Wert: "Mi ley obligó a profesores y estudiantes a ponerse las pilas, por eso mejoramos en PISA"
"La LOMLOE supone un retroceso con respecto a la LOMCE". // "Como han dicho algunos analistas como Gregorio Luri o Montserrat Gomendio, estamos hablando de 17 sistemas educativos y eso provoca desigualdades de rendimiento entre los alumnos en función de la comunidad en la que sean educados".
11 diciembre, 2023 02:53Antes de ser ministro de Educación, José Ignacio Wert (Madrid, 1950) ya había desempeñado una labor docente como profesor universitario. De alguna manera, el exministro siempre ha estado ligado al ámbito educativo y ahora muestra su “preocupación” ante los peores resultados obtenidos por España en el informe PISA, publicado el pasado martes. Aunque no atribuye el batacazo únicamente a la LOMLOE, sí que considera que la Ley Celaá ha podido provocar una “relajación de las exigencias” en rendimiento educativo.
Lo cierto es que los alumnos españoles de 15 y 16 años examinados en 2022 por PISA han obtenido en Matemáticas la nota media más baja de toda la serie histórica, iniciada en el año 2000. La puntuación de 473 está 13 puntos por debajo de los 486 puntos conseguidos en 2015, cuando la LOMCE –o Ley Wert– llevaba vigente ya dos años. En aquel informe PISA, los adolescentes de España firmaron el mejor resultado de la historia.
No sólo fue el mejor resultado en Matemáticas, sino también se batió el récord en Lectura, con un 496, y se obtuvo el segundo mejor promedio histórico en Ciencias, con un 493. El informe PISA 2022 también ha puesto de manifiesto la tendencia negativa que parte de aquellos años dorados. Hoy, las puntuaciones de Lectura (474) y de Ciencias (485) han sido las segundas peores desde que hay datos. La bajada en la tendencia es innegable.
Si bien es cierto que el exministro Wert explica a EL ESPAÑOL que su ley no fue la única causa de los buenos resultados de 2015, sí que reconoce que tuvo influencia. Según ha defendido, “las evaluaciones de final de etapa [de la Ley Wert] constituían un incentivo de rendimiento para los centros, para los profesores y también para los alumnos”.
“Eso tiene unos efectos positivos prácticamente inmediatos, porque si sabes que al final de cada año vas a tener que someterte a un examen, tanto los estudiantes como los profesores, centros y autoridades educativas, intentan ponerse las pilas. Por eso, entre otras cosas, también mejoramos en PISA. Y cuando haces lo contrario, se relajan”, ha afirmado el que fue ministro de Educación, Cultura y Deporte, entre 2011 y 2015, con el Gobierno popular de Mariano Rajoy.
Pregunta.– ¿Qué le parecen los resultados del informe PISA 2022?
Respuesta.– Los resultados acreditan un descenso muy relevante de las puntuaciones. De hecho, son los peores resultados que España ha obtenido en PISA y creo que eso es un motivo de preocupación.
P.– ¿Qué le preocupa?
R.– Que se quiebra una tendencia ascendente en los resultados que se manifestaba en la en el ciclo de 2015, porque, como se sabe, el ciclo de 2018 no se puede tener en consideración, dado que la OCDE, a la vista de unos problemas que había habido con la recogida de datos, decidió eliminar ese ciclo. Es verdad que en los países de la Unión Europea y la OCDE también se produce esa bajada, pero la situación en la que nos encontramos es una situación preocupante porque indica una tendencia descendente, pese a la disrupción que supuso la epidemia de Covid-19.
P.– Pero hay comunidades autónomas que tienen promedios buenos.
R.– Sí, pero los resultados muestran la intensificación de las desigualdades en rendimiento que se aprecian entre las distintas comunidades. Como han dicho algunos analistas como Gregorio Luri o Montserrat Gomendio, estamos hablando de 17 sistemas educativos y eso provoca desigualdades de rendimiento entre los alumnos en función de la comunidad en la que sean educados. Creo que hay que hacer alguna reflexión sobre por qué se están produciendo estas diferencias y por qué esas diferencias se están haciendo más profundas en los últimos años. Hay que abordar qué respuesta se puede dar desde las comunidades autónomas y desde el Estado.
