Lleva muchos años retirado de la fama. Alejado de lo que un día fueron nada más que focos, multitudes y aplausos. No hay mucha información, ni videos ni noticias que expliquen su apoteósica carrera. Una trayectoria que quedó impresa y perdida en las páginas de los viejos periódicos y en la memoria de aquellos que tuvieron la oportunidad de escucharle cantar; pero que este diario recupera para traer de vuelta la “intensa vida” de Sergio de Salas.
EL ESPAÑOL se traslada hasta el Pardo donde este cantante de ópera, actor de Hollywood y uno de los mejores criadores caninos del mundo espera para charlar. Rodeada de árboles y a través de un estrecho sendero, su jardinero amablemente conduce al periódico hasta el interior de la casa. Dentro está Sergio, quien aguarda impaciente para empezar la conversación. En las paredes, llenas de cuadros, fotografías y recuerdos, se ilustra su larga historia, de la que se enorgullece y cuenta con todo lujo de detalle a sus casi sus ochenta años. “Luces, cámara y acción”.
Originario de Vigo y tercero de siete hermanos, ha pasado la mayoría de sus días viviendo en Madrid, o eso le gusta decir. Curioso, insaciable y, sobre todo, polivalente, Salas se ha dedicado a diferentes disciplinas que le han llevado a viajar por todo el mundo y a explorar cualquier rincón de España. Con una voz grave y cercana, afirma que nunca pensó en dedicarse al mundo musical, pero solo con escucharlo se entiende por qué endulzaba a cualquier oído cuando se subía sobre los escenarios.
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El cantante y el actor
¿Cuántos han soñado en convertirse en un reconocido cantante? Seguro que millones. Salas al igual que muchos empezó “cantando en la ducha”, pero su voz tiene algo especial. “Mi hermano mayor era un fanático de la música, me he criado escuchándola y un día mi padre decidió llevarme a un conservatorio para que mejorase la técnica. A mí no me gustaba y lo acabé dejando”, menciona hilarante. En su etapa universitaria decidió formar la “Tuna de Ingenieros de Telecomunicaciones” en la facultad donde estudiaba. Así, sin demasiadas aspiraciones y sin formación previa, le entró “la locura musical”. El resto es historia.
El sueño americano explica los ideales de oportunidad, prosperidad y éxito. Como con la tuna les había ido bastante bien en España, decidieron probar suerte en los Estados Unidos. Poco equipaje, un coche de alquiler y mucha ilusión. Salas iba de bar en bar con el resto de los siete miembros enamorando a los norteamericanos con los cánticos españoles. Atravesaron todo el país: Nueva York, Chicago, Las Vegas…, pero fue en Los Ángeles donde se crearía un nuevo hito en su carrera.
Sueños hollywoodianos
“Nos invitaron a una villa donde estaba ‘la creme de la creme’ del cine hollywoodense”: Lee Marvin, Rock Hudson, Jennifer Jons solo eran algunos de una lista interminable. “Después de cantar, solo me llamaron a mí para que entrara en un despacho lleno de directores de cine. Me dijeron que tenía una cara muy fotogénica para el mundillo, una mezcla entre Paul Newman y Marlon Brando, y me ofrecieron una beca para quedarme en Hollywood dos años. Así empecé en el arte, en el drama”.
1967, solo 23 años y Salas se embarcaba en una nueva etapa lejos de su casa. Nostálgico y risueño muestra al diario las fotografías que narran su paso por el “país de la libertad”. Anuncios de televisión, formación interpretativa, modelaje, lo que sea con tal de que llegara el papel estrella que le dijeron que vendría. Pero “quien espera desespera”, y Sergio se estaba empezando a cansar. ¿Por qué? “Me insistieron en que me lo tomara con calma, pero yo echaba de menos la tortilla de patatas”, cuenta jocoso.
“Volví a España y me tenía que buscar la vida. Fui de profesor en profesor probando con mi voz y me dijeron que me tenía que dedicar a la ópera, que servía para ello. España es un país de teneros, pero yo tengo voz de barítono, son ‘colores diferentes’. Después de un año en formación me contrataron como cantante titular en la Zarzuela. Me tiraba el día entero practicando por mi cuenta, solo en mi casa, escuchando a los mejores. Quería perfeccionar mi técnica, ser mejor cantante. Y eso hice”.
El sueño del cantante
La constancia hace la excelencia y Sergio estaba lleno de virtudes, por lo que quiso probar suerte. Viajó a Italia y ganó el premio a la “Copa Verdi” en el que le acreditaron como mejor voz verdiana en el Concurso Internacional de Parma, y el Concurso de Canto de Macerata, dejando huella allá donde fuera. En España, ganó en 1974 el concurso “La Gran Ocasión”, lo que dio una popularidad exuberante que no le sacaba de ninguno de los platós de televisión de la época. “Estaba todos los días en la tele, me convertí en un personaje público, salía en las revistas y los taxis me pitaban por la calle. Hice famosa a la ópera en España”.
Pregunta.— ¿Cómo empezó su carrera?
Respuesta.— Organizando yo mismo todo. El programa de televisión me hizo muy popular, pero los contratos no me llovían del cielo. Entonces empecé a moverme y a organizarme por mi cuenta. Me presentaba en sitios donde creía que podrían estar interesados para montar una ópera. Facilitaba absolutamente todo, buscaba el sitio, los cantantes, la orquesta, el presupuesto, todo. Me iba metiendo poco a poco. Este mundo es complicado, nadie ayuda con nada, es todo una mafia. ‘El poder emborracha’, y los que están dentro se apoyan entre ellos. Pero yo era el nuevo, el que iba por libre. La competencia, el peligro.
