El mar amanece picado en la playa de Balieiros. El agua choca con tanta fuerza contra las rocas que la espuma que deja se confunde desde lo lejos con aquellas misteriosas bolsas blancas que aparecieron aquí mismo hace casi un mes. El mar también venía bravo, arrastrando todo a su paso, aquel 13 de diciembre. “Un hombre al que conocía entró en el bar diciendo que había visto unos sacos en la playa con una cosa blanca. Y yo le dije medio en broma: ‘¿no será cocaína?’ Me dijo que no, que eran como unas bolas. Me vine para acá y me encontré un montón de sacos amontonados en la rompiente de algo que tenía un olor muy fuerte, como a gasolina”, cuenta Rodrigo Fresco en el mismo lugar en el que los encontró.
Rodrigo, de 43 años, regenta ahora el Bar Pequeño en Corrubedo, pero como todo el mundo aquí es hombre de mar. Trabajó durante una década en una empresa marisquera y en sus ratos libres hace buceo submarino. Ahora trepa por las rocas intentando buscar más restos como si las piedras no resbalasen, bañadas por la marea y una lluvia que no cesa. “Había unos ocho sacos sin abrir y lo primero que hice fue llevarlos a la orilla para que no se rompieran. Pero al levantar la vista vi a lo lejos más puntos blancos y dije, ‘hostias, no puede ser’. Cogí el coche hasta la otra punta de la playa y había otros 10 o 12”, recuerda.
En total fueron cerca de 60 sacos los que sacaron aquel día entre Rodrigo y otros vecinos de la zona, contactados por el alcalde de Corrubedo. “Cuando terminé de recoger los primeros llamé al 112 desde la playa. Me pasaron con Salvamento Marítimo y, tras un intento fallido, conseguí hablar con ellos y me dijeron que estaban al tanto de lo sucedido, que se había caído un contenedor en el mar, pero que no podían actuar por las inclemencias meteorológicas que había entonces”. Y aquí el relato de su cadena de llamadas se vuelve tan abigarrado como la guerra de fechas entre la Xunta de Galicia y el Gobierno por tratar de encontrar un culpable a los retrasos en la toma de decisiones.
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Había olas de cuatro o cinco metros en el mar. “Yo aquello lo entendí, que no pudieran actuar en esas condiciones. Pero cuando llegué a la otra punta de la playa y vi la cantidad de sacos que allí sí que se habían roto, que estaba todo lleno de bolitas y el olor que desprendían, entonces llamé al Seprona. La persona que me atendió no me hizo caso, me dijo que era competencia de la Policía Nacional de Ribeira [A Coruña]. Entonces, llamé también a la Policía, me pasaron con la Policía Autonómica de Galicia [Unidad de la Policía Nacional adscrita a la Comunidad Autónoma de Galicia] y me volvieron a decir que estaban al tanto de todo”.
No hubo entidad estatal o autonómica por la que no pasaran los avisos. Todos sabían que había sucedido algo, pero hasta el 5 de enero, cuando finalmente la Xunta activó el nivel mínimo de alerta por contingencias de contaminación marina, no ocurrió nada. O sí. Porque cientos de voluntarios, movilizados por ONG y avisos en las redes sociales, fueron acudiendo a las playas para recoger los ‘pellets’ que se iban acumulando. Sin embargo, ninguna autoridad movilizó a sus efectivos hasta entonces.
“Mi sensación es que se culpan los unos a los otros y aquí no hay colores políticos. Lo que hay es que unos no le dieron la importancia que tenía y otros se la dieron sólo al final. El perjudicado es el medio ambiente y, por tanto, todos nosotros que vivimos de ello”, sentencia Rodrigo.
Desde entonces, cada día sale solo a buscar más bolsas con ‘pellets’. Los primeros cálculos estiman que ha podido llegar a las playas sólo un 10% de los cerca de 1.000 sacos de 25 kilos cada uno que cayeron del contenedor del buque Toconao el 8 de diciembre frente a las costas de Portugal. Los momentos con mayor probabilidad de que el mar siga expulsando plástico son los días como éste, en el que el mar llega fiero antes de entrar en la ría de Muros. Pero hoy lo más que se ve entre las rocas son pedazos de redes de pescadores, varias botas, el tubo de plástico de un equipo de buceo y un delfín muerto que lleva varado y en estado de descomposición desde hace un buen tiempo. Las piedras de esta playa llevan años siendo un vertedero. Debido a los vientos, el próximo aluvión de 'pellets' se espera para el fin de semana.
