Camina por las calles de Albacete vestido con su chaleco de plumas, el flequillo engominado y desprende un elegante olor a perfume. La gente le para cada pocos metros y lo saluda. Todos le conocen. Tiene en activo cinco de los locales más famosos del núcleo urbano albaceteño y ha montado otros diez, algunos de los cuales ha traspasado ya o vendido tras hacerlos despegar. Su discoteca, la legendaria El Secreto de Sinatra, fue tan popular en la capital que hasta los herederos de La Voz lo amenazaron con una demanda y tuvo que eliminar el apellido del cantante. Su nombre es Alfonso Gómez y todos lo conocen por ser, además de un genio de los negocios, uno de los creadores del concepto 'tardeo' en España.
El debate sobre qué o quién dio origen a dicho gen que hoy está imbricado en el ADN popular español aún es motivo de disputa entre murcianos, alicantinos, granadinos y albaceteños. Cada cual se ha arrogado el reconocimiento de haber sido el primero en popularizarlo. Sin embargo, los premios Recicla La Noche organizados por las asociaciones España de Noche, el Gremio de Discotecas de Barcelona y la Federación Catalana de Locales de Ocio, galardonaron el pasado 13 de marzo a Albacete como la verdadera ciudad en la que se creó el 'tardeo'.
"Me llamaron a mí para recogerlo, pero no pude por motivos personales, así que al final lo hizo el presidente de nuestra Asociación de Hostelería. Fue un premio general a la ciudad por haber sido los fundadores del concepto". Gómez, al ser quien popularizó el 'tardeo' con su modelo de negocio desde el año 1993, lo siente como un pequeño homenaje personal a su carrera y a la dedicación que, durante tantos años, ha invertido en las calles de su tierra.
"Los murcianos, los alicantinos, todo el mundo se quería apuntar el tanto del tardeo, pero honestamente creo que fuimos nosotros. Eso sí: fue de casualidad. Con El Cuco, mi primer local, empezamos ese modelo de caña más tapa que importamos de Granada. También comenzamos a poner un cubo de quintos y unas bandejitas con empanadillas. Lo de pedir algo y que te diesen comida no se hacía en ningún sitio. Todo estaba muy compartimentado: una cafetería era para tomar café; un restaurante, para comer o cenar. Pero ese modelo de 'dar algo más con la bebida' triunfó entre la gente joven. Los sábados, a las doce del mediodía, no se podía ni entrar en nuestro local. Después se nos ocurrió poner música sobre las cuatro de la tarde. Al principio a la gente le chocó tener a un dj mientras seguía comiendo, pero poco a poco fue calando".
Sin embargo, el 'tardeo' no se llamaba así desde el principio, sino 'café torero', recuerda Gómez. El empresario sirve una caña desde un grifo y hace rebosar de espuma el vaso de pinta. Así demuestra que, a pesar de haberle ido bien en los negocios, nunca se le han caído los anillos. Su periplo, narra, comenzó en 1992, cuando Gómez se vio obligado a pagarse los estudios de su carrera de ingeniería agrícola. "Vi una oferta de trabajo como camarero y le dije al tipo del bar que tenía mucha experiencia llevando la bandeja. Pero, claro, era mentira. Aquella misma tarde llegué a mi casa llorando de felicidad y se lo dije a mi familia. Bajamos a comprar rápido una bandeja para practicar".
A la jornada siguiente se presentó en el local. Fue su primera toma de contacto con la hostelería. "Al acabar el dueño se me acercó y me dijo: 'Tú no has llevado una bandeja en tu vida, ¿verdad?'". Gómez estalla en carcajadas y reconoce la trola. A pesar del tropiezo de su primer día de trabajo, se enamoró de la profesión y dio el salto a otro local legendario de Albacete, La Luna. Un año después, en 1993, con apenas 25 años, decidió invertir todos sus ahorros y juntarse con otros cuatro amigos para montar su primer negocio, un bar llamado El Cuco, aunque hoy ya no existe como tal.