Tremendamente confiado, echando un ojo al pasado, Salas se autoproclama como “un rebelde”. “Era el que coordinaba, traía a gente de otros países para enriquecer la ópera de España, además de cantar yo mismo. Nunca he cobrado nada por organizar”, detalla. La fama de Sergio crecía a la velocidad de la luz. Conciertos por todo el país, incluso contratos en Francia. Crecía tanto que su magnitud opacaba a otros cantantes. “Hay pocos barítonos que lleguen a tapar a los tenores. El barítono suele tener un papel acompañante, y son los tenores y las sopranos los que se llevan el triunfo. Pero a mí me conocían porque tapaba, y muchos no querían cantar conmigo”.
Nada más y nada menos que 15 años cantando entre Francia e Italia, mientras que en su país natal “vetado”. “Así ha sido mi carrera”, resalta. Le llamaban para cantar por todos lados, y gran parte de su carrera se ha dedicado a llenar los teatros extranjeros. “En España empecé a cantar gratis, por amor al arte. Cantaba para organizaciones como UNICEF o Médicos Sin Fronteras”.
P.— ¿Cuáles han sido sus máximas metas en su carrera musical?
R.— Ser el mejor del mundo.
Por una parte lo fue, o eso dicen los galardones que recibió por todo los países. Una trayectoria vertiginosa, pero llena de “politiqueo”, “mafias” y “contratiempos” que desgastaban poco a poco al cantante. Aun así, ha sido la profesión que le ha dado la vida y le ha abierto las puertas al mundo, pasando desde Rusia a Latinoamérica. A sus 80 años, asegura que cada vez que se subía a los escenarios “disfrutaba como un enano”.
El criador
Como el mundo de la ópera y el cine se le quedaba pequeño, decidió alejarse de los focos y la fama para seguir y enfocarse en una de sus pasiones que había dejado en segundo plano. Triunfar parece una tarea sencilla para Salas, y es que todo lo que se propone lo ejecuta a pleno rendimiento. Su pasión canina empezó a los 15 años cuando se fijó por primera vez en la majestuosidad de un mastín español que vio paseando por la calle. Desde entonces, su afán por estos perros ha sido incesante, hasta tal punto que siendo un “muchacho” viajaba con una moto por toda España en busca de los más puros de esta raza.
P.— ¿Qué ve en estos perros?
R.— Es un bicho noble como no hay otro. Es una cualidad que se tiene que reflejar en la cara del mastín, en su expresión. No tiene que tener una cara que dé miedo, sino que imponga. Estamos hablando de un animal que pesa unos 100 kilos, es un perro que impresiona cuando lo ves.
Salas hace una pausa antes de contar más sobre sus fieles caninos y guía a este diario hasta otra habitación de su casa. Abre la puerta y se sigue la conversación en una sala repleta de trofeos. La cantidad de premios que cubren el habitáculo es tanta que cuesta ver un trozo vacío de pared o moverse sin tropezar con alguno. ¿Cuántos? El criador ha perdido la cuenta, pero cree que unos 400 -aunque lo mismo se queda corto-.
“Intentaba viajar por el país en busca de los mejores mastines, siempre queriendo encontrar el más grande. Empecé yendo con mi moto por el norte de España, compraba los perros y los bajaba en los camiones de carbón que se dirigían a Madrid. Así traje unos 30 mastines”.
P.—¿Cuándo empezó a tomarse la crianza de perros en serio?
R.— Siempre he tenido mastines. Estaba cansado de las mafias que había dentro de la ópera y de tirar de un carro al que todos querían subirse, y encima criticaban. Me aparté de ese mundo para meterme en el mundo de los caninos. En la época de Cicerón ya se decía que España era ‘tierra de pastores acompañada de perros grandes como burros’, y yo quería posicionar a esta raza como la joya de la corona canina. El problema es que los representantes del mundo canino me decían que los mastines tenían muy buena delantera pero una nefasta trasera. Tenía que perfeccionar la raza.
El Mastín, rey de los perros
Con un nuevo objetivo entre sus manos el criador comenzó a comprar o cruzar a los mejores perros que se encontraba para elevar su estatus. “Llegué a tener 120 mastines. Me salían crianzas tan buenas que allá donde fuera con mis perros ganaba. El resto de los criaderos me tenían manía, pero bueno, mis perros eran los mejores”, cuenta orgulloso.
P.— ¿Qué cualidades tiene que tener un mastín?
R.— El mastín es un perro moloso, macizo. Tiene que tener una cabeza ancha al igual que su pecho y su morro. Los belfos tienen que caer en vertical. Las orejas no tienen que ser de sabueso, tienen que ser pequeñas y triangulares y por encima de los ojos. Los ojos tienen que tener aspecto majestuoso. Es un perro con una papada gruesa para defenderse de los lobos. Los mastines son listos, tienen que quedarse con el rebaño en vez de salir corriendo de cualquier cosa que amenace al grupo.
“La furia de los mastines” ha llevado muy lejos a Salas, ganando todos los concursos internacionales y nacionales. La pasión con la que habla de estos perros es casi palpable. “Mi familia me dice que estoy loco con estos animales. Me he dejado mucho dinero en la crianza, pero es mi pasión”.
Sergio ha contribuido a escalar y posicionar a los mastines españoles en lo alto de las razas caninas. Sus perros son populares alrededor del mundo entero, y portada en la mayoría de las revistas caninas. El estándar en el que se basan los jurados para valorar a los mastines, tienen la esencia de Salas. Una vida entre conciertos, cámaras y perros. Una carrera de éxito que se ha dividido entre cánticos en los mejores teatros del mundo y las competiciones y crianza de sus fieles compañeros. Una historia que el mismo Sergio de Salas la concluye en una sola palabra: intensa.