Fernando Guallar: 'Hay partes de mí que podrían ser femeninas. Todos los hombres no somos iguales'
"Una vez me rechazaron para interpretar a un cooperante en África, ya que era demasiado atractivo para el papel" // "Dentro de la industria a veces se rechaza a actores por decir lo que piensan"
13 abril, 2024 02:38Fernando Guallar (Córdoba, 1989) es un actor que huye de los focos y de la superficialidad que a menudo rodea a los de su gremio, aunque haya tenido que pagar el precio de no ser tan popular. Sin embargo, no quiere traicionarse a sí mismo. Le gusta pasar desapercibido, no se siente especialmente cómodo siendo el centro de atención. Llora con lo que le hace daño, no se esconde detrás de una presunta masculinidad. No entiende de estereotipos. Ni tampoco ha caído en la trampa de las redes sociales.
Ha preferido labrar su camino a base de constancia y amor por el oficio, sin exigencias ni objetivos a corto plazo. Un amor hacia la interpretación que demostró con apenas 20 años cuando cogió un vuelo desde Berlín a Madrid para ir a decir una frase en la serie ‘Aida’. “¿Has venido desde Berlín para decir una frase?”, le dijo sorprendido Paco León.
Es un tipo cercano, entregado. Atributos que a veces brillan por su ausencia en una profesión donde el brillo de la fama puede eclipsar el verdadero propósito de la cultura, esa que nos enfrenta ante la realidad que habita en el mundo y que tanto le duele. Por eso, hay ciertos papeles a los que le gustaría optar, pero que, por los estereotipos que lo encasillan por su físico, no le llegan. “Es una profesión con muchos prejuicios”, cuenta en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Reconocido por el gran público por sus personajes en series como ‘Velvet Colección’, ahora acaba de estrenar con Aitana ‘Pared con pared’, una de las películas españolas más esperadas del año en Netflix.
Está feliz y satisfecho de ver dónde ha llegado, aunque reconoce que no le gusta verse en sus películas. Inseguridades que provienen desde la etapa escolar, donde sufrió el rechazo de sus compañeros. Por ello, es muy beligerante contra los que atacan al diferente. “Igual algún día me llevo una hostia”, comenta.
Pregunta.- Estrena ‘Pared con pared’, una comedia romántica que llega a Netflix y donde compartes cartel con la cantante Aitana. ¿Cómo llega a este proyecto?
Respuesta.- Ya había trabajado con Patricia Font, la directora, en ‘Gente que viene y bah’. Y me llamó y me dijo que tenía una película entre manos, que le gustaba mi manera de trabajar. Hice un casting muy bonito y diferente, porque lo hicimos pared con pared, a través de un biombo, fue más un ejercicio de interpretación que un casting al uso. Y después repetimos la secuencia pero mirándonos a los ojos. Fue el casting más bonito que yo he hecho nunca. Esta semana lo volví a ver y pensé que lo volvería a rodar, porque hacerlo me ha hecho inmensamente feliz. Esto pasa cuando hay unos productores que se encargan de que la gente esté bien valorada, bien cuidada, con buenas condiciones, que tengamos tiempo razonable para poder trabajar. Y esta película reunía todo eso.
P.- ¿Y cómo ha sido trabajar con Aitana?, porque no es actriz de profesión e imagino que también se está teniendo que adaptar.
R.- Creo que ha hecho un buen trabajo. Ha tenido un compromiso brutal. Venía de rodar una serie y en cuanto la acabó se puso a hacer esta película. Tenía conciertos los fines de semana... Y yo creo que hay cierto paralelismo entre lo que hace ella, que es subirse a un escenario ante miles y miles de personas, lo cual yo sería incapaz de hacer, y la interpretación. Cantar también conlleva interpretar.
P.- Haciendo balance de su carrera, comenzó haciendo personajes episódicos en series, y llega hasta este momento donde estrena una de las películas más esperadas del año en Netflix. ¿Ha sido duro el camino hasta aquí?
R.- No, aunque han habido momentos duros, porque es un oficio muy duro. Hay que desromantizarlo, siempre lo digo. Existen momentos de inseguridad, de incertidumbre, que es el gran enemigo de cualquier trabajo artístico. Pero mi camino ha sido muy bonito porque ha sido exponencial. Pasé de decir una frase en un episodio de una serie a decir dos, luego a hacer un personaje secundario, luego un protagonista... Siempre he ido paso a paso. Y estoy muy feliz con mi camino.
P.- También es una profesión azotada enormemente por la precariedad. Esa es la otra cara que no se ve...
