El relato de la víctima de un curandero en Murcia condenado por abusar de ella: "Estaba enganchada"
Diego González pasa consulta en Jumilla, tiene a toreros entre sus pacientes y santifica agua para los vecinos. A esta mujer le dijo que tenía que tocarle los genitales para expulsar de su cuerpo a su difunto hermano.
20 diciembre, 2023 02:13Macarena desarrolló una dependencia tan grande por un curandero de Jumilla que llegó un momento donde solo bebía agua bendecida por Diego González: el hombre que 'sanaba' a sus clientes con la imposición de sus manos. "Estaba enganchada a él como si fuese una droga", tal y como confiesa esta mujer que buscaba remedio para su depresión, provocada a raíz de la repentina pérdida de su hermano por un infarto y del diagnóstico de un cáncer a su querida madre. "Yo recurrí a él porque me sentía mal".
Tan hundida estaba que este curandero abusó de Macarena, mientras le aseguraba que solo había una forma de sanarla: realizarle tocamientos en sus genitales, para expulsar de su cuerpo a su difunto hermano porque estaba atraído por ella. Esta idea retorcida fue la que Diego González inculcó en la mente de la pobre Macarena: nombre ficticio para una mujer que este martes ha tenido la valentía de sentar al curandero en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Murcia, logrando que le condenen a 2 años de cárcel por abusos sexuales.
"Pasaba consulta en su casa. Tenía mucho prestigio: por allí han ido toreros, cantantes…", según subraya esta víctima de abusos que concede una entrevista a EL ESPAÑOL, para alertar públicamente sobre las prácticas que realiza este curandero. Diego González es un sexagenario al que no le hacía falta publicitarse, le sobraba con el boca a boca, para recibir a pacientes en su domicilio particular de Jumilla: una localidad de apenas 26.600 habitantes, enclavada en la Comarca del Altiplano y conocida allende de sus fronteras por la denominación de origen de sus vinos.
"No anunciaba su consulta, pero iba mucha gente", insiste Macarena. "Llevaba muchos años en esto. Tenía dos teléfonos: un número de trabajo como curandero y otro privado que era el suyo personal".
- ¿Cómo pasaba consulta Diego González?
- Macarena: En una salita de su casa que estaba llena de santos. Allí tenía un escritorio y una camilla para los pacientes. Él se ponía crucifijo en mano. Besaba su crucifijo y te hacía la imposición de sus manos. Y ya está. Me ponía sus manos en la cabeza mientras yo estaba sentada y me decía que me callara. En otras ocasiones me tumbaba y me ponía las manos en el estómago.
Macarena no es culpable de nada, más allá de haber buscado una solución a la desesperada a una depresión que la metió en un pozo emocional. El caso de esta mujer pone de manifiesto que la salud mental es un problema que el sistema sanitario español debe abordar con medios, para evitar que le coman el terreno las pseudoterapias. Tan bajos eran los niveles de autoestima de esta mujer que se enganchó a los consejos de un curandero famoso por dos motivos. El primero, por tener celebridades entre sus clientes. Y el segundo: por santificar litros y litros de agua que le llevaban a casa.
"Venía gente de fuera de Jumilla para traerle agua, le quitaba el tapón a la garrafa, se agachaba, le hacía la señal de la Santa Cruz, empezaba a rezar, volvía a santificarla y le ponía el tapón", según detalla esta mujer. "Tenía todo el pasillo lleno de garrafas de agua bendecida por él".
- ¿Qué le decía el curandero cuando usted iba a su consulta?
- Macarena: Yo estaba bajo tratamiento psicológico. Tomaba ansiolíticos y antidepresivos y me los dejé porque él me lo dijo. Como psicológicamente yo no estaba bien, me pensaba que todos mis males se me iban con él. Era como un placebo. Al final, necesitamos agarrarnos a algo para sobrevivir.
De modo que esta mujer casada y con hijos decidió dejar de ver a su psicólogo para seguir el consejo de este santero. "Me derrumbé entera", zanja sin paliativos. Macarena permaneció de 2017 a 2018 acudiendo semanalmente a su consulta: "Fue un enganche total, le llamaba por teléfono cada dos días, incluso me ponía histérica cuando no tenía agua bendecida por el curandero". También seguía a pies juntillas cada uno de sus disparatados consejos: "Me decía que tenía que poner debajo de la cama perejil, laurel o vinagre para ahuyentar a los espíritus porque aseguraba que mi casa estaba revuelta porque allí estaba mi hermano muerto y una tía mía".
Cada vez era mayor el control que el curandero sexagenario ejercía sobre Macarena: nombre ficticio para una mujer depresiva, por la inesperada pérdida de su hermano con el que guardaba un vínculo especial y por el cáncer de recto con el que estaba luchando su madre. "Él quería que me alejara de mi familia", subraya dolida. "De hecho, lo consiguió, hubo un momento en el que uno de mis hijos llegó a odiarme y se marchó de mi casa".
