía por investigar. Queda mucho por luchar. Han creado una presunción del suicidio sin sentido. En Derecho, dos más dos no son cuatro porque implica la subjetividad, pero este caso es distinto. Es un caso de ciencia. Y en ciencia dos más dos sí son cuatro", concluye.