R.- Por supuesto, y eso te hace valorar los éxitos. Hay que tener cuidado cuando una persona logra el éxito de la noche a la mañana, porque no valora el camino ni el privilegio. La gente no sabe lo difícil que es que te den un papel. Lo hemos normalizado, pero te dan un papel a ti de entre muchísimos actores. Y eso es un privilegio enorme que siempre hay que tenerlo presente.
P.- Quizá por ese miedo a la inestabilidad de esta profesión estudió arquitectura, por tener un plan b, ¿no?
R.- Sí, mis padres no querían que me dedicara a la interpretación. En un principio me enfadé mucho, pero también los entiendo ahora. Era por esa precariedad de la que hablamos. Por ese miedo. Al final son padres y quieren lo mejor para ti. Nunca me dijeron que no interpretara, pero siempre y cuando hiciera otra carrera. Y todo fue cayendo por su propio peso. Y arquitectura es una carrera preciosa, muy sacrificada, y estoy orgulloso de haberla terminado y, quién sabe, la vida da muchas vueltas y siempre está bien tener otras opciones.
P.- En alguna ocasión ha contado que algo se reveló en usted cuando vio 'Noviembre', aquella película de Achero Mañas que trata sobre el mundo de la interpretación.
R.- Esa película es un canto de amor al oficio. Al final nuestra profesión se rige mucho por las cifras, por el adorno, por las alfombras rojas. Y esta película va a la raíz. A unos chavales que aman el teatro y que desean interpretar. Es una carta de amor. Es una película que me dio ese motor para querer dedicarme a esto. Quiero volver a verla.
P.- Y ese amor al oficio le caló tan profundo que fue capaz de dejar el Erasmus que estaba haciendo en Berlín para ir a decir una frase en una serie.
R.- Sí, así fue. Estaba de Erasmus, le mandé un correo a la productora Globomedia. Me respondieron diciendo que me querían hacer una prueba y cogí un avión a Madrid para decir una frase. Yo empecé haciendo teatro con 10 años, hice varios cursos de cine años más tarde, y lo vi como una oportunidad. Tenía 21 años. Hice un casting horrible, que me permitió hacer una frase en la serie ‘Aída’. Recuerdo que Paco León me dijo: “¿Pero tú has venido desde Berlín para decir una frase?”. Y sí, eso hice, no podía no hacerlo. Y ahí empezó todo. Mi carrera se ha ido dando de forma muy natural, poco a poco.
P.- ¿Eso hace que no sienta la presión de llegar a un objetivo en un tiempo récord? ¿Ayuda a no frustrarse demasiado si las cosas no salen como quiere?
R.- Exacto, además, todo tiene que tener un proceso. No puedes llegar a lo más alto de la noche a la mañana porque no estás preparado. Yo con 21 años no tenía ni idea de actuar. Y tampoco conozco casi nada sobre la vida. Así que tampoco tengo las herramientas. Por eso hay que hacer un llamamiento a la calma, y aunque tengamos unas aspiraciones enormes, hay que pensar si realmente estamos preparados para cumplir con esas aspiraciones.
P.- Es un ejercicio de humildad, sin duda.
R.- Y también es de ser inteligente. Si te dan la oportunidad de hacer algo que, por mucho que te ilusione, no vas a saber hacer, es mejor esperar a que llegue ese momento e ir paso a paso.
P.- Aunque también quiso ir por la vía rápida colándose en la gala de los Goya siendo adolescente.
R.- (Risas). Bueno, es que mi amor por el cine era brutal. Y me acuerdo que estaba con amigos y nos pillaba cerca y fuimos en plan gamberro a ver qué pasaba allí. De pequeño era muy travieso. Me gustaba el riesgo, me gustaba que me pasaran cosas, era muy teatrero. Recuerdo que cuando nos colamos, le pedí una foto a Clara Lago, que era una niña por entonces, y luego el destino quiso que mi primera película fuera con ella.
P.- ¿Ha tenido que lidiar con la imagen de galán que algunos le han construido?
R.- Bueno, me aburre un poco. Lo que tiene que ver con el físico no depende de mí. Yo tengo un compromiso tan grande con este oficio que se te queda un vacío cuando piensan eso. Es cierto que los personajes se adjudican según unas características físicas, pero luego hay mucho más. Pero bueno, entiendo que en esta era en la que vivimos donde la apariencia es trascendental, se tenga en cuenta eso. Una vez me rechazaron para interpretar a un cooperante en África, ya que era demasiado atractivo para el papel. No me lo dijeron así directamente pero me enteré después por cauces menos oficiales. Yo, encima, había estado de cooperante con 21 años en África, y con 25 tuve la oportunidad de hacer este papel. Hay mucha superficialidad en esta profesión, y en la sociedad en general.
