Ricardo García ha creado la única compañía del mundo especializada de forma exclusiva en el cáncer infantil. Después de que le encontrasen un agresivo tumor cerebral a su hijo de seis años, buscó el modo de hacer eficiente la investigación de enfermedades 'discriminadas' por el mercado. Años más tarde, su compañía tiene un valor de 24 millones de dólares y ha demostrado que existen motivos de esperanza.
"Hay un gran valle: en una ladera se encuentran las fundaciones, los padres y los centros de investigación académicos; que están haciendo todo lo que pueden en investigación básica en cáncer pediátrico. En la ladera de enfrente, están tanto la industria como los inversores. Entre ambas laderas se encuentra el gran valle de la investigación, también llamado de la muerte, pues es ahí donde caen y mueren la mayoría de los proyectos que la industria e inversores no acogen en su ladera", así metaforiza Ricardo García el funcionamiento de esta sector.
Ricardo García es un empresario catalán que ha dedicado su vida a emprender. A los 22 años de edad ya había vendido su primera empresa. Desde entonces ha seguido creando y desarrollando (por lo general, de manera satisfactoria) varias compañías, algunas de ellas dedicadas a la innovación tecnológica.
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En 2011, cuando se encontraba en el comienzo de un nuevo proyecto, a su hijo Richi le diagnosticaon un tumor cerebral extremadamente agresivo y complicado de tratar. El pequeño Richi acababa de cumplir los seis años.
Como para este tipo de casos es imperioso recurrir a la "superespecialización", Ricardo y su familia se vieron obligados a trasladarse a Boston para que Richi fuese tratado en las mejores condiciones posibles. En Boston le atendió este equipo "superespecializado"; un equipo que consiguió salvar la vida de Richi.
Ricardo García se vio invadido por una sensación enorme de frustración, y no sólo por la enfermedad de su hijo. Acababa de ser testigo directo de cómo se están desaprovechando algunas de las oportunidades existentes en la lucha contra el cáncer infantil. Y parte de la culpa recae sobre los caprichos del mercado: se invierte en investigaciones según la demanda de fármacos.
Ahí fue cuando la visionaria mirada de Ricardo García entró en juego. Después de crear la Richi Childhood Cancer Fundation, y ver que las fundaciones no son todo lo eficientes que podrían ser, fundó, junto con Cesare Spadoni, Oncoheroes Biosciencies, una compañía con un propósito prácticamente mesiánico.
Además de la captación de capital con miras a fomentar la investigación, desarrollo y distribución de medicamentos para el tratamiento de cáncer pediátrico, Oncoheroes se fundó con la intención de demostrarle al mundo que puede ser rentable investigar y desarrollar fármacos para enfermedades con una demanda no tan alta como podría ser, por ejemplo, el caso del cáncer en adultos.
Con esta visión que conjuga solidaridad, beneficio y eficiencia, nació Oncoheroes, la primera empresa dedicada de forma exclusiva al desarrollo de nuevas medicinas para niños y adolescentes con cáncer.
También cuenta que en 2012 tan sólo existían cuatro medicamentos desarrollados para cáncer infantil, mientras que el cáncer en personas adultas contaba con 200 medicamentos. Actualmente, gracias a iniciativas como la suya, casi se ha duplicado la cifra de medicamentos para el tratamiento de cáncer infantil.
¿Qué está haciendo Ricardo para revolucionar el modelo de negocio? Una de las claves está en la diversificación. A pesar de que su compañía se centra de manera exclusiva en el cáncer infantil, tienen varios fármacos en proceso, de modo que pueden afrontar el fracaso de un fármaco concreto.
"Una compañía como la nuestra, que no requiere de grandes inversiones para el desarrollo de un fármaco, se puede permitir el lujo de tener muchos productos en línea. Uno de los grandes problemas de la industria farmacéutica es que un gran porcentaje de los medicamentos que comienzan los ensayos clínicos se quedan por el camino. De esta manera, las compañías biotecnológicas que tienen todos los huevos puestos en una misma cesta terminan por quebrar. La ventaja de una compañía como la nuestra es que, con muy poco dinero, podemos desarrollar diferentes fármacos, de modo que somos capaces de repartir los huevos en diferentes cestas. Y si un fármaco falla, tenemos otro, y otro, y otro", explica Ricardo.
