“Los profesores también cometen errores, no somos perfectos”. Si hay algo que no pone en duda Yván Pozuelo, el profesor gijonés de francés que fue sancionado con ocho meses de inhabilitación con su correspondiente privación de sueldo por la Consejería de Educación de Asturias, por calificar a todos sus alumnos con un 10, es que los docentes también se equivocan. Aunque utilizar el método por el que fue castigado, "no fue un error".
Su peculiar forma de evaluación, que consiste en poner 10 a todos sus alumnos y en principios de autoevaluación, ha sido el detonante de todo la polémica educativa que estalló aproximadamente hace tres años, y que continúa abierta actualmente. Esta visión holista de la enseñanza quizás no sea la más común entre docentes y académicos, pero Yván tiene claro que entre sus alumnos funciona, y si progresan, es una razón más que suficiente para conseguir el 10. Gracias a su método la nota pasa de ser una guillotina a una recompensa por la mejora.
“Nosotros estábamos en enseñanzas mínimas, no máximas. Hay gente brillante, pero nos enseñan a memorizar por memorizar”, argumenta Pozuelo. “Se debe evaluar por competencias y no por contenidos”, pero ante la carencia de aplicaciones prácticas, el docente gijonés explica a este medio que él mismo tuvo que buscar sus propias soluciones. “Cuando trabajas con proyectos, dejas de usar el libro de texto, cuando no utilizas los métodos tradicionales, las notas aumentan”, resalta.
La tormenta por los dieces
Su método no aparece de la noche a la mañana, y no es “nada que no esté inventado”. Yván lleva aplicando este criterio de evaluación más de una década sin ningún problema. De hecho, pertenece a la asociación de profesores de secundaria asturianos, De Aula a Aula, un grupo en el que discuten comportamientos, talleres de formación, disciplinas y aptitudes para el fomento de una educación de calidad.
Animado por el conjunto, Yván publica su libro ¿Negreros o docentes? La rebelión del 10, donde expone sus ideas y pensamientos sobre el sistema educativo. Después de promocionarlo en la prensa local del periódico El comercio, las represalias por parte de la Administración han sido insaciables. “No sé quién lo leyó, pero no le ha gustado”, explica irónicamente.
“Todavía estoy esperando a saber quién me ha denunciado”, nos comenta Pozuelo tres años después de que la consejería le suspendiera con ocho meses sin sueldo y la amenaza de hasta 30 años de inhabilitación. “Es curioso como de la nada más absoluta hemos pasado a una sanción escandalosa”, y es que, resulta paradójico que te suspendan por poner sobresalientes.
La Consejería entiende que "atenta contra el derecho de los alumnos a la evaluación objetiva", y que de esta manera se fomenta la ley del mínimo esfuerzo. Sin embargo, Yván no es de agachar la cabeza y esconderse. “No están acostumbrados a que los profesores después de una amenaza tan fuerte se defiendan, cuando uno se viene abajo, la corriente es venirse abajo”. Aun así, no fue suficiente para amedrentar al asturiano. “Me defendí y no lo soportaron”, nos cuenta como argumento del odio que percibe por parte de la conserjería.
Retractarse nunca ha sido una opción, y a pesar de las acusaciones por fomentar un sistema de meritocracia impropio, el mínimo esfuerzo nunca ha estado entre los ideales del profesor. “La cultura de la expresión y la libertad es realmente la cultura del esfuerzo”, y en todo momento es la que ha querido ofrecer a sus alumnos, un sistema para que “desplieguen sus alas”, aunque unos lo hagan antes que otros.
Después de todo este largo proceso, el caso sigue abierto, aunque con novedades en el frente. Si bien eran ocho meses de suspensión de sueldo, la condena ha sido reducida a seis, y por el momento ha cumplido con tres; aunque está por determinar el mantenimiento de los tres restantes. “La gente no lo entiende, pero han sido tres meses sin tocar el paro, tres meses sin poder ni tan siquiera trabajar en el privado. En la cárcel tienen desayuno, comida y cena garantizados, yo he tenido que utilizar mis ahorros, y en mi familia solo trabajo yo”.
El expediente de Yván, la última vez que este diario se puso en contacto con él, se componía de 2.500 páginas. Tres años después la magnitud del mismo es casi insultante, alrededor de 4.000 hojas. “Aquí hay algo raro”, afirma, “la han tomado conmigo por defenderme”.