P.- Una superficialidad a la que nos arrastran también las redes sociales. ¿Qué relación tiene con ellas?
R.- Hay que saber usarlas y saber entenderlas. Pueden ser muy útiles o muy peligrosas. Yo sólo tengo WhatsApp, para poder comunicarme, aunque me desconecto bastante, contesto cuando quiero, no me gusta la inmediatez, el obligarme a estar pegado... Y luego Instagram es el gran tema...
P.- Es un aliado para muchos actores y actrices.
R.- Sí, puede ser un aliado. Aunque no creo que cuatro fotos vayan a hacerme mejor actor. Es verdad que tengo ahí mis cuatros fotos para que cuando se metan productores o directores de casting a ver mi Instagram, me vean con diferentes looks y demás.
P.- ¿Tienen mucho peso las redes sociales a la hora de que te den un papel?
R.- Sí, es un escaparate. Antes estaban muy de moda los videobooks, que siguen existiendo, pero te miran Instagram, claro. Y los seguidores también los tienen en cuenta... Yo no tengo muchos seguidores, ni tampoco lo uso mucho porque nunca me he querido esclavizar ni darle a eso lo que demanda de mí, como podría ser sexualizarme a través de fotos con poca ropa, o subir fotos siempre con otras estrellas, para que se me vea con ellos y parecer muy guay... La verdad que no tengo esa necesidad.
P.- Aunque quizá uno paga el precio de no ser tan popular.
R.- Sí, es cierto. Yo he tenido una carrera muy discreta, y he trabajado bastante, y con la gente que he trabajado me ha vuelto a llamar, que para mí es el mayor premio. Pero no me he convertido en un actor con un gran foco mediático, y eso es algo que me gusta, porque quiero proteger mi intimidad y porque no quiero traicionar a lo que realmente soy. Comparto mi trabajo por redes, comparto el cine que me gusta, y ya, hasta ahí.
P.- Resulta un acto casi subversivo no caer en la trampa de las redes sociales.
R.- Cada uno es libre de utilizar las redes como quiera. Y también se hace contenido de mucha calidad, ojo. Pero es verdad que es hasta peligroso que una persona, subiendo cero contenido de calidad, consiga tener millones de seguidores. Porque ahora muchos jóvenes adoran a ciertos influencers que están completamente vacíos, que no tienen que aportar nada interesante, y son sus referentes. Me da un poco de miedo porque además se ponen a opinar de ciertas cosas de las que no saben.
P.- Se habla mucho también de las inseguridades que genera la exposición constante en redes. Por lo menos se las ahorra.
R.- Sí, bastantes inseguridades tenemos ya los actores. A veces sales de un rodaje muy contento, pero entre acción y corten pasan otras muchas cosas. Cosas como que vas a un photocall y te ponen detrás o se olvidan de ti, y te genera inseguridad, luego no te llaman para hacer una entrevista, y te genera inseguridad... Son tantas cosas que afectan... Porque nuestro trabajo consiste en vendernos a nosotros mismos y eso no es fácil de entender. Y a mí especialmente, no me suelo gustar y no me suelo ver después en mis trabajos.
P.- ¿Lucha constantemente contra esas inseguridades?
R.- Sí, mucho. Me cuesta ser el foco. Lo paso mal, no sé por qué. Pero lo paso mal hasta cuando me cantan el cumpleaños feliz. No me gusta colocarme ahí. Aunque a veces eso logras vencerlo, con el tiempo aprendes a quererte mucho y a respetarte. Soy más tolerante conmigo mismo, y cada vez me cuesta menos verme. Pero soy muy crítico, piensas en lo que hay detrás de una escena, en que podrías haberlo hecho mejor dando esa réplica… Por eso no puedo criticar a mis compañeros que se exponen en redes, al final es una herramienta de trabajo. Aunque sí que pienso que, a veces, nos damos una importancia que no tenemos. Y he tenido ciertos conflictos conmigo mismo, llegando a pensar que era muy importante todo lo que hacía... Y luego lees las noticias y te das cuenta de lo que pasa en el mundo y eso sí que es importante. Nosotros lo que hacemos es algo de pedagogía, cuando te dejan, emocionar y entretener.
