Arshak, el sargento que huyó de la distopía rusa a Madrid: "Mi madre no me parió para matar o morir"
Son ya varios los casos conocidos de soldados y policías que se niegan a pelear y han terminado en España con la ayuda de organizaciones y algunos más los que lo han hecho por sus propios medios.
10 marzo, 2024 02:22"Mi madre no me parió para que yo muriera o andara por ahí asesinando a gente. Matar ucranianos no forma parte de mis ambiciones", narra a EL ESPAÑOL el sargento menor del Ejército de Rusia Arshak Tigranovich Vardanyan. Ahora ya está a salvo en cierto lugar de los Balcanes y sólo es cuestión de horas que aterrice en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas.
Cuando a principios de semana abandonó Moscú con destino a España no tenía nada claro cómo iba a terminar su fuga. Arshak, el soldado-boxeador, ha logrado desertar con el aliento del Servicio Federal de Seguridad (FSB; el KGB de Putin) en la nuca. Y al igual que hicieron antes otros, ha elegido una ruta ya ensayada que termina en Madrid.
Son varios los casos precedentes conocidos de soldados y policías que se han negado a combatir y han terminado en nuestro país con la ayuda altruista de organizaciones y activistas. Algunos más lo han hecho por sus propios medios siguiendo distintas variantes de un itinerario que, en el caso de Vardanyan, concluía su primera etapa en la capital de Georgia.
El armenio llegó a Tiflis el pasado jueves. Pero eso sólo era el primer jalón de un complicado camino plagado de incertidumbres que finalmente le permitió ponerse a salvo con la ayuda de un disidente ruso afincado en Cataluña. Ha sido este activista perseguido por el Kremlin, residente en Barcelona, quien ha organizado la logística. No es la primera vez.
¿Pero quién es el sargento huido y qué le ha empujado a escapar? Aunque tiene pasaporte ruso, el desertor nació el 9 de agosto de 1996 en un pueblecito armenio de la región de Shvrak llamado Landzhik. Primero, se mudó con su madre a Moscú y después a Tailandia, donde comenzó a practicar boxeo y muay thai y a competir de forma profesional. En el sureste asiático, peleó once veces y obtuvo nueve victorias. Con el tiempo viajaría también a Serbia y a Turquía para participar en el campeonato mundial. La lucha que él practica no involucra ningún muerto.
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A su regreso a Rusia, se unió al ejército y su vida se transformó literalmente en un infierno. Simplemente, no encajó y las cosas se complicaron lo suficiente para que comenzara a pensar en poner los pies en polvorosa. Ucrania fue la gota que colmó el vaso de su hastío y su desesperación. Hace sólo unos días decidió que había llegado el momento de ponerse en camino y emprendió la huida hacia un lugar que él ve como la tierra de Oz: España. De no haber escapado hubiera terminado en un gulag de Putin por negarse a ir a Ucrania.
Tras alcanzar por fin Tiflis el jueves, el plan A era volar a Madrid directamente. Sucedió, sin embargo, que un funcionario georgiano de frontera le detuvo en el salón de embarque y le impidió abordar el vuelo porque carecía de un visado Schengen. En la capital de Georgia hay miles más de rusos que huyeron al principio del conflicto, tras la primera de las grandes movilizaciones con las que Putin comenzó a abastecer su picadora de carne. La mayoría se quedaron atascados en el Cáucaso por falta de recursos para completar un viaje caro y no exento de peligros.
Pero Vardanyan tenía a su favor la ayuda de un empresario ruso. El mismo disidente que le ayuda desde España tuvo que salir huyendo a Barcelona con el FSB (el Servicio Federal de Seguridad) pisándole los talones y conoce de primera mano el estrés que experimenta el que huye. En previsión de que los georgianos le impidieran partir hacia Europa Occidental sin un visado Schengen tenían varios billetes más de avión. El plan B consistía en desplazarse desde Georgia a cierta ciudad de los Balcanes y eso fue exactamente lo que hicieron (aunque había hasta cinco alternativas). El viernes logró ponerse a salvo y adquirir el billete del avión que le conducirá a Madrid en unas pocas horas.
"Amenazas constantes, reproches, corrupción y muerte por todos los lados... Así es la vida cotidiana en el Ejército de Rusia", explica el objetor de conciencia, ya a punto de pisar el mundo libre y de dejar atrás la distopía de Putin. "Acosaban incluso a mi madre. 'Su hijo irá a la guerra o les meteremos a todos en la cárcel', le decían. Arruinaron nuestras vidas... Y luego comenzaron las investigaciones y las coacciones. Soy de nacionalidad armenia. ¿Cómo voy a apoyar esa locura de guerra? Dejo atrás una madre, un padre, un hermano y una hermana... Eso ha sido muy duro. Digamos que soy un tipo independiente que ha decidido irse de Rusia. Nadie puede vivir felizmente en un país así".