¿Por qué es relativamente barato desarrollar medicamentos para el cáncer infantil? Entre otras cosas, porque, al ser una "enfermedad huérfana", la regulación permite realizar ensayos clínicos con un número de personas mucho más reducido que en otros casos. Esto disminuye notablemente el coste del proceso.
Al señalar esto, Ricardo expone un dato doloroso que a veces pasa desapercibido: "Casi el 50% de los niños y adolescentes que tienen cáncer están en un ensayo clínico. No tienen otra opción. Son personas que recurren al ensayo como última opción".
También ocurre que la tardanza de los ensayos en el cáncer infantil se puede ver reducida si las primeras fases demuestran una mejora con respecto a lo ya existente. Como lo actualmente existente no es demasiado avanzado, es más sencillo crear algo que aporte beneficio a los tratamientos. Esto reduce el tiempo del proceso y, por lo tanto, abarata los costes.
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En Estados Unidos existe una ley que obliga a las industrias farmacéuticas a seguir investigando un fármaco en caso de que dicho fármaco muestre indicios de ser útil en el tratamiento de cáncer infantil, aunque estas investigaciones no estuviesen orientadas al cáncer infantil sino al de adultos. Ricardo, que sabe rastrear las oportunidades, ha ido detrás de aquellos fármacos que han sido desarrollados (pero no comercializados) por las empresas. Ahora su objetivo es que superen los ensayos.
Volasertib, el esperanzador fármaco que se encuentra a las puertas de los ensayos, se consiguió de una forma relativamente similar. "Es una historia muy bonita", asegura Ricardo, al explicar cómo descubrió la existencia de esta molécula.
La farmacéutica alemana Boehringer Ingelheim, una de las más grandes del mundo, comenzó a experimentar con esta molécula con miras a desarrollar fármacos útiles para el tratamiento de leucemia en adultos. Aunque llegó a cumplir varias fases, los resultados finales no fueron los esperados, así que Ingelheim abandonó las investigaciones.
Sin embargo, la normativa europea les forzó a que completasen al menos una fase primeriza de investigación para cáncer infantil. Los resultados fueron positivos. El progreso de Volasertib, no obstante, se vio paralizado por cuestiones de estrategia y viabilidad de la empresa. El potencial gran avance, entonces, quedaba desechado.
Años más tarde llegó Oncoheroes y comenzó a negociar con la gigante farmacéutica. Milagrosamente, logró hacerse con los derechos mundiales de Volasertib. "Es en este espacio donde nos movemos: en las relaciones y los vacíos que quedan entre la legalidad y el mercado", dice Ricardo, al explicar cómo busca oportunidades en esos descartes de las grandes farmacéuticas por cuestiones económicas.
"Mientras ellos siguen con la mirada puesta en el cáncer de adultos, nosotros nos encargamos de llevar a cabo los ensayos pediátricos y ponemos todo el capital y los recursos necesarios para ellos. Es decir, a ellos no les cuesta absolutamente nada. Es un win-win", sostiene Ricardo.
Ahora Volasertib está a punto de entrar en el proceso de ensayos clínicos, pero Oncoheroes aún necesita casi dos millones de dólares para sufragar los costes. En España, han lanzado una campaña que permite la adquisición de acciones a un precio de 1,83 dólares la acción.
Para quien no quiera adquirir nada, también puede donar dinero a través de la Fundación Olivares, una fundación creada por un padre que perdió a su hija a manos del cáncer infantil. Otra de las formas que están utilizando desde Oncoheroes para la captación de capital es la plataforma Mi Grano de Arena, desde donde realizan un crowfunding.
"Quiero hacer hincapié en que ya no existe ninguna excusa: todo aquel que quiera ayudar, tiene todas las facilidades del mundo para hacerlo", dice Ricardo. Ha costado tres millones de dólares fabricar el medicamento de Volasertib, pero ya está hecho. Oncoheroes se encuentra a menos de dos millones de dólares para financiar unos ensayos que marcarán la diferencia.