P.– ¿A qué se deben los resultados de PISA 2022? ¿Qué causas hay detrás?
R.– Yo creo que hay muchas causas. Sin duda, una de ellas es la disrupción que supuso la Covid-19, pero yo creo que no es la principal.
P.– ¿Cuál sería entonces?
R.– Yo creo que hay una importante: la cultura educativa. El cambio legislativo que tiene lugar con la aprobación de la LOMLOE tiene una orientación que, a mi juicio, es profundamente equivocada en varias direcciones. Una de ellas, sin duda, es el retroceso que supone con respecto a la LOMCE no establecer métricas homogéneas que permitan diagnósticos adecuados del rendimiento. Ello provoca la relajación de las exigencias.
Estoy de acuerdo en que la repetición es uno de los males más arraigados y más estructurales del sistema educativo español, y que se deben considerar estrategias para evitar la repetición, pero lo que se ha fijado en la LOMLOE es, a mi juicio, una dirección equivocada, que es decir “vamos a aligerar los rendimientos, vamos a hacer menos exigentes los requisitos de rendimiento para que haya menos repetición”. Y esa es una estrategia equivocada.
"Se ha fijado en la LOMLOE una dirección equivocada, que es decir 'vamos a aligerar los rendimientos, vamos a hacer menos exigentes los requisitos de rendimiento para que haya menos repetición'. Y esa es una estrategia equivocada".
P.– Según usted, la LOMLOE con su “relajación de las exigencias”, tal y como usted la ha definido, podría ser una causa atribuible a los malos resultados de PISA 2022.
R.– Creo que es una de las causas importantes de la bajada de rendimientos, pero naturalmente, una vez que se publican los datos de PISA es cuando de verdad hay que hacer análisis causales rigurosos y no inventarse razones.
Espero que esto no se malinterprete, pero sería bueno desideologizar el debate educativo, es decir, yo creo que en lugar de encasillarse en posiciones que vienen predefinidas por la dirección que ha tomado el desarrollo legislativo vale la pena decir “aquí tenemos un problema, vamos a estudiar este problema, vamos a ver qué relación existe”. Y no decir “la ley está bien, pero ha habido un desajuste o los datos están mal, o cualquier otra explicación simplista”. Lo que a mi juicio sí que es evidente, a partir de los datos, es que el marco legislativo no ha producido los resultados que pretendidamente buscaba.
P.– Usted acabó su etapa como Ministro de Educación en 2015 y precisamente ese año España obtuvo los mejores resultados de la historia en PISA. La LOMCE, la Ley Wert que usted impulsó, ya llevaba dos años vigente. ¿Cree que su ley causó aquellos resultados o es sólo casualidad?
R.– En general, en este tipo de cuestiones hay pocas casualidades. No sólo fueron los mejores resultados en PISA, sino que en ese ciclo también se dieron los mejores resultados de España en TIMSS –una suerte de PISA en primaria– y muy positivos en PIRLS –que miden la comprensión lectora–, pruebas que también han sufrido una caída de los resultados en este último ciclo.
Ahora, yo no me quiero poner la medalla ni mucho menos. Creo que había elementos, no diré sólo en la ley, porque la ley había tenido muy poco desarrollo en ese momento, pero se habían cambiado algunas claves que producen efectos en los resultados. Entre otros, la introducción de las evaluaciones de final de etapa constituían un incentivo de rendimiento para los centros, para los profesores y también para los alumnos.
Eso tiene unos efectos positivos prácticamente inmediatos, porque si sabes que al final de cada año vas a tener que someterte a un examen, tanto los estudiantes como los profesores, centros y autoridades educativas, intentan ponerse las pilas. Por eso, entre otras cosas, también mejoramos en PISA. Y cuando haces lo contrario, se relajan.
P.– Los expertos en educación dicen que también influye en la tendencia negativa de los resultados de PISA el cambiante sistema educativo. ¿Por qué España no ha sido capaz de llegar a un pacto de Estado de mínimos en educación?
