¿Se acuerdan de esa frase que dice: de tal palo, tal astilla? Algo parecido le ha pasado a Juanjo Ruiz. El murciano es padre de familia numerosa, pero los Ruiz tienen una "pequeña" peculiaridad. Tanto él como sus tres hijos comparten un rasgo que no se suele ver frecuentemente, y menos en cuatro miembros de la misma unidad familiar: las altas capacidades intelectuales. "No hay nadie igual, todos somos distintos", es una de las ideas que han querido plasmar en su charla con EL ESPAÑOL. Razón no les falta.
Cercano y carismático, a Juanjo le gusta comparar las altas capacidades como si fueran una especie de "superpoder", aunque de qué te sirven esos poderes si "no estás adaptado al mundo", si te cuesta procesar muchos de los inputs informativos, lo que percibes. "Las altas capacidades son poder procesar esa información a una velocidad mucho más rápida de lo normal, pero tanta rapidez puede hacer que te pierdas, que no gestiones. Nos salimos por la derecha". Como un Fórmula 1 por una autopista convencional.
Ruiz lleva toda la vida lidiando con ellas, aunque su "proceso de adaptación" en el ámbito social con estas características no ha sido un camino de rosas. "No encajaba bien en el entorno natural de mis iguales", explica. Y en los colegios, muchas veces, todo lo que sobresale, se machaca. "Mis temas de conversación, como me expresaba, o mi aburrimiento en clase, me generaron años y años de acoso escolar".
"De los siete a los 17 me hicieron bullying sistemáticamente, y eso que cambié de colegio bastantes veces. No era algo de la escuela, sino algo que yo atraía, que estaba en mí. Era como si no hablara el mismo idioma que el resto de mis compañeros. Terminaba marcado, el bicho raro".
Tiempos de antaño
Cuando a Ruiz le detectaron sus altas capacidades la conclusión a la que llegó fue sencilla: "No servía de nada". "En los años 80, este término casi no existía, y no había ningún tipo de apoyo o protocolo para ayudar a los niños en la escuela. Yo iba solo. A los 11 años ya estaba haciendo programación estructural con el ordenador, montaba mis propios programas, me estudiaba el manual mientras el resto de niños de mi edad sólo jugaban".
Curioso y con ganas de conocer, Juanjo sabía que "la escuela daba para lo que daba", y que si quería saber más, tenía que buscarse la vida, ir por su cuenta. El problema está en que estas personas nunca tuvieron ese "guía" del que ir de la mano para orientar y facilitar su camino. Al igual que en el colegio, en el trabajo o en la vida adulta, cuando se trata de personas con altas capacidades, el murciano considera que se trata de ir buscando "tu propia pecera". Un lugar donde puedas sentirte a gusto y poder desarrollar tu máximo potencial.
Aun así, consiguiendo esta "pecera". El padre asegura que se pueden tener muchas carencias en la vida social. "A mí, tantos años de acoso escolar me han dejado huella. Esas habilidades que otros aprenden durante la adolescencia yo las tuve que aprender por acierto y error. La personalidad se consolida siendo adulto, con la base de la infancia y la adolescencia, pero si no te has desarrollado en un ambiente adecuado es más complicado construir tu propia mochila".
El efecto pigmalión
Cuando tienes una capacidad, una inteligencia superior a la media de las personas, los prejuicios y las etiquetas no suelen tardar en aparecer. En niños y adultos pasa algo parecido, en el momento que te señalan, ya eres el "listillo", el diferente. "Pero las cosas no son así. Tener altas capacidades no significa ser bueno en todo. Yo tengo dos talentos, el lógico y el creativo, pero en el lenguaje soy un desastre. No vas a ser un erudito", comenta jocoso.
Otro de los problemas que emanan de la ignorancia, de juzgar al libro por su portada, es que en muchas ocasiones los padres tienen miedo de hacerle las pruebas a sus hijos, para que no sean ellos "los señalados". Pero saber lo que tienes con una prueba, puede ayudar en los diferentes modos de actuación y mejorar el desarrollo de los niños con estas cualidades.
Del palo, las astillas
Los tres hijos de los Ruiz también tienen altas capacidades. "La primera vez que escuchamos en casa este término fue porque una profesora nos avisó de que nuestro hijo mayor tenía conversaciones fuera de lo normal para su edad, muy profundas. En el momento que lo supimos la pata de la familia y de la escuela se empezaron a mover conjuntamente, para ir guiando al crío, aplicando protocolos especializados y seguimientos individuales".
En el caso de las niñas, son más complicadas de detectar que los niños al ser menos disruptivas. Es decir, se camuflan y suelen pasar más desapercibidas que la mayoría de los niños con capacidades intelectuales por encima de la media. Como Juanjo ya tenía al mayor con estos rasgos, no dudó un segundo en evaluar a sus dos hijas; y para sorpresa de nadie, también dieron este perfil tan distintivo.
En una casa en la que cuatro miembros tienen altas capacidades, los Ruiz aseguran que es "una fiesta". "Cada uno tiene sus motivaciones distintas a los otros. Aunque haya diferencias de edades, cada vez que alguien se pelea, es como un juego de palabras que se vuelve más y más enrevesado. Se sube la dialéctica hasta tal punto que ni yo los entiendo", cuenta hilarante.
"Más allá de esto somos una familia como todas, normal. Tenemos nuestras reglas y normas, aunque al tener altas capacidades muchas veces hay que explicar todo con mucha más profundidad de lo normal. Cada uno puede ver e interpretar las cosas según sus intereses. Cuando le das una herramienta a una persona con nuestros rasgos, la va a explotar para bien o para mal hasta su última consecuencia".
Aires de frescura
Toda la mala racha escolar que tuvo que pasar Juanjo durante su infancia, afortunadamente no ha sido lo mismo para sus hijos. "Yo tuve muchísima suerte con las amistades que hice durante el instituto, salvo un par de cosas, no tuve problemas mayores", menciona Sergio, el mayor de todos a sus 22 años. Aunque, en ocasiones, sí que le llegaron a apodar como "el pedante", por el uso de un lenguaje grandilocuente, riqueza semántica y un "vocabulario inflado" en comparación con sus compañeros.
El joven sostiene que desde fuera, la gente piensa que las personas con altas capacidades no necesitan ayuda, que "nacen enseñados" o ser independiente intelectualmente. A su parecer, tener estas cualidades es como un "multiplicador de experiencia", es decir, tiene unas habilidades para poder avanzar y desarrollarse más rápido.
Al igual que su padre, Sergio también huye de las etiquetas, aunque también manifiesta su preocupación por los tratos diferenciados en la escuela. Al fin y al cabo, "si corres más rápido que la luz, estarás en la oscuridad", es decir, solo. Si se hacen distinciones académicamente, garantizas el progreso en el estudio, pero socialmente puede haber muchas variantes, positivas y negativas.
Generaciones unidas
Los Ruiz son una familia única. Una familia con altas capacidades y una brecha intergeneracional entre ellos. Como Juanjo afirma, durante su adolescencia no había ningún tipo de apoyo a las personas con su condición, algo muy distintos a lo que ocurre con sus hijos, que sí gozan de esas ayudas y protocolos que con el paso de los años se han ido estableciendo.
El cambio es notorio, aunque los Ruiz aseguran que "todavía queda", pero que las personas con estas capacidades no que cuezan "a fuego lento", y puedo aprovechar su máximo potencial.