María Emilia está a todo. A planchar vestidos, a montar, a contar de memoria las historias de cada pieza, contribuyendo a situarlas en un determinado lugar... En el espacio están ya contando los días, porque en un mes, aproximadamente, abrirá las puertas un museo único. Su alma mater es ella. María Emilia Lira Tiene 76 años y hace 28 comenzó una afición que adquirió tal envergadura que merece un museo. Estará en Chiclana de la Frontera (Cádiz), localidad ya famosa por ser el lugar donde se situó la fábrica de las muñecas de Marín, con sus famosas gitanas que coronaron las televisiones culonas que marcaron a toda una generación de españoles.
El lugar abrirá en un mes y poco. María Emilia es coleccionista de muñecas. Con toda probabilidad, la mayor de España en una determinada época. Ha tenido más de 700, casi todas de cartón piedra, excelentemente conservadas. Las conoce hasta el punto de que sabe en qué lugares se fabricaron, cómo se fabricaron, por qué iban vestidas de una determinada manera, quién las compró, y dónde estuvieron hasta que ella las encontró.
Todas ellas tienen una historia detrás que, en conjunto, retratan a la perfección la evolución del juguete hasta la década de los años 50 del siglo XX. Pero sobre todo, retratan la evolución social que suponía tener una muñeca entre un periodo de tiempo y otro.
Nacida en Constantina (Sevilla), la vida la llevó a Madrid, para luego pasar la jubilación con su marido en Chiclana de la Frontera (Cádiz). Cuenta María Emilia que al jubilarse tuvo que decidir entre ver la tele o en investigar por internet, "la ventana del mundo", sobre la historia de la fabricación de las muñecas. Y compraba. Cuando llegó la pandemia, se dio cuenta de que lo que atesoraba con extremo celo merecía mucho más de lo que ella podía darles.
María Emilia no solo las compraba y las almacenaba en su casa. Porque a EL ESPAÑOL cuenta que hay una enorme diferencia entre quien las compra para almacenarlas y quien las compra para coleccionarlas. Gracias a su afición se ha convertido en una erudita de las muñecas españolas. "Hay muy poca información". María Emilia buscaba en los archivos de la Biblioteca Nacional, sobre todo, en los anuncios publicitarios de la época. También en el Boletín de la Propiedad Industrial para conocer qué empresas fabricantes tenían una determinada patente.
Tras la pandemia, tuvo claro que lo que había coleccionado no podía venderse. El tiempo, el esfuerzo y el cariño no podían calcularse. Por ello, contactó con el Ayuntamiento de Chiclana para donarla. El mismísimo alcalde, José María Román, fue a su casa a ver lo que tenía. La habitación que asombró al edil está reproducida en uno de los espacios del museo: todas en fila, como en gradas. Cada una con sus cosas, con su historia.
La particularidad de la colección de María Emilia radica en que "todo el mundo coleccionaba muñecas de porcelana. Y muy poca gente las de cartón piedra, las de mi época". La más antigua data de 1920. ¿El dinero que ha gastado? "No, yo no he gastado dinero. Para mí gastar dinero era irme a la peluquería o comprarme ropa de diseño. Yo he invertido dinero comprando muñecas".
Juan Carlos Rodríguez, quien comisaria la exposición permanente, advierte que "sin duda, se trata de la mayor colección de España de muñecas hasta 1957", cuando del cartón piedra comenzó a fabricarse en plástico, a ser más asequibles... y que las niñas pudieran, por fin, jugar con ellas. La colección de María Emilia ha pervivido porque son obras de arte y muñecas de enorme calidad... y porque ella las ha cuidado muy bien".
Dos muñecas de Eva Perón
De Mariquita Pérez, de Gisela, de fabricación alicantina en Onil, catalanas, madrileñas... "la diferencia entre las muñecas fabricadas en Madrid, por ejemplo en la fábrica de José Florido, eran las manos, que están en forma de cuchillo. Las fabricadas en Onil (Alicante), tenían las manos con los dedos abiertos". No solo hay muñecas españolas. La colección tiene piezas fabricadas en Nueva York (Estados Unidos), Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, Italia, Uruguay... y también de Argentina. De hecho, dos muñecas de la colección pertenecieron a Eva Perón. "Tengo fotos donde sale una de las dos muñecas que tenemos cuando Evita la donó al hospital de niñas que había fundado".
