De aquellos polvos, estos lodos. Y de aquellos vertidos, estos residuos. Desde los años noventa, un total de 60 millones de toneladas de estériles de las minas de La Unión permanecen asentados sobre la Bahía de Portmán sin que su regeneración se vislumbre a corto plazo. El Ayuntamiento de La Unión ha vuelto a poner el acento sobre este drama ambiental cronificado, con la proyección en el Senado del documental: 'Portmán, un punto y seguido'.
A través de esta producción, el Consistorio de esta localidad murciana de 21.000 habitantes, vuelve a pedir al Gobierno central que ejecute el proyecto de regeneración de la Bahía de Portmán, desaparecida entre los años setenta y ochenta, por culpa de los residuos procedentes de las minas que vertían directamente al Mediterráneo.
Este documental se remonta al 31 de julio de 1986, para ponerse en los ojos de varias activistas de Greenpeace que dentro de la campaña 'Salvemos el Mediterráneo', encabezaron una acción de protesta para poner en el foco internacional los vertidos ininterrumpidos de residuos mineros que desde hacía décadas se llevaban a cabo sobre la Bahía de Portmán.
Aquella playa desapareció consumida por el fango, constituyendo el mayor desastre medioambiental de la historia del Mediterráneo producido por el hombre. Teresa Pérez (Vigo, 1962) fue una de las activistas de Greenpeace que intentó taponar la tubería por la que se expulsaban los estériles mineros y es una de las protagonistas del documental a cuyo adelanto ha accedido EL ESPAÑOL.
La activista viguesa aparece en el documental con un uniforme ecologista, de color blanco, ilustrado con Greenpeace: "Desembarcamos en la bahía muy temprano y después de atravesar el mar de fango en el que se había convertido la playa, empezó nuestra acción de taponar la tubería por donde salían los vertidos". En el paisaje grisáceo y fangoso de la Bahía de Portmán, los activistas se embarcaron en una complicada acción reivindicativa. De hecho, Teresa Sánchez afirma que vivieron "momentos peligrosos" y llegó "a temer" por su integridad física.
Teresa recuerda el plan que ejecutaron los seis miembros de Greenpeace aquel 31 de julio: "Dos compañeros intentarían taponar el tubo por el que se expulsaban los vertidos, instalando unas planchas en su punta; otros dos, estarían a pie de playa exhibiendo pancartas, mientras que la pareja restante se encadenaría a la puerta para impedir el acceso de los trabajadores, en caso de que intentasen detener su intervención". Este último cometido fue el que le tocó realizar a Teresa y a su compañera Zoa.
- ¿Qué ocurrió cuando se pusieron manos a la obra?
-Teresa Pérez: La tubería no estaba expulsando nada o casi nada cuando llegamos, pero al subir a la plataforma aquello empezó a echar vertidos de repente. Por lo que supimos más tarde, cuando la empresa se enteró de que estábamos intentando taponar el tubo, aumentaron la presión. En ese momento, se montó el guirigay: al intentar cerrar el flujo con toda la potencia que llevaba, la porquería empezó a volar por todas partes. Ese es el momento en el que se tomó la famosa foto del 'aspersor'.
Zoa y yo estábamos encadenadas. Nos duchamos con todos los vertidos y la tubería que estaba justo debajo de nuestros pies, temblaba tanto que parecía que se iba a partir. Fueron momentos bastante peligrosos porque si aquello se hubiese roto, nos habríamos quedado allí: ahogadas en los vertidos.
Al temblor de la plataforma que parecía estar a punto de venirse abajo y la lluvia de estériles mineros que convirtió a los de Greenpeace en estatuas de barro, tipo 'gólems', no tardaron en sumarse más problemas: los trabajadores de las minas acudieron rápidamente a intentar detener a los activistas. La tensión iba en aumento.
Todo eso ocurrió mientras Teresa estaba encadenada a la puerta de acceso junto a Zoa: "Los trabajadores intentaron movernos para acceder a la tubería y detener el taponamiento. Desde la playa, otros empleados de la infraestructura se esforzaban por enganchar una cuerda a las piernas de los compañeros que estaban sentados sobre el tubo intentando sellarlo, para tirarlos contra el suelo". Sin embargo, esta exmiembro de Greenpeace señala que la llegada de la Guardia Civil puso fin al enfrentamiento en el que incluso "un periodista fue agredido".
-¿Cómo atajó la situación la Guardia Civil?
-Teresa Pérez: Cuando llegaron los agentes nos desencadenamos y nos llevaron detenidos al cuartelillo, donde insistieron en que nos ducháramos porque íbamos dejando charcos de barro negro por todos lados. El baño estaba recién estrenado porque el cuartel era nuevo y lo dejamos hecho un desastre por culpa del lodo. Luego, nos tomaron declaración, pero el trato fue cordial y sin problemas. Pudimos volver al barco que nos había traído y nos estuvimos quitando fango de las orejas varios días (risas).
Una foto para la eternidad
Aquella acción activista dejó una imagen para la eternidad, tomada por Lorette Dorreboom, donde aparecen los miembros de Greenpeace de espaldas, observando el 'aspersor' en que se había convertido el tubo de los vertidos de estériles. Esa foto dio la vuelta al mundo y sirvió para que cuatro años más tarde, en 1990, se pusiera fin a la expulsión de residuos mineros sobre la Bahía de Portmán.
Teresa Sánchez afirma que hasta esa mañana de julio de 1986, el problema de los vertidos "solo se conocía en el entorno local, ni siquiera la propia Lorette, la fotógrafa, pensaba que aquella imagen fuese a tener tal repercusión". Aquella acción en La Unión supuso el punto de inflexión para organizar más protestas, como la que realizaron un año después frente al Ministerio de Medio Ambiente, vertiendo lodo procedente de la Bahía Portmán.
Esta experiencia es lo que Teresa, Zoa y la propia Lorette cuentan en el documental: 'Portmán, un punto y seguido'. El alcalde de La Unión, Joaquín Zapata, destaca que su presentación en el Senado "es un punto de inflexión en las reivindicaciones sobre la regeneración de la Bahía de Portmán, porque esta institución nunca había accedido a llevar a cabo un acto de este tipo".
Zapata indica que el Consistorio se ha marcado el objetivo de conseguir que esta producción "se proyecte en el Parlamento Europeo". Todo ello, para apelar al altavoz de Bruselas para seguir reclamando la regeneración de una bahía que aguarda una solución desde hace décadas.