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Por el modo en el que habla con este diario, todavía no en España, es obvio que está nervioso y estresado. Ha sufrido ya las perversidades del sistema y sabía que su vida dependía de salir de Rusia. Ahora lo que le inquieta es el recibimiento que le harán las autoridades españolas, aunque a juzgar por lo ocurrido anteriormente: nadie piensa devolverle al matadero de Putin, siempre y cuando logre acreditar la honestidad de sus propósitos y la veracidad de sus palabras. No tiene crímenes de sangre justamente porque se negó a ir a Ucrania.
El interés que estos desertores puedan suscitar para la inteligencia militar española o de cualquier país de Europa depende, claro está, de la cantidad de información que porten consigo, aunque sea en la memoria. La unidad en la que sirvió carece de un propósito especial, lo que a su vez sugiere que está lejos de ser la clase de desertor que el Servicio Exterior de Inteligencia (SVR) ruso se propone liquidar en el extranjero (cierto es que uno de los documentos de la fiscalía que le mencionan y a los que hemos tenido acceso tiene el membrete de una unidad rusa de misiles estratégicos).
El tercer desertor conocido
Hay docenas como él ya en Ucrania y varios cientos más aguardan cola para huir, de acuerdo a las informaciones de organizaciones que, como Idite Lesom, les ayuda a desertar. De hecho, el número de soldados rusos que tratan de abandonar las filas no ha dejado de crecer desde el principio del conflicto.
En España, es el tercer desertor cuyo caso ha sido divulgado por la Prensa nacional a través de EL ESPAÑOL, aunque existen bastantes más que han llegado hasta aquí de manera anónima. El 15 de noviembre de 2022, Gulagu-Net prestó apoyo también a un soldado de la infame Brigada Motorizada de Fusileros número 64.
Al igual que Vardanyan, Nikita Chibrin, nacido en 1995 y oriundo de Yakutia, aterrizó sin un visado en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid a bordo de un avión procedente de Georgia. El combatiente no había disparado un solo tiro contra los ucranianos pero sirvió a las órdenes de Azatbek Omurbekov, el llamado 'carnicero de Bucha'. Algunas horas después de su llegada, Chibrin fue autorizado por las autoridades españolas a entrar en nuestro país y se le proporcionó un lugar en Madrid donde alojarse de forma temporal.
Poco después fue trasladado a una ciudad del litoral cantábrico por razones de seguridad. Recientemente, a principios del pasado mes, un ex agente del Ministerio del Interior de Rusia llamado Stanislav Y. aterrizó en un vuelo procedente de Dubai en el aeropuerto de Barcelona y pidió también asilo. El antiguo oficial de policía —nacido el 12 de junio de 1993— portaba un documento donde podía leerse:
"He salido huyendo de Rusia debido a las amenazas de torturas y por temor a que me obliguen a servir como oficial de policía en los territorios ucranianos temporalmente ocupados. He volado hacia ustedes para preservar mi vida y salvaguardar mi libertad". Stanislav fue evacuado igualmente con la ayuda de Gulagu-Net, la organización humanitaria que dirige desde Biarritz el disidente ruso Vladimir Osechkin.
Vardanyan ha escapado in extremis porque había recibido ya una condena todavía no firme por negarse a tomar parte en lo que Putin llama de manera eufemística la Operación Militar Especial (la agresión a Ucrania). Los días anteriores a su partida era vigilado muy de cerca por el FSB, cuyos agentes monitorizaban su teléfono y sus mensajes, lo que le obligó a adoptar unas medidas básicas de seguridad, aconsejado por el disidente que le ha ayudado desde España. "Mi contrato de servicio militar expiró el 5 de julio del año pasado pero el oficial al cargo, el comandante Balashov, se negaba a licenciarme", nos aclara el desertor armenio.
No es la primera vez que el empresario moscovita residente en Cataluña que ha ayudado a Vardanyan organiza una ruta de escape a la Península para alguno de sus compatriotas. Trabaja siempre desinteresadamente. Vamos a omitir su nombre para no comprometer aún más su situacion, dado que forma parte de al menos cuatro listas negras de Moscú y ocupa un lugar de privilegio en el ranking español de opositores acechados por el Kremlin.
"¿Que por qué ayudo a mi gente? En el caso de Vardanyan, lo hago porque mis amigos de Rusia me lo han pedido y porque el chico está en una situación desesperada", nos confiesa el disidente. "Si está en Europa, no podrá ser enviado a la guerra. Él salvará su vida y la de algunos ucranianos".
"Al final de mi calvario, mi única opción era arriesgarme", nos comenta desde su refugio el muchacho armenio, ex comandante de la unidad militar 12556, con base en el distrito de Solnechnogorsk (región de Moscú). "¿Qué sentido tiene matar a personas si puedo trabajar, establecer y mantener a mi familia en un hermoso país donde la gente es amable, no hay corrupción y donde todo es conforme a la ley. Simplemente, no quiero combatir contra los ucranianos", dice Vardanyan. Tal vez la descripción que hace de nuestro país no se ajuste plenamente a la realidad de España y peque de benevolente, pero no existe duda alguna de que vivir en la Península Ibérica ofrece muchas más garantías que la dictadura brutal y sanguinaria de la que el suboficial procede.