Sergio Busto, gallego de 44 años, lleva 21 al frente de la Cervecería O Pazo, en la localidad de Pazos de Arriba, La Coruña, y nunca se ha enfrentado con una situación igual. Lleva más de siete meses intentando conseguir personal para su negocio. Ofrece empleo por 1.400 euros al mes con dos días libres a la semana, pero no encuentra a nadie dispuesto a aceptar estas condiciones.
No es una moda: hace años que la juventud se viene quejando de la precariedad que sufre en el mercado laboral. Puestos de trabajo poco estables, despidos improcendentes, horarios descabellados, salarios mínimos, exigencias máximas... y, en fin, toda una retahíla de elementos que obstaculizan la consecución de la estabilidad financiera.
En este contexto, llaman la atención aquellas ofertas laborales que cuentan con buena remuneración y un horario asequible. Atendiendo a esto: ¿por qué la oferta de Sergio Busto está siendo ignorada? El mismo oferente admite que todo está relacionado con el emplazamiento geográfico, pues no todo el mundo quiere trabajar en una aldea. Sin embargo, este no es el único motivo.
Un lugar de paso
"Los pocos que aparecen vienen con demasiadas dificultades y requisitos", señala Sergio en su conversación con este periódico, donde expresa su descontento con las personas que demandan esta oferta de trabajo. Según dice, una de las principales dificultades con las que se encuentra es la ubicación del local: se trata de un lugar de paso, por lo que necesitan abrir todos los días.
"El problema son los fines de semana. Nadie quiere trabajar en fin de semana. Yo lo entiendo, pero es que no hay otra: ellos piden lo que piden y yo ofrezco lo que puedo ofrecer. El dinero no es el problema, el problema es el tiempo", sostiene el hostelero. "Y las ayudas que se dan hoy, tampoco ayudan a la gente a trabajar", ha dicho.
También asegura que la forma de ver las cosas, según su percepción, ha cambiado desde la pandemia, pues la gente se ha dado cuenta de que lo que quiere no es más dinero sino calidad de vida. "Calidad de vida, así lo llaman. Pero sin dinero, poca calidad de vida puede haber", dice Sergio.
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Lleva toda la vida en la hostelería, y asegura que antes se trabajaban muchas más horas de las que se trabajan ahora. Según él, antes era normal trabajar durante 11 o 12 horas, más incluso, si la situación lo exigía. Sin embargo, ahora se trabajan ocho y nueve horas y, aún así, la gente no quiere trabajar, afirma Busto.
En este preciso momento, Sergio está en búsqueda de dos camareros y un cocinero o auxiliar a jornada completa: 1.400 euros netos al mes y dos días libres, horario partido y fijo para el personal de cocina; continuado y rotatorio para los camareros.
"Ya no hay profesionalidad. Es normal, porque nadie se quiere dedicar a esto de forma exclusiva. La hostelería es una profesión que ha perdido el valor que solía tener", y explica que tiene contratadas a varias personas que lo único que buscan en estos trabajos es sacarse un dinero extra, pero que nadie lo hace de forma exclusiva.
"¿Qué ha cambiado? No es cuestión de predisposición porque nunca la hubo. Mi forma de verlo es que no hay gente profesional de la hostelería; hay gente que viene a sacarse unos euros extras. Por ejemplo, ahora mismo tengo una chica que estudió psicología y otra que es maestra. No se dedican a esto", cuenta Sergio Busto.
También es verdad, admite, que aquellos que se quieren dedicar de manera exclusiva a la hostelería prefieren irse a un pueblo grande o a una ciudad para trabajar en algún lugar donde puedan escalar. Prefieren trabajar en grandes hoteles o en buenos restaurantes, por ejemplo.
En cocina tiene dos personas cubanas cuya profesionalidad es mayor debido a que no tienen títulos universitarios y, por lo tanto, todo su desempeño profesional se focaliza en la cervecería de Busto. Está intentando traer a más gente desde el extranjero, pero asegura que es imposible. Lleva ocho meses intentando traer a un chico chileno para que trabaje en la cervecería y se ha gastado mucho dinero entre papeles y abogados, pero aún no ha habido suerte.
Entre asombrado, divertido e indignado, confiesa que el otro día le llamó al teléfono de contratación una mujer cubana desde esta isla caribeña con la pretensión de que la ayudase a marcharse de su país para poder trabajar en su cervecería. "¡Pero yo qué voy a hacer, si es que no puedo hacer nada!", exclama. El problema, dice, está en la administración, pues desde extranjería no se hace nada.
Personas extranjeras
"Yo dejo estos asuntos en manos de la gestoría, y desde ahí me dicen que todo son trabas, que todo en extranjería es un cachondeo. Pasan de todo, no pude traer al hijo de la chica cubana de cocina y lo trajeron mediante un contrato de agricultura por medio de otra persona, y costó más de un año de constante lucha", comenta el empresario gallego.
En esta tesitura, defiende Sergio, no se le puede exigir demasiado a personas que no saben de hostelería en tanto que no son profesionales de esta. Al menos en los pueblos, la cosa es así. Según él, los únicos con los que es sencillo trabajar es con las personas extranjeras que ya residen en España; ahí no existe problema alguno.
Según la informacion facilitada por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, los ocupados extranjeros suponen (en términos EPA) 3,2 millones de trabajadores, que significa el 16% del mercado laboral. Hay quien asegura que son las personas inmigrantes quienes están "tirando del carro" en lo que a esta clase de trabajos se refiere.
El propio Sergio es de esta opinión. "Los trabajadores inmigrantes tienen más predisposición, sobre todo porque no tienen títulos universitarios. El problema viene cuando no tienen papeles. Sin papeles, olvídate", sentencia Sergio Busto.