La familia de Adil Lamsiyah vive un doble drama desde el pasado 25 de febrero. Ese domingo por la tarde fue la última vez que vieron a este joven de 20 años, de nombre marroquí, pero de nacionalidad española pues sus padres llegaron a España hace décadas.
La primera arista de este drama es que este desapareció en altamar al salir de Balerma, una pequeña población almeriense dependiente al municipio almeriense de El Ejido. La última señal la dio desde una embarcación a 30 millas del Cabo de Gata.
La segunda arista es por qué se encontraba en ese lugar: una organización de narcotraficantes supuestamente lo había captado para que hiciera de petaquero. Es el término que se utiliza para denominar a quienes se suben en una embarcación con 50 y 60 bidones de gasolina para acercárselas a las narcolanchas y que estas hagan los portes de droga.
Precisamente el pasado sábado la Guardia Civil detectó 14 narcolanchas en las costas de Almería, pero no pudo abordarlas debido al mal estado de la mar y a la falta de medios que padece el Instituto armado.
Las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL indican que el refuerzo de la vigilancia en la provincia de Cádiz y en la zona del Estrecho ha provocado que las mafias trasladen una parte de su actividad a las costas de Almería, que también es una zona caliente en la llegada de pateras.
Denuncia ante la Guardia Civil
Adil lleva desaparecido casi dos semanas y desde entonces, su madre, Samira, apenas duerme ni come. Tras varios días sin recibir ninguna señal de vida, el pasado viernes decidió presentarse en el cuartel de la Guardia Civil para denunciar su desaparición.
Pero aquella noche, Adil no iba solo. En la embarcación lo acompañaban dos personas más: Khaled Khayati, cuya familia se ha trasladado desde Francia para interponer la denuncia, y un tercer joven, del cual se desconoce la identidad y que nadie ha reclamado por el momento.
En declaraciones a EL ESPAÑOL, Jalal Benaissa, portavoz de la familia y hermano de la madre de Adil, asegura que el joven se puso en contacto con su novia justo una hora antes de subirse en la embarcación. Incluso, le envió un vídeo de única visualización en el que expresaba su intención de estar fuera unos días. Sin embargo, no especificó con quien iba ni a dónde se dirigía.
Adil era un joven con una vida normal. Según su tío, estaba culminando los estudios de secundaria, que compaginaba con su trabajo en un conocido almacén de frutas, donde también trabaja su padre, de camarero y en verano ejercía de socorrista.
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Sin embargo, este mismo mes de febrero fue despedido del almacén debido a la temporada baja agrícola. Fue entonces cuando recibió una oferta para participar en esa actividad a actividad ilegal a cambio de dinero, cuya cantidad su tío no sabe especificar.
Son tres hermanos. Adil es el mediano y ya nació en El Ejido, el mayor tiene estudios superiores y trabaja en una gestoría y el pequeño está estudiando. "La familia es muy querida en el pueblo y sus padres están destrozados", detalla su tío, apenado por la situación desde que una persona anónima dio la voz de alarma unos días después de su desparición.
Desde que la familia denunciara la Guardia Civil, los agentes han abierto una investigación y están trabajando en el caso, pero por el momento no tienen buenas noticias.
Según han informado desde la Benemérita a este periódico, están rastreando sus últimos movimientos e interrogando a familiares y amigos, aunque hacia altamar no ha partido ninguna embarcación para su búsqueda por las condiciones metereológicas adversas de los últimos días.
Los familiares de Adil y la Asociación SOS Desaparecidos detallan que se trata de un joven varón de 20 años que mide 1,75 metros de estatura, de complexión delgada y tiene el pelo y los ojos negros.
Desde el Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) especifican que Khaled Khayati es un varón de 32 años de edad, que mide 1,75 metros de estatura, con los ojos de color marrón, el pelo negro, corto y rizado y es de constitución delgada.
En cualquier caso, la familia sigue investigando por su cuenta. Su madre hasta ha llegado a personarse en la casa del supuesto cabecilla de la organización, conocido en la localidad, para preguntarle. La respuesta, según su tío, fue: "No tengas esperanzas, tu hijo no va a volver". Sin embargo, ellos sí la mantienen.