P.- Pero los actores también tienen un altavoz muy potente desde el cual reivindicar y cambiar conciencias. Al final, de eso trata la cultura.
R.- Estoy de acuerdo, es ahí cuando quitamos todas las capas de superficialidad y frivolidad que adornan la profesión, donde se encuentra la verdadera importancia de nuestro trabajo. Yo creo en la cultura reivindicativa, en contar historias que remuevan conciencias en el espectador. Historias que visibilizan conflictos ajenos a los nuestros. Es un elemento humanizador. Desarrolla la empatía. Yo soy una persona activista, un firme defensor de los derechos humanos. Me generan mucho conflicto las injusticias, y me movilizan. Soy muy sensible ante según qué cosas.
P.- ¿Le obsesiona hacer más trabajos comprometidos con causas sociales? ¿O uno siempre necesita de lo comercial para poder vivir?
R.- No me obsesiona, pero me apetece mucho, aunque valoro mucho la carrera que estoy teniendo. Aunque me gustaría trabajar en algo comprometido. Yo casi todo lo que hago es cine comercial, y estoy muy agradecido, pero me gustaría hacer más cine independiente. Hasta hoy no he tenido la oportunidad de contar historias en las que realmente sienta que estoy dando algo más allá del entretenimiento, que estoy contribuyendo a visibilizar una causa. También hay ciertos papeles a los que me gustaría optar, pero por lo que sea, no me ven. Es una profesión con muchos prejuicios también.
P.- Contó en una entrevista que llegaste a llorar viendo imágenes de lo que ocurre en Gaza.
R.- Sí, es cierto. Y me sorprende cómo hemos llegado a normalizar imágenes terribles que vemos a diario. Poco lloramos. Poco nos paramos a pensar en lo que está pasando. Todo es muy superficial.
P.- ¿Y cómo consigue huir de esa superficialidad que nos atrapa?
R.- Pues analizando las cosas. Te metes en Instagram y pasas de ver una historia donde se ven a unos niños llenos de sangre bajo los escombros a otra historia donde aparece una chica que anuncia un producto de belleza. Y eso me hace pensar en la sociedad en la que vivimos, y por eso me quité las redes sociales durante un tiempo. Y denunciar según qué cosas debería ser lo mínimo que debemos hacer cuando te ponen un altavoz delante. Pero hay muchos compañeros que prefieren no mojarse en estos temas. Eso hace que te distancies un poco de la gente que prefiere no involucrarse. Y no quiero que se me ponga ninguna medalla por esto, es que es lo que siento.
P.- ¿Le ha pasado de dejar de hablar con alguien por sus ideas o su falta de implicación?
R.- Sí, me ha pasado. Pero es algo natural, porque al final son gente con la que no tienes tantas cosas en común… Al final, esa falta de implicación no ayuda a cambiar las cosas. Somos muy individualistas, no nos afecta que asesinen cada día a gente inocente. Nos dejamos llevar por ideologías...
P.- No tiene mucha fe en la humanidad, parece.
R.- No, porque veo que, en general, nos importa poco lo que pasa. No hay empatía. Y menos mal que tenemos la cultura como un instrumento para acercar a la gente estas realidades. También es verdad que al final nos quedamos con el titular de "mil muertos en Gaza", y no le ponemos rostro a las víctimas. Y si pones en medio de un teatro a un niño que acaba de perder a sus padres, impacta mucho más y genera más implicación.
P.- Quizá por ello algunos ven la cultura como una amenaza e intentan censurarla.
R.- Exacto. De todas formas, si alguien censura la cultura ya está retratándose. Y dentro de la industria, a veces se censura también a actores o directores que dicen lo que piensan. Y eso es muy grave también. Hay gente que dice barbaridades, por supuesto. Pero si a mí, algún día, se me cierra una puerta por defender los derechos humanos, el feminismo, la igualdad, o hablar sobre cambio climático, yo seré el primero que no querrá trabajar con ellos. No puedo trabajar con un productor que me diga que qué es eso de la igualdad. Va en contra de unos principios.
P.- Muchos no querrán arriesgar su carrera por decir lo que piensan. Mojarse es un acto de valentía.
R.- Entiendo al que no lo haga. Si nuestra profesión tiene unos índices de paro brutales, hay que ganarse el sueldo. Yo también estoy en una situación privilegiada, y le he perdido el miedo. No arriesgo tanto cuando hablo, pero claro, lo que me ha llevado a ser actor, entre otras cosas, es el compromiso social.
P.- ¿Y tiene fe en la política, o eso es sólo para idealistas o inocentes?
