El amor que tienen las madres por sus hijos alcanza cotas extraordinarias. Que se lo digan a Iyán López, el joven asturiano de 18 años que sacó un 14 en la EBAU el pasado mes de junio y que, gracias a ello, estudia lo que quiere donde quiere. Y es que este chico ha podido exprimir sus altas capacidades intelectuales gracias al apoyo incondicional de Manuel López, su padre, Andrea López, su hermana mayor, y por supuesto su madre, Ana Fernández.
Ella misma, de hecho, decidió hace unos años hacer una tesis doctoral sobre niños con altas capacidades para saber cómo es su hijo y “poder comprenderlo y apoyarlo para que sea feliz”, explica esta madre a EL ESPAÑOL. “Mi motivación principal, por supuesto, era que mi hijo tiene altas capacidades intelectuales y, por ello, decidí investigar sobre ello. Es lo que se conoce como una tesis motivada”, añade Ana Fernández (Gijón, 1970), quien acaba de doctorarse cum laude en Educación y Procesos Cognitivos por la Universidad de Nebrija.
Lo ha hecho gracias a la publicación y defensa de El perfil cognitivo y emocional de los menores con altas capacidades, un doctorado por compendio de tres publicaciones en las revistas científicas Q2 y Q3. El motivo del estudio de este ámbito por parte de Ana Fernández ha sido, en buena medida, el amor por su hijo menor. “En mi trabajo habitual trato con muchos adultos que, aunque puedan tener altas capacidades, se esconden. Es lo que se conoce como perfiles escondidos. Son personas que como nunca recibieron un apoyo adecuado ya no quieren seguir aportando más, sino que hacen su trabajo y a casa”, lamenta Fernández.
Ella, en este sentido, se dedica desde hace muchos años al desarrollo del talento y el liderazgo en varias empresas o entidades “en los equipos de recursos humanos”. También en centros educativos concertados de Asturias. Por ello, ha sido capaz de conocer esos “perfiles escondidos” de altas capacidades en el ámbito laboral y pensó que no quería que su hijo Iyán, con altas capacidades identificadas, algún día tuviese ese tipo de frustraciones o sensaciones de infelicidad.
Eso empujó a Ana a virar su especialidad profesional hacia la educación y la inteligencia emocional. Licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de Oviedo y trabajadora del sector financiero al principio de su carrera laboral, pronto reenfocaría su ámbito laboral hacia estudiar el comportamiento humano. Por ello, Ana se especializó en comportamiento organizacional e hizo un máster en 2017 en la Universidad Camilo José Cela, “antes del doctorado”. Un doctorado del que, sin ninguna duda, su vida como madre de un menor con altas capacidades fue clave para lanzarse a la piscina.
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La tesis de Ana
Corría 2019 cuando Ana Fernández, madre de familia, decidió no sólo dedicar su vida al trabajo y a sus hijos, sino también a investigar. Lo hacía “a tiempo parcial”. Sin prisa, pero sin pausa, pues ha sido el 14 de diciembre de 2023 cuando ha defendido El perfil cognitivo y emocional de los menores con altas capacidades y los resultados de la tesis doctoral.
Ésta tenía como objetivo “ver si había diferencias en el perfil emocional y cognitivo entre los menores con altas capacidades intelectuales y sus pares con desarrollo normotípico”, explica la doctora Fernández. O lo que es lo mismo, Ana quería investigar si los niños con altas capacidades, como su hijo Iyán, tenían diferencias a nivel emocional respecto con los menores que no las tienen.
Para ello, la doctora Fernández analizó una muestra de 306 niños y jóvenes de entre 8 y 17 años con altas capacidades intelectuales o sin ellas. Les hizo una serie de pruebas para estudiar su desarrollo emocional. La primera buscaba quedar con una muestra final porque en España “hay cierta laxitud con la identificación de menores con altas capacidades” y no quería que eso pudiera “contaminar” los resultados.
Al final, la muestra quedó reducida a 176 menores con altas capacidades identificadas y 63 menores en el “grupo de control”. O lo que es lo mismo, el grupo de menores con un desarrollo normotípico. Todos ellos proceden de Asturias, Galicia, Aragón, Navarra o la Comunidad Valenciana.
Los resultados
Ana Fernández, después de analizar el perfil emocional y cognitivo de todos estos menores, pudo determinar que sí que hay diferencias entre los que tienen altas capacidades y los que no. Pero no como todos pudiésemos pensar. “El cociente emocional se subdivide en cinco habilidades, que ahora iré desgranando. A nivel general, nuestros resultados han evidenciado que no existen diferencias significativas entre la población del menor con altas capacidades y los que tienen desarrollo normotípico, pero si analizamos las escalas por separado, sí hay diferencias”, explica la doctora.
En la escala de la adaptabilidad, que, por ejemplo, incide directamente en la resolución de problemas, “se comprobó que los menores con altas capacidades tienen mayor adaptabilidad que los que no las tienen”, dice Ana. No obstante, en las de la inteligencia intrapersonal, “que tiene que ver con cómo nos conocemos y entendemos a nosotros mismos”, o la del estado de ánimo, “que tiene que ver con el optimismo y la felicidad”, “los menores con altas capacidades estaban significativamente más abajo que los que tienen desarrollo normotípico”.
En las escalas de inteligencia interpersonal, “que tiene que ver con la interrelación con otras personas”, o la de gestión del estrés, “se ha comprobado que no hay diferencias significativas entre los menores con altas capacidades y sus pares con desarrollo normotípico”, concluye la experta.
En este sentido, y, según Ana Fernández, si un niño con altas capacidades no se siente bien en el colegio a nivel social, en realidad, puede que el problema tenga más que ver con su autoestima o dificultades para entenderse y no con unas inexistentes dificultades para relacionarse con los demás niños.
Conocer a su hijo
Aunque la investigación de Ana Fernández culminó después de que su hijo, Iyán, lograse un 14 en la EBAU de Asturias y accediese al grado en Derecho, lo cierto es que la motivación para hacer la tesis fue conocer mejor a los niños y jóvenes con altas capacidades, entre los que se encuentra su hijo menor.
Esta madre, aun así, siempre se preocupó por la salud emocional de sus dos hijos: Andrea, que tiene 26 años, e Iyán, de 18. Junto a su marido, Manuel López, siempre les ha apoyado para que en ambos casos alcanzaran sus metas. Por ello, y aunque a Iyán López (Gijón, 2005) le bastaba sólo el 5 para acceder a la carrera jurídica en su Asturias natal, el joven es una persona de retos y ha aprovechado sus altas capacidades intelectuales alcanzando el 14.
Méritos propios, sí, pero también los de su familia y, en este caso, el de su madre. La doctora Ana Fernández no sólo le ha apoyado durante toda su vida, sino que ahora ha empezado a ser doctora y experta en altas capacidades intelectuales para conocer mejor a su hijo y todo lo que rodea a la alta capacidad.