R.– En mi experiencia como Ministro, lo que pasó es que había muy poco interés. Cuando la Secretaria de Estado de Educación tuvo la primera entrevista con su predecesor en 2012, él le dijo: “Si tocáis la ley, ni agua”. No se dio pie al diálogo.
Lo que hicimos fue una reforma parcial, sustantiva, pero parcial de la ley y desde luego no entramos como un elefante en cacharrería a llevarnos todo por delante. Intentamos ver dónde estaban los puntos críticos que podían llevar a un mejor funcionamiento del sistema y operamos sobre ellos. Es verdad que más o menos la mitad del contenido de la ley estaba afectado por la reforma, pero no era especie de derogación de la normativa anterior.
P.– ¿Qué papel ha jugado la educación en Cataluña? ¿Hay correlación entre educación y los altos niveles de independentismo que hemos visto en esta última década?
R.– Sabemos que en Cataluña, y particularmente en las asignaturas que tienen que ver no sólo con la historia, sino con algún componente de explicación política, se ha hecho una utilización más bien unilateral. En muchos casos con una tergiversación histórica, que ha sido denunciada.
P.– Usted aseguró que “en los Consejos de Ministros apenas se hablaba de política”, que “la conversación sobre Cataluña era insuficiente tanto en frecuencia como en intensidad”, y que eso, a fin de cuentas, les acabó “pasando factura”. ¿Es positivo que el actual Gobierno de España haya retomado esas conversaciones con los líderes independentistas en busca de, como ellos dicen y propugnan, resolver el conflicto desde la política?
R.– Estoy totalmente en contra de esa estrategia. Creo que además no es cierto, es decir, la clave de la constitución del Gobierno son las cesiones que lleva aparejada. Hay multitud de encuestas que acreditan que la gente no cree que la cosa sea para mejorar la convivencia en Cataluña; ni que esté convencida de que vaya a mejorar la convivencia en Cataluña. La causa es la que es: hay 14 votos, siete y siete, necesarios para la investidura. De hecho, Pedro Sánchez ha venido a reconocerlo. Si no hubiera existido esa necesidad, no hubiesen hecho falta esas conversaciones. Decía que en eso consiste “hacer de la necesidad virtud” y no, perdón, es “hacer de su necesidad virtud”. Y lo de virtud está por demostrar.
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P.– La concesión principal ha sido la amnistía. ¿Qué opinión le merece?
R.– La amnistía me parece absolutamente inmoral. Para mí, el plano fundamental de crítica de esto es un plano de moral política y me parece absolutamente inmoral. La amnistía lleva tras de sí una especie de reconocimiento, que incluso no diría que es sólo un reconocimiento implícito, sino un reconocimiento explícito de alguna manera, de que quienes tenían razón fueron quienes intentaron dar un golpe de Estado y que quienes estábamos equivocados éramos quienes nos opusimos a él. Y eso es absolutamente inadmisible en términos morales.
Pero, sobre todo, se hace más inadmisible e insoportable cuando se toma en consideración que lo que ha habido es simplemente un intercambio mercantil entre la amnistía y los votos necesarios para la investidura. Es decir, desde el punto de vista de moral política, el proceso que lleva a la aprobación de la amnistía, sin entrar en el tema de la constitucionalidad, es la ausencia de fundamento moral. Incluso, crea desigualdad.
P.– Desarrolle.
R.– Por ejemplo, crea desigualdad hasta en el ámbito de quienes hicieron la intentona sediciosa, es decir, en las propias personas que se persigue amnistiar. Creo que quienes afrontaron las consecuencias y han pasado un tiempo en prisión, aunque corto, tienen que sentirse tratados de una forma infinitamente más perjudicial que quienes salieron corriendo. Por supuesto, no lo dirán porque políticamente para ellos sería insostenible hacerlo.
Uno de los aspectos más llamativos, tal y como está concebida la ley y si se aprueba en esos términos, es que el señor Puigdemont ni siquiera va a pasar por una comisaría. Ni siquiera va a pasar una noche en un calabozo. Francamente, eso no es que vaya contra la igualdad, eso va contra la decencia.
"Esta amnistía es una humillación para los españoles que estuvieron del lado de la ley, del lado de la Constitución".