R.- Claro que creo que la política puede servir para cambiar cosas. Mucho de lo que hacemos son actos políticos. Si alguien necesita ayuda y se la ofreces, eso es un acto político, porque ayuda a contribuir a que el mundo sea mejor. Y luego está la política institucional, donde se ha creado un discurso muy hostil que a veces da bastante vergüenza ajena y que no se corresponde con la realidad de la calle. Ves a diferentes políticos haciéndose 'bullying' a otros, insultándose, atacándose constantemente, y eso te da una vergüenza que te mueres, y luego se atreven a hacer campañas en contra del 'bullying' o hablar de salud mental. Y eso es de todo menos política, la política es sentarse a hablar y compartir las diferencias. Por eso no me identifico plenamente con ningún partido político. Tenemos representantes políticos que no están a la altura.
P.- ¿Has sufrido 'bullying' alguna vez?
R.- Sí, en el colegio, durante un año experimenté lo que era el rechazo. Y tuve suerte de que lo sufrí durante poco tiempo, pero sí es cierto que aquel rechazo que recibí por parte de mis compañeros me ha llevado a que si ahora tengo una discusión o me siento atacado, vuelva a nacer esa misma sensación, y duele. Pero yo lo he sanado muy bien. Vivimos en una sociedad en la que se ataca a colectivos solamente porque son diferentes. Como a los trans, por ejemplo, y eso me pone enfermo. Ha habido alguna vez que incluso he salido a defender a una persona que estaba siendo atacada por ser diferente.
P.- ¿En la calle?
R.- Sí, igual algún día me llevo una hostia. Pero no puedo evitar entrar. Es una necesidad que sientes de ir a asistir. Al final, hay ciertos estereotipos que no encajan en la sociedad, y eso es muy triste.
P.- Y hablando de estereotipos. ¿Qué relación tiene con la masculinidad?
R.- Todos los hombres no somos iguales, y el que lo piense tiene un concepto muy arcaico de la sociedad. Parece que tenemos que cumplir ciertos parámetros para ser más hombres. Y yo, por ejemplo, muchas partes de mí podrían ser femeninas.
P.- ¿Cómo qué?
R.- Pues si entramos en el juego de atribuir ciertos roles o características a la mujer y al hombre, por separado, yo soy una persona muy sensible, que lloro sin ocultarme... Es que me parece absurdo. Con lo bonito que es emocionarse y llorar delante de otra persona. Esta semana, por ejemplo, vimos la película y cuando acabó, no pude contener la emoción. Y quizá si hubiera recibido un aprendizaje nocivo, pues hubiera contenido el llanto. ¿Por qué podemos reír delante de todo el mundo y llorar no?
P.- Eso quizá se pueda extrapolar también a la forma que tenemos de relacionarnos. Las relaciones cada vez son más frías, buscamos lo efímero. ¿El romanticismo es un acto de rebeldía?
R.- Yo creo que, en el fondo, todos buscamos la compañía y ser queridos, pero vivimos de forma tan rápida que no hemos parado a pensar cuáles son realmente nuestras necesidades. Ahora estamos en un momento en el que tenemos al alcance de un click a miles de personas con las que relacionarnos sexualmente, y eso cambia, y eso puede ser muy atractivo o muy nocivo. Tienes que saber cómo gestionarlo. Lo sabio es saber cuáles son tus impulsos.
P.- ¿Usted los tienes claros?
R.- Yo soy una persona bastante romántica, y a mí me parece muy bonito estar acompañado. Y ya no sólo hablo de una relación de pareja, sino de una red de amigos que creo que van a estar ahí siempre. Y eso también es romanticismo. La pandemia, al estar sólos, nos hizo darnos cuenta de que necesitamos a los demás para poder seguir el curso de nuestra vida.
P.- Sufrió una trombosis pulmonar a raíz del covid, ¿no?
R.- Sí, eso fue después de la pandemia. Me contagié y sufrí una trombosis, mucha gente se puede morir porque no circula bien la sangre y te puede dar un infarto. En mi caso, me lo diagnosticaron enseguida, estuve ingresado seis días y no fue a más, por suerte.
P.- ¿Aprendió algo de aquello?
R.- Pues a ver lo orgulloso que estoy de tener la compañía de la gente que me quiere. Me gustaría disfrutar mucho de mis padres, de mi perro. Estoy en un momento bonito, y tengo un trabajo que me genera cosas muy bonitas. No tengo un objetivo claro. Valoro mucho lo que tengo y dónde he llegado, paso a paso siempre.