Han pasado más de treinta años desde su primer negocio, pero Alfonso Gómez sigue siendo el 'rey' de la hostelería albaceteña. Recibe a EL ESPAÑOL en uno de sus cinco locales, La Bonita 1850, el antiguo bar Tejares 10. Por sus manos han pasado pubs y garitos legendarios como El Secreto de Sinatra, aún en activo, o Cotton Club, que hoy sirve de almacén de uno de sus negocios en activo más transitados, La Ronería, pero que en su momento fue un local de copas con el que "pegaron el pelotazo" del tardeo hacia el año 2000. "Además de La Ronería, donde ofrecemos 200 botellas de ron distinto, tenemos uno que está enfocado a un perfil jet set, la coctelería Pico Fino, así como una vermutería, La Caprichosa".
Gómez define el tardeo como "el acto de salir de cañas pronto y liarte hasta la noche, el día entero. Empiezas a las doce del mediodía con la caña y la tapa, después comes y, pasado el almuerzo, hacia las cuatro, sigues con un poco de música y algo de marcha, y así empalmas con la fiesta de noche". Sabedor del perfil de público que tiene, hoy dedica cada uno de los cinco locales que suma en Albacete a cada una de esas fases del 'círculo del tardeo'. Además, a precios muy económicos. "En Madrid cuando llevas tres copas a 15 € cada una te quieres ir a dormir. Aquí los precios son mucho más económicos, así que bebes y te enroscas".
Aunque el empresario se muestra reacio a revelar la cifra de facturación que pueden llegar a hacer sus locales, él asegura que en un día de fin de semana, entre todos, da de comer a 2.000 personas, y es difícil que, por cabeza, cada cliente pueda gastarse menos de 10 €. Las cuentas deben ir bien, porque a sus mandos tiene a un escuadrón de 50 empleados divididos entre sus cinco locales.
El secreto del éxito, reconoce, es su modelo de negocio. Muchos de sus clientes comienzan con la caña en su vermutería o en La Bonita. A la tarde, los manda a La Ronería o a Pico Fino y, de ahí, les hace descuentos para entrar en la discoteca El Secreto. Es un sistema perfecto que redistribuye a los clientes entre sus propios locales cubriendo todos los horarios y perfiles de público.
"He ido empalmando locales. Cuando cierra uno, abre el otro. Vamos, que comes con nosotros, haces el tardeo con nosotros, te vas de fiesta con nosotros y nos despides cuando ya es de día, a las 6:00, al cerrar El Secreto. Abarcamos un amplio abanico desde las once del mediodía hasta las seis de la mañana", ríe Gómez.
El rey de la hostelería albaceteña extiende los brazos mientras camina por la calle Concepción. "Lo bueno es que en toda la zona la gente come, bebe, va de fiesta. Tendrías que ver cómo se ponen estas avenidas cuando hay jaleo. Albacete se ha convertido en uno de los sitios que más fama ha cogido a nivel nacional para venir de fiesta. Este fin de semana tenía hasta gente de Pamplona que había venido expresamente a ello".
Albacete, recuerda Gómez, es una ciudad universitaria que suma entre 8.000 y 10.000 estudiantes, lo que supone "un potencial enorme" de negocio. "Cuando teníamos el Tejares 10 sumábamos colas enteras para entrar. Dábamos cerveza y pipas. Era lo típico, porque entonces nadie daba nada. ¡Llegamos a tener 30.000 kilos de pipas consumidas! A las 19:00 de la tarde, cuando nos dimos cuenta de que esto se llenaba, decidimos ampliar el negocio y montar el Cotton, hacia el 2000, que fue nuestro tercer negocio. Lo decidimos abrir directamente por la tarde y ya era un non stop por las noches. Luego, en 2008, llegó La Ronería, donde incluimos tapas y pinchos más elaborados".
Preguntado por cómo su cuerpo ha aguantado tantos años de marcha y de noche, sorprende al revelar su edad. "Yo voy a cumplir 56 años y la gente no para de decirme que estoy igual que al principio. ¡Debe ser que me conservo en alcohol!". Suelta una carcajada. "No, en serio, tienes que ser fuerte en este sector, y más a menudo al trabajar en la noche. Hay vicios. Tienes que estar centrado en lo tuyo, pero trabajar así es como cualquier otro oficio. La noche no tiene por qué confundirte. Los panaderos también curran así, ¿no? Sin embargo, por mi lado ha pasado mucha gente. Amigos míos que ahora están en la ruina. Este mundo igual te da mucho, pero también te lo quita rápido".