J., el adolescente de 15 años que mató a su madre en Castro Urdiales (Cantabria) ha declarado ante la Guardia Civil que acabó con la vida de su madre, Silvia López, en su casa. Eso sí, también ha dicho que sufría malos tratos físicos y verbales de manera "habitual", además de insultos y golpes.
El autor confeso del asesinato de Silvia expone que él mismo habría denunciado en el instituto la situación de maltrato físico y psicológico que, tanto él como su hermano pequeño, vivían en casa desde que fueron adoptados. "No vales nada. Si lo sé no te adopto", solía decir la madre para increpar al menor, según su propia versión.
El chico de 15 años, que ha confesado haber matado a su madre adoptiva mediante una cuchillada en el cuello, ha expuesto todo lo acontecido durante la tarde del 7 de febrero. Su hermano de 13 años y él acabaron con la vida de Silvia López Gayubas, mujer vizcaína de 48 años que, junto con su esposo, les había adoptado cuando él y su hermano tenían cuatro y dos años, respectivamente.
Tal y como recoge el periodista Nacho Abad en el periódico El Debate, el chico de 15 años ha relatado la cronología de los acontecimientos. Tras llegar a casa con varias asignaturas suspensas, su madre se habría enfadado y le habría insultado en repetidas ocasiones.
La pelea en la cocina
Para esquivar la desmedida regañina, el chico habría acompañado a su hermano de 13 años a clases de inglés. Cuando regresaron de las mismas, señala el confeso asesino, Silvia le agarró del cuello y le estampó violentamente contra la nevera. Fue entonces cuando su hermano pequeño se abalanzó sobre su madre adoptiva. Después de haberla tirado al suelo, el de mayor de los hermanos sustrajo un cuchillo del portacuchillos y, tras un forcejeo, se lo clavó en el cuello a su madre adoptiva.
En vista del inmenso charco de sangre que se estaba formando en el suelo de la cocina, los dos menores colocaron bolsas de basura en la cabeza de Silvia López y desnudaron su cadáver con miras utilizar su ropa como utensilio de limpieza. Limpiaron el arma, ataron las manos y los pies del cuerpo, lo bajaron hasta el garaje y lo introdujeron en la parte trasera del coche.
Como es evidente, ninguno de los dos hermanos sabía conducir. No obstante, y dada la particularidad de las circunstancias, intentaron llevar el coche -con su respectiva carga- hasta un lugar proclive para la ocultación del cuerpo. No tardaron en estampar el vehículo.
Regresaron a su casa, llenaron una mochila del colegio con ropa, comida y el dinero y el teléfono móvil de la víctima. Después se fueron a caminar por el pueblo, donde fueron avistados por varios vecinos del pueblo.
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Tras ignorar varias llamadas de la madre de la víctima, es decir, de su abuela adoptiva, descolgaron el móvil de Silvia y dijeron que los tres habían sido secuestrados "Llama a la policía", requirieron. La abuela, su esposo y su yerno acudieron con presteza al cuartel, donde interpusieron la denuncia.
La Guardia Civil encontró la sangre en la cocina y, posteriormente, el cuerpo de Silvia en el garaje. Fue entonces cuando los agentes comenzaron con la búsqueda de los menores, que fueron hallados en unos acantilados situados en el parque Cotolino de Castro Urdiales sobre las dos de la madrugada.
Mientras que el menor de los hermanos se encuentra en un centro de primera acogida, pues aún se tiene que realizar la valoración adecuada, el mayor está en un centro de menores a la espera de que se celebre el juicio.
La Guardia Civil está investigando la veracidad de las declaraciones del menor, autor confeso del crimen, según las cuales su madre adoptiva sometía a malos tratos tanto a él como a su hermano pequeño.