- ¿Qué cosas le decía sobre su familia?
- Me decía que mi marido no me quería, que mis hijos no me querían… Hablaba mal de toda la gente que me rodeaba. Decía que ellos eran la causa de mis males y que me estaban volviendo loca.
El curandero cobraba la voluntad por cada hora de consulta: una veces eran 20 euros, regalos… "Me tiré un año sin ir psicólogo ni al psiquiatra y entonces fue cuando sucedió todo". En aquel momento, Macarena estaba "superdelgada" del desgaste emocional que arrastraba con su propia familia y "enganchada" al curandero "como si fuera mi droga".
- ¿Qué hizo Diego González cuando usted llevaba un año acudiendo a su consulta?
- Empezó por quitarse su camiseta y abrazarme después de dejarme en sujetador. Me dijo que era una nueva manera de curar. Esto me lo hizo varias veces. También me preguntaba si yo me sentía atraída por una de mis amigas, si sentía algo cuando mantenía relaciones con mi marido…
Macarena no era consciente del riesgo que corría en aquella consulta hasta que sufrió el primer episodio de abusos sexuales en diciembre de 2018. "El curandero me decía que ya tenía la solución a mis problemas", según recuerda esta mujer, conteniendo sus lágrimas de dolor y rabia. "Me dijo que mi hermano muerto le estaba hablando. Yo le preguntaba qué quería y él me respondía que ya me lo diría porque todavía no estaba preparada. Estuvo un mes dándome largas, hasta que me dijo que mi difunto hermano se sentía atraído por mí y que mis problemas se iban a solucionar".
La solución a los males de Macarena pasaba por realizarle tocamientos sexuales para expulsar de su cuerpo el espíritu de su hermano. Así lo narró Macarena en el atestado de la Guardia Civil al que ha accedido EL ESPAÑOL: "Me dijo que en tres sesiones debía dejarme tocar, ya que era la única manera de expulsar a mi hermano de mi cuerpo, por lo que me pidió que me bajase el pantalón. En ese momento, me encontraba perdida psicológicamente y accedí a hacerlo, mientras que el curandero tocaba mi vagina y con la otra mano me tocaba el cuello y trataba de besarme".
"Días después me encontraba aturdida mentalmente, sin saber qué hacer, y acudí nuevamente al curandero porque me encontraba perdida. En esta ocasión, me comentó que iba a ser la última vez. Nuevamente, me bajó el pantalón y empezó a tocarme en la zona vaginal, diciéndome: 'Tu hermano se va a ir, ya lo verás, esto no te va a crear ninguna secuela'. Intenté separarme de él y en ese momento, el curandero se bajó el pantalón, me cogió la mano y me pidió que le tocara el pene. Entonces empecé a gritarle: ¿Qué haces? ¡Mi hermano no puede querer esto!"
"Inmediatamente, el curandero se arrodilló delante de mí, mientras me decía: 'Por favor, no digas nada. Perdóname y no lo cuentes que puedes romper dos matrimonios y mi prestigio de veinte años de curandero'. En ese momento, me vestí y abandoné el domicilio rápidamente. Días después se lo conté todo a mi marido y desde entonces he tenido que ser ayudada por un psicólogo".
Macarena recibió el apoyo de su marido para denunciar tales episodios en el cuartel que la Guardia Civil tiene en Jumilla. "La segunda vez que abusó de mí, cuando llegué a mi casa me pasé una esponja Scotch-Brite mientras me duchaba: me hice polvo la piel", tal y como recuerda. "No podía más, se lo conté a mi esposo, me abrazó y me dijo que no era culpa mía". El proceso legal que emprendió contratando a la abogada María del Mar Miñano, para ejercer una acusación particular, se ha saldado este martes con una condena para el famoso curandero Diego González.
El Ministerio Fiscal le pedía 8 años de pena en su escrito de conclusiones provisionales y Diego González no ha tenido más remedio que reconocer los abusos sexuales cometidos sobre Macarena [nombre ficticio], para cerrar un acuerdo de conformidad que le ha permitido evitar su ingreso en prisión. De manera que el curandero ha sido condenado a 2 años, pero al carecer de antecedentes no pisará la cárcel si durante un periodo de 3 años no comete ningún delito. Además, durante un lustro permanecerá bajo libertad vigilada, cumpliendo una orden de alejamiento de 100 metros.
Macarena ha sido indemnizada con 5.000 euros, pero esta mujer no quiere ese dinero y realizará un donativo a la Asociación Española Contra el Cáncer para que lo destine a la investigación contra la leucemia: una enfermedad que afecta a una de sus mejores amigas. "No he cambiado ni una sola palabra las tres veces que he acudido a declarar porque era mi verdad con mayúsculas. Este capítulo lo he cerrado, pero no lo olvido".