P.– ¿A Junqueras le molesta la amnistía?
R.– Junqueras no lo va a decir nunca. Y yo comprendo que no lo diga nunca. Pero él entenderá que quienes se quedaron aquí tuvieron la gallardía de afrontar las consecuencias de sus actos. Ellos consideran que no era un delito, pero el sistema judicial ha sido efectivo e impecable en cuanto a la aplicación de la ley, y ha considerado que era delito. Un delito grave. Pero, bueno, a partir de ahí vino, primero, la desaparición del delito del Código Penal y, en segundo lugar, vinieron los indultos.
A mí me parecieron mal los indultos, pero, desde el punto de vista desde el que se puede enjuiciar la amnistía, no son lo mismo. Los indultos mantienen el carácter del delito y simplemente alivian la pena. Ahora, la amnistía es algo muy distinto. Y, desde luego, esta amnistía es una humillación para los españoles que estuvieron del lado de la ley, del lado de la Constitución, en el momento en que se produjeron estos hechos.
P.– ¿También supone una humillación para la Justicia española? ¿Qué opina del lawfare y del supuesto abuso judicial que defienden los independentistas?
R.– La idea del lawfare está expresada en el acuerdo entre Junts y el Partido Socialista, pero yo he leído la proposición de ley tres veces y no la he encontrado. Ahora bien, si se constituyen las comisiones parlamentarias para la investigación de las acciones de Justicia será directamente una desautorización del sistema judicial. Una desautorización sin precedentes en nuestra historia democrática y no me refiero sólo a este periodo. Me refiero incluso a episodios democráticos anteriores. Creo que es una más de las concesiones inadmisibles que contiene el acuerdo entre Junts y el Partido Socialista.
P.– Considera “inmoral” esta amnistía, ¿pero sería constitucional?
R.– Por supuesto, se hará la revisión de la constitucionalidad y yo creo que no cabe en nuestra Constitución. En todo caso, yo no voy a ser el que determine o arbitre la constitucionalidad de norma. Aun así, creo que no cabe porque la Constitución sólo habla de la prohibición de los indultos generales, pero si los indultos generales están proscritos constitucionalmente, la amnistía, que es un grado más en el ejercicio de gracia y que tiene carácter general, tiene que estar con mayor motivo excluida del ámbito constitucional.
P.– ¿Usted considera al actual PSOE, un partido moral y constitucionalista?
P.– En general, desde 2018, desde la moción de censura y, en particular, desde el acuerdo con Podemos en 2019 que dio lugar a la investidura, se ha ido produciendo una especie de mutación existencial, una especie de mutación caracterológica del PSOE en cuanto a su comportamiento político. Tiene muy poco que ver con el partido que ha sido uno de los dos pivotes de la democracia española. Incluso, me atrevería a decir, el pivote esencial de este periodo democrático. Ya no existe.
Puede volver a existir y ojalá vuelva a existir, pero hoy no existe. Lo que hay es un partido que ha transmutado sus raíces ideológicas e incluso su concepción de España. Es decir, va camino de asumir en plenitud la noción de país plurinacional, por ejemplo. Y como ha dicho Alfonso Guerra hace poco eso es radicalmente contrario a la historia del PSOE en este periodo democrático. Ahora, el PSOE ha abrazado un buen número de causas del populismo.
P.– ¿Quién es el responsable de ello?
R.– El partido tiene un líder y, además, un líder que ejerce con notable intensidad: Pedro Sánchez. También hay que decir que si en el núcleo dirigente hubiera habido alguna resistencia, no habría pasado esto. El núcleo dirigente es copartícipe de esta deriva. Es una opinión personal, pero creo que esa deriva está arrastrando a una polarización y a una destrucción de consensos.
"El PSOE ha abrazado un buen número de causas del populismo".
P.– ¿Ha muerto la disidencia o el debate interno en el PSOE?
R.– No conozco la vida interna del PSOE. Desde luego, lo que ha desaparecido es la disidencia externa.
P.– ¿Se refiere a nivel mediático?