Si la punta del iceberg se asomó al poco tiempo de publicar su libro, no fue hasta dos años después cuando le llegó la sanción oficial, desapareciendo de las plataformas de profesores asturianos sin previo aviso. Por entonces, ya había dejado voluntariamente el instituto en el que trabajaba para entrar en el Centro Integrado de Formación Profesional Escuela de Hostelería y Turismo de Gijón donde imparte clases en la actualidad.
“Un castigo ejemplarizante para amedrentar a los profesores”, han sido las palabras utilizadas por la consejería para explicar inhabilitación a Pozuelo. Una sanción para que se aplique la cultura del esfuerzo que tanto quieren lograr, pero que “no ha funcionado”, ya que han “maltratado a los estudiantes”, y que el gijonés se niega aceptar ante el "supremacismo social" y la "segregación", que considera que se ejercen con los modelos antiguos de enseñanza.
El juicio de la espera
Tres años después del estallido de la polémica, se celebró el primer juicio el jueves pasado. Un juicio con el que Pozuelo está satisfecho al haberse desarrollado por primera vez en un “espacio imparcial". Un entorno deliberativo en el que ambas partes respetaron los turnos de argumentación, con tiempos gestionados y testigos en el interrogatorio.
Durante las tres horas y cuarto del proceso “las contradicciones empezaron a aflorar por todos los lados, no son gente preparada para entender la educación”, argumenta Yván. A su entendimiento, ellos son más de “apréndetelo y ya después lo entiendes”. Un concepto que no encaja en la cultura del esfuerzo a la que tanto exclaman.
Las cartas están sobre la mesa, y el gijonés espera la absolución de su caso. Además de volver a un impoluto expediente en blanco y una indemnización por todo el “bullying” y “brutalidad mental”, que le han hecho sufrir. También advierte que si no les gusto un libro de 80 páginas el próximo libro que está escribiendo sobre su caso, no sabe si “van a quedar meses del año para proponerme como sanción”.
La rebelión del 10
La exquisitez del 10 es un mito para los alumnos de Pozuelo, y es que este profesor no le muestra más respeto o miedo a esta nota que a otra. Los criterios de evaluación pueden variar según los profesores, centros de estudios o regiones, aunque el gijonés afirma que “si se califica a diario lo que los alumnos hacen y, conviertes la evaluación en elemento más de aprendizaje, las reacciones son increíbles”.
“Una chica que no era de buenas notas, había hecho un ejercicio perfecto en clase, entonces le puse 10”. Así descubrió que poniendo la máxima calificación a sus alumnos, ellos mismos se motivaban a aprender más.
Este sistema elimina el estrés de los alumnos, garantizando una confianza plena y una relajación en el estudiante para que puedan hacer las cosas bien. Hay alumnos que son más capaces que otros, con necesidades e inquietudes distintas. “Si yo hubiera tenido dibujo en la escuela hubiera suspendido”, comenta entre risas. Si el sistema educativo no se somete a novedades, el progreso de los estudiantes se puede ver amenazado. Yván ha implementado su peculiar método por más de una década, y el desarrollo de sus estudiantes ha sido excelente.
En el momento en el que no castigas el error, los alumnos entienden que no es malo equivocarse, entonces, cualquier mínimo avance que logren, tendrán que ser recompensados. Hay un refrán que dice, “no puedes juzgar a un pez por su capacidad para trepar un árbol”. De este modo, Pozuelo valora las capacidades individuales de sus alumnos para conseguir un bien mayor, el aprendizaje. “Un estudiante que sabe francés perfectamente, y otro que ha aprendido a diferenciar entre la “r” de la "s ", para mí son dos dieces”.
Pasado el furor de la tormenta, aunque no ha termnido, Yván sigue impartiendo clase en la Escuela de Hostelería y Turismo de Gijón, donde los dieces siguen siendo parte del día a día. Allí se ha encontrado con los “maltratados del sistema educativo”, aquellos a los que han llamado “vagos”. Algo que sorprende al profesor, ya que los denominas como los “Ys”, “los jóvenes que estudian y trabajan”. Gracias a su metodología el sistema de trabajo es “excelente” y los alumnos están totalmente “integrados y motivados”; se garantiza la dinámica de entendimiento y aprendizaje.