-¿Dónde compraba las muñecas?
-Pues tenía una proveedora que me las buscaba. Antes había ferias. Luego ya las he ido adquiriendo en Todo Colección, donde nos conocemos todos. No me gusta ni regatear ni pelearme por los precios.
Cada mañana se acerca al Centro Cultural Fábrica de la Luz para aconsejar a los profesionales encargados de la preparación del espacio sobre cómo y dónde colocarlas. ¿La muñeca que ha comprado al vendedor más alejado? En Brasil. "Costaba 200 euros. Se lo dije a mi marido y me dijo que me hiciera a la idea de que nos habíamos ido a comer por ahí dos veces sin haber ido", cuenta. Ella, al final, no la compró. Su marido siempre apoyó la pasión de María Emilia: el aviso de entrega llegó al domicilio de Madrid, en el Paseo de La Habana, de todas maneras.
El museo que ha nutrido la generosidad de María Emilia abrirá sus puertas en unas semanas en el centro de la localidad. El alcalde de Chiclana de la Frontera, José María Román, asevera a este periódico que "todo se ha hecho con muchísimo cariño hacia María Emilia y hacia su marido. Hay que destacar que Chiclana siempre ha tenido mucha conexión con las muñecas, al ser la cuna de las Muñecas Marín", que también tienen un lugar expositivo en la ciudad. Eminentemente conocida fuera por su vertiente turística, "trabajamos por tener más museos y más cultura, y no sólo ofrecer el sol y playa", ultima el edil
Para la mujer no está siendo fácil. Cuando se cerró la donación, al ver las habitaciones vacías en su casa, se echó a llorar. Tan solo se ha quedado con cinco. "Dos que eran mías, una que era de mi tía, una Gisela...". Lo de emocionarse lo hace todavía hoy, mientras atiende a EL ESPAÑOL desgranando las historias de sus muñecas. "Son mis niñas", resume. Por la colección, y por muñecas sueltas, le han ofrecido mucho dinero. "Nunca me he planteado venderlas. Jamás. Solo he intercambiado una, una vez, a una amiga. Y accedí porque la tenía repetida", sostiene.
Su formación de restauradora la habilitó para poder hasta replicar muñecas alemanas y las francesas, carísimas, cuyos precios en subasta alcanzan las cinco cifras. Todas ellas están también en la muestra. De Gisela, la marca de muñecas que competía con Mariquita Pérez, tiene 67, de distintas épocas. También de ésta última, quizá la más conocida, también hay varias, por supuesto. En las casi 800 muñecas de la exposición las hay asiáticas, de porcelana, bebés. de comunión... y hasta de luto. "Antiguamente cuando se moría una niña, normalmente, de tuberculosis, la familia vestía a la muñeca de luto", detalla.
"Yo no tengo ningún mérito", zanja María Emilia con modestia. "En todo caso, si tengo alguno, es haber sacado las muñecas de la vitrina. Porque entre los coleccionistas se estila mucho eso de 'que nadie se entere de lo que yo tengo'. Yo abrí una página en Facebook y contaba sus historias. Eso sí, incrementamos la seguridad de la casa con una alarma y decidimos pagar más por el seguro".
Las muñecas de aquellos periodos del siglo XX estaban concebidas para ser los juguetes que son hoy. "En la posguerra eran para decorar. Una Gisela costaba el sueldo de un mes. Y tener una era un signo de estatus. Se les compraba a las niñas, pero en la mayoría de los casos no se les permitía jugar con ellas". De hecho, que fueran para decorar y no para jugar es uno de los motivos por lo que estén tan bien conservadas. No fue hasta la fundación de la fábrica Famosa, también en Onil (Alicante) cuando el plástico favoreció la democratización de tener una muñeca para jugar. Por ello, las muñecas de María Emilia "son obras de arte", indica Juan Carlos Domínguez.