R.– Bueno, hay gente como Felipe González o Alfonso Guerra que están hablando con mucha claridad de la enorme distancia que les separa de esta dirección. O José Luis Corcuera o Nicolás Redondo, que lo han echado, etc. Pero, de los que están en activo, el único que levanta la voz, pero que no levanta la mano, es mi buen amigo Emiliano García-Page.
P.– ¿Usted está de acuerdo con ese viejo PSOE y con sus críticas?
R.– Yo creo que tanto Felipe González como Alfonso Guerra han hecho una disección impecable desde sus raíces ideológicas, que difieren de las mías, de lo que está sucediendo y de cómo eso compromete el legado histórico del PSOE.
P.– Si la extrema derecha fuese un diez y la extrema izquierda un cero, ¿usted dónde situaría al PSOE de los 80, de Felipe González y de Alfonso Guerra, en esa línea ideológica?
R.– Donde la gente, en el cuatro.
P.– ¿Y al PSOE actual?
R.– No sé. Tampoco tengo una fe ciega en las escalas numéricas, pero está infinitamente más cerca de la extrema izquierda. El otro PSOE no estaba cerca de la extrema izquierda, pero este PSOE está mimetizado en muchas cuestiones con Sumar.
P.– Sumar ha tenido problemas internos. ¿Cómo valora que Unidas Podemos decidiese abandonar su grupo parlamentario para irse al Grupo Mixto? ¿Eso va a dificultar la legislatura?
R.– Es un elemento más entre tantos. Cuando llegas con una mayoría tan heterogénea a la investidura, y tienes un bloque de 171 votos en contra para cualquier cosa que vayas a proponer, cualquier desequilibrio te rompe. Esto provoca que el núcleo principal del Gobierno va a tener que estar cediendo para gobernar hasta el momento en el que sean tan contradictorias las cesiones que exijan unos y otros aliados, que sea imposible contestarlas todas.
P.– ¿Cree que Sánchez cedería en todo lo que le pidieran sus socios?
R.– Cedería en todo lo que necesite para seguir donde está. Y no es una hipótesis. Ya hay una evidencia empírica que lo demuestra, porque la subasta de la investidura lo demuestra. Todo el mundo ha pedido lo que quería, menos Bildu, que no ha dicho lo que quería, pero probablemente lo ha conseguido por debajo y a todo el mundo se le ha dado lo que pedía. En ese sentido no hay ninguna sorpresa que esperar.
P.– Con estas cifras, ¿usted cree que este Gobierno aguantará los cuatro años de legislatura?
R.– Yo creo que no. No solo por las cifras, sino porque es muy difícil satisfacer a todos con los procesos electorales intermedios y, sobre todo, con las dificultades de poner de acuerdo a gente con intereses tan contradictorios.
P.– ¿La división de la derecha en dos partidos, el Partido Popular y Vox, ha provocado que no se haya alcanzado una mayoría suficiente para formar Gobierno?
R.– Es una evidencia aritmética. Si sumamos los 8.092.000 votos del PP y los 3.034.000 de Vox salen 11.126.000. Con eso se tiene una mayoría absoluta total. La cuestión está en que las pequeñas oscilaciones de voto en cuatro o cinco provincias entre el PP y Vox habrían cambiado el panorama. Lo que sí es evidente es que las elecciones generales y posteriores encuestas han demostrado que el PP tiene una trayectoria claramente ascendente
P.– ¿Feijóo está haciendo las cosas bien?
R.– Nadie hace todas las cosas bien, pero cuando Feijóo llega al liderazgo del PP, el PP estaba peor en las encuestas. Al final del periodo de Casado, el PP estaba en las encuestas prácticamente a la par con Vox y por detrás del Partido Socialista. En un tiempo relativamente corto, con Feijóo en la presidencia del PP, ha habido una mayoría absoluta en Andalucía, una victoria contundente en las elecciones autonómicas y municipales y una victoria en las generales, que se pasa de 89 a 137 diputados y se consigue ser la primera fuerza.
Yo creo que lo que ha hecho Feijóo es muy importante. Ha devuelto la condición de ganador al partido y lo ha hecho en un tiempo muy corto. Ahora tiene por delante una tarea muy exigente, pero lo que ha hecho hasta ahora es suficiente aval como para seguir en el liderazgo.