Una fotografía de Martín Sobrados.

Una fotografía de Martín Sobrados. Guillermo Martínez

Reportajes

Martín Sobrados, el economista de 62 años que colecciona bolsas desde los 80: acumula más de 500

El madrileño acumula objetos desde los años 80, trata de preservar las estéticas particulares y un patrimonio gráfico que se está perdiendo.

2 enero, 2024 01:22

Un viejo amigo me dijo hace muchos años que las antigüedades se guardan, se coleccionan, se aprecian, pero que para que algo sea considerado antiguo primero debe ser viejo. Y lo viejo se tira. Algo parecido piensa constantemente Martín Sobrados, un madrileño que desde los años 80 se ha afanado en acumular, más que coleccionar, bolsas de plástico y papel de los comercios de barrio.

No es el único objeto que puebla su casa, también hace lo propio con folletos de exposiciones y posavasos. Aunque no sabe cuántas ha llegado a tener, la cifra supera el medio millar.

En este objeto tan cotidiano se esconde todo un patrimonio gráfico que poco a poco se pierde. Por ello, Sobrados no dudó en donar todas sus bolsas en febrero de 2023 al colectivo Paco Graco, encargado de la restauración y preservación de la cartelería y los rótulos que un día poblaron nuestros barrios y que, ahora, van a menos debido al aterrizaje de grandes franquicias en los comercios de siempre.

Sobrados también colecciona botes de especias, libros y posavasos, entre otras cosas.

Sobrados también colecciona botes de especias, libros y posavasos, entre otras cosas.

“Lo interesante de las bolsas es que las utilizamos mucho en nuestro día a día y es una forma de hacer publicidad. En ellas hay un patrimonio gráfico que tampoco debemos perder”, comenta a EL ESPAÑOL el protagonista de esta historia.

Desde la década de 1980, Sobrados acumula este objeto “porque es algo que se va a perder”, repite. “Este tipo de cosas merece la pena conservarlas, al igual que muchas otras. Aquí, en este país, no tenemos esa cultura como sí sucede en Francia o Inglaterra, donde he visto que los museos exponen estos objetos de la vida cotidiana”, continúa.

Ese patrimonio gráfico del que habla esta suerte de coleccionista no es baladí: “Muchas de las bolsas tienen una estética particular, al igual que su tipografía. Algunas son más profesionales y otras más domésticas. En otras tantas se aprecia que los diseños los han hecho los dueños de los negocios como podías”, describe. De esta forma, Sobrados ha conseguido unificar bolsas de comercios que ya no existen o que se han transformado pero que, indefectiblemente, siguen en el imaginario social de las calles que los acogieron.

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Arqueología a través de las bolsas

Ahora, decenas de ellas se exponen en CentroCentro, en Madrid, como parte de una exhibición del colectivo Paco Graco: “La compañera que hizo el montaje no me conocía de nada, pero fue muy curioso porque me dijo que a través de las bolsas que utiliza una persona también se la puede conocer, y no le falta razón”, añade el propio Sobrados. En realidad, no deja de ser una forma de escarbar en la arqueología individual de una persona: “Me dijo que sabían que vegano no era porque había varias bolsas de carnicerías”, comenta.

Al fin y al cabo, lo que cada persona acumula le representa. Dime lo que acumulas y te diré quién eres, como diría alguno. Sobrados tiene 62 años, es economista y busca la prejubilación, algo que le daría más tiempo para dedicarse a sus aficiones. Dice que acumula más que colecciona, pues ni siquiera ha realizado un pequeño inventario de lo que obra en su poder. “A mí es que todo lo que tiene relación con el arte y el diseño me apasiona. También me ocurre con las antigüedades, todo ese mundo me gusta mucho”, añade.

Martín Sobrados, observando la colección de bolsas.

Martín Sobrados, observando la colección de bolsas.

Ese es la principal razón por la que acumula latas antiguas en las que se envasaban los alimentos, botes de especias, libros, posavasos y hasta folletos de las exposiciones de arte que visita. “Tengo la suerte de que son cosas pequeñas, que no ocupan mucho espacio, y que poco a poco voy donando o deshaciéndome de ellas de la mejor forma que puedo”, dice al respecto. Pero su casa no es el único lugar en el que las guarda, también lo hace en el taller de pintura que tiene en Carabanchel.

No es tan raro como parece

Pareciera que este hobby tan curioso es algo innato en él: “Empecé con ello teniendo cuando tenía unos 20 años y siempre pensé que era importante guardar las cosas para que no se perdieran. La gente dice que soy un friki total, pero luego he descubierto que otras tantas personas también hacen lo mismo con otros objetos. Incluso de mi familia, no soy el único. Tengo una sobrina que colecciona servilletas”, señala antes de soltar una pequeña risotada.

En cuanto a las bolsas, la pequeña genealogía que se puede realizar de Sobrados respecto a los comercios que ha visitado a lo largo de su vida pivota entre carnicerías, zapatería, tiendas de ropa, ferreterías, tiendas especializadas en dibujo o museos, además de un amplio surtido de bolsas venidas desde el extranjero tras algún viaje. “En las que doné había un poco de todo, también algunas de papel y cartón”, enfatiza.

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El motivo de este “acumule”, como lo denomina Sobrados, no estaba muy claro. Una vez visto el interés suscitado, el fin último ha ido tomando cuerpo: “Al final ha sido algo bueno, y si sirven para seguir exponiéndose y hacer algún tipo de estudio sociológico o antropológico, pues mejor que mejor”, expresa. Su buen hacer con las bolsas de plástico también puede servir para que la gente se replantee la cantidad de ellas que consumimos.

¿Expondría España su patrimonio gráfico?

Aunque de casta le viene al galgo, Sobrados encontró en su mujer otro sostén en el que apoyarse en esta andadura de acumulación. “Tengo mucha suerte porque proviene de una familia de diseñadores gráficos, y toda la vida sus hermanos y ella también han guardado cosas, como pegatinas”, concretiza.

Por otra parte, no son solo los comercios de barrio con estas bolsas los que están desapareciendo, sino las bolsas en sí. “Pertenecen a un mundo que se está terminando. Todos las hemos manejado, han sido parte de nosotros”. En cambio, las bolsas de cartón y tela toman su relevo. De hecho, en España no fue habitual ver bolsas de plástico hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX: hay una generación de personas que las vieron nacer y que ahora las ven morirse.

“La gente debería tomar mayor conciencia sobre el patrimonio gráfico que tenemos alrededor, al igual que con los rótulos que están desapareciendo. Es algo que siempre ha estado ahí y que, sin darnos cuenta, estamos perdiendo”, reflexiona Sobrados. Lo que le gustaría a él es que en Madrid también hubiera algo parecido a lo que ya existe en Londres, el Museum of Brands, es decir, un museo en el que se exponen marcas de todos los tiempos de productos cotidianos.