La llamada desde Londres
Lo sabe muy bien María Arceo, una artista de Santiago de Compostela y residente en Londres, que trabaja recogiendo plásticos del mar y convirtiéndolos en arte. Aquel mismo día, el 13 de diciembre, su pareja paseaba por la playa de Espiñeirido, una zona todavía más salvaje a escasos 5 kilómetros de Corrubedo, donde también encontró varias de esas bolsas con el nombre de una empresa polaca, olor a gasolina y miles de bolitas de plástico de unos 3 milímetros de grosor. María estaba entonces en Londres, pero su compañero es inglés, y prefirió ser ella quien llamara a la Guardia Civil para alertar de lo sucedido. Pocos días después llegó a Espiñeirido para pasar las Navidades en una casa que tienen frente al mar y se encontró con el desastre.
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“Llegué el día 19 aquí. Había avisado por teléfono, pero me presenté en el cuartel de la Guardia Civil para asegurarme de que estaban enterados, pero me dijeron que no tenían nada registrado. Entonces, formalicé allí mismo una denuncia”, relata. De nuevo, las autoridades no se habían movido. Mientras tanto, una voluntaria de la ONG Noia Limpa se puso en contacto con ella. Y ambas empezaron a contactar a conocidos, como los organizadores del Festival Mar de Mares que se celebra en Coruña, hasta que entre todos formaron un grupo de WhatsApp para informarse mutuamente de lo que estaba ocurriendo.
Fue el germen de las decenas de grupos que existen ahora mismo en esta aplicación, donde los voluntarios y cualquiera que quiera sumarse se organiza para ir a limpiar las playas o proponer diversas iniciativas. Lo último que han promovido es una manifestación, impulsada por grupos ecologistas, prevista para el 21 de enero en Santiago de Compostela, en la que denunciarán la situación en la que se encuentra el mar y condenarán la gestión de la Xunta y el Gobierno central.
El Gobierno autonómico gallego mantiene ahora desplegado un operativo de 200 personas trabajando en las playas. Aunque este miércoles continuó el enfrentamiento político, ya que el equipo del presidente gallego, Alfonso Rueda, rechazó reclamar ayuda a Madrid para intervenir en el litoral y pidió al Ejecutivo central once barcos, dos helicópteros, un avión y un robot submarino para tratar de interceptar los sacos en el mar, antes de que lleguen a tierra. Una operación que desde la propia Consellería de Mar de Galicia consideran imposible.
Mientras, María y la asociación Noia Limpa son algunos de los impulsores de una petición en la plataforma change.org para que cambie el modo de transportar por mar este tipo de productos. “Lo que queremos es que estos materiales pasen a ser considerados como peligrosos y contaminantes y que además cambie la legislación para que no se puedan transportar en la parte alta de los barcos. Esto debería ir en el fondo, como ocurre con otras sustancias peligrosas, con lo que tendrían menos posibilidad de caer al agua”, defiende María.
La artista lleva años observando y recogiendo los plásticos que expulsa el mar para trabajar con ellos y transformarlos en piezas de museo. Cuando no está en Galicia, lo hace con los restos que encuentra en el Támesis. “Quiero que la gente pueda ver con sus ojos y tocar lo que estamos arrojando a los océanos y cómo estamos destruyendo un ecosistema al que le debemos la vida. Sin eso -señala mirando al agua- no estaríamos aquí, el mar es nuestra vida”. Dice que no descarta poder recoger todos los ‘pellets’ que se están encontrando para exponerlos en alguna parte, aunque de momento los mete en una bolsa para llevarla al Ayuntamiento, donde se encargarán de los desechos.
Ella baja cada día al mar con guantes, un colador, cepillo, recogedor, un par de bolsas de plástico -una para los ‘pellets’ y otra para el resto de residuos plásticos- y su perra Theodora. “Las autoridades dicen que no son tóxicos, pero luego piden a la gente que no los inhale ni entren en contacto físico con ellos”, dice, refiriéndose al informe de la Xunta, del que no se conocen sus resultados técnicos. A María, como a Rodrigo, le da igual quién tenga la culpa. “Lo que sé es que el dispositivo no está funcionando como debería, cuando Galicia ya ha sufrido catástrofes ambientales muy importantes, como la del Prestige”, afirma. Y cita un nombre que estos días, a pocas semanas de las elecciones autonómicas, ha vuelto a sonar en Galicia.