Todas las familias tienen algo que contar, una historia que las caracteriza y las hace únicas. A veces, esa historia se repite, como es el caso de los Salonia Gaitán, una familia vallisoletana que tiene dos niños con una inteligencia brillante. Dos jóvenes con una forma de pensar diferente y excepcional, y que han querido contar a EL ESPAÑOL como es una vida lidiando con las altas capacidades.
Detectar a las personas con esta condición no es tarea fácil, por lo que muchos de ellos han crecido en la ignorancia y muchos otros han pasado un calvario hasta saber qué les estaba pasando. Algo parecido ha experimentado esta familia, pues a sus hijos no les detectaron las altas capacidades hasta bien tarde. “Tuvimos que cambiar de colegio tres veces durante primaria. Veíamos que a los niños les costaba relacionarse con el resto y tenían dificultades para seguir el ritmo de trabajo que llevaban en la clase. No sabíamos que era, si era el sistema educativo de un colegio o los profesores. Pasamos de uno a otro y era siempre lo mismo”.
“De oca en oca y tiro porque me toca”, los Salonia Gaitán fueron de un colegio a otro, tanto privados como públicos, buscando el bienestar de los pequeños. “Fue la tutora de Mateo, que también tiene un niño con altas capacidades, la que se dio cuenta. Me llamó para una tutoría y me dijo que Mateo también las tenía, que por eso le costaba tanto unirse a sus pares. Ella nos abrió los ojos a este mundo, nosotros no teníamos ni idea”, explica la madre.
Las pistas
Uno de los rasgos más característicos de las personas con altas capacidades es tener los sentidos muy desarrollados. Cuando Mateo (14) y Noa (12) eran aún más pequeños, los “berrinches” eran el día a día de los padres. “Lloraban y se enfadaban demasiado en comparación con otros niños de su edad. No sabíamos cómo gestionarlo. A medida que fueron creciendo, fuimos trabajando la parte de la inteligencia emocional, para que pudieran controlar esa sobreestimulación”.
Ese “sentimiento de frustración” no iba a ser el único detonante para abrir las puertas del mundo de la alta capacidad. Estos dos jóvenes adolescentes, desde que eran unos críos ya reflejaban un “sentimiento de justicia muy arraigado”, además de diferentes intereses focalizados en el espacio, los planetas, o preguntas existenciales.“Devoraban libros en la biblioteca a los cinco años. Mateo siempre ha sido un apasionado de la historia y Noa se desenvuelve mejor en la parte creativa”.
Para desarrollar más el potencial de sus hijos, los padres, siguiendo el consejo de la tutora que se fijó en las habilidades de los pequeños, los apuntaron a una asociación para personas con altas capacidades. ACYLAC es un “lugar de acogida, apoyo y orientación" a las personas que conviven con este rasgo. “Allí nos dimos cuenta de que nuestros hijos no eran tan diferentes y que hay muchos niños en su situación. Ahora han encontrado un espacio con personas con sus mismos intereses, un espacio seguro”.
Nombres, etiquetas y prejuicios
Cuando se desconoce sobre un tema, las etiquetas y los prejuicios no tardan en aparecer. Las personas con altas capacidades no son como las novelas de Roald Dahl, ni son Matilda, ni pueden mover cosas con la mente, aunque exista una imagen modélica, una idea preconcebida de lo que pueden parecer. Como explica Silvana, “las personas son más que un cociente intelectual, solo que algunos ven el mundo con otros ojos. Captan todo con todos sus sentidos y procesan muchísima información a la vez”. Alejando, el padre, también ha querido compartir su visión sobre los niños que tienen una mayor capacidad intelectual. A su parecer, estos niños “no tienen maldad”, suelen ser mucho más “tranquilos” e “inocentes” que otros de su edad.
Noa, la más pequeña de la familia, considera que su talento se manifiesta, sobre todo, en “la forma de pensar”. “Normalmente, cuando salgo de las clases escucho en los pasillos como otros niños se quejan del instituto. A mí me gusta y se me da bien, me encantan las matemáticas, pero el francés se me atraviesa un poco. El problema está en que la mayoría de los estudiantes se enfocan más en tirar bolas de papel que en prestar atención”.
Si tienes algo que te diferencia del resto, que te señalen no es complicado, el “bicho raro” o el típico “cerebrito”. Mateo menciona que se ha sentido más de una vez así, pues como a él no le gusta el fútbol, parece que no hay más temas de los que hablar en la escuela. “Hay niños que no entienden cómo no me puede gustar, les parece extraño, es como si fuera sagrado para ellos”. Aun así, ambos hermanos afirmar que han tenido suerte con sus compañeros, que siempre los han acogido a pesar de que algunos piensen que son los más inteligentes y saben hacerlo todo. Como dice Noa, “no somos superhéroes”.
“Aquí no se trata de poner nombres a las cosas, no hay ventajas ni desventajas. Aquí se trata de que cada uno sea uno mismo, y sacar el potencial de cada niño, sea de altas capacidades o no. Hay que tratar a todo el mundo por igual, y lo más importante es que sean felices. Las diferencias están para conocerlas y explicarlas, hay que hacer todo con naturalidad. Cuando eres quien eres, sale a relucir lo mejor”, argumentan los padres.
La educación y sus problemas
Entender lo que son las altas capacidades para fomentar un sistema educativo óptimo, es esencial. “Es muy difícil llevar el día a día de una clase tanto para lo que están por encima del nivel académico como por debajo, tendría que haber más flexibilidad”, pero en unas aulas en las que los ratios son tan grandes es difícil “atender a la capacidad de cada niño”. El problema está en la base, tiene que haber más “información y formación” para los docentes.
Para Mateo y Noa la escuela no es un problema en sí, pero tiene ciertas carencias a las que se tienen que poner soluciones. Al tener un nivel intelectual más alto que la media de sus compañeros se “aburren”en numerosas ocasiones, les falta “estímulo” o algún programa que pueda acabar con su sed de conocimiento. Cuando se potencia al talento, el alcance de estas personas es inimaginable.