Es muy temprano por la mañana y Plaza Elíptica ya está repleto de gente. EL ESPAÑOL se dirige al lugar que le han indicado: el bar Yakarta. Este negocio es, desde hace décadas y durante todos los días de la semana, el punto de encuentro entre inmigrantes en situación irregular y patrones de obra que acuden en busca de mano de obra barata.
Tan barata, tan barata, que es prácticamente gratis. En algunos casos, incluso llega a serlo. En el barrio, los vecinos les conocen como los 'pistoleros', empresarios pirata en busca de 'sin papeles' que se vendan al mejor postor: por 10, 20 o, como mucho, 30 euros el día.
"Hay chicos a los que se los llevan durante días y les prometen pagarles al final de la semana, pero el dinero nunca llega", cuenta uno de las decenas de hombres que se encuentran esperando junto al ascensor que baja hasta el metro.
Esta imagen desoladora ya es algo habitual en los aledaños de la calle madrileña de Avenida de Oporto. Vehículos que no paran de llegar, en su mayoría furgonetas, se llevan hasta a 10 personas en condiciones infrahumanas para que hagan distintas 'chapuzas'.
Algunos recogen escombros, otros fruta. Muchos hacen trabajos de obra o soldadura, pintan, alicatan... Y las jornadas son interminables. Suelen ser por días o semanas completas, y pueden desarrollarse en toda la Comunidad de Madrid o en provincias cercanas, como Toledo.
Normalmente, el sitio idóneo suelen ser obras o huertas a las afueras de Madrid. Tienen que ser lugares difíciles de encontrar para que no sean sorprendidos por ninguna inspección de trabajo.
"Lo peor es el hambre y el frío"
Son las 8:31 de la mañana. Una furgoneta aparca junto al bar Yakarta. A la carrera, decenas de personas se abalanzan sobre el vehículo. Todos son varones de nacionalidad extranjera. En cuanto a la edad, hay de todo. A algunos se les ve muy mayores, otros tendrán 'veintipocos'. Llevan ropa cómoda, la mayoría zapatillas y chándal. Otros ya van ataviados con ropa de obra. A uno de ellos le cuelga del bolsillo lo que parece un metro.
El conductor es un hombre de mediana edad. Lleva una gorra, lo que impide ver su rostro al completo. Se baja rápidamente, y como quien elige productos en una subasta, señala en torno a una decena de ellos. Abre el maletero y, uno por uno, se van agolpando dentro. Parece imposible que quepan todos, pero caben. El hombre que ha venido a buscarles cierra la puerta con un fuerte golpe y, conduciendo, se va. No se sabe a dónde.
Ni siquiera los hombres que se han montado lo saben. El destino suele ser desconocido, y nunca es lo importante. ¿Lo fundamental? Ser uno de los elegidos. Eso espera desde hace semanas Felipe, nombre ficticio para un hombre de 51 años de nacionalidad colombiana.
Tan sólo lleva 22 días en España, pero la situación para él ya se ha tornado oscura en nuestro país. Comenzó los primeros días durmiendo en casa de un conocido pero, a los pocos días, le "largó".
Desde entonces viene a plaza Elíptica "a probar suerte", pero sólo la ha encontrado en una ocasión. "Me pagaron 20 euros por la jornada, que ni sé de cuántas horas fue. Algunos te pagan 10, 20 o 30 euros el día. Hay muy pocos afortunados a los que les dan 50 u 80. Ojalá me los dieran a mí. 50 euros en Colombia son un lujo", confiesa.
Aún así es poco, muy poco, y "la plata no llega". Admite que muchos días no tiene para pagarse una cama. Normalmente, recurre a hoteles por horas para dormir, pero muchos días ha dormido en un parque. "En eso fui afortunado y he pillado días de mucho calor", cuenta.
