Con la finalización del curso académico, muchos estudiantes ven reflejado en sus calificaciones el esfuerzo y dedicación desempeñado durante el año. En cada aula, un puñado de alumnos destaca sobre el resto, sin embargo, muy pocos consiguen hacer lo que ha hecho Alberto Martínez, un chaval andaluz de Mengíbar, una pequeña localidad de Jaén, quien ha obtenido una nota media de 10 en segundo de Bachiller. Ahora, con el examen de la EBAU a la vuelta de la esquina, se ha propuesto conseguir una de las mejores notas de España.

Cuenta Alberto en una entrevista con EL ESPAÑOL que, para lograr el 10 de media, comenzó a estudiar desde principio de curso alrededor de cuatro horas por las tardes, aunque dependía de la carga de exámenes, más las seis horas de clase por las mañanas. “Los fines de semana, como no tenía clase, era cuando más aprovechaba para estudiar. Un sábado cualquiera podía llegar a estudiar 11 horas, unas 22 horas en total durante el fin de semana”, explica este joven de 17 años. Un sacrificio que, sin duda, “ha merecido la pena”, expresa.

De todas, la asignatura a la que más tiempo ha dedicado ha sido matemáticas ya que, además de ser una asignatura muy compleja por la cantidad de contenido, fue de las que más le costó en primero de Bachiller. “Sabía que tenía que ponerme las pilas para lograr el 10”, dice. “Sin duda, este año ha sido el año de mi vida que más cosas he tenido que sacrificar. Salidas con amigos, fiestas de cumpleaños, y el baloncesto, mi gran pasión”, cuenta Alberto.

Por suerte, sus relaciones sociales no se han visto tan afectadas ya que, “aunque casi no saliera a la calle”, veía a sus amigos cada día en clase. Sin embargo, reconoce que ha echado mucho de menos todas las fiestas que se ha perdido junto a ellos para lograr su objetivo. “Ellos entendían que no saliera, porque sabían lo que quería conseguir, y la verdad es que me he sentido muy apoyado por ellos”, comenta el joven.

Asimismo, sus profesores, al comprobar el gran rendimiento académico de su alumno más aventajado, no han parado de mostrar lo orgullosos que se sentían de él. “Me decían que estaban muy contentos al ver que había alumnos que aprecian la enseñanza y que defienden el culto al estudio. Al final, se sienten orgullosos porque han estado viendo durante nueve meses todo el trabajo que iba realizando, y que sabían que hacía en casa, sacrificando muchas cosas”, dice. Una de las frases que más le marcó y que nunca olvidará es la que le dijo su profesor de filosofía. “Vas a poder hacer todo lo que tú quieras en tu vida”. Por eso, su sacrificio habrá valido la pena.

Y es que, este joven jienense revela que, para no bajar el nivel y ritmo de estudio durante el curso, ha tenido que cambiar los horarios de sueño para obtener un buen descanso. “El descanso es fundamental para poder rendir bien”, apunta. “Me levantaba cada día a las 6 de la mañana para estudiar antes de ir a clase”, dice.

Ahora, a falta de unas horas para que dé comienzo la EBAU, la prueba crucial a la que los graduados en Bachiller se enfrentan para elegir carrera universitaria, sigue manteniendo la misma rutina. “Durante la preparación para la EBAU dedico las mismas horas que un fin de semana normal de curso. Es decir, entre unas 10 y 11 horas al día”, señala.

Alberto Martínez en la naturaleza. Cedida

El doble grado de Física y Matemáticas es la elección que este joven ha decidido para iniciar su periplo universitario. Estudios que quiere realizar en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada. “Desde siempre me ha interesado mucho todo lo relacionado con la ciencia y el análisis profundo de problemas. Me gusta romperme la cabeza hasta llegar a resolver una operación matemática”, cuenta. ¿Su objetivo ahora? “Sacar una de las mejores notas de España en la EBAU, ya que la nota de corte para este doble grado es de las más altas del país, cercana al 14, la nota máxima”.

En un futuro, Alberto se ve trabajando en el mundo de la investigación. Aunque, a su pesar, cree que se verá obligado a marcharse del país ya que “aquí los recursos y las oportunidades son muy escasas”, lamenta. Al volar fuera de nuestras fronteras en busca de mejores condiciones, está convencido de que logrará un buen salario que le garantice una buena calidad de vida, aunque piensa que “si alguien sólo trabaja por dinero no va a ser feliz”. “El hecho de tener tanta vocación como tengo hará que me dedique a lo que me gusta y lo que me hará feliz, para mí eso es lo más importante”, apunta.

Su pasión por la ciencia germinó, sin duda, en el seno de su familia. Su madre, profesora de química, y su padre, mecánico, le inculcaron la inspiración y la curiosidad por este campo. “Aunque mi madre, al estar trabajando y pasar mucho tiempo fuera de casa, no me ha podido ayudar mucho. Me las he tenido que apañar yo solo con las asignaturas de ciencias. Así que tener una madre profesora no ha sido un factor fundamental para obtener buenas calificaciones, como mucha gente podrá creer”, explica.

Burlas de sus compañeros

Desde que era niño, Martínez siempre ha destacado en los estudios. “Siempre he estado entre los mejores alumnos de la clase. Y eso ha sido fruto de que mis padres siempre me han empujado a dar lo mejor de mí”, dice. Un mérito que despertó la envidia de algunos de sus compañeros de clase, los cuales se burlaban de él. “Muchos chavales se reían de mí, entiendo que porque tenían envidia, y eso que yo nunca me he mostrado superior a nadie. Una nota es sólo un número, lo realmente importante es el trabajo que hay detrás de ese número”, comenta.

Sin embargo, reconoce que en alguna ocasión se ha castigado a sí mismo cuando no lograba la excelencia. “Recuerdo que una vez saqué un 7,5 en un examen y sentí que no había trabajado lo suficiente. Y ese esfuerzo por ser el mejor molestaba a algunos compañeros. Así que, a partir de aquello, en tercero de la ESO, comencé a tomarme muy en serio los estudios”, relata Alberto. Tanto es así que un curso más tarde obtuvo matrícula de honor, lo cual le dio una motivación extra para continuar luchando por alcanzar la cima académica.

Alberto Martínez en una imagen de archivo. Cedida

El pasado 24 de mayo, el esfuerzo y dedicación de este joven fueron premiados de nuevo con otra matrícula de honor. Lo ha logrado junto a otras dos chicas, entre ellas, una de sus mejores amigas, Marta. “Ella es una estudiante excelente y hace dos años nos dimos fuerzas y nos retamos a volver a conseguir otra matrícula. Y lo hemos logrado. Ella ha sido también un gran apoyo para mí. Me siento muy afortunado de tener a esta gente alrededor”, expresa.

A lo que más dedica su tiempo libre es, sobre todo, a jugar al baloncesto y a leer, aunque no novelas, sino libros sobre filosofía, desarrollo personal y ciencia; y también a salir con sus amigos. Y es que, ser buen estudiante no quita que no le guste salir de fiesta, “como mucha gente cree”, apunta. “Me encanta salir de fiesta con colegas y llegar al día siguiente”. De hecho, ahora está deseando que pase la EBAU para darse “algún capricho”. “Creo que me lo merezco”, exclama.

El estoicismo, clave

Alberto afirma que la clave de su éxito académico ha sido su mentalidad. “Soy un fiel seguidor del estoicismo, así que todos esos valores de lucha, de sufrimiento y sacrificio realmente han calado en mí para no rendirme aunque mi objetivo fuera difícil”. Asimismo, expresa que sus padres siempre le han dicho que “el trabajo duro trae recompensas proporcionales a ese trabajo y que debía buscar la excelencia en todo, por insignificante que fuera. A ellos se lo debo todo”, dice.

Por todo ello, lanza un mensaje a todos aquellos estudiantes que luchan cada día por conseguir sus objetivos y labrarse un futuro. “Les diría que sueñen a lo grande, porque los sueños con trabajo y esfuerzo se consiguen. Este no es un mensaje vacío. Esto me lo dije yo a mí mismo hace dos años, y ahora estoy viendo el resultado”. Por tanto, asegura, con férrea convicción, que si él ha podido, “otros pueden hacer lo mismo”, concluye.