Rosario Arredondo, ganadera y responsable de vacuno de leche, suele trasladar a las vacas que se hallan con siete meses de gestación a pastar a unos 15 kilómetros de su casa con el fin de que estas descansen hasta el momento del parto. Es lo que hizo a mediados de verano con una de las 80 que posee en su ganadería. Iba a verla, junto a su marido, todos los días, hasta que a finales de septiembre observaron comportamientos extraños en el animal. Moqueos, apatía y un estado físico nada saludable. No acabó la gestación cuando parió un ternero muerto. Lo confirmó el veterinario: había contraído la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE), una enfermedad vírica infecciosa no contagiosa transmitida por insectos hematófagos culicoides.

"Ya nos preocupaba este tema cuando comenzó en Andalucía, pero nuestros compañeros andaluces nos decían que no nos preocupasemos, que no era grave y que allí casi no habían muerto vacas", cuenta Arredondo a este diario. Sin embargo, a día de hoy Cantabria cuenta con más de 2.100 muertes desde septiembre, cuando comenzaron a contabilizarse los casos, lo que ha convertido a la comunidad autónoma en una de las más afectadas del país.

En total, Arredondo ha sufrido la muerte de tres de sus vacas y ha vivido la agonizante enfermedad de 17. El problema, aparte del sufrimiento que padecen los animales cuando son acribillados por el mosquito, es la pérdida de leche que le supone a este tipo de ganaderos.

Una de las vacas de Rosario pastando Cedida

Arredondo explica que dos de las tres vacas fallecidas en su ganadería dieron un total de 12.000 litros de leche después de parir el año anterior. Y a continuación detalla que este año, aproximadamente, ha perdido más de 800 litros al día, lo que económicamente se traduce en pérdidas de más de 20.000 euros, por el mes y medio que han convivido con la enfermedad. Además, señala que aparte de esto han tenido que invertir en medicamentos y comida diversa: "Ya no sabíamos qué tipo de alimento darles para que pudieran masticar. Se les caían todas las babas, no comían nada y todo lo que es alrededor de la boca se les iba cayendo a trocitos. Y al final morían".

Con la pérdida de leche, de las vacas, los terneros y la genética de las mismas Arredondo explica que la comunidad autónoma les van a subvencionar por el número de vacas fallecidas, aunque subraya que "no sólo se pierde una vaca, sino su producción diaria". La ganadera cuenta que de momento no hay rastro de dicha subvención, pero ya "nos han tomado todos los datos y hemos tenido que entregar las recetas y toda la identificación de las vacas que hemos tenido enfermas y muertas. Nos dijeron que nos pagarían antes de que finalizara el año".

"Nosotros como ganaderos lo hemos pasado realmente mal", expresa. "¡Y la pena que nos daba verlas!", continúa. El problema real llega cuando estas dejan de producir leche incluso cuando ya parecen estar recuperadas. "Tenemos a un par que ya no presentan síntomas, pero siguen sin producir. Al final creo que las tendremos que vender. Nuestro negocio es la leche, es lo que nos da de comer. Y si no tenemos leche…", cuenta apenada.

[Radiografía de la enfermedad hemorrágica epizoótica: así afecta al ganado en Castilla y León]

Como Arredondo se encuentra la gallega Belén Vilariño productora de leche ecológica. Algunas de las vacas robustas y enérgicas de Vilariño se convirtieron, de un día para otro, en escuchimizados y babeantes animales. De repente, sus hocicos se cubrieron de un color rojizo de aspecto insalubre, comenzaron a cojear y dejaron de comer, beber y producir. 

Galicia cuenta con 172 casos de EHE. El primero que vivió la gallega tuvo lugar a principios de octubre. A partir de ese momento la ganadera ha tenido un total de nueve vacas afectadas por la enfermedad. Con suerte ninguna ha fallecido. Pero lamenta que hayan dejado de producir y que, además, ya no lo vuelvan a hacer hasta el siguiente parto. "Tenía vacas de 15 litros de ordeño que se me quedaron en cero de la noche a la mañana. Algunas se han recuperado, pero no me dan más de seis litros", expresa. La ganadera cuenta que, aproximadamente, ha perdido 150 litros a la recogida cada dos días.

Algunas de las vacas de Belén Vilariño pastando Cedida

Sin una vacuna

Arredondo, con respecto al resto de sus vacas, expresa que la recuperación de estas ha sido lenta, pero que se encuentran en buen estado. "Tuvimos una semana que pensábamos que nos quedábamos sin vacas. Se ponían malísimas, casi agonizaban. A veces no era suficiente con el antiinflamatorio y teníamos que pincharlas con antibióticos", detalla.

Al preguntarle por la existencia de una vacuna, la cántabra cuenta que el propio Ministerio de Agricultura ha reconocido que de momento no existen vacunas autorizadas para esta enfermedad en la Unión Europea y que al menos deben pasar tres años hasta que se apruebe y comercialice. Desde hace unas dos semanas que la situación es cada vez más estable, y se prevé que el 15 de diciembre la enfermedad quede erradicada. Pero el temor retornará con la llegada de la primavera, puesto que las altas temperaturas potencia la presencia de estos insectos: "Si no ponemos solución a este problema, el año que viene viviremos una situación caótica". 

No obstante, las temperaturas son un factor misterioso para con esta enfermedad, puesto que están existiendo más casos de EHE en el norte de la península que en el sur. "Mis vacas han enfermado en tres sitios diferentes: en zonas de alta montaña con temperaturas muy altas, en zonas de baja montaña y en las mismas plazas de estabulación", cuenta Arredondo. "Es una enfermedad muy rara de la que no sabemos nada. Es el Covid de las vacas. Ni siquiera conocemos cómo aparece este mosquito ni cómo podemos prevenirlo, ya que ni siquiera el repelente ha funcionado. Hemos hecho de todo y aún así no nos hemos librado", expresa. "Tocaremos madera para el año próximo”, concluye.