"No puedo volver a Colombia, todos los que trabajaban conmigo están muertos o presos, y yo sería el siguiente"
Pero no siempre ha tenido esa suerte. Pasa los días en el parque más cercano a la plaza, a la que todos los días vuelve desde muy temprano para ver si, de nuevo, consigue ser el elegido. "La espera se hace dura, nadie te garantiza nada, pero lo peor es el hambre y el frío", expresa cabizbajo.
Aún así, no pierde la esperanza. Tampoco le queda otra. Para él, la opción de volver a Colombia no está contemplada. Allí trabajaba en las minas de esmeralda, y asegura que quienes manejan ese mundo "son una mafia".
"Todos los que trabajaban conmigo están muertos o presos, y sé que yo sería el siguiente", confiesa temeroso. Por eso no quiere dar su nombre ni mostrar su rostro. Dice que allí en Colombia, "mafia y Gobierno trabajan mano a mano", por lo que tiene enemigos que le buscan también en las más altas esferas.
Aunque dedicó su vida a la mina, sabe hacer "de todo un poco". "Soy muy buen albañil, pero lo que mejor se me da son los caballos", revela. Aprendió a trabajar con ellos en los tres meses que ha estado viajando por Europa, y su objetivo ahora es encontrar trabajo de ello en España.
"En Plaza Elíptica lo único que busco es dinero para ir tirando, pero lo que yo quiero es encontrar un trabajo estable", cuenta. Pero sabe que, sin los papeles, es misión imposible: "No tengo dinero ni para comer, mucho menos lo tengo para un abogado que me lleve el tema de los papeles. Aquí en España la nacionalidad es sólo para ricos".
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"Puedes acabar con un tiro"
En la misma situación que Felipe se encuentra un hombre de 45 años de apellido Toledo. "Es lo único que tengo español", dice entre risas. También es colombiano, y allí ha dejado a su mujer y a tres hijas de 16, tres y un año.
"Necesito conseguir dinero para ellas", y por eso se encuentra aquí, en Plaza Elíptica, aunque de momento no ha obtenido nada. Es normal, tan sólo lleva ocho días en España, pero tampoco se plantea volver a Colombia en un futuro.
"Allí la delincuencia está a la orden del día. Puedes estar en un banco tranquilamente como estamos ahora y que te vengan unos tíos y acaben contigo. Vives con miedo de que alguien te pegue un tiro", confiesa Toledo.
Tiene formación de soldador, pero no le importa hacer "lo que sea". Al igual que Felipe, vive en la calle, y come a base de lo que ha conseguido en albergues y comedores sociales.
Ambos son conscientes de que esta mano de obra es ilegal, pero "qué le vamos a hacer". "La mayoría no tenemos papeles, ¿a quién nos vamos a quejar? Es mejor esto que nada", comentan entre los dos.
Otro hombre nos mira desde lejos. Pero cuando EL ESPAÑOL se decide a preguntarle, se levanta y se va al grito de "esto funciona muy mal". Y así, de manera escueta y simple, describe lo que es la tónica de lo que es 'vivir' alrededor de esta rotonda.
El punto de encuentro
"No son conflictivos, no se pelean entre ellos. De vez en cuando hay movida, pero no suele ser lo habitual". Esto dice a EL ESPAÑOL uno de los camareros del bar Yakarta, el punto que todas las personas que vienen a Plaza Elíptica buscando trabajo marcan en el mapa.
Según este joven, esperan enfrente de su negocio todos los días del año. "Vienen y cada uno tiene su turno, como en el súper. Suelen respetar el orden de lista y comen la oreja al que viene para que les elija a ellos", explica.
Son las 8:40. Dos turismos aparcan frente al metro. A los que 'les toca' se abalanzan sobre ellos. Falsa alarma, ninguno venía buscando trabajadores. Llama la atención que ante esta escena se encuentra a tan sólo 200 metros un coche de policía con dos agentes que controlan el tráfico.
"La policía se da una vuelta por aquí de vez en cuando, pero no hace nada. Si pasa algo grave, sí. Pero si no, nada", afirma el camarero. En el transcurso de esta conversación, entra al bar un hombre latinoamericano de mediana edad.
Se dirige hacia otro que se encuentra sentado en una mesa tomando un café. Cuando llega a su altura se saca del bolsillo de la chaqueta dos relojes que traía envueltos en una servilleta arrugada. Parece que son conocidos.
"Este no, pero este sí te lo puedo comprar. Te veo luego, ¿no?", dice el hombre terminando su café. El otro se guarda los relojes de nuevo en el bolsillo, contesta "sí" de manera brusca y, rápidamente, se va.
En Plaza Elíptica estos 'sin papeles' no acuden sólo en busca de trabajo. Otros van a ganarse la vida como pueden, ya sea a través de trapicheos o vendiendo lo que sea que se encuentren en sus días vagando por las calles.
A las 8:55 un Peugeot se lleva a cuatros hombres. A las 9:08 un Fiat se lleva tan sólo a un joven. Es un goteo constante de vehículos, y los que se van dejan sitio para los que llegan. A las 9:14, un hombre que viene desde Avenida Oporto se acerca a los que se esperan su turno junto al ascensor que conduce al metro. Hasta 10 personas le rodean, pero sólo se acaban yendo cuatro. Para ellos, hoy ya ha sido su día de suerte.
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Accidentes mortales
Detrás del trabajo que se consigue en Plaza Elíptica no sólo se esconden unas condiciones inhumanas de jornadas interminables, por supuesto sin contrato, y un salario irrisorio. Estas personas sufren "abusos de todo tipo", según ha declarado a EL ESPAÑOL Daniel Barragán, secretario general de Comisiones Obreras (CC. OO.) del Hábitat.
Al ser mano de obra ilegal, los accidentes laborales son algo que los 'pistoleros' nunca tienen contemplado. Pero ocurren. "Ha habido accidentes incluso mortales. Aún recuerdo que nos encontramos a un hombre al que habían tirado por el camino porque había sufrido una caída de altura. Acabó falleciendo", cuenta.
Por eso, desde CC. OO., llevan años con campañas cíclicas para controlar e informar a estos trabajadores de sus derechos. Incluso, han llegado a denunciar algún caso particular.
"Es difícil denunciar este tipo de casos porque esas personas, al encontrarse en una situación vulnerable, no hablan de ello. Pero hemos podido documentar algún que otro caso, ya sea porque nos hemos enterado 'de rebote' o porque han acudido a nosotros", explica Barragán.
Aunque son los menos, a veces son los propios trabajadores los que denuncian ante el sindicato. "Suele ser cuando son accidentes muy graves. Denuncian o los accidentados o sus propios compañeros, pero es raro", confiesa.
Barragán describe a estos 'pistoleros' como "empresarios sin escrúpulos, que se creen que por tener un móvil y una furgoneta ya tienen ese título, pero hay que ponerlo entre muchas comillas".
A pesar de sus denuncias, estas prácticas siguen existiendo. Barragán cree que Plaza Elíptica seguirá siendo para estos 'empresarios' y trabajadores "zona recurrente" porque, aunque salte a la vista, "es muy difícil demostrar lo que realmente ocurre".
'Operación Yakarta'
La Brigada provincial de Extranjería y Fronteras ha realizado ya varias redadas en lo que ha bautizado como la 'Operación Yakarta', nombre que viene del negocio ya mencionado.
La última tuvo lugar en noviembre de 2021, y se realizó en el marco de detección de posibles delitos contra los derechos de los trabajadores e inmigración irregular en la zona de Plaza Elíptica y en diversos puntos de la Comunidad de Madrid.
Según comunicó la Policía Nacional a través de una nota de prensa, fruto de las pesquisas policiales, se elaboró un dispositivo para la realización de 12 inspecciones en centros de trabajo de distintas localidades.
Este tuvo como resultado 209 identificados, 10 detenidos por ley de Extranjería y dos detenidos por delito contra